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sábado, junio 30, 2018

3 señales de que estás siendo conformista

A veces no te das cuenta de que estás siendo conformista porque te sumerges en un esquema de vida que te impide apreciarlo. Piensas que simplemente estás cumpliendo con tu deber y que eso es lo que se espera de ti. Sin embargo, no te detienes a reflexionar sobre si ese cumplimiento te permite evolucionar o no.

 
 
Es frecuente que detrás del conformismo se esconda la inseguridad. No se intenta algo nuevo, ni se da un paso hacia adelante porque el temor es muy fuerte. Muchas veces evitas admitir que estás siendo conformista, porque eso significaría enfrentarte a la disonancia de asumir un adjetivo que no quieres como propio.

La pregunta clave es: ¿te sientes satisfecho con tu manera de vivir? Si la respuesta es positiva, no importa cómo vivas, lo estás haciendo bien. Si la respuesta es negativa, posiblemente estás siendo conformista… simplemente por el temor que te produce adentrarte por nuevos caminos. ¿Cómo saber si eso está sucediendo? Aquí hay tres pistas que te pueden ayudar a responder.
“Alguien dijo una vez que lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”.
-Película Lágrimas del sol–

1. Identificación con las figuras de poder

La identificación plena con las figuras de poder muchas veces es señal de que estás siendo conformista. Por identificación se entiende ese proceso por el cual se toman como propios los rasgos y valores ajenos. Esto es normal y saludable. Entramos a formar parte de la cultura por identificación con los rasgos y patrones familiares.

Sin embargo, a veces la identificación no representa realmente nuestros deseos y necesidades. Muchas veces hacemos propios los valores de una figura de poder, por un sentimiento de insignificancia frente a nosotros mismos, o por miedo a quienes ejercen la autoridad.

Es entonces cuando, por ejemplo, te vuelves conformista porque así te lo exige tu líder político, religioso, social o laboral. Finalmente, a las figuras de poder siempre les conviene que los demás sean sumisos. Por eso, de forma imperceptible, estás siendo conformista, pero no lo ves así porque alguien con poder te lo dice.

2. Interiorización inconsciente de la norma

Este es un caso similar al anterior, pero aplicado a la norma, no a las figuras de poder. Consiste en incorporar pasivamente las reglas y normas, sin cuestionar su validez o conveniencia. Esto es lo que hacen los niños durante su etapa de formación. En los adultos, tendría que operar un mecanismo diferente.

Durante la infancia, no contamos con la madurez emocional o intelectual para evaluar la conveniencia de una norma. Las cosas se hacen, sí o sí, porque una figura de autoridad así lo ordena. Crecer implica, entre otros logros, desarrollar un criterio propio para orientar nuestra conducta.

Si no logras esto, terminas adhiriéndote a valores que no comprendes, simplemente porque son los de la mayoría, o porque así lo señala alguna figura de poder. Eso te priva de ser libre. Primero renuncias a tu propia conciencia y luego estás siendo conformista y pasivo frente a lo que, quizás, solo le conviene a otros, pero no a ti.

3. Excesivo celo por el cumplimiento, una señal de que estás siendo conformista

El excesivo celo por el cumplimiento también es una conducta que muchas veces encubre el miedo a ser libres y autónomos. Ocurre cuando no cumples con un compromiso por convicción, o por gusto, sino porque sientes que no podrías hacer algo diferente a esto. Cumples, como un niño condicionado, para no despertar molestias en quienes sienten que tienen autoridad sobre ti.

Lo peor de esto es que el deseo de cumplir escrupulosamente te lleva a la angustia o a la frustración. Aprendes a evaluar lo que haces desde los ojos de quien ejerce poder sobre ti. Dejas a un lado tu criterio para adoptar el de otro, ya sea por identificación o para obtener un reconocimiento.

De lo que se trata no es de que te rebeles contra toda forma de poder o autoridad. A veces esta actitud solo es el reflejo de un problema. Sin embargo, lo que sí es importante es que te preguntes, honradamente, si estás siendo conformista. Si la respuesta es un “sí”, es hora de evaluar con honestidad qué está pasando. Y si detectas que detrás de esto solo hay inseguridades y miedos, quizás ha llegado el momento de replantearte algunas de tus normas o líneas vitales. Es posible que estés dejando mucho de ti en el camino a cambio de muy poco.

Edith Sánchez

viernes, junio 29, 2018

La necesidad de ser alguien nos aleja de ser uno mismo

En ocasiones, tenemos que pararnos a pensar por qué queremos lo que queremos. Las metas externas fijadas por sentimientos de vanidad o por la necesidad de ser alguien pueden alejarnos de nuestros verdaderos anhelos y sobre todo, de nosotros mismos. ¿Eres la persona que querían que fueras o has conseguido ser quien eres?

 
 
La necesidad de ser alguien puede ser más bien, de forma encubierta, la necesidad de tener la aprobación de los demás. Cuando necesitamos que otros nos digan que somos válidos, una vocecita interna puede estar gritándonos que la verdadera razón estriba en que no nos aprobamos. Así, el “ser alguien” es la careta perfecta para que nos sintamos válidos a través de los demás.

Cuando nacemos nos preparan y predisponen para tratar de conseguir logros materiales. En la familia, en el colegio y el contexto social es frecuente el dicho de tienes que ser alguien en la vida. Esto lleva consigo sentimientos de frustración y necesidades insatisfechas. Es cierto que las personas necesitan autorrealizarse, como viene recogido en la teoría de las necesidades de Maslow. Sin embargo, esa motivación no debe generar un bloqueo en la capacidad natural para ser uno mismo.

Ser uno mismo significa tomar contacto con nuestras capacidades y desarrollarlas en base a nuestras potencialidades. Esto es, no basar la motivación en “tener o querer ser alguien en la vida”. Por el contrario, debe surgir del impulso vital y natural de expresarnos, descubrir y buscar salida a uno mismo, siendo tal y como se es, sin tener que disfrazarse de otras formas o personas.
“No soy nadie; soy solo yo mismo. Donde quiera que esté soy algo, y ahora soy algo que no puedes impedir”.
-Ray Bradbury-

¿De dónde procede la necesidad de ser alguien?

¿Por qué hay personas que solo viven para ser alguien? ¿Cómo es que hay otras a las que esto no les ocupa ni un minuto de su pensamiento? Puede ser que los segundos ya saben que son alguien. Por ello, no necesitan valorarse con reglas que solo miden el ego y la vanidad, características que a su vez reflejan un déficit de amor por los demás y un exceso de amor por uno mismo.

Según Edward Young, poeta inglés del prerromanticismo recordado especialmente por su obra Night Thoughts (Pensamientos nocturnos), la vanidad es hija legítima y necesaria de la ignorancia. El hombre, en palabras de este autor, es un ciego que no sabe verse a sí mismo. Sobre esta frase se ha escrito mucho, pero aquí destacamos cómo la vanidad puede cegar tanto al hombre que puede terminar por no saber realmente quién es.

La necesidad de ser alguien nos empuja a valorar a los demás basándonos en sus logros, posesiones, aspecto y otros baremos impuestos por el ego. Pero en realidad, “ser alguien” no tiene nada que ver con méritos externos. Por el contrario, la verdadera meta debería ser descubrir quiénes somos realmente.
“Qué tontos son aquellos que se alejan de lo que es real, verdadero y duradero y en cambio persiguen las formas fugaces del mundo material, formas que son simples reflejos en el espejo del ego”.
-Han Shan-
 
Si para ser alguien hay que traicionarse, mejor ser uno mismo

La mayoría de personas creen que se han hecho a sí mismas. Las influencias externas, en nuestra mente, no han jugado un papel importante en las metas que nos hemos puesto. Sin embargo, muchas veces obviamos la influencia que los demás tienen sobre lo que queremos.

Muchos de los pacientes que llegan a consulta de un psicólogo acuden aquejados de una crisis existencial. Esta suele venir provocada porque de repente comienzan a plantearse por qué están donde están. Muchas veces, las personas se dan cuenta de que han escogido un camino equivocado después de mucho tiempo dentro del mismo.

En algunas de estas crisis, muchas personas empiezan a ser conscientes de que son todo aquello que antes criticaban. En ocasiones, además, descubren que se parecen a sus padres más de lo que pensaban. Es normal e inherente aprender por observación y adquirir cualidades de los demás. Sin embargo, es necesario tener cuidado: la necesidad de ser alguien puede llevarnos a abandonar nuestros verdaderos sueños.

El ego, el orgullo y la vanidad son sentimientos humanos que no van a desaparecer por arte de magia. Tienen sus funciones adaptativas e incluso son necesarios en determinadas ocasiones. Ahora bien, cuando estos sentimientos condicionan nuestros actos, puede que estemos construyendo una vida que nos han enseñado desde fuera, y no la que nosotros queríamos construir de verdad.

Fátima Servián Franco

jueves, junio 28, 2018

A ti, que te fuiste casi sin decir adiós

A ti que te fuiste casi sin decir adiós, que después de tanto (o eso creía) redujiste todo a lo insignificante. Aun sigo sin entender cómo se puede pasar del calor al frío en cuestión de segundos. Cómo una mirada puede perder el brillo en un mismo día y las palabras que antes construían se volvieron balas directas a mi corazón.

 
 
A ti, sí. ¿En qué momento cambiaste de opinión que fui tan ignorante de no darme cuenta? ¿Cómo es posible que siguiera creyendo que eso nuestro era auténtico y verdadero? ¿Por qué no avisaste cuando comenzaste a percibir que nuestro mecanismo de seguridad ya no nos protegía?

Probablemente me quede sin respuestas, con miles de dudas y el sentimiento de culpa acechándome. Un día pensaré que fui yo, otro quizás tú, nosotros o simplemente, el tiempo y la rutina… Y otros me daré cuenta que dar vueltas solo me sirve para generarme más angustia, más sufrimiento y, por supuesto, para mantenerte más vivo, aunque solo sea en mis recuerdos…
A ti, que te fuiste sin decir adiós. Que abandonaste a la primera y me ofreciste a la incertidumbre como respuesta. ¿En qué momento cambiaste de opinión?
 
A ti, que fuiste todo y te volviste nada en cuestión de segundos

A ti, sí. Que imaginabas conmigo el futuro mientras dibujabas una sonrisa. Que me hiciste soñar con viajes, momentos únicos y apoyo incondicional… Que me incluías en tu día a día, en tus nuevos proyectos y hasta en tus fantasías.

