En ocasiones, tenemos que pararnos a pensar por qué queremos lo que queremos. Las metas externas fijadas por sentimientos de vanidad o por la necesidad de ser alguien pueden alejarnos de nuestros verdaderos anhelos y sobre todo, de nosotros mismos. ¿Eres la persona que querían que fueras o has conseguido ser quien eres?
La necesidad de ser alguien puede ser más bien, de forma encubierta, la necesidad de tener la aprobación de los demás. Cuando necesitamos que otros nos digan que somos válidos, una vocecita interna puede estar gritándonos que la verdadera razón estriba en que no nos aprobamos. Así, el “ser alguien” es la careta perfecta para que nos sintamos válidos a través de los demás.
Cuando nacemos nos preparan y predisponen para tratar de conseguir logros materiales. En la familia, en el colegio y el contexto social es frecuente el dicho de tienes que ser alguien en la vida. Esto lleva consigo sentimientos de frustración y necesidades insatisfechas. Es cierto que las personas necesitan autorrealizarse, como viene recogido en la teoría de las necesidades de Maslow. Sin embargo, esa motivación no debe generar un bloqueo en la capacidad natural para ser uno mismo.
Ser uno mismo significa tomar contacto con nuestras capacidades y desarrollarlas en base a nuestras potencialidades. Esto es, no basar la motivación en “tener o querer ser alguien en la vida”. Por el contrario, debe surgir del impulso vital y natural de expresarnos, descubrir y buscar salida a uno mismo, siendo tal y como se es, sin tener que disfrazarse de otras formas o personas.
“No soy nadie; soy solo yo mismo. Donde quiera que esté soy algo, y ahora soy algo que no puedes impedir”.
-Ray Bradbury-
¿De dónde procede la necesidad de ser alguien?
¿Por qué hay personas que solo viven para ser alguien? ¿Cómo es que hay otras a las que esto no les ocupa ni un minuto de su pensamiento? Puede ser que los segundos ya saben que son alguien. Por ello, no necesitan valorarse con reglas que solo miden el ego y la vanidad, características que a su vez reflejan un déficit de amor por los demás y un exceso de amor por uno mismo.
Según Edward Young, poeta inglés del prerromanticismo recordado especialmente por su obra Night Thoughts (Pensamientos nocturnos), la vanidad es hija legítima y necesaria de la ignorancia. El hombre, en palabras de este autor, es un ciego que no sabe verse a sí mismo. Sobre esta frase se ha escrito mucho, pero aquí destacamos cómo la vanidad puede cegar tanto al hombre que puede terminar por no saber realmente quién es.
La necesidad de ser alguien nos empuja a valorar a los demás basándonos en sus logros, posesiones, aspecto y otros baremos impuestos por el ego. Pero en realidad, “ser alguien” no tiene nada que ver con méritos externos. Por el contrario, la verdadera meta debería ser descubrir quiénes somos realmente.
“Qué tontos son aquellos que se alejan de lo que es real, verdadero y duradero y en cambio persiguen las formas fugaces del mundo material, formas que son simples reflejos en el espejo del ego”.
-Han Shan-
Cuando nacemos nos preparan y predisponen para tratar de conseguir logros materiales. En la familia, en el colegio y el contexto social es frecuente el dicho de tienes que ser alguien en la vida. Esto lleva consigo sentimientos de frustración y necesidades insatisfechas. Es cierto que las personas necesitan autorrealizarse, como viene recogido en la teoría de las necesidades de Maslow. Sin embargo, esa motivación no debe generar un bloqueo en la capacidad natural para ser uno mismo.
Ser uno mismo significa tomar contacto con nuestras capacidades y desarrollarlas en base a nuestras potencialidades. Esto es, no basar la motivación en “tener o querer ser alguien en la vida”. Por el contrario, debe surgir del impulso vital y natural de expresarnos, descubrir y buscar salida a uno mismo, siendo tal y como se es, sin tener que disfrazarse de otras formas o personas.
“No soy nadie; soy solo yo mismo. Donde quiera que esté soy algo, y ahora soy algo que no puedes impedir”.
-Ray Bradbury-
¿De dónde procede la necesidad de ser alguien?
