La mayoría de nosotros ha tenido que superar en algún momento situaciones complicadas, esas que nos obligan a parar o que incluso nos cierran puertas. Crisis vitales que clasificamos como negativas porque nos obligan a cambiar, ya sea la forma de actuar o de pensar, pero que sin embargo, también pueden convertirse en oportunidades para avanzar.
A pesar de que existen muchos tipos de crisis vitales, hay algunas más comunes que otras. Por ejemplo, están aquellas relacionadas con el cambio de etapa, como la transición de la niñez a la adolescencia, de la juventud a la adultez, las crisis de la madurez y las del final de la vida.
Otras crisis están relacionadas con la identidad, tienen que ver con quiénes somos y con qué nos identificamos. Y también existen las crisis originadas por una pérdida como la muerte de un ser querido, una ruptura, un divorcio o un despido.
Las crisis son oportunidades de transformación, momentos de transición ante los que tenemos que actuar. A continuación explicamos 4 formas para afrontar estas situaciones con el objetivo de salir fortalecidos de ellas. Profundicemos.
“El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo”.
-Antoine de Saint Exupery-
1. Afrontar lo que sucede
Las crisis vitales pueden comenzar con algunas señales de alarma como sentimientos de tristeza y miedo, o bien con síntomas de ansiedad o incluso, dolor. Si hacemos como que no están ahí, estas señales pueden hacerse más grandes, con síntomas más ruidosos y peores consecuencias.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que nuestra historia personal influye en nuestra concepción de crisis y en cómo nos enfrentamos a ella. Por ejemplo, si se trata de una ruptura pueden que afloren sentimientos de abandono por lo vivido durante la infancia.
Además, la forma de resolver nuestros problemas habitualmente también es determinante. Si nos solemos ahogar en un vaso de agua, es probable que nos sintamos desbordados ante la crisis y nos cueste más enfrentarla. Por ello, es importante reflexionar sobre lo que esta pasando para buscar nuevas alternativas, tomar decisiones y hacer los cambios necesarios.
La situación quizás también implique que reformulemos nuestros valores y creencias y que nos planteemos nuevos objetivos. Las crisis vitales requieren que nos examinemos a nosotros mismos, que aprendamos nuevas formas de enfrentarnos a las situaciones. Por ello, no podemos quedarnos paralizados, sino actuar para seguir avanzando.
“Solo una crisis, real o percibida, da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente”.
-Milton Friedman-
Otras crisis están relacionadas con la identidad, tienen que ver con quiénes somos y con qué nos identificamos. Y también existen las crisis originadas por una pérdida como la muerte de un ser querido, una ruptura, un divorcio o un despido.
Las crisis son oportunidades de transformación, momentos de transición ante los que tenemos que actuar. A continuación explicamos 4 formas para afrontar estas situaciones con el objetivo de salir fortalecidos de ellas. Profundicemos.
“El hombre se descubre cuando se mide contra un obstáculo”.
-Antoine de Saint Exupery-
1. Afrontar lo que sucede
Las crisis vitales pueden comenzar con algunas señales de alarma como sentimientos de tristeza y miedo, o bien con síntomas de ansiedad o incluso, dolor. Si hacemos como que no están ahí, estas señales pueden hacerse más grandes, con síntomas más ruidosos y peores consecuencias.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que nuestra historia personal influye en nuestra concepción de crisis y en cómo nos enfrentamos a ella. Por ejemplo, si se trata de una ruptura pueden que afloren sentimientos de abandono por lo vivido durante la infancia.
Además, la forma de resolver nuestros problemas habitualmente también es determinante. Si nos solemos ahogar en un vaso de agua, es probable que nos sintamos desbordados ante la crisis y nos cueste más enfrentarla. Por ello, es importante reflexionar sobre lo que esta pasando para buscar nuevas alternativas, tomar decisiones y hacer los cambios necesarios.