De hecho, eras más tú que yo el que cosía fuertemente nuestros ilusiones, el que me recordaba lo bonito que era esto que teníamos y que nada ni nadie nos separarían. Quien me dijo que todo lo que necesitaba era cómo le hacía sentir… A veces calma, a veces paz, otras tranquilidad, pasión y ganas. Superación y motivación, pero sobre todo cómo le valoraba.

Me niego a pensar que fuiste capaz de borrar todo de un plumazo. No solo lo que nos decíamos, sino también aquello que disimulábamos a través de gestos y abrazos. Las ganas de comernos el mundo, de acompañarnos en el sofá con los ojos cerrados, de cogernos de la mano, de besarnos, de arroparnos de dicha, bromear hasta las tantas, mordernos las ansías y rozarnos en la cama aunque sea a milímetros para asegurarnos de que estábamos ahí al despertar cada mañana. Me niego.

Quizás haya sido así, tampoco lo descarto, pero me cuesta creer que el tiempo feliz que hemos tejido se haya deshilachado de la noche a la mañana. Llámame incrédula o ignorante, pero los sentimientos mandan y yo tengo la mala costumbre de siempre rendirme su evidencia.
“El que no arriesga no… nada. Ni pierde, ni gana; ni sufre, ni ama”.
-Pablo Arribas-
 
A ti, que te fuiste sin decir adiós y que no apostaste por luchar sino por abandonar

A ti, que te fuiste sin decir adiós. Para ti va esta carta, estas letras encendidas de un amor que parece que no se acaba.

Aun no llego a comprender cómo ha surgido esta grieta, esta desgana y este querer acabar con todo lo que hasta hace poco nos ataba. Pero lo que más me mata por dentro es la incertidumbre de no saber tus motivos, de ni siquiera querer intentarlo, siendo la primera vez que la tempestad ha venido a zarandearnos.

Luchar es el verbo que sostiene la columna vertebral de las parejas, al menos de esas que han crecido a partir del bienestar y que no entienden de abandonar todo a la primera. De quienes saben que la unión hace la fuerza, que la ilusión se apaga cuando el amor evoluciona, pero que puede volver a encenderse su llama.

Perdóname, pero no lo entiendo. Es imposible cerrar algo sin llave, sin candado… que has decidido dejar abierto. Y más difícil es cuando ni siquiera se baraja la opción de sanarlo o al menos de hablar sobre lo que pasa.

Ahora bien, no pienses que no me arrepiento de todo el año que te he hecho. Sé que en algún momento mis actos no han correspondido con aquello que esperabas, pero también es cierto que necesitaba que me lo dijeras. No soy perfecta. Una palabra, un gesto, una pequeña señal… Algo que me indicase cómo te sentías, ante la ingenuidad de mis actos. No tengo una varita mágica, muy a mi pesar.

Quiero pedirte perdón, hacerte daño no fue mi intención. Lo siento, si fue así. Pero sigo sin entender la brusquedad de la situación. Al menos esta primera vez, si existiese alguna anterior, quizás me sería fácil o si arrastrásemos el malestar desde hace tiempo. Pero ese mismo día me agarraste de la mano, me dijiste te quiero y me hiciste partícipe de uno de tus sueños… para desecharlo todo por la noche.

A ti, sí. Que te fuiste sin decir adiós. A ti me dirijo porque tu ausencia me escuece, me araña y hace crecer esta sensación de vacío cada vez más amplia. Porque te quiero, te echo de menos y siento que me haces falta.
“Todo el mundo tiene una cabaña en el corazón donde se refugia cuando fuera está lloviendo demasiado fuerte”.

Gema Sánchez Cuevas

miércoles, junio 27, 2018

Cuando tú eres tu peor enemigo

¿Alguna vez has tenido la sensación de ser tu peor enemigo? No hay duda, vivir con plenitud y lograr la satisfacción de nuestros anhelos en vías de una supuesta felicidad no es tarea fácil. De hecho, hablamos de una misión con principio, pero sin final.

 
 
Por un lado, pueden existir unas condiciones ambientales adversas: dificultades económicas, laborales, de la vivienda, etc. También pueden existir unos condicionantes internos, como padecer alguna enfermedad, sufrir alguna desgracia o directamente autoimponernos un nivel de exigencia que en ese momento no estamos preparados para alcanzar.

Por otro lado, existe una competencia más o menos manifiesta con las demás personas que también pugnan posiblemente por conseguir los mismos fines. Estas personas pueden ser nuestras enemigas, pero en ocasiones tú eres tu peor enemigo.
 
Personas que lo tienen todo y se sienten infelices

A veces, algunas personas afortunadas que disponen de un ambiente favorable y, aparentemente, escasas dificultades para conseguir lo que quieren, se sienten infelices. En principio, no hay trabas ni enemigos. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Qué les sucede?

El obstáculo bien puede haber sido generado por la propia persona, cuando se constituye en su propia enemiga por cómo se juzga o las metas que se marca. Esto has algo que todos hemos hecho alguna vez, y que seguiremos haciendo, de ahí que intuitivamente podamos comprender las consecuencias de este lastre autoimpuesto.

A menudo, cuando esto ocurre es porque falla el amor propio, el cariño a uno mismo. Falla la autoestima. Y esto no tiene nada que ver con el egoísmo. No se trata de pensar: “Yo estoy por encima de todos y de todo”. Se trata de pensar: “Yo merezco el mismo trato amable y comprensivo que utilizo con los demás”.
 
La importancia de juzgarnos con objetividad

Querernos a nosotros mismos significa reconocer nuestra propia valía y considerarnos en la vida tan importantes como los que más. Para muchas personas esto no es fácil. No saben juzgarse con objetividad.

Las personas que no se juzgan con objetividad ensalzan las virtudes ajenas y son capaces de perdonar los mayores errores y defectos del prójimo. En cambio, son tremendamente injustos consigo mismos, exigentes y hasta crueles. Son sus propios enemigos.

Este comportamiento puede llegar a producir una profunda amargura que conduce hacia la depresión y el comportamiento neurótico. Hay que saber valorarse con objetividad y no compararnos con los demás. Sólo así alejaremos al enemigo de nuestra propia persona.
Ser tu peor enemigo puede ser fruto de tus aprendizajes

Por lo general, esta forma de ser y sentir es fruto de un aprendizaje y una maduración especial. El niño, desde su nacimiento, es, por naturaleza, ególatra. Aún no tiene conciencia social y piensa que todo cuanto le rodea le pertenece o sucede en relación con él.

Esta idea se ve corroborada por el hecho de que habitualmente suele ser el centro de atención. Es más tarde cuando, a través de la educación y el contacto con otros niños, descubre que hay más gente a su alrededor. Descubre que, como él, esta gente merece un respeto y una consideración.

Es normal que una persona que crezca y forje su carácter con esta filosofía por bandera llegue a ser un adulto con una confusión entre lo que en justicia le corresponde y lo que sería egoísmo censurable. Para evitar los terribles sentimientos de culpa, opta por negarse todo autorreconocimiento meritorio. Se comporta como si fuera su propio enemigo al que no da margen ni oportunidad.

Por otro lado, algunas educaciones morales y religiosas resaltan la humildad como una de las más preciosas virtudes, amenazando con el castigo y el pecado su carencia. Es más, castigan sin piedad a todo aquel que se atreve a destacar. Una personalidad que madure en esta línea de conducta suele ponerse límites muy poco flexibles, considerando que para todo existe una única forma buena de proceder.

Tú puedes dejar de ser tu peor enemigo

Para derrotar a nuestro enemigo interno, el primer paso es tomar conciencia de que el problema existe. Observemos nuestra conducta diaria y la dinámica de nuestros pensamientos. Veamos cuántas veces nos privamos de pequeños placeres pensando que eso no va con nosotros o que no los merecemos.

Empecemos por ahí, por incentivar con pequeños premios y halagos nuestros mínimos logros y esfuerzos positivos. Tal vez, sin darnos cuenta, un día nos veamos luchando por conseguir aquello más importante que queremos y que, en justicia, nos merecemos.

Francisco Pérez

martes, junio 26, 2018

Perseguir a los que nos hacen daño, una forma de condenarnos al malestar

Cuando dejamos nuestra autoestima a la deriva, en manos de los demás o de quienes disfrutan controlándonos y ejerciendo poder sobre nosotros, solemos sumergirnos en una infinita persecución para creer recuperarla. Como si esto nos diera valor… Aunque en realidad lo único que hacemos es despreciarnos a base de rechazos y de aceptaciones a medias y con condiciones. Perseguir a los que nos hacen daño, es por tanto, una de las tantas maneras que existen de no querernos.

 
 
El verdadero amor, tanto hacia los demás como a nosotros mismos, no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar y ayudarnos para mostrar nuestra autenticidad. Perseguir a los que nos hacen daño es una forma de no encontrarnos, sino de encontrar a toda costa al otro, olvidándonos en cierta medida de nosotros mismos.

Cuando estamos en una relación y nos damos cuenta de que pudiendo evitarnos algo de sufrimiento, el otro no lo hace, es un claro indicativo de que no le importamos como deberíamos… Lo que sucede es que, a veces, nos encontramos tan cegados que no vemos como el resto de personas pueden llegar a manipularnos y a aprovecharse de nosotros en su beneficio.
Si tu pareja te hace sentir culpable y no es capaz de respetarte, es mejor que mantengas las distancias.

Eres la única persona que puede detenerlo

Cuando realmente existe amor, cuidar a nuestra pareja es un contrato inherente del corazón. Ahora bien, no por eso hay que dar cegados sin ver si la otra persona nos corresponde. Si notamos que nuestra pareja nos hiere como una forma de mantener la relación es un buen momento para detenerlo, ya que solo nosotros podremos hacerlo.

Cuando la persona con la que compartimos nuestra vida nos hace sentir mal más a menudo que nos hace sentir bien, tenemos que preguntarnos si esa persona nos aporta o nos quita. De esa repuesta obtendremos si al final queremos compartir el resto de nuestra vida de esa manera.

Cerrar una etapa de nuestra vida, decir adiós a quien amamos, aunque nos hiera, es una de las experiencias más tormentosa y circulares que pueden ocurrirnos en el mundo de las emociones. Ya se sabe que lo más difícil no es el primer beso, sino el último. Pero a veces, ese ultimo beso nos puede estar salvando de muchos más agridulces.

