Hay quien vive en la prisión de la perfección, encarcelado en una celda autoimpuesta de la que tira la llave, fascinado por la planificación de un mundo ideal. Y, allí atrapado, se flagela por no ser capaz de terminar nada de lo que empieza.
Aun así, no es capaz de dejar de vivir en un mundo lleno de planes que piensa y repiensa de principio a fin, pero que jamás es capaz de terminar, porque ningún plan llega a la perfección. En esa celda que ha establecido en su mente se aísla y sufre porque es incapaz de cambiar su manera de obtener recompensas. Aunque conoce el logro, no conoce la celebración.
Además, la rigidez de su mundo y su inflexibilidad también se manifiestan en sus relaciones, desde las familiares a las de pareja. Prefieren alejarse y vivir de manera solitaria evitando la intimidad con otros, que tener que ceder o cambiar su manera de actuar. Por ello, se muestran fríos e indiferentes a los demás.
Cuando nada es suficiente
Su sentido de autopercepción, de su identidad, se deriva del trabajo, pero en su trabajo también son rígidos y pretenden la perfección, sin tolerar errores. Y esta exigencia la imponen no solo para su propio rendimiento, sino que también lo hacen para el de sus compañeros, lo que les causa multitud de problemas de adaptación laboral.
Son, en definitiva, los típicos compañeros de oficina que dirigen todo y que creen que poseen la única opinión correcta y válida sobre cualquier asunto que se trate. Pero esto no es lo peor, ya que no son capaces de entregar ningún proyecto a tiempo porque sacrifican la puntualidad con el fin de que todos los detalles, hasta el más mínimo, estén como quieren.
También, suelen cometer el error de hacer las cosas igual una y otra vez, perseveran en sus ideas,aunque lo que estén haciendo no les de ningún buen resultado. Es decir, se comportan como “pollos sin cabeza”, no dejan de correr pero no consiguen llegar a la meta.
Cambiar su manera de pensar o de actuar les resulta muy difícil, porque hablamos de “un patrón permanente e inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto“.
Por todo ello, para estas personas desgraciadamente nunca es suficiente, hagan lo que hagan. La perfección es su tirano particular, su prisión y en casos graves suelen necesitar ayuda profesional para adaptarse mejor a las circunstancias que les rodean.
El Trastorno de Personalidad no es TOC
Por último, hay que diferenciar este Trastorno de la Personalidad Obsesivo-Compulsiva que acabo de describir, con el Trastorno Obsesivo-Compulsivo, más conocido como TOC. Seguro que has oído hablar más de este segundo trastorno de ansiedad, el TOC, caracterizado, sobre todo, por las obsesiones y las conductas compulsivas.
Las obsesiones son pensamientos intrusivos y recurrentes que causan gran malestar. Las compulsiones, en cambio, son conductas o actos mentales que el sujeto hace para evitar el malestar que las obsesiones le han causado. Un ejemplo sería, pensar repetidamente que “si no enciendes tres veces la luz de una habitación al entrar ocurrirá una desgracia a tu familia (obsesión), por lo que para evitarlo pulsas tres veces el interruptor (compulsión)”.
En cambio, el trastorno de la personalidad no tiene síntomas obsesivos ni conductas compulsivas tanto manifiestas como mentales. Pero, como ya he contado, se caracteriza por la perfección y la rigidez mental, características que comparte con el TOC, pero en un grado mucho menor, porque en el TOC se encuentran más restringidas a esas obsesiones y compulsiones que manifiesta.
Si después de leer este artículo te das cuenta de que vives encerrada en la prisión de la perfección, no dudes en buscar ayuda profesional para ser libre y poder ver que vivir en un mundo imperfecto es posible y además es una alternativa sana a la rigidez que te rodea.
Lorena Vara González
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