¿Por qué hay personas que solo viven para ser alguien? ¿Cómo es que hay otras a las que esto no les ocupa ni un minuto de su pensamiento? Puede ser que los segundos ya saben que son alguien. Por ello, no necesitan valorarse con reglas que solo miden el ego y la vanidad, características que a su vez reflejan un déficit de amor por los demás y un exceso de amor por uno mismo.
Según Edward Young, poeta inglés del prerromanticismo recordado especialmente por su obra Night Thoughts (Pensamientos nocturnos), la vanidad es hija legítima y necesaria de la ignorancia. El hombre, en palabras de este autor, es un ciego que no sabe verse a sí mismo. Sobre esta frase se ha escrito mucho, pero aquí destacamos cómo la vanidad puede cegar tanto al hombre que puede terminar por no saber realmente quién es.
La necesidad de ser alguien nos empuja a valorar a los demás basándonos en sus logros, posesiones, aspecto y otros baremos impuestos por el ego. Pero en realidad, “ser alguien” no tiene nada que ver con méritos externos. Por el contrario, la verdadera meta debería ser descubrir quiénes somos realmente.
“Qué tontos son aquellos que se alejan de lo que es real, verdadero y duradero y en cambio persiguen las formas fugaces del mundo material, formas que son simples reflejos en el espejo del ego”.
-Han Shan-
Si para ser alguien hay que traicionarse, mejor ser uno mismo
La mayoría de personas creen que se han hecho a sí mismas. Las influencias externas, en nuestra mente, no han jugado un papel importante en las metas que nos hemos puesto. Sin embargo, muchas veces obviamos la influencia que los demás tienen sobre lo que queremos.
Muchos de los pacientes que llegan a consulta de un psicólogo acuden aquejados de una crisis existencial. Esta suele venir provocada porque de repente comienzan a plantearse por qué están donde están. Muchas veces, las personas se dan cuenta de que han escogido un camino equivocado después de mucho tiempo dentro del mismo.
En algunas de estas crisis, muchas personas empiezan a ser conscientes de que son todo aquello que antes criticaban. En ocasiones, además, descubren que se parecen a sus padres más de lo que pensaban. Es normal e inherente aprender por observación y adquirir cualidades de los demás. Sin embargo, es necesario tener cuidado: la necesidad de ser alguien puede llevarnos a abandonar nuestros verdaderos sueños.
El ego, el orgullo y la vanidad son sentimientos humanos que no van a desaparecer por arte de magia. Tienen sus funciones adaptativas e incluso son necesarios en determinadas ocasiones. Ahora bien, cuando estos sentimientos condicionan nuestros actos, puede que estemos construyendo una vida que nos han enseñado desde fuera, y no la que nosotros queríamos construir de verdad.
Fátima Servián Franco
La mayoría de personas creen que se han hecho a sí mismas. Las influencias externas, en nuestra mente, no han jugado un papel importante en las metas que nos hemos puesto. Sin embargo, muchas veces obviamos la influencia que los demás tienen sobre lo que queremos.
Muchos de los pacientes que llegan a consulta de un psicólogo acuden aquejados de una crisis existencial. Esta suele venir provocada porque de repente comienzan a plantearse por qué están donde están. Muchas veces, las personas se dan cuenta de que han escogido un camino equivocado después de mucho tiempo dentro del mismo.
En algunas de estas crisis, muchas personas empiezan a ser conscientes de que son todo aquello que antes criticaban. En ocasiones, además, descubren que se parecen a sus padres más de lo que pensaban. Es normal e inherente aprender por observación y adquirir cualidades de los demás. Sin embargo, es necesario tener cuidado: la necesidad de ser alguien puede llevarnos a abandonar nuestros verdaderos sueños.
El ego, el orgullo y la vanidad son sentimientos humanos que no van a desaparecer por arte de magia. Tienen sus funciones adaptativas e incluso son necesarios en determinadas ocasiones. Ahora bien, cuando estos sentimientos condicionan nuestros actos, puede que estemos construyendo una vida que nos han enseñado desde fuera, y no la que nosotros queríamos construir de verdad.
Fátima Servián Franco
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