Cuando nuestra pareja nos hiere de forma continuada, puede que la falta de autovaloración termine calando tan dentro de nosotros que ya no sepamos discernir lo que somos de lo mal que nos hacen sentir. Ahora bien, solo uno mismo puede parar el dolor emocional, porque una vez que comienzan a herirnos no hay más camino que el amor propio.
️Es de locos amar a alguien que te hiere, pero es más loco pensar que quien te hiere te ama.

¿Obsesión, miedo a estar solos, esperanza o devoción?

Una relación de pareja puede salir mal, hay que tenerlo presente. Y para superarlo, la única manera es aceptar que se acabó. De lo contrario, será muy complicado gestionar la situación y el daño acabará convirtiéndose en obsesión, miedo, esperanza e incluso, devoción.

Algunos psicólogos han afirmado que el desamor puede llegar a ser más doloroso que la muerte de alguien. Según esta teoría la muerte tiene un proceso de duelo que acaba finalmente con la aceptación. Pero, cuando la pareja se rompe y no existe esa aceptación, el sufrimiento puede alargarse durante un largo periodo de tiempo e incluso, puede llegar a no cicatrizar nunca.
El amor no lastima… lastima quien no sabe amar.

Las obsesiones, el miedo desmedido a estar solos y la devoción son, en definitiva, sentimientos que contienen algo de subestimación de la propia persona y exaltación de la persona amada. Como ejemplo, os dejamos este poema de Hamlet Lima Quintana para reflexionar:


“Nadie tiene el rostro de amada.

Un rostro donde los pájaros

distribuyen tareas matinales.

Nadie tiene las manos de mi amada.

Unas manos que se templan en el sol

cuando acarician lo pobre de mi vida.

Nadie tiene los ojos de mi amada.

Unos ojos donde los peces nadan libremente

olvidados del anzuelo y la sequía,

olvidados de mí que los aguardo

como el antiguo pescador de a la esperanza.

Nadie tiene la voz con la que habla mi amada.

Una voz que ni siquiera roza las palabras

como si fuera un canto permanente.

Nadie tiene la luz que la circunda

ni esa ausencia de sol cuando se abisma.

A veces pienso que nadie tiene, nadie, todo eso

ni siquiera ella misma”.

Fátima Servián Franco

lunes, junio 25, 2018

El miedo nunca va a desaparecer mientras crezcas

La afirmación el miedo nunca va a desaparecer puede provocar que nuestro corazón empiece a latir más deprisa y que notemos cierto grado de ansiedad. Es algo natural o, más bien, comprensible. La sociedad en la que hemos crecido nos ha enseñado a escapar del miedo y no afrontarlo. Pero, sobre todo, nos ha educado para prevenirlo aún cuando ignoramos si va a manifestarse o no.

 
 
Esta emoción que solemos etiquetar como “mala” siempre está con nosotros. Por mucho que deseemos e intentemos evitarla, es imposible prescindir de ella, ya que tiene una función vital para nuestra supervivencia. Gracias al miedo, nos ponemos en alerta para enfrentarnos a un problema.

Hace milenios, esto era de gran ayuda si nos enfrentábamos a un peligro real. En la actualidad, llevamos vidas muy tranquilas, y nuestros miedos han cambiado. Pero lo han hecho de tal manera que ya no son adaptativos. Es decir, rara vez aparecen ante una situación en la que nos encontremos de verdad en riesgo.

¿Está nuestra vida corriendo un peligro real cuando tenemos que exponer algo en público? ¿Nos vamos a morir si nuestra pareja nos abandona? Los miedos que surgen en estas situaciones son desadaptativos. No son temores reales. No estamos en riesgo. Por lo tanto, esta emoción deja entonces de ayudarnos y pasa a limitarnos.

Nuestros miedos han cambiado, pero hay algo que continua igual. Siempre nos instan a la acción, a no quedarnos quietos y a cambiar de rumbo. Sin embargo, hoy día, permitimos que el miedo nos paralice. Eso, milenios atrás, nos hubiera llevado a la muerte.
 
Los cambios nos permiten crecer

El miedo nunca va a desaparecer porque siempre habrá cambios en nuestra vida, sean estos buscados o no. Por ejemplo, cuando intentemos abrir nuestra propia empresa, sentiremos miedo a no tener éxito, a no obtener resultados, a fracasar o a que los demás se rían de nuestros errores. Pero esto es bueno porque pase lo que pase estaremos progresando y creciendo.

El gran problema llega cuando nos refugiamos tras el miedo y no queremos enfrentarnos a él. Es entonces cuando nos mantenemos en nuestra zona de confort, sin arriesgarnos y sin atrevernos a nada que no nos aporte seguridad. Esto, con el tiempo, provocará que nos sintamos estancados, carentes de metas. Suponemos lo que puede suceder, aunque en realidad no sabemos si ocurrirá. Preocupados por estos pensamientos nos quedamos quietos, sin hacer nada, mientras pasan las horas, los días y los años.

La zona de confort, reconozcámoslo, es muy segura y se está muy bien en ella. Pero a la vez, es sumamente incapacitante. Tanto que, si fuera un jardín, nada crecería en ella. El motivo por el que nos resulta tan tentadora es porque tiene el poder de hacernos sentir bien y mal a la vez. En ella estamos seguros y tranquilos. No obstante, al mismo tiempo, notamos como si estuviéramos malgastando las horas y dejando escapar muchas oportunidades.

Las personas que sienten pánico hacia los cambios, suelen envidiar a aquellas que sí se arriesgan y salen de su zona de confort constantemente. Algo en su interior grita entonces “¡haz algo!” o “tú también tienes sueños y deseos, ¡llévalos a cabo!”. Por un momento, puede que sientan cierto empuje y fantaseen con tomar acción. Pero cuando se quieren dar cuenta, continúan sentadas sin hacer nada.
 
Usar el miedo a nuestro favor

Aunque intentemos huir, el miedo nunca va a desaparecer. Siempre habrá una situación que nos sorprenda y que trastoque por completo nuestra rutina. Es entonces cuando nuestra zona de confort se verá sacudida; y esto es una oportunidad para tomar una decisión. Ya que el miedo nunca va a desaparecer, ¿qué mejor ventaja que utilizarlo a nuestro favor?
Cuando estés bloqueado por tus miedos piensa que todo lo que quieres está al otro lado de ellos. ¿Vas a renunciar a tus sueños?

Para conseguir esto, vamos a dar dos pequeños consejos. Aunque parezcan fáciles, en el momento de la verdad no solemos ponerlos en práctica. No obstante, si deseamos terminar con esos temores tan limitantes, utilizarlos en el momento que aparezcan puede darnos un resultado diferente al que estamos acostumbrados.
  • Si el miedo te limita, no pienses, actúa. Cuando esta emoción te limita, por ejemplo, para hablar en público, es necesario que dejes de rumiar sobre ella. Tu mente es muy poderosa. Bloquea esos pensamientos y, simplemente, actúa, sin pensar. Una vez lo hagas te darás cuenta de que cómo el miedo se va.
  • Utiliza el miedo como fuente de superación. Si algo te da miedo, utiliza esa emoción para impulsarte a conseguirlo. Si tienes miedo a montar tu propia empresa, usa el miedo para intentar formarte más y moverte en búsqueda de oportunidades que te hagan sentir seguro. Por ejemplo, hablar con personas que te puedan ayudar, conseguir socios…

El miedo nunca va a desaparecer, por lo tanto es mejor que lo tomemos como un aliado. Incluso en los momentos más difíciles, esta emoción puede venirnos muy bien para cambiar de rumbo y darnos cuenta de que existen múltiples opciones. Recordemos que si avanzamos y crecemos, el miedo estará ahí. Sin embargo, podemos empezar a usarlo no para detenernos, sino para seguir.

Raquel Lemos Rodríguez

domingo, junio 24, 2018

8 claves para gestionar el rencor

El rencor es, según el Diccionario de la Lengua Española (DLE) el ‘resentimiento arraigado y tenaz’. Se trata de una emoción de valencia negativa que nos invade cuando alguien nos ha hecho daño y atribuimos que detrás hay una intención o una falta de esfuerzo por evitar causar dicho daño. Por otro lado, este rencor es el que motiva la venganza. En este marco, la principal razón por la que aprender a gestionar el rencor no es solamente el daño que podemos ocasionar a los demás, sino nuestro propio bienestar mental.

 
 
Es muy dañino recrearse en el sentimiento y alimentar el dolor, pese a que nos parece atractivo. Lo que estamos haciendo en realidad es intoxicarnos a nosotros mismos bajo la apariencia de mitigar el dolor expresando nuestras emociones.
 
8 claves para gestionar el rencor

Podemos recurrir a algunos consejos para poder gestionar mejor el rencor ante una situación que nos haga enfadar, de manera que podamos identificar la causa del problema y analizarlo de una manera que no aumente el daño. Así evitaremos dejarnos llevar por la situación y por unos sentimientos que pugnan por hacerse con el control de nuestra conducta.

Evitar que nazca el rencor

Para empezar a gestionar el rencor, lo mejor es analizar de la forma más objetiva posible el origen de ese sentimiento. Para ello, podemos buscar una explicación bien fundamentada que contrarreste los sentimientos de valencia negativa. Por ejemplo, debemos aceptar que una situación personal o profesional no siempre se adaptará de forma ideal a nuestros gustos ni responderá a nuestros intereses.
 
No alimentar los malos pensamientos

Darle más y más vueltas al problema no sirve para nada, excepto para hacer que aumente ese sentimiento de odio interno, lo que irá en contra de nuestra capacidad para gestionar el rencor. Ante esto, lo mejor es tratar de olvidar el problema, aceptar que no podemos cambiar lo sucedido y comenzar a trabajar en la búsqueda de soluciones.
 
Valorar el perdón

Este puede ser uno de los puntos más complicados, ya que perdonar a menudo no es una tarea sencilla. Por ello, una bueno opción es estimular el recuerdo de hechos o circunstancias que motiven este perdón, ya que las que lo impiden suelen estar ya presentes, atraídas por la propia emoción.

Como ejercicio, podemos hacer dos columnas en las que coloquemos los aspectos positivos y negativos de nuestra relación con la quien nos ha generado el problema, e incluso dar un valor numérico a cada uno. De esta manera, podremos gestionar el rencor que sentimos de una manera más objetiva, pudiendo ver la situación con más perspectiva y valorando tanto las cosas malas como las buenas.
 
Sacar conclusiones

Este paso es un buen complemento del anterior, de modo que, una vez que hayamos analizado los aspectos positivos y negativos de nuestra relación con quien nos haya causado el problema, podremos sacar conclusiones sobre el valor que tiene esa relación. Así podremos darnos cuenta de si merece o no la pena ir un paso más allá del perdón e intentar recuperar la relación.
 
