Las soledades postmodernas son el resultado de un largo proceso en el que se ha impuesto de forma progresiva el concepto de individualismo. Lentamente se han ido imponiendo dos ideas contradictorias en la cultura. Una, que cada quien debe crear su propio nicho. La otra, que la soledad es algo terrible.
De la misma manera, las soledades postmodernas se derivan de un hecho que cada vez resulta más palpable: tenemos miedo al otro. El concepto de prójimo ha desaparecido casi por completo. En nuestro mundo hay gente de nuestro entorno y extraños. Y de estos últimos no queremos saber nada. Hay algo amenazante en los desconocidos.
“Jamás hallé compañera más sociable que la soledad”.
-Henry David Thoreau-
El resultado es una sociedad en la que la gente está cada vez más sola, pero lucha contra la soledad. Hemos creado un mundo en el que no somos capaces de vivir en comunidad, pero tampoco solos. Tanto la soledad como la compañía se han convertido en un problema.
“Jamás hallé compañera más sociable que la soledad”.
-Henry David Thoreau-
El resultado es una sociedad en la que la gente está cada vez más sola, pero lucha contra la soledad. Hemos creado un mundo en el que no somos capaces de vivir en comunidad, pero tampoco solos. Tanto la soledad como la compañía se han convertido en un problema.
La soledad, un concepto que se volvió problemático
El tema de la soledad no tuvo mayor trascendencia hasta el romanticismo. Antes de esto, la soledad no era fuente de grandes reflexiones, ni de profundos problemas existenciales. Se aceptaba como un hecho que naciéramos solos y muriéramos solos.
Tampoco el individualismo tenía un lugar tan preponderante. La gente, básicamente, vivía en comunidad. Era usual que en una casa viviera toda la familia. Abuelos, hijos, nietos y, muchas veces, también parientes cercanos. Las relaciones vecinales también eran muy fuertes. La gente se conocía entre sí cuando habitaba un sitio próximo.
De la misma manera, existían rituales colectivos, que involucraban a prácticamente toda una población. La misa o el servicio dominical, las fiestas del lugar, etc. En suma, existía un concepto claro de que cada quien formaba parte de una comunidad.
Con el romanticismo esto cambió. La pareja se convirtió en la respuesta a todo. Una pareja aislada, privada, sumergida en su propio mundo. La sociedad comenzó paulatinamente a organizarse alrededor de la pareja y del núcleo familiar mínimo al que daba lugar. Paralelamente, la soledad comenzó a tomar una connotación dramática y se convirtió en algo indeseable.
El tema de la soledad no tuvo mayor trascendencia hasta el romanticismo. Antes de esto, la soledad no era fuente de grandes reflexiones, ni de profundos problemas existenciales. Se aceptaba como un hecho que naciéramos solos y muriéramos solos.
Tampoco el individualismo tenía un lugar tan preponderante. La gente, básicamente, vivía en comunidad. Era usual que en una casa viviera toda la familia. Abuelos, hijos, nietos y, muchas veces, también parientes cercanos. Las relaciones vecinales también eran muy fuertes. La gente se conocía entre sí cuando habitaba un sitio próximo.
De la misma manera, existían rituales colectivos, que involucraban a prácticamente toda una población. La misa o el servicio dominical, las fiestas del lugar, etc. En suma, existía un concepto claro de que cada quien formaba parte de una comunidad.
Con el romanticismo esto cambió. La pareja se convirtió en la respuesta a todo. Una pareja aislada, privada, sumergida en su propio mundo. La sociedad comenzó paulatinamente a organizarse alrededor de la pareja y del núcleo familiar mínimo al que daba lugar. Paralelamente, la soledad comenzó a tomar una connotación dramática y se convirtió en algo indeseable.
Las soledades postmodernas
Tras ese paso de la gran familia y la gran comunidad a la sociedad de parejas, una nueva realidad comenzó a surgir con la introducción de las nuevas tecnologías. Así se inauguraron oficialmente las soledades postmodernas. Estas se mueven dentro de una contradicción fundamental: estamos conectados con todo el mundo y nos sentimos más solos que nunca.
