Se ha puesto de moda la frase que comienza por “Somos de quien…” y se termina de forma cariñosa; pero, ¿de quién somos realmente? ¿Acaso tenemos que pertenecer a alguien? No, estamos en este mundo para “ser de nosotros mismos” y poder serlo con el resto: las únicas expectativas que he de cumplir son las que yo me marque, no las que los demás me impongan.
Resulta muy bonito pensar que es tanta la cercanía que te une a alguien que puedes exclamar que algo de ti le pertenece, pero nada más lejos de la realidad.
Y es que a veces hay que ser un poco egoísta y recordar que los anhelos y las metas que nos fijamos parten de la esencia interior. Por eso hay que cuidar la autoestima que crea las ilusiones y fortalecer la esperanza de cumplirlas.
Primero, necesitamos una expectativas propias
La mayor parte de la gente trabaja para cumplir objetivos impuestos por ajenos, dedica parte de su tiempo a actividades que no quiere realizar o se ve obligada a llevar un estilo de vida determinado para seguir adelante.
Dado que hay circunstancias que no pueden evitarse, necesitamos unas expectativas propias que nos hagan tener la certeza de que podemos ser felices con lo que tenemos. Al fin y al cabo, si retrocedemos con ayuda de la memoria a los primeros años de nuestra edad adulta, todos encontraremos en ella distintos focos a los que nos gustaría llegar algún día y otros a los que ya hemos llegado.
“Las metas en la vida son esos faros que nos iluminan en las noches cuando navegamos por este oscuro mar (mundo) cambiante”
-Anónimo-
Las personas más cercanas podrán darnos su opinión, apoyarnos y, por supuesto, aconsejarnos si les damos ese poder. Sin embargo la última palabra solo la puedo tener yo: decido qué quiero hacer con el tiempo que tengo entre mis manos y me instalo en un camino que considero oportuno. Algo que nadie puede elegir por mí.
Después, debemos defender esas expectativas
Tras crear unas expectativas, es necesario que les demos forma y luchemos por defenderlas: aprender a definir bien qué queremos nos ayudará a encaminar bien nuestras acciones hacia ello. Así, es bueno entender que, al igual que las ilusiones y los sueños, las metas que nos pongamos son parte de la gasolina que nos propulsa en una dirección concreta.
“Se alcanza el éxito convirtiendo cada paso en una meta y cada meta en un paso”
-Brian Tracy-
Defender las expectativas que nos hemos marcado nos hace estar más cerca de los posibles que de los imposibles, por lo que nos impulsa a seguir creciendo a la par que nos superamos una y otra vez. Tenemos que partir de la base de que cada uno de nosotros puede conseguir aquello que se ha propuesto, sin dejarse vencer por quienes no nos ven capaces.
La palabra de otros también puede dar luz
Los consejos de los demás siempre pueden ser útiles y en muchas ocasiones representan la luz que precisamos, pues la ceguera a veces se apodera de los pasos que queremos dar.
Por ello es beneficioso escuchar, tener en cuenta la palabra de aquel que nos quiere con bondad y ver si encaja en el pensamiento que tenemos de los acontecimientos. Puede que nos den la respuesta o puede que la activen para que la descubramos.
No es malo que los demás conozcan las expectativas que nos hemos fijado, como tampoco lo es que las compartamos con ellos. Sin embargo, lo razonable es no dejar de asumir que a cada cual le pertenecen las suyas: ni nadie ha venido el mundo a cumplir las tuyas, ni tú estás aquí para hacer lo propio con las del resto.
Cristina Medina Gomez
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