Desahogarse

A la hora de gestionar el rencor, es importante no guardarse el problema. Hablarlo con alguien puede darnos otro punto de vista de la situación o aportarnos ideas en las que no habíamos pensado.
No actuar de manera irreflexiva

Dejarse llevar por los sentimientos va totalmente en contra de una buena gestión de la situación. Por ello y por muy duro que sea, lo más recomendable es esperar a analizar el problema con perspectiva en lugar de comenzar una discusión acalorada.

Olvido selectivo

Nuestro cerebro posee un mecanismo de supervivencia que nos ayuda a olvidar aquello que nos ha causado dolor. Por supuesto, no se trata de una solución infalible, pero puede servirnos para gestionar el rencor de una manera más saludable.

Si una persona nos ha hecho daño de alguna manera, lo mejor es no mantenernos siempre alerta por si vuelve a ocurrir, sino tratar de convencernos de que se puede tratar de un hecho aislado. Eso sí, también es importante saber reconocer el valor de las personas y ser conscientes de si alguien puede volver a hacernos daño en el futuro.
Apartarse

Por último, si estamos ante un problema sin solución o que nos lleva constantemente a una situación de estrés, lo mejor es tomar distancia. Este puede ser un buen consejo para una ruptura, de manera que evitemos situaciones que puedan reabrir heridas Al final, el espacio y el tiempo nos ayudarán a ver las cosas con más claridad y a ir dejando de lado el rencor.

María Hoyos

sábado, junio 23, 2018

Cuando la falta de confianza nos invade: la inseguridad emocional

Navegar por la vida acompañados de la inseguridad emocional supone hacerlo con un gran lastre. Dudar de todo, y sobre todo de nosotros mismos, es uno de los grandes impedimentos para nuestra realización personal. Andar temerosos, faltos de confianza e indecisos es similar a intentar mantener el equilibrio sobre una cuerda floja, esa en la que hacer mil y un malabarismos para intentar no caernos.

 
 
Puede que esta inseguridad nos acompañe desde siempre, fruto de una infancia infeliz marcada por la ausencia de un sentimiento de protección y seguridad. O, quizás, haya surgido precisamente por todo lo contrario, es decir, por una excesiva sobreprotección que nos haya hecho sentir inferiores y poco validos. Incluso, tal vez, esta inseguridad haya emergido tras una situación demasiado traumática que nos ha golpeado muy fuerte.

La inseguridad emocional es la gran enemiga del avance, la gran boicoteadora de la autoestima y el mayor obstáculo para la construcción de vínculos sólidos. Si dejamos que nos invada, se apoderará de nosotros y acabará anulando nuestra voluntad a través de las críticas y el cuestionamiento continuo. No obstante, siempre podemos protegernos para que esto no ocurra y, en el peor de los casos, comenzar a reconstruir el sentimiento de seguridad perdido. Profundicemos.
“La desconfianza es la madre de la inseguridad”.
-Aristófanes-

¿Qué es la inseguridad emocional?

La inseguridad emocional surge de la duda constante hacia uno mismo, hacia las propias capacidades, sentimientos y manera de actuar. Es un estado de duda constante que paraliza y que además, espera una validación por parte de otras personas, la mayoría de las veces, como moneda para alcanzar una falsa tranquilidad.

Ahora bien, no podemos olvidar que la vida en esencia es inseguridad e incertidumbre, de hecho el filósofo y ensayista español Ortega y Gasset diría que es radical inseguridad, ya que puede dejar de existir en cualquier momento. El problema es que no somos conscientes de ello. Nos pasamos el día planificando y organizando, creando ilusiones hacia el futuro con la certeza de que todo ocurrirá como esperamos. Y de pronto, todo se rompe en mil pedazos, nos salimos del camino o simplemente, este se acaba y nos toca empezar uno nuevo.

Saber que todo puede cambiar en cuestión de segundos puede ayudarnos a vivir de otras maneras, por ejemplo, más intensamente. No obstante, esto no quiere decir que adoptemos a la inseguridad como compañera de nuestra rutina, simplemente que la tengamos en cuenta. Porque más tarde que pronto, hará su aparición en escena. Y lo mejor es estar preparados para hacerla frente.

¿Quiere decir esto que es mejor ser inseguros y no dar nada por sentado? No, simplemente que de vez en cuando tenemos que acordarnos de ella para evitar vivir en mundos imaginarios. Ahora bien, la inseguridad emocional en exceso también nos perjudica porque además de invalidar cualquier sentimiento de autoconfianza, esta puede expandirse a cualquier ámbito de nuestra vida. Porque, ¿cómo avanzar cuando no estamos seguros de nada?

Lo importante es saber diferenciar entre la inseguridad a nivel general como un indicador externo y la inseguridad emocional, un estado interno mucho más específico que tiene que ver con nosotros y con cómo nos valoramos. De este modo, tener en cuenta que el cambio es permanente, al igual que la incertidumbre es normal e incluso puede ayudarnos a ver la vida de otra forma; pero también es importante confiar en nosotros y no esperar que los demás expresen qué tenemos que hacer o cómo de bien hacemos las cosas para llegar a sentirnos bien.
 
¿Qué caracteriza a una persona insegura?

Para entender mejor el universo de la inseguridad emocional y cómo nos repercute, es importante conocer qué supone ser una persona insegura. A continuación, señalamos algunas de las características más comunes que presentan las personas que han adoptado este estado como parte de sí mismas. Son las siguientes:
  • Temor a las críticas, juicios y valoraciones de los demás.
  • Necesidad constante de mostrar sus logros y de recibir elogios y atención para sentirse válidos y capaces.
  • Tendencia al perfeccionismo y a la competitividad.
  • Suelen estar a la defensiva.
  • Baja autoestima.
  • Intentos de contagiar la duda y la inseguridad a los demás.
  • Uso frecuente de la falsa modestia.
  • Presencia de un gran sentimiento de desconfianza hacia sí mismos. 

“La desconfianza es una señal de debilidad”.
-Indira Gandhi-

Las personas inseguras suelen actuar y pensar muy condicionadas por una guerra interior constante, una lucha entre su necesidad de destacar y demostrar a los demás que son válidos y un profundo sentimiento de invalidez e incapacidad. De hecho, en los casos más graves este tipo de personas no son nadie si los demás no los valoran, es decir, se vuelven invisibles hacia sí mismos.

El psicoanalista austríaco Alfred Adler propuso el concepto de complejo de inferioridad como identificativo de este tipo de personas. Afirmaba que las personas inseguras sostenían una constante lucha de superioridad que incluso podía llegar a repercutir de forma negativa en sus relaciones, debido a que podían llegar a sentirse felices si hacían sentir infelices a los demás. Además, calificaba este tipo de comportamientos como típicos de las neurosis.

Ahora bien, no todas las personas inseguras se caracterizan por ser así. Todo depende del grado de desconfianza que tengan sobre sus capacidades o logros pasados.
 
Claves para gestionar la inseguridad emocional

Es posible disminuir la duda constante hacia nosotros mismos y desterrar así esa inseguridad negativa que nos gobierna. Lo importante es saber que el esfuerzo debe ser nuestro y que si estamos acostumbrados a subestimarnos, este proceso llevará su tiempo.

Creer en nosotros mismos es uno de los pilares más fuertes que podemos construir para evitar caernos y dejarnos invadir por el malestar, pero conlleva un trabajo diario y constante. Para ello, tenemos que tener en cuenta una serie de aspectos:
  • Evitar las comparaciones.
  • Aceptar tanto nuestras debilidades como fortalezas.
  • No convertir las críticas en algo personal.
  • Sanar las heridas del pasado, esas que poco a poco hicieron crecer la semilla de la preocupación y la duda constante.
  • Desarrollar el sentido del humor.
  • No buscar la aprobación de los demás.
  • Valorar cada avance, cada éxito, cada paso.
  • Abandonar la creencia de tener que ser perfectos.
  • Cuidar nuestro diálogo interno.
Conocido el camino, ¿por qué no ponernos en marcha? Valorarnos es uno de los regalos más bonitos que nos podemos hacer. Confiar en nosotros y nuestra capacidad es un puente hacia el crecimiento personal.

Gema Sánchez Cuevas

viernes, junio 22, 2018

La trampa de las expectativas en la relación de pareja

Las relaciones sentimentales son, sin duda, uno de los aspectos más importantes de nuestra vida. Quizás por ello son también las que más quebraderos de cabeza generan. Pero, ¿por qué la mayoría de la gente sufre tantas complicaciones en sus relaciones? Uno de los principales motivos es el poder de las expectativas en la relación de pareja.

 
 
Todos tenemos en nuestra mente una idea sobre cómo sería una historia de amor perfecta. Soñamos con alguien ideal, que fuese exactamente como nosotros deseamos. Por desgracia, el mundo real casi nunca es tan perfecto como nuestras fantasías.

Así, cuando comenzamos a salir con alguien, nuestros propios deseos nos amargan si se descontrolan. Al comparar a la otra persona con un ideal, es casi imposible que no salga perdiendo. Por eso, en este artículo te explicamos cómo evitar los efectos negativos de las expectativas en la relación de pareja.
 
Por qué las expectativas causan problemas

Los seres humanos nos causamos mucho sufrimiento con nuestra mente racional. Decía Albert Ellis, el padre de la terapia racional emotiva, que lo que nos provoca dolor no es lo que nos ocurre. Por el contrario, la culpa la tiene lo que nos decimos sobre lo que nos pasa.

Así, ya incluso antes de comenzar con una nueva relación, sabemos exactamente cómo debería ser. Cuando nuestro nuevo compañero se desvía un poco de lo que esperábamos, esto nos saca de nuestras casillas. Nos decimos cosas como: “¡No lo puedo soportar!”, o “¡Esto es horrible!”.

Con este tipo de pensamientos, no es extraño que las expectativas en la relación de pareja sean tan dañinas. Además, el problema se agrava porque no le decimos a la otra persona lo que queremos que haga. Por desgracia lo habitual es comenzar a salir con alguien y esperar que adivine cómo debería comportarse exactamente con nosotros.

Después, cuando inevitablemente la otra persona rompe alguna de nuestras reglas no explícitas, nos enfadamos y lamentamos. Sin embargo, ¿es necesario que ocurra esto? ¿Existe alguna alternativa a este comportamiento tan poco útil para nuestro bienestar?
Evitando las consecuencias negativas de las expectativas en la relación de pareja

A continuación encontrarás algunos consejos para evitar que tus expectativas sigan saboteando tus relaciones amorosas.
 