Tan solas se sienten algunas personas que se sienten mal cuando no conquistan un like al publicar en las redes sociales. De hecho, hay tanta soledad que ya existen adictos a las redes sociales. Los captura el hecho de estar recibiendo y enviando mensajes, aunque estos no digan nada.
A su vez, en el marco de las soledades postmodernas, la pareja adquirió un significado totalmente desproporcionado. Se asume que no tener pareja es estar solo. Como si el mundo estuviera compuesto únicamente por la pareja. Y una ruptura amorosa nos arroja al abismo de la desdicha total. Como si solo la pareja fuera fuente de gratificaciones.
Tras ese paso de la gran familia y la gran comunidad a la sociedad de parejas, una nueva realidad comenzó a surgir con la introducción de las nuevas tecnologías. Así se inauguraron oficialmente las soledades postmodernas. Estas se mueven dentro de una contradicción fundamental: estamos conectados con todo el mundo y nos sentimos más solos que nunca.
Tan solas se sienten algunas personas que se sienten mal cuando no conquistan un like al publicar en las redes sociales. De hecho, hay tanta soledad que ya existen adictos a las redes sociales. Los captura el hecho de estar recibiendo y enviando mensajes, aunque estos no digan nada.
A su vez, en el marco de las soledades postmodernas, la pareja adquirió un significado totalmente desproporcionado. Se asume que no tener pareja es estar solo. Como si el mundo estuviera compuesto únicamente por la pareja. Y una ruptura amorosa nos arroja al abismo de la desdicha total. Como si solo la pareja fuera fuente de gratificaciones.
Cuestionar los mitos del amor y la soledad
Quizás haya llegado el tiempo de cuestionar esos mitos alrededor de la soledad y el amor. Las soledades postmodernas prueban que en algo nos estamos equivocando. La cultura, tal y como está, no nos está conduciendo a un sentimiento de paz, plenitud o felicidad. Más bien ocurre todo lo contrario. Cada vez son más frecuentes las dificultades emocionales o los problemas psicológicos.
Comencemos por recordar algo que la mayoría sabemos: todos necesitamos amor. Sin embargo, el amor de pareja es solo una de las múltiples manifestaciones de ese sentimiento. También hay amor en la familia, con los amigos, a las ideas y las causas, a la humanidad y por supuesto, a nosotros mismos. Reducir nuestras preocupaciones y expectativas solo al amor de pareja nos empobrece enormemente y nos hace más vulnerables.
Así mismo, vale la pena cuestionar el contenido de esas soledades postmodernas. ¿Cuándo comenzamos a negar la soledad? Es una realidad frente a la cual no hay antídoto. Nacimos solos y moriremos solos. Los demás siempre están en nuestra vida en calidad de préstamo. Cuanto más y mejor nos entendamos con nuestras soledades, más capacitados estaremos para vivir y también para morir.
Edith Sánchez
Quizás haya llegado el tiempo de cuestionar esos mitos alrededor de la soledad y el amor. Las soledades postmodernas prueban que en algo nos estamos equivocando. La cultura, tal y como está, no nos está conduciendo a un sentimiento de paz, plenitud o felicidad. Más bien ocurre todo lo contrario. Cada vez son más frecuentes las dificultades emocionales o los problemas psicológicos.
Comencemos por recordar algo que la mayoría sabemos: todos necesitamos amor. Sin embargo, el amor de pareja es solo una de las múltiples manifestaciones de ese sentimiento. También hay amor en la familia, con los amigos, a las ideas y las causas, a la humanidad y por supuesto, a nosotros mismos. Reducir nuestras preocupaciones y expectativas solo al amor de pareja nos empobrece enormemente y nos hace más vulnerables.
Así mismo, vale la pena cuestionar el contenido de esas soledades postmodernas. ¿Cuándo comenzamos a negar la soledad? Es una realidad frente a la cual no hay antídoto. Nacimos solos y moriremos solos. Los demás siempre están en nuestra vida en calidad de préstamo. Cuanto más y mejor nos entendamos con nuestras soledades, más capacitados estaremos para vivir y también para morir.
Edith Sánchez
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