La situación quizás también implique que reformulemos nuestros valores y creencias y que nos planteemos nuevos objetivos. Las crisis vitales requieren que nos examinemos a nosotros mismos, que aprendamos nuevas formas de enfrentarnos a las situaciones. Por ello, no podemos quedarnos paralizados, sino actuar para seguir avanzando.
“Solo una crisis, real o percibida, da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente”.
-Milton Friedman-
2. Las crisis vitales son temporales
Las crisis, como todos los procesos, tienen un inicio, un desarrollo con un momento cúspide y un final. De ahí que sea recomendable entrenar nuestra pensamiento para que nos recuerde que eso que nos sucede también pasará.
Ahora bien, ¿qué hacer mientras lidiamos con ese dolor temporal? Las crisis suelen albergar oportunidades para cambiar, por lo que podemos aprovecharlas para aprender otros puntos de vista y otras formas de actuar. De hecho, son un excelente momento para dejar de repetir conductas y formas de hacer que ya no funcionan.
No obstante, la temporalidad de las crisis vitales es un arma de doble filo. Por una parte, nos ayudará a que el dolor disminuya y se vaya transformando. Sin embargo, las oportunidades que vienen con ellas también desaparecerán al cabo de un tiempo. Nuestra actitud será fundamental. De nosotros dependerá salir fortalecidos o todo lo contrario.
“En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”.
-Honore de Balzac-
3. Soltar el pasado
Las soluciones del pasado han dejado de funcionar. La situación anterior, aunque pensáramos que era mejor, ya no existe. Aceptarlo hará que gestionemos mejor nuestras emociones. Aunque el pasado resulte más cómodo y nos proporcione una sensación de seguridad, cuanto antes reconozcamos a lo que nos enfrentamos, más pronto podremos encontrar nuevas estrategias para superarlo.
En ocasiones, aferrarse al pasado genera una falsa seguridad contra lo incierto. Pero en una crisis tenemos que enfrentarnos a nuestras inseguridades y debilidades. Por ello, en lugar de usar el pasado como excusa, podemos utilizarlo como un referente. De esta manera, nos será más fácil encontrar identificar fortalezas y recursos que teníamos olvidados.
Además, sin aferrarnos al pasado, podemos mirar más claramente hacia el futuro para reflexionar y visualizar hacia dónde queremos ir. Ahora bien, si seguimos obsesionados con él, puede que este entorpezca nuestro camino y nos haga pensar que nuestra meta se ha evaporado o que no lo vamos a conseguir.
Así, si soltamos el pasado es más probable que nos demos cuenta de que la crisis es solo un bache. Incluso puede que al mirar al futuro, se abran nuevas posibilidades.
“El problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas”.
-Charles Bukowski-
Las crisis, como todos los procesos, tienen un inicio, un desarrollo con un momento cúspide y un final. De ahí que sea recomendable entrenar nuestra pensamiento para que nos recuerde que eso que nos sucede también pasará.
Ahora bien, ¿qué hacer mientras lidiamos con ese dolor temporal? Las crisis suelen albergar oportunidades para cambiar, por lo que podemos aprovecharlas para aprender otros puntos de vista y otras formas de actuar. De hecho, son un excelente momento para dejar de repetir conductas y formas de hacer que ya no funcionan.
No obstante, la temporalidad de las crisis vitales es un arma de doble filo. Por una parte, nos ayudará a que el dolor disminuya y se vaya transformando. Sin embargo, las oportunidades que vienen con ellas también desaparecerán al cabo de un tiempo. Nuestra actitud será fundamental. De nosotros dependerá salir fortalecidos o todo lo contrario.
“En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”.
-Honore de Balzac-
3. Soltar el pasado
Las soluciones del pasado han dejado de funcionar. La situación anterior, aunque pensáramos que era mejor, ya no existe. Aceptarlo hará que gestionemos mejor nuestras emociones. Aunque el pasado resulte más cómodo y nos proporcione una sensación de seguridad, cuanto antes reconozcamos a lo que nos enfrentamos, más pronto podremos encontrar nuevas estrategias para superarlo.