1- Sé un poco más flexible

En algunas ocasiones, parece que buscamos pareja utilizando una lista de la compra. Tenemos una serie de requisitos que la otra persona debe cumplir, y somos totalmente intransigente con ellos. El problema es que los seres humanos rara vez somos perfectos, por lo que es casi imposible que alguien encaje totalmente con las expectativas de una pareja ideal.

Así que deja de intentar encontrar a alguien 100% perfecto. En lugar de ello, trata de vivir un poco más el momento. Tener expectativas está bien; pero es necesario que te asegures de que no lo llevas a un extremo en el que te perjudica más que ayudarte.
 
2- Explicita lo que no es negociable

Ahora bien, ¿significa esto que no debemos esperar nada de nuestra nueva pareja? Nada más lejos de la realidad. Es fundamental que descubras dónde están tus propios límites: las cosas que realmente no son negociables para ti. Y, una vez que los descubras, tienes que ser capaz de transmitírselos a la otra persona.

De esta manera, tu pareja podrá saber exactamente qué es lo que te molesta de verdad. Así, lo tendrá mucho más fácil para no hacerte daño sin darse cuenta. Esto hará que la gran mayoría de los problemas que se viven dentro de las relaciones amorosas ni siquiera aparezcan en la tuya.

3- Pregúntale a tu pareja cuáles son sus límites

Por último, está muy bien que tú tengas claro que sepas lo que no es negociable para ti. Sin embargo, para que la relación sea realmente funcional, tienes que averiguar cuáles son los límites de tu pareja. La manera más fácil de descubrirlo es, por supuesto, preguntando.

Por desgracia, no todo el mundo tiene claro qué es realmente importante para su bienestar. Por eso, si ves que tu compañero no es capaz de decirte lo que necesita y lo que le molesta realmente, tendrás que ayudarle a averiguarlo. Solo sabiendo exactamente cuáles son, podréis evitar juntos los problemas que crean las expectativas en la relación de pareja.

Alejandro Rodríguez

jueves, junio 21, 2018

Nada es tuyo: la vida te lo presta para que lo disfrutes mientras lo tienes

El apego se entiende como un vínculo, un lazo afectivo muy fuerte que determina el desarrollo de la personalidad, la forma de relacionarnos con los demás, con todo lo que nos rodea e incluso en en cómo vemos la vida. Sin embargo, apegarnos tiene un inconveniente y es que nada nuestro.

 
 
Cierto tipo de apego es necesario. Se trataría de aquel que precisa de una figura estable en los primeros años de vida para un correcto desarrollo cognitivo y emocional posterior. Por el contrario, el apego inseguro es aquel que nos llena con ansiedad y miedo frente al objeto o persona por el que lo sentimos. De hecho, todas las relaciones tienen un cierto componente de apego, aunque no todos los tipos son saludables.

Y es que algunas de nuestras relaciones nos pueden provocar ansiedad ante la perspectiva de perderlas. Para evitarlo, tenemos que recordar que sea lo que sea lo que la vida nos haya dado, es solo un préstamo. Agradecerlo es el primer paso para tener un apego seguro con las personas que nos rodean. Lo mismo pasa con el trabajo, las vacaciones y con cualquier situación presente.
“Agradece con todo tu ser todo lo que la vida te presenta, al fin y al cabo es lo que tu cosechaste”.

Nada es tuyo: la vida te lo presta

Tener relaciones en las que nos sintamos seguros no es un don, sino un arte que exige voluntad y práctica. Cuando una relación se mantiene solo por hábito, y no existen otras razones que le den sentido y trascendencia, estaríamos ante un apego inseguro. Lo ideal para nuestra higiene mental sería terminar con esa situación.

Si no aprendemos a soltar, si no dejamos ir, las consecuencias serán muy negativas. Si el apego puede más que nosotros y nos quedamos atados, pegados a nuestros sueños, fantasías e ilusiones, el sufrimiento crecerá sin parar y nuestra tristeza será nuestra compañera de ruta. Buda, en una de sus citas célebres, señaló que el origen del sufrimiento está precisamente en el apego.
Nada es tuyo completamente, la vida te lo presta, te lo regala para que aprendas a disfrutarlo y también a despedirte.

Sin embargo, no todos los apegos son malos, hay algunos que son necesarios y útiles. Un apego seguro se basa en saber disfrutar de lo que tenemos en este momento, sin necesitar que siga a nuestro lado para estar bien. Si miramos lo que nos está provocando sufrimiento con una simplicidad nueva, comprenderemos que no es ese objeto lo que nos causa dolor, sino el modo en que nos aferramos a él.

Nuestro problema con el apego se debe a que percibimos las cosas como entidades permanentes. En el empeño de conseguir nuestros objetivos empleamos la agresividad y la competición como herramientas supuestamente eficaces, y nos destruimos cada vez más durante el proceso. De ahí que para evitarlo es necesario que entiendas que nada es permanente, sino que la vida te lo presta.
“Las personas son tan hermosas como las puestas de sol, si se les permite que lo sean. En realidad, puede que la razón por la que apreciamos verdaderamente una puesta de sol, es porque no podemos controlarla”.
-Carl Rogers-

Dependencia frente a independencia

Nuestro contexto cultural nos invita a vivir dependiendo de otras personas: padres, hijos, parejas sentimentales… Desde pequeños nos han inculcado la idea del amor romántico, aquel en el que los miembros de la pareja no pueden ni deben vivir alejados el uno del otro. Sin embargo, la dependencia en las relaciones románticas es altamente nociva, llevándonos a ser personas totalmente incapaces a nivel emocional.

La dependencia, al igual que cualquier otro constructo, no es buena ni mala en sí misma. En cierto grado, siempre está presente en nuestras vidas. Es algo que todos deberíamos admitir frente al mundo y frente a nosotros mismos, ya que nos llevaría a reconocer y adquirir estilos de relación más sanos con los demás.

Actualmente, se tiende a considerar con cierto desprecio a la dependencia, como si fuera un signo de debilidad. Pero si nos paramos a pensar, casi todos los aspectos de nuestra vida son el resultado de los esfuerzos de los demás. Nuestra preciosa y magnifica independencia puede ser más una ilusión o una fantasía que un hecho tangible. Para disfrutar de una vida feliz, necesitamos amigos, buena salud y bienes materiales; curiosamente, ámbitos en los que dependemos de los otros.

Nuestra necesidad de los demás es paradójica. Al mismo tiempo que en nuestra cultura exaltamos la más feroz independencia, también anhelamos la intimidad y la conexión con una persona especial y querida. El secreto, por tanto, está en amar pero sin necesitar, así que recuerda: nada es tuyo, la vida te lo presta, empieza a disfrutar de lo que tienes.

Fátima Servián Franco

miércoles, junio 20, 2018

Que te hayan dejado no implica que todo lo hicieras mal

Las rupturas amorosas suelen ser dolorosas para las partes implicadas. Sin embargo, la persona a la que han dejado puede llegar a sentirse mucho peor, debido a que no ha tenido la oportunidad de participar en la decisión. Por esta razón, puede que interprete la situación como un fracaso por su parte y se sumerja en una culpabilidad, la mayoría de las veces, destructiva. 


 
Esta sensación de fracaso personal puede ser todavía más aguda si la ruptura fue causada por una tercera persona. En estos casos parece inevitable compararse con ella, lo que contribuye a sentirse peor. Ahora bien, ¿es inevitable tener esta sensación de no valer para nada cuando nos dejan? Profundicemos.
Que te hayan dejado no siempre significa que hayas fracasado, sobre todo si te han entregado de forma sincera y auténtica a la otra persona.
 
El dolor de las rupturas

¿Por que nos duelen tanto que nos hayan dejado? Es lógico que al poner fin a una relación nos invada el dolor, sobre todo si esa decisión no ha sido nuestra, al fin y al cabo, queremos seguir con nuestra expareja. Sin embargo, hay muchos procesos que entran en juego en las rupturas amorosas. Y es que cuando nos emparejamos, se producen todo tipo de cambios en lo más intimo de nuestro ser.

Cuando elegimos una pareja, no lo hacemos al azar: algo de esa persona hace que los dos conectemos profundamente y decidamos estar con ella. En ese momento, mostramos nuestra parte más vulnerable con la esperanza de ser correspondidos.

Si todo sale bien y la relación comienza, entramos en la fase de enamoramiento. Durante esta etapa estamos embelesados con esa persona, la admiramos y la vemos como única. Creemos que nos complementa, que “hemos encontrado a nuestra media naranja“, aunque esa frase sea todo un tópico.

Por ello, cuando la relación no funciona, nos sentimos completamente desconcertados. No sabemos qué hacer con nuestras emociones y buscamos de manera desesperada mantener a esa persona a nuestro lado. Incluso, a veces podemos llevar a cabo comportamientos que muestran que no nos valoramos lo suficiente.

Existen muchos factores que influyen en nuestra forma de actuar, sin embargo, la mayoría de ellos provienen de un miedo terrible a estar solos. Debido a nuestras creencias irracionales sobre el amor, cuando nos sentimos solos, vuelve el vacío interior y el miedo de no saber qué hacer con él. Y en ocasiones, esto nos lleva a actuar de maneras perjudiciales para nosotros mismos.
 
¿De dónde proviene ese vacío?

El vacío que sentimos cuando nos dejan es nuestro, procede de lo más íntimo de nosotros. Creemos que necesitamos a otra persona que nos complemente para sentirnos llenos, pero se trata de un grave error. Al pensar de esta manera, estamos dando una responsabilidad sumamente grande a esa otra persona, algo que no le corresponde.

Cuando comenzamos a depender de otros para sentirnos bien, estamos sentando las bases para que nuestra relación falle. Una cosa es que nos sintamos bien con nuestra pareja, y otra muy distinta es necesitar de ella para estar bien. Si nos colocamos en esta posición, seguramente nos sentiremos vulnerables e inseguros. Y esto hará que hasta la relación más sana comience a deteriorarse.

Para construir una relación de pareja madura y consciente, se necesitan dos personas completas, no una especie de fusión de ambas. Es como bailar un tango: los dos miembros de la pareja deben conocer su papel, no pueden depender el uno del otro para dar su siguiente paso. Al unir los movimientos de ambos, se puede apreciar un solo baile compenetrado que deleita tanto al que lo mira como al que lo baila.

