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miércoles, septiembre 07, 2016

El secreto de la felicidad nace de la pasión por lo que se hace

La calidad de vida no depende solo de la felicidad, sino también de lo que uno hace para ser feliz. Si no se desarrollan metas que den sentido a la propia existencia, si no utilizamos la mente a pleno rendimiento, entonces los buenos sentimientos llenan apenas una minúscula fracción del potencial que poseemos.


Tras décadas dedicado a estudiar los estados en los que las personas alcanzan su máximo potencial, los estudios de Mihaly Csikszentmihalyi indican que las personas son más felices cuando alcanzan un estado de alta concentración, al que este autor llamó “fluir”.

Este estado se consigue cuando experimentamos las emociones positivas como la felicidad, la fuerza o la actitud positiva, los conocidos estados de “negentropía psíquica”. Al no necesitar la atención para rumiar y sentir pena de nosotros mismos, la energía psíquica puede fluir libremente hacia cualquier pensamiento o tarea en el que decidamos ponerla.

Por el contrario, las emociones negativas, como la tristeza, el miedo, la ansiedad o el aburrimiento producen “entropía psíquica”; es decir, un estado en el que no podemos utilizar eficazmente la atención para afrontar tareas externas, porque la necesitamos para restaurar un orden subjetivo interno.

“La felicidad depende de nosotros mismos”
-Aristóteles-

El estado de flujo desempeña un papel principal en la capacidad de las personas para ser felices

Para entender mejor qué es un estado de flujo, quizá sea conveniente analizar antes el estado justamente opuesto, el estado en el que no hay ningún orden en la conciencia, en el que los pensamientos aparecen y desaparecen caprichosamente sin que podamos controlarlos. Es un estado muy desagradable que suele estar relacionado con otros problemas como la inseguridad, la depresión o la ansiedad y que, de repetirse con frecuencia, puede hacer muy infelices a las personas.

Lo opuesto es el estado de flujo, cuando la mente fluye, uno se siente completamente atento y en control de sí mismo, despreocupado y con una agradable sensación de estar haciendo lo correcto.Todo toma sentido y los problemas que nos encontramos parecen apasionantes desafíos a los que nos enfrentamos con gusto, no amenazas hacia nuestro bienestar o seguridad personal.

Diversos estudios parecen indicar que algunos factores como el dinero tienen, en realidad, un papel relativo en nuestra felicidad. El dinero, por ejemplo, es importante cuando tenemos poco -igual que la comida es muy importante cuando te mueres de hambre-, pero cuanto más dinero tenemos menos influye éste en nuestra felicidad.

Para los niveles de poder adquisitivo de los que disfrutamos en los países desarrollados, existen factores mucho más importantes que el dinero que determinan nuestra felicidad. En cambio, disfrutar de estados de flujo hace que una persona se sienta más segura de sí misma, menos ansiosa y más feliz.

“El arte o el deporte son formas culturales cuyo único objetivo es proporcionar el estado de flujo”
-Mihaly Csikszentmihalyi-

En los lunes podría estar la felicidad

Los lunes suelen ser los peores días de la semana, casi una mala palabra para mucha gente porque significa volver a trabajar. Pero Csikszentmihalyi, catedrático en neurociencias de la U. de Stanford, ha detectado una paradoja: el trabajo es más propicio que el ocio para alcanzar lo que él llama “estado de flujo”, algo que podría interpretarse como la felicidad.

La clave está en que, para mucha gente, el ocio es un tiempo muerto y el trabajo, todo lo contrario.Tener objetivos claros, poder gestionarlos y recibir un feedback es clave para fluir. El estado de flujo es esencialmente eso: la capacidad de concentrar la energía psíquica y la atención en planes y objetivos de nuestra elección, y que se siente que vale la pena realizarlos porque se ha decidido este tipo de vida y se disfruta cada momento de lo que se hace.

“Llevar a cabo planes y objetivos de nuestra elección, algo fundamental para fluir”
-Mihaly Csikszentmihalyi-

Fátima Servián Franco

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