En ocasiones, aferrarse al pasado genera una falsa seguridad contra lo incierto. Pero en una crisis tenemos que enfrentarnos a nuestras inseguridades y debilidades. Por ello, en lugar de usar el pasado como excusa, podemos utilizarlo como un referente. De esta manera, nos será más fácil encontrar identificar fortalezas y recursos que teníamos olvidados.
Además, sin aferrarnos al pasado, podemos mirar más claramente hacia el futuro para reflexionar y visualizar hacia dónde queremos ir. Ahora bien, si seguimos obsesionados con él, puede que este entorpezca nuestro camino y nos haga pensar que nuestra meta se ha evaporado o que no lo vamos a conseguir.
Así, si soltamos el pasado es más probable que nos demos cuenta de que la crisis es solo un bache. Incluso puede que al mirar al futuro, se abran nuevas posibilidades.
“El problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas”.
-Charles Bukowski-
4. Pedir ayuda
Las crisis vitales muchas veces nos inundan de vergüenza y culpa, sentimientos que pueden alejarnos de nuestros seres queridos. Sin embargo, no hay nada de malo en reconocer que no podemos salir solos de una situación. Buscar apoyo en personas cercanas o que estén pasando por lo mismo puede darnos fuerzas. Eso sí, es importante que las personas en las que nos apoyemos sean optimistas y que nos ayuden a reflexionar o a calmar la ansiedad.
En este sentido, también podemos acudir a un psicólogo para obtener una perspectiva neutral y sin juicios. Un profesional de la salud mental puede ofrecernos un espacio seguro para hablar sin miedo de nuestra situación y cómo nos sentimos. Por otro lado, también nos ayudará a pensar sobre lo que ocurre y a encontrar una solución.
Lo importante es ser consciente de que no hay necesidad de pasar por esta situación en solitario. Hay crisis inevitables que son parte de la vida. Todos pasamos por ellas. Otras, las que tienen que ver más con las relaciones, también son vividas por mucha gente, que incluso pueden llegar a compartir nuestras emociones. Por eso, hablar con otros sobre lo que nos pasa puede ayudarnos a sentirnos comprendidos.
Las crisis vitales no necesariamente tienen que ser un proceso extremadamente duro, pero tampoco podemos ignorarlas pensando que pasarán solas. No son fáciles de superar y requieren tiempo, pero pueden ser oportunidades de reencontrarnos y definirnos a nosotros mismos.
Anet Diner Gutverg
Las crisis vitales muchas veces nos inundan de vergüenza y culpa, sentimientos que pueden alejarnos de nuestros seres queridos. Sin embargo, no hay nada de malo en reconocer que no podemos salir solos de una situación. Buscar apoyo en personas cercanas o que estén pasando por lo mismo puede darnos fuerzas. Eso sí, es importante que las personas en las que nos apoyemos sean optimistas y que nos ayuden a reflexionar o a calmar la ansiedad.
En este sentido, también podemos acudir a un psicólogo para obtener una perspectiva neutral y sin juicios. Un profesional de la salud mental puede ofrecernos un espacio seguro para hablar sin miedo de nuestra situación y cómo nos sentimos. Por otro lado, también nos ayudará a pensar sobre lo que ocurre y a encontrar una solución.
Lo importante es ser consciente de que no hay necesidad de pasar por esta situación en solitario. Hay crisis inevitables que son parte de la vida. Todos pasamos por ellas. Otras, las que tienen que ver más con las relaciones, también son vividas por mucha gente, que incluso pueden llegar a compartir nuestras emociones. Por eso, hablar con otros sobre lo que nos pasa puede ayudarnos a sentirnos comprendidos.
Las crisis vitales no necesariamente tienen que ser un proceso extremadamente duro, pero tampoco podemos ignorarlas pensando que pasarán solas. No son fáciles de superar y requieren tiempo, pero pueden ser oportunidades de reencontrarnos y definirnos a nosotros mismos.
Anet Diner Gutverg
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