De la misma manera, el secreto de una relación está en que cada uno logre continuar siendo él mismo a pesar de estar en pareja. Para ello, ambos deben asumir la responsabilidad de sus actos, además de darse a la otra persona en la medida que realmente puedan. Los dos pueden amarse de forma intensa y auténtica, pero a su vez, de la manera que más les llene.
Que te hayan dejado no significa que no lo hicieras bien, puede que sí o tal vez no, lo más importante es que continuaras siendo tú a pesar de estar en pareja.

Cuando das de verdad, ya no existe el fracaso

Cuando nos entregamos de manera auténtica en una relación, nos sentimos más conectados con la otra persona. Además, estaremos actuando de forma congruente entre lo que estamos pensando y sintiendo respecto a la pareja. El amor se convierte así en algo más puro. Sin embargo, conseguirlo cuesta mucho porque solemos sentir miedo a que se burlen de nosotros, nos hagan daño o nos dejen.

Para perder este miedo, hay que entender que lo peor no es que nos dejen. Así, el mayor fracaso no es la ruptura, sino el tiempo invertido en una relación en la que no estábamos a gusto o no nos entregábamos plenamente por nuestros miedos.

Si estuvimos en una relación en la que nos entregábamos de forma sincera y auténtica, dimos lo mejor de nosotros y aun así nos dejaron, esto no significa que seamos unos fracasados. ¿Por qué? Porque durante el tiempo que estuvimos ahí, estuvimos totalmente involucrados. Es decir, el simple hecho de estar en la relación ya nos compensaba lo suficiente, porque era lo que realmente queríamos hacer. No lo hicimos por no estar solos, por cumplir o por cualquier otro motivo basado en el miedo. Ese es el verdadero triunfo y valor de una relación.
Que te hayan dejado no debes considerarlo como un fracaso si diste lo mejor de ti.

No se debe valorar la historia de una pareja en base a si hay una ruptura o por su duración. Si la otra persona no pudo estar igual de involucrado como estuvimos, puede que fuera ella quien fracasó o que simplemente no éramos compatibles. En cualquier caso, tu valor como persona sigue intacto pase lo que pase; al fin y al cabo, tú hiciste lo que creías que era lo más correcto.
 
“Lo que alguna vez hemos disfrutado, nunca lo perdemos. Todo lo que hemos amado profundamente se convierte en parte de nosotros mismos”.
-Hellen Keller-

Daniela Alós

martes, junio 19, 2018

6 claves que necesitas para encontrar el bienestar en tu vida

¿Te ha pasado que atraviesas una situación complicada y no sabes cómo afrontarla?, ¿te has sentido demasiado ofuscado por las situaciones cotidianas que te afectan?, ¿sientes que necesitas encontrar pronto la estabilidad para enfrentar problemas? Si te has sentido así, has llegado a pensar que la felicidad está más lejos de lo que piensas y el bienestar tardará en tocar tu puerta. 


 
¿Qué debo hacer para fortalecer mi bienestar?

Ahora sabes que la tristeza hace parte de la vida y a su debido momento debe afrontarse, ¿sabes qué debes hacer para fortalecer tu bienestar y acercarte a la felicidad? Según Walter Riso, en “Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz” existe un método realista y saludable para conseguirlo. A partir de las siguientes 6 claves, basadas en un trabajo académico realizado por la Dra. Carol Ryff de la Universidad de Wisconsin – Madison, se llegó a la siguiente conclusión: se puede mantener un estado realista de felicidad sin caer en una emoción pasajera.
 
1. Aceptarnos tal cual somos

Sentirte bien contigo mismo te garantiza no solo una satisfacción básica altamente poderosa, sino también la posibilidad de crear tus propios autorrefuerzos”, Walter Riso.

La falta de apreciación de tus cualidades y la dura crítica a los errores que cometes, no permiten valorarte y autoaceptarte como persona, haciéndote creer que no mereces ser feliz. Si estás cayendo en esto, lamentamos decirte: no lograrás conseguir felicidad. Al amarte, cuidarte y aceptarte, tendrás una vida llena de bienestar y más alegre.

Empieza a reconocer tus cualidades y defectos para analizar qué aspectos no estás valorando. De esta forma, puedes mitigar esos prejuicios que te has impuesto y comienzas a mejorar el concepto que tienes de ti.
 
2. Desarrolla tu potencial humano

Si tienes ganas auténticas de crecer, la felicidad andará rodando por tu vida”, Walter Riso.

El crecimiento personal se basa en: “la actualización de tu mente que te permite progresar alrededor de tus talentos naturales y tus fortalezas básicas”. Esto quiere decir que se puede explotar tu potencial humano sin necesidad de ser presumido, siendo humilde y con pasión. Para lograrlo, debes sentirte seguro y satisfecho de lo que eres como persona. Enfócate en lograr tus metas, sin importar qué tan tedioso pueda ser el camino.
 
3. Tener un propósito de vida

Si te preguntan por qué estás vivo, la mejor respuesta es tu significado más profundo, el que tú le des, tu exaltación más sentida”, Walter Riso.

Al sentir que tu vida pierde sentido o crees que estás vivo como parte de un proceso evolutivo biológico, difícilmente conseguirás la felicidad. Es por esto, que en “Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz”, Walter Riso recomienda tener metas vitales que le den sentido a tus propósitos. Nunca es demasiado tarde para vivir una vida alegre y estable; puedes lograrlo tomando medidas para avanzar hacia su cumplimiento. Puedes hacer un diario donde describas todas las metas que deseas alcanzar, anotando los pensamientos y emociones que te genera tu propósito de vida.
 
4. Relaciones interpersonales sanas y estables

Y no me refiero a cualquier relación, sino a vínculos buenos, cálidos e independientes”. Walter Riso.

Estudios revelan que la mayoría de personas requieren tener contacto con otros humanos para sentirse bien. Encuentra lazos confiables con otras personas que te darán un sentido de sana convivencia, así sentirás el valor de las cosas que cada uno nos aporta y aprecia lo que te ofrecen: la habilidad de mirarnos en el espejo del otro. El resultado de establecer relaciones interpersonales saludables será: amar y ser amado por la familia, amigos y por la pareja.
 
5. Prever las situaciones del entorno

No ser una víctima resignada del ambiente, sino reaccionar y crear estrategias de afrontamiento, sin violar los derechos de nadie en el planeta”. Walter Riso.

¿Alguna vez te ha pasado que estás atravesando por un mal momento y no sabes qué hacer? Con “Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz”, Walter Riso te dará las herramientas para analizar y resolver todas esas situaciones que te sobrecogen y no te dejan avanzar. Tendrás la opción de generar esas elecciones personales sobre las situaciones y el ambiente, y que estas resulten agradables.
 
6. Autonomía: ejercer tus derechos individuales

Si necesitas una autoridad moral o de algún tipo que dirija tus pasos, perderás tu esencia”. Walter Riso

Autonomía es libertad de actuar, sentir y pensar. Todo esto enseña a dirigir tu conducta sin someterse al qué dirán. Debes ejercer tus derechos individuales y asertivos para mantener la identidad propia e individualidad de manera libre. Cuando somos dependientes a algo o alguien, estamos perdiendo nuestra calidad de vida, como una adicción.

Phrònesis

lunes, junio 18, 2018

Cuando nada es seguro, todo es posible

Ahora es el regalo. La posibilidad para hacer y deshacer, para lanzarte a lo misterioso, hacia lo nuevo, de ampliar tu refugio. Ahora es cuando puedes experimentar, ahora es cuando puedes darte cuenta de que todo aquello que no controlas te puede sorprender, porque cuando nada es seguro, todo es posible, ¿nos lanzamos?

 
 
¿Será cuestión de la edad? Nos hacen pensar que experimentar es cosa de jóvenes, el probar, que cuando te haces mayor entras en rutinas y obligaciones y es cada vez más difícil. Pero, ¿sabes qué? Nunca vas a ser más joven de lo que eres hoy, nuca volverás al día ni al segundo ni a la situación en la que estás ahora, así que date un capricho, sal de tu zona segura y disfruta de como tus capacidades se desperezan.

¿Qué puede pasar si sale mal? Puede que salga mal, la posibilidad existe, pero al menos la duda no te perseguirá. No cargues con el lastre del “y si…”, no limites tu mundo a aquellas zonas en las que no existe la probabilidad. Si lo haces, te estarás negando a ti mismo la oportunidad de crecer.

No dejes que sea demasiado tarde y tengas que arrepentirte, ahora es el momento, ahora es el día para salir de lo seguro y explorar lo posible, de abrir la mente a nuevas experiencias, de probar eso que tanto deseaste y sigues queriendo hacer. Hoy es ese día, ¿a qué estás esperando?
 
La magia de lo inesperado, la fe en que todo es posible

No hay nada más mágico que un beso que no esperas, que unas palabras que te sorprenden, que un gesto que te pilla desprevenido. Un primer día de estreno, un primer día en tu trabajo o en la escuela, la primera vez que viste a alguien especial. Una de las razones por las que miramos a la infancia con nostalgia es porque fue la época de las primeras veces, porque entonces nos despertábamos con la idea de que todo es posible.

¿Por qué no seguir escribiendo nuevos principios? ¿Por qué hemos anestesiado nuestra curiosidad? ¿Realmente podemos perder tanto si vamos un poco más allá? ¿Por qué no probamos a cambiar la rutina? Quizás lo hayamos pensado, pensado en dejar para después, para cuando… los hijos se marchen de casa, nos hagan fijos en el trabajo, nos jubilemos. Pero ¿quién nos asegura este tiempo? La conciencia de finitud, más que darnos miedo, suena en este sentido como un despertador.

La vida o no, después de… es incógnita. Lo seguro, a cambio, es que ahora nuestro corazón late.

“Me doy cuenta de que si fuera estable, estático y prudente, viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la incertidumbre, la confusión, el miedo y los altibajos emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.
-Carl Rogers-
 
El tiempo no da tregua

Seguimos viviendo para después, rellenando maletas para los “por si acaso”, desconfiando de nosotros para lidiar con las dificultades futuras o imaginando catástrofes improbables. Es hora de dejar de transitar por los días con el piloto automático, con las prisas pegadas al cogote.

La magia de lanzarnos a lo desconocido viene precedida por el ahora, por el ver lo que tenemos delante y lanzarnos, venciendo nuestros miedos y nuestras rutinas, haciendo que el ocio y la diversión, los planes inesperados y sorprendentes formen parte de nuestro día a día, de nuestra vida.

