¿Alguna vez te ha invadido esa sensación que provoca el que alguien te ayude, de corazón y con amor, sin esperar nada a cambio? Ese sentimiento seguramente sea uno de los más gratificantes que podemos llegar a sentir, porque gracias a él nos sentimos unidos a los demás.
Del mismo modo, la sensación que nos invade después de ayudar a aquellos que nos necesitan sin esperar nada a cambio es, a veces, incluso mejor que lo que sentimos cuando es al contrario. Por eso, no lo dudes: entrega tu corazón en aquello que le des a los demás; la recompensa será mucho mayor que la que obtendrás siendo egoísta.
Pon tu corazón en aquello que hagas
Dar de corazón es positivo, no solamente para aquel que recibe, sino también para quien da: entregar algo sin esperar la reciprocidad exacta tiene consecuencias positivas. Una de las principales, es la de sentirnos satisfechos con nosotros mismos, que trae, nada más y nada menos, una subida en nuestra autoestima. Un aumento del amor propio que nos da seguridad como individuos.
“La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes.”
-José Martí-
Cuando hagas algo por alguien que te importa, no lo hagas pensando en el beneficio que eso te dará en el futuro, pues ello implica que no estás poniendo tu corazón en ello, sino el egoísmo. Y, de hecho, muchas veces la recompensa en sí misma es sentir que estamos aportando algo a los demás.
En la mayoría de los casos, estas personas sabrán valorar lo que has hecho por ellas y, de algún modo, ello volverá a ti. Hay que actuar con humildad y ayudando a quien lo merezca, solo ello nos hará conscientes del verdadero valor de la vida.
Agradece lo que otros hacen por ti
Los beneficios de poner el corazón en lo que damos y en lo que hacemos, también se reflejan en nuestra capacidad de valorar los esfuerzos que otros hacen por nosotros. Ya lo dice el refrán, que “de bien nacidos es ser agradecidos”, y efectivamente, no sabemos hasta qué punto otra persona se está sacrificando por facilitarnos el camino.
Si todos nos parásemos a pensar lo que otras personas hacen para facilitar nuestro día a día, seguramente, cada vez nos costaría menos apreciar el valor de los pequeños gestos y las acciones sin importancia. Son ellos los que, en parte, nos recuerdan que nosotros necesitamos de los demás tanto como ellos de nosotros.
“Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos”
-Antoine de Saint-Exupéry-
Deja de pensar que la recompensa ha de ser algo material, porque ser el motivo de la felicidad de alguien, aunque esta sea momentánea, es un sentimiento precioso. Y pocas cosas pueden llenarnos más que eso, al menos de forma plena y duradera. Piensa, ¿no es cierto que, cuando luchamos por conseguir algo, nos sentimos más orgullosos por lo que hemos hecho en el camino que por el fin al que hemos llegado?
La recompensa es mayor si no la esperas
Darnos cuenta de ambas cosas hace que nuestro verdadero yo se abra a los demás, y ya lo dijo el escritor francés Flaubert, que “un corazón es una riqueza que no se vende ni se compra, pero que se regala”. En este sentido, una recompensa como que alguien nos abra su corazón o que nosotros podamos abrir el nuestro sin miedo es algo mucho más fuerte y duradero que una recompensa material.
Por ello, es bueno sentirse inspirado por aquellos a quienes importamos, pues su interés no va a ser otro que nuestro propio bienestar. El fin, por lo tanto, es dar lo mejor de nosotros en sí mismo: se nos valorará por quienes somos y no por aquello que ofrecemos o tenemos. Es así como se gana el cariño y el afecto de los demás, también con cariño y afecto fuertes y verdaderos.
“Halla la recompensa de hacer el bien por el bien mismo”
-Mahabharata-
No lo dudes, pon tu corazón en lo que hagas. Te sentirás más satisfecho y tu recompensa vendrá de manera multiplicada.
Cristina Medina Gomez
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