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miércoles, junio 13, 2018

¿Podemos cambiar nuestra personalidad?

Cambiar nuestra personalidad es algo que todos hemos deseado, e incluso propuesto, alguna vez. Esto puede deberse a varios motivos, pero el principal es que algún rasgo de nuestra manera de relacionarnos con el mundo no nos gusta.

 
 
Antes de hablar de cambios, es necesario señalar la condición que los hace posible: la personalidad no tiene una estructura inmóvil. También es necesario desmontar un mito: no se hace inmóvil con la edad. Lo que sí suele suceder es que con la edad los patrones asociados con un determinado rasgo suelen ser mayores, por lo que las resistencias al cambio también suelen serlo. Entendemos entonces la personalidad como algo dinámico, capaz de sufrir diversas modificaciones: ya sea a partir de un proceso intencional o propiciado por las circunstancias.

Durante la infancia y la adolescencia resulta mucho más fácil cambiar nuestra personalidad. Esto es así porque aún no se ha configurado plenamente. De esta manera, todas las influencias ejercen un mayor poder sobre la misma.
 
¿Qué entendemos por personalidad?

La personalidad, o estructura de personalidad, es el conjunto de rasgos psicológicos que define todo o una buena parte el universo de sentimientos y cogniciones. Esta estructura configura los comportamientos y la manera habitual de relacionarnos con nosotros y con los demás.

Otras connotaciones del concepto personalidad tienen que ver con la representación que el individuo tiene de sí mismo y con la manera en que se presenta al mundo. Desde esta perspectiva, la personalidad es la “máscara” que enseñamos a los demás, una estrategia para ocultar algún aspecto interno y mejorar la aceptación social.

De hecho, el origen epistemológico del concepto “persona” se remonta a la antigua Grecia, donde significaba máscara. Allí, en el teatro, se colocaban las máscaras para representar las diferentes personalidades impostadas por el actor.
 
Cambiar nuestra personalidad puede llegar a ser una necesidad

Como avanzábamos en la introducción, los años pueden dificultar el cambio de la misma forma que han hecho sólidas las raíces. Sin embargo, esto no impide que se puedan realizar cambios a edades más avanzadas, aunque muchas personas crean que a su edad ya es imposible cambiar.

No nos resultará extraña la frase “yo es que soy así” o “a estas alturas ya no voy a cambiar”. Esto puede resultar parcialmente cierto en algunos casos, pero la mayoría de las veces sí que se pueden introducir cambios en nuestra personalidad.

De hecho, las modificaciones de la personalidad son una necesidad terapéutica para aquellos que tienen un trastorno de la personalidad. Estas personas han ido estructurando una serie de patrones de conducta y mecanismos psicológicos que les causan un profundo sufrimiento a ellas o a los que les rodean.

Este sufrimiento se traduce generalmente en angustia, ansiedad, agresividad, pérdida del autocontrol, insatisfacción, etc. Las relaciones interpersonales también se ven afectadas por este tipo de trastornos que, además, se suelen acompañar de dificultades de adaptación e integración social, con el consiguiente aislamiento. 

Cambiar nuestra personalidad es posible, aunque no sea tarea sencilla

La modificación de la personalidad no es fácil: desmontar y sustituir estos patrones de conducta por otros más adecuados requiere de recursos finitos, como la motivación o el tiempo. Por otro lado, pensemos que un patrón de conducta -una disposición- se establece con ayuda de la repetición de un cierto tipo de comportamiento como forma de resolver situaciones similares. Por ejemplo, hay personas cuyos patrones de conducta se han estructurado utilizando por sistema la huida o evitación.

Si estas personas saben que tienen que enfrentarse a una situación en la que no se saben desenvolver adecuadamente, reaccionan evitándola o escapando en el caso de que no la hayan podido anticipar. Esto es así, aun a sabiendas de que, a medio o largo plazo, esta forma de actuar les perjudicará.

Así, el resultado es que, evitando o huyendo de estas situaciones, estas personas consiguen evitar el sufrimiento. Sin embargo, a medio o largo plazo sufren, si cabe, más. Se sentirán incapacitadas para llevar una vida normal.

Abandonar antiguos mecanismos psicológicos para cambiar de personalidad

Un cambio de personalidad puede suponer el abandono de estos mecanismos patológicos, siendo sustituidos progresivamente por otros más adecuados. En el ejemplo anterior, estas personas deben intentar enfrentarse a estas situaciones de forma decidida. Así, podrán comprobar cómo, en muchos casos, son capaces de superarlas. Además, incrementará su confianza. La persona aprende entonces a enfrentarse y descubre que tiene poder para influir en crecimiento personal.

Además, los cambios de personalidad son más fáciles de lograr cuando la persona dirige su atención hacia objetivos muy concretos. En este sentido, ayuda, y mucho, determinar cómo o en qué va a manifestarse el cambio (detalles concretos). Por supuesto, un psicólogo deberá facilitarle técnicas o instrumentos psicológicos que le ayuden a lograr los objetivos propuestos.

Francisco Pérez

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