Deja que fluya tu imaginación, sal de tus límites asfixiantes, aspira a mejorar cada día, a dar lo mejor de ti. Rétate a aprender algo nuevo cada día que pasa, a rodearte de gente diferente, a descubrir otras culturas. Crea nuevas rutas en tu camino, prueba comidas, sáltate de vez en cuando las reglas y si lo haces, te sentirás vivo, te sentirás más tú que nunca, descubrirás que todo es posible tras lo seguro. ¿A qué esperas?

Adriana Díez

domingo, junio 17, 2018

6 claves para detener pensamientos recurrentes

Decía Guy de Maupassant que “las ideas fijas nos roen el alma con la tenacidad de las enfermedades incurables. Una vez que penetran en ella, la devoran, no le permiten ya pensar en nada ni tomar gusto a ninguna cosa”. Todos experimentamos pensamientos negativos en diversos momentos, el problema es cuando se convierten en fijos. Pero, ¿podemos detener pensamientos recurrentes?

 
 
¿Qué sucede cuando se producen de manera repetitiva día tras día y a todas horas? Pues ocurre que se adueñan de nuestra mente, hasta el punto de que pueden llegar a ser peligrosos y afectar a nuestra salud. La buena noticia es que se puede cambiar la dinámica mental con determinadas estrategias para detener pensamientos recurrentes.

Te despiertas por la mañana, y antes siquiera de levantarte, ya tienes en la mente esa idea o creencia negativa que te genera ansiedad. Conforme van transcurriendo las horas, acude a tu mente una y otra vez y tu estado general es de nerviosismo. Bien, estás ante lo que se denomina un pensamiento recurrente.
 
¿Qué son los pensamientos recurrentes?

Se trata de una cavilación ocasional que en un momento determinado ha pasado por tu mente de forma pasajera. El problema surge cuando no lo dejamos escapar y le damos vueltas una y otra vez hasta que se asienta definitivamente en nuestra cabeza, llegando a ser realmente molesto e incluso perjudicial.

Obviamente, no son ideas que nos provocan felicidad, si no, serían bienvenidas siempre. El verdadero inconveniente radica en que siempre están relacionados con fobias, miedos, preocupaciones, traumas o situaciones de vulnerabilidad que nos afectan profundamente. Evitan que podamos centrar nuestra opinión en otros temas.

Además de la molestia que inicialmente ocasiona, también resulta agotador, puesto que estar todo el día dándole vueltas a lo mismo cansa a la persona y a quien se lo cuenta. Además, cada vez se desvirtúa más la realidad, llegando a imaginar una situación que no tiene nada que ver.

Esta distorsión de la realidad resulta realmente dañina para el bienestar emocional. Aumenta nuestra ansiedad e influye negativamente en el estado de ánimo. El resultado va a ser que pensaremos del siguiente modo ante las situaciones que estén relacionadas:
  • Va a salir mal.
  • Va a ser un desastre.
  • No valgo nada.
  • No sirvo.
  • Soy inútil.
  • Doy asco.

Y lo peor es que lo creeremos. Pero es la ansiedad la que ha provocado esta manera de pensar. Así, si quieres detener pensamientos recurrentes, a continuación te proponemos unas claves muy interesantes.
“Las amenazas a nuestra autoestima o la idea que nos hacemos de nosotros mismos, causan con frecuencia mucha más ansiedad que las amenazas a nuestra integridad física”.
-Sigmund Freud-
 
6 claves para ayudarte a detener pensamientos recurrentes

Necesitas tomar medidas efectivas para desterrarlos definitivamente de tu mente. Así que toma nota de estas simples y sencillas claves.
 
No trates de pararlos

No solo no funciona, sino que es peor puesto, que nuestro cerebro entonces se esforzará más por recordarlos. Un hecho que avalan múltiples estudios científicos.
 
Acéptalos y racionalízalos

Si aceptas que la ansiedad te está jugando una mala pasada y produciendo este tipo de pensamientos, verás como comienzas a relajarte y la recurrencia de los mismos disminuirá.
 
Ponlos por escrito

Al escribirlos, además de desahogarte y relajarte, el cerebro interpreta que los hemos guardado, y por tanto ya no tiene que estar recordándolos continuamente. Además, si luego los lees, verás que no son muy racionales.
“Sólo lo que es irracional – lo que es inanalizable por los sentidos, pero que tiene cualidades sensibles -, puede ser obsesivo”.
-Salvador Elizondo-

Practica deporte y meditación

Con el deporte los niveles de cortisol y adrenalina se reducen y sustituyen por dopamina, endorfinas y serotonina. Es decir, sustituimos ansiedad, estrés y tristeza por relajación, alegría y autoestima. Esto nos va a ayudar a dejar aparcados los pensamientos recurrentes durante un tiempo.

Además, la meditación es una gran ayuda para enseñarnos a controlar nuestra mente y atraer la atención al momento presente. Es más, relaja bastante.
 
Deja que el pensamiento se vaya

Cuando aparezcan, no te obsesiones con ellos, no trates de eliminarlos, simplemente asume que están ahí. Intenta relajarte y verás como conforme esto vaya sucediendo, tu atención buscará otro punto en el que fijarse y esa idea se alejará de tu mente.
 
Toma vitaminas del grupo B

Estas interfieren directamente en el buen funcionamiento del sistema nervioso. Tomar verduras, frutas, pescados, carnes y lácteos, te vendrá bien.

Como puedes comprobar, son varias las claves que te pueden ayudar a detener los pensamientos recurrentes. Sin embargo, hay un requisito previo para que tengan éxito: tu buena predisposición para aplicarlas y lograr el éxito.

Pedro González Núñez

sábado, junio 16, 2018

Cómo simplificar el presente con 3 preguntas

“Disfrutar del momento presente” es una expresión excesivamente utilizada pero que realmente aplicamos menos de lo que deberíamos. Vivir en el aquí y ahora implica reflexionar sobre nuestra existencia, tanto a nivel personal como profesional, algo que muy pocas personas llevan a cabo en la actualidad.

 
 
Quizás por la falta de tiempo o por el estrés diario dejamos de lado chequearnos y detenernos para disfrutar del momento presente. Olvidamos lo importante que es preguntarnos cómo estamos y cómo podemos disfrutar más de la vida. Las respuestas a estos interrogantes nos permiten evolucionar y afrontar de manera más efectiva nuestro crecimiento personal.

Anthony Robbins, uno de los coachs más reconocidos a nivel mundial, afirma “la calidad de nuestra vida depende de la calidad de las preguntas que nos hagamos”. Por ello, reflexionar sobre lo que estamos viviendo, sobre cómo simplificar el presente y lo que queremos hacer en el futuro nos ayudará a disfrutar más de nuestro aquí y ahora.

Y es que gozar de bienestar interior implica simplificar nuestro camino vital siendo conscientes de que estamos recorriendo el adecuado: aquel que nos proporciona un entorno repleto de compañías enriquecedoras, a la vez que nos facilita el actuar de forma plena y conseguir aquello que deseamos. Para ello pon en práctica las respuestas a estas 3 preguntas que a continuación compartiré contigo.
“Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene limites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos”.
-Facundo Cabral-

¿Para qué te estás esforzando en el momento presente?

Es cierto que no todas las personas se esfuerzan por cumplir un propósito o simplemente por sentirse mejor, sino que van dejando pasar el tiempo y lamentándose inconscientemente por no avanzar. Si te sientes así, identifica en qué te estás esforzando cada día, teniendo claro cuáles son los objetivos que quieres lograr.

Ambos aspectos son importantes para simplificar el presente y disfrutarlo. Ni basta solo con tener una meta en la que no trabajas, ni sirve con esforzarse sin tener muy claro para qué lo hacemos. Sin embargo, la mayoría de la gente no tiene en cuenta estas dos variables. Si alguna vez le has preguntado a la gente de tu entorno el para qué de su rutina y estrés, lo más probable es que te respondieran que simplemente era lo que tenían que hacer.

Cuando nos preguntamos para qué nos esforzamos, también podemos tomar consciencia de que solemos estresarmos por aquello que aún no tenemos, dejando en el olvido lo que sí hemos conseguido. La respuesta a esta cuestión te hace plantearte la creencia de que nunca te sentirás bien o feliz hasta que no dispongas de todo lo que crees que necesitas. Por el contrario, cuando empiezas a esforzarte para conseguir tu objetivo, notarás cómo tu bienestar aumenta de forma casi inmediata.

Simplificar el presente requiere ser conscientes para cuestionar hacia dónde nos esforzamos en el aquí y ahora y hacia dónde nos dirigimos.
 
¿Qué te tiene atado y qué puedes dejar ir?

Aferrarse a algo o alguien, incluso aunque nos perjudique, es un hábito que los seres humanos realizamos de forma innata. A diario nos vemos inmersos en multitud de actividades y malos hábitos que no somos capaces de dejar a un lado u olvidar.

Es bien conocido por todos nosotros el poder que, por ejemplo, tienen ciertas personas tóxicas sobre nuestra autoestima, creencias y sentimientos. Estas malas compañías nos generan un daño que, irónicamente, no somos capaces de dejar ir.

Por lo tanto, si quieres empezar a simplificar el presente para poder disfrutar más de él, plantéate a qué puedes estar aferrado en este momento y déjalo marchar. Cuando lo consigas, te darás cuenta de que muchas veces nuestros problemas son totalmente evitables.
Simplificar el presente implica deshacerse de todo aquello que te distrae del aquí y ahora.

¿Con quién quieres pasar más tiempo?

Una de las frases más conocidas en el mundo del desarrollo personal es la siguiente: “Somos la media de las cinco personas con las que más tiempo pasamos”. Sin embargo, la mayoría de nosotros no hemos elegido de forma consciente con quién queremos compartir nuestra vida. Tú, por el contrario, debes comenzar a plantearte de quién quieres rodearte para disfrutar aún más del aquí y ahora.

Para ello, te invito a que visualices interiormente a las personas que más te aportan. ¿Cómo puedes priorizar su compañía? A pesar de que en ocasiones pueda resultar difícil, limita el resto de actividades que suelas llevar a cabo y que no te aportan nada y verás cómo es posible. Cuida de estas personas y acuerda junto a ellas encuentros semanales para veros sin tener excusas ni barreras que lo impidan.

Por otro lado, valora qué te pueden aportar otros compañeros de tu círculo. Recuerda no implicarte en tiempo con aquellos que no deseen pasarlo contigo y simplifica tu existencia quedándote con quienes valen verdaderamente la pena. Al resto, proponte dejarles a un lado con amor y agradeciendo su paso por tu vida en todo momento.

Paula Díaz

viernes, junio 15, 2018

Cómo saber cuándo reclamar y cuándo dejar pasar

La agresividad es uno de los instintos menos comprendidos y peor manejados. Tiene, en general, una connotación negativa. Sin embargo, forma parte del equipo de la supervivencia, por lo cual es fundamental. Una de las situaciones en las que ese dilema de apreciación cobra vida, es en aquellas ocasiones cuando debemos reclamar.

 
 
Muchas veces asalta la duda de si al reclamar estaremos siendo hipersensibles con algo que no vale la pena, o si en verdad se trata de algo importante que no se puede dejar pasar. No es fácil dilucidarlo, pues depende de una valoración subjetiva que, por lo mismo, depende muchas veces de nuestro estado de ánimo y no de la realidad objetiva.

“Sin razón se queja del mar el que otra vez navega”.
-Séneca-

El dilema de reclamar o no puede ser más relevante de lo que parece a primera vista. Cuando es necesario formular una reclamación y no se hace, damos pie para que pasen por encima de nosotros. Y cuando reclamamos por algo que no lo amerita, podemos dar lugar a un conflicto innecesario. Ambos hechos podrían llegar a ser decisivos, si involucran una situación de importancia.
 
Pistas para saber cuándo reclamar

La pregunta es: ¿cuáles son los criterios que debemos aplicar para saber si lo adecuado es reclamar, frente a una situación que causa molestias, incomodidades o daños? Lo primero que se debe puntualizar es algo que está implícito en esta pregunta: no siempre es válido iniciar una reclamación, bien sea personal o corporativa.

En principio, podemos afirmar que reclamar es inapelable cuando:
  • Se afecta un derecho básico o fundamental. Nunca se debe guardar silencio en este caso. No reclamar bajo estas circunstancias, abre una puerta hacia el irrespeto y la falta de consideración.
  • Cuando en daño causado tiene efectos que no son solo inmediatos, sino que condicionan tu bienestar a mediano y largo plazo. En este caso, no reclamar significa prolongar un efecto adverso sobre nosotros.
  • Si se viola un acuerdo o un pacto, deliberadamente. Si se establece un acuerdo y este se rompe, esto constituye un motivo válido para reclamar. Supone un cambio en las reglas de juego. Si no se hace la reclamación, se aceptan nuevas normas, incluso si son perjudiciales para uno.
  • Cuando se atenta contra la dignidad. Esto puede darse de manera verbal, física o simbólica. En ninguno de esos casos debe aceptarse. Callar o mantenerse inactivo equivale a legitimar esa acción.
 
¿Cuándo no reclamar?

Así como hay unos criterios que orientan para reclamar, también hay otros que nos dan pistas sobre esas situaciones en las que el reclamo sobra. La primera de ellas es cuando alguien nos causa un daño, una molestia o una afección involuntariamente. Allí no hay intención de dañar, sino que debido a alguna circunstancia se termina afectando a otro sin quererlo. ¿Por qué reclamar entonces?

Tampoco es adecuado reclamar cuando lo que resulta afectado es nuestro ego o nuestra vanidad. Por ejemplo, cuando no nos invitan a una actividad grupal en la que esperábamos participar. O cuando no nos atienden como reyes, sin que tampoco nos prodiguen un mal trato. En esos casos, la molestia viene dada por una herida narcisista que tenemos que superar, en lugar de reivindicar.

Uno de los casos en los que nunca deberíamos reclamar es en aquellas ocasiones en las que hemos hecho un favor a alguien y esperamos que nos lo devuelva, sin que esa persona se haya comprometido a esto. Si no hay un acuerdo previo, cada quien está en todo el derecho de devolver el favor o de no hacerlo. De uno depende también volver a hacerle un favor o no.
 
Reclamar es también un arte

Cuando se decide que lo adecuado es reclamar, no quiere decir que esto signifique iniciar un conflicto airado. Conflicto lo hay, pues se ha llegado a una situación en la cual una de las partes actúa en detrimento de otra. Lo que no debe haber es agresión o falta de voluntad para solucionar el problema.

Siempre es mejor hacer cualquier reclamación cuando la molestia no esté a flor de piel. Si nos causan un daño, esto origina frustración. A la vez, da lugar a un enojo que puede ser muy justo, pero que muchas veces no nos permite ni dimensionar, ni gestionar la situación adecuadamente. Por eso lo mejor es tratar de calmarte antes de reclamar.

Lo siguiente es exponer claramente tu reclamo. Indicar cuál es el aspecto que se rechaza y por qué. Indicar de qué manera vulnera nuestros derechos, pactos o nuestro fuero interno. Pedir o exigir una explicación y, de ser el caso, una disculpa o una reivindicación por el mal causado. Todo ello se puede hacer sin enojarte. Nada como la serenidad para solucionar este tipo de dificultades.

Edith Sánchez

jueves, junio 14, 2018

La búsqueda de sentido según Viktor Frankl

Muchas veces nos centramos tanto en cambiar nuestras circunstancias que nos olvidamos del enorme poder que tenemos para disfrutar del presente pase lo que pase. Uno de los mayores exponentes de esta idea fue el neurólogo y psiquiatra austríaco Viktor Frankl.

 
 
A partir del relato de sus experiencias en un campo de concentración, este autor explica en su libro El hombre en busca de sentido la experiencia que le llevó a crear la logoterapia, una psicoterapia desde la que se propone la voluntad de sentido como motivación primaria del ser humano. Viktor Frankl, prisionero durante mucho tiempo, sintió en su propio ser el significado de una existencia desnuda.

Ahora bien, ¿cómo pudo aceptar que la vida era digna de vivirla? Un hombre que todo lo había perdido, que había visto destruido todo lo que valía la pena, que padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, y que tantas veces estuvo a punto del extermino. Y sin embargo, Frankl consiguió encontrar el sentido a su existencia.
“Quien tiene un para qué vivir, encontrará casi siempre el cómo”.
-Nietzche-

Según este psiquiatra, la búsqueda del sentido de la vida es la esencia de la misma. En la realización de este sentido el hombre aspira a encontrarse con otro ser humano en la forma de un tú y amarlo.

Cuando el sentido de la existencia se ve frustrado, el deseo de poder o de placer ocupa el lugar más importante en la motivación de la conducta. De esta forma, la búsqueda de la felicidad se convierte en un fin en si mismo y por lo tanto surge la frustración.

¿Cómo podemos transformar nuestra existencia?

La felicidad se obtiene como consecuencia de tener una meta, y no por la búsqueda directa de la misma. La puerta a la felicidad se abre hacia afuera, y a quien intenta derribarla se le cierra con llave.

El optimismo es una pieza clave de la concepción de Frankl. En su filosofía, la vida aparece como una oportunidad a la que hay que responder; es necesario buscar la mejor opción para conservarla y por lo tanto mantener la promesa de sobrevivir. En este sentido, una vez definido el para qué, el acento pasa a los cómo.
“Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase? ¿Y que si hemos vivido esa pasión, quizás no hayamos vivido en vano?”.
-Sandor Marai-

El amor es la meta más alta a la que puede aspirar el ser humano. Esta fe fundamental permite recuperar todos los esfuerzos, decisiones o acciones que alguien haya realizado en su vida. Lo fundamental para Frankl es lo que el hombre responde a las preguntas que le hace la vida, y no lo que la persona le pregunta a esta. La felicidad es el resultado de tener un sentido.

En este compromiso, los valores juegan un papel fundamental. Especialmente importantes son los de de actitud, creación y experiencia, siendo especialmente destacable en este ultimo caso la experiencia amorosa.

Los valores hacen posible un viaje interior de donde surge, por un lado, la fe en el futuro, y por el otro, la búsqueda de recursos de amor y sentido en la propia historia personal de vida.

La relación entre fortaleza interior (valores, fe, amor, sentido) y meta futura, es el eslabón que integra al individuo y le permite reconocerse como un ser único e irrepetible.
“La valoración de uno mismo es el punto de partida en la búsqueda del sentido”.
-Viktor Frankl-


¿Qué es la actitud interior?

La actitud interior ante las circunstancias es resultado de una elección personal. Es la libertad para convertirse en la clase de persona que se quiere ser. Estar mas allá de las limitaciones materiales o físicas es una posibilidad humana donde el hombre conoce la experiencia del heroísmo.

Para que las personas desarrollasen la mejor actitud interior posible, Frankl habló de una serie de enseñanzas fundamentales. Las nueve más importantes son las siguientes:
  • Elige tener esperanza. No siempre podemos cambiar las circunstancias, pero siempre podemos elegir nuestra actitud en cualquier situación que se presente. Cuando ya no podemos cambiar una situación, somos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos
  • Conoce tu por qué. Pregúntate: ¿Para qué estoy viviendo? Todos los días deberíamos levantarnos y preguntarnos por qué nos levantamos y por qué estamos aquí. “Quiénes tienen un ‘por qué’ pueden tolerar casi cualquier ‘cómo’.
  • Aprende a llorar. Las lágrimas no son una muestra de debilidad, emanan de un alma que no teme quebrarse. “No hay necesidad de avergonzarse de las lágrimas, porque estas atestiguan que un hombre tuvo el mayor de los corajes, el coraje para sufrir”.
  • No te conformes con ser parte del rebaño. El mundo está al revés. En ocasiones, hacer lo que todos hacen es una locura. “Una reacción anormal ante una situación anormal es normal”.
  • Vive con sentido. Le damos sentido a la vida respondiendo a las preguntas que nos hace. La vida le plantea a cada persona un desafío y la persona solo puede responder con su propia acción. Lo que uno espera de su existencia no importa; lo que importa es lo que esta espera de uno.
  • Llena tu día con actos de bondad. La amabilidad tiene un objetivo, los cientos de pequeños actos altruistas que tenemos la oportunidad de hacer cada día ayudan a llenar nuestra vida de significado.
  • Ve más allá de ti mismo. Encontramos el verdadero sentido cuando trascendemos nuestros propios límites y necesidades. Cuanto más una persona se olvida de ella misma, al darse a una causa o a otra persona, más humana es y mas crece.
  • Siente el dolor de los demás. Sufrir es doloroso, por más irrelevante que el problema les parezca al resto. Ten empatía con el dolor de los demás, incluso si no es una tragedia en la perspectiva global de la vida.
  • Podemos cambiar incluso cuando la vida es difícil. Podemos crear una vida significativa y llena de sentido, amor y propósito.
Elena Mandel