El optimismo es positivo, siempre y cuando no se convierta en un optimismo tóxico. No es la primera vez que llevamos algo que es positivo hasta el extremo para que se convierta en negativo. Así ocurre con el optimismo. Cuando dejamos de ver la realidad y ya damos por hecho todo aquello que queremos lograr, el optimismo ha dejado de ser beneficioso para nosotros.
Ser optimistas con respecto a un sueño, como conseguir el trabajo deseado, lograr terminar la carrera que estás haciendo o cualquier otra meta que tengas en mente, te permitirá tener la fe suficiente en que lo vas a conseguir. Pero, hay un punto el el que esta fuerza motivadora nos empuja hacia el precipicio y de eso va este artículo precisamente.
“El optimismo es la fe que guía cualquier logro. Nada puede ser logrado sin esperanza y confianza”
-Helen Keller-
Si te sumerges en un optimismo tóxico, darás por hecho que sea como sea conseguirás lo que te has propuesto. No olvides que el conocimiento de tus limitaciones no dejar de ser un virtud y que a menudo, antes de plantearte determinados objetivos, es bueno que trabajes en ellas. La ilusión empuja, pero no hace.
Las consecuencias del exceso de optimismo
El exceso de optimismo puede ser un gran obstáculo para alcanzar tus metas. Vamos a poner el caso extremo de una persona que tiene cáncer, que piensa que se va a curar. Probablemente haya muchas posibilidades de que sea así, pero para eso necesita tener una disciplina en sus hábitos que puede relajarse si piensa que ha conseguido el objetivo antes de haberlo hecho realmente.
El optimismo tóxico puede tener serias consecuencias que recogemos de forma esquemática a continuación:
- Tus expectativas son irreales: sabemos que los sueños, sueños son, por eso es importante mirar hacia nuestros pies y pisar con seguridad para que nuestros pasos lleguen a buen término. Alimentar tus expectativas irreales no te hará feliz porque, aunque te niegues a asumirlo, la realidad tarde o temprano aparecerá y te verás obligado a verla. Mientras te habrás cargado de frustración y entonces tal vez ya sea demasiado tarde para alcanzar otras metas con las que sí podías.
- Te mientes: constantemente te engañas creyendo que todo va bien, que no hay dificultades, que los problemas se solucionan con facilidad. Mentirnos a nosotros mismos puede funcionar durante un periodo de tiempo, pero no a la larga y no siempre.
- Verás solo lo que quieres: un exceso de optimismo es el equivalente a ponernos unas gafas con las que solo podemos ver lo que tenemos enfrente, pero no lo que tenemos a los laterales. Vemos solo lo que queremos y esto evitará que seamos conscientes de los errores.
- No existen las alternativas: cuando te planteas llegar a una determinada meta, es bueno que tengas un plan A y que creas en él, pero sin olvidar que un plan B puede ser un gran recurso si el primero falla. En estos casos, un exceso de optimismo puede hacer que no pienses en las alternativas. De esta manera, si todo sale mal, no serás capaz de seguir adelante ni de recuperar lo conseguido hasta ese momento.
El optimismo tóxico te hará dar pasos en direcciones equivocadas
Guiados por un exceso de optimismo
Seguro que alguna vez te has encontrado sumergido en alguna de las situaciones anteriores. Estados en los que solo veías lo que querías, donde te mentiste a ti mismo, donde no pensaste en otras posibilidades por si tu objetivo fallaba, etc. Es normal que, a veces, nos dejemos guiar por un exceso de optimismo, pero sin dejar de tocar tierra con los pies.
Imagínate, por ejemplo, que acabas de iniciar una relación. Si eres un gran optimista, tal vez te comprometas demasiado pronto con esa persona a la que apenas conoces. Le vas a entregar todo, te vas a implicar profundamente con ella y con la relación. Pero, cuidado, porque tal vez las cosas no vayan tan bien y te acabes dando cuenta de que te has auto-engañado.
Ir tan deprisa a causa de un exceso de optimismo nunca es positivo. Siempre es mejor ir despacio, pensando bien nuestro siguiente paso. Lanzarnos puede llevarnos a una derrota inminente. Esto pasa mucho en el mundo de los negocios, donde una mala idea puede pasar a significar el cierre de una empresa.
Aléjate de ese optimismo que te vuelve ciego y te acaba haciendo daño.
Entonces, ¿es bueno el optimismo o no? Ser optimista es positivo, pero siempre que este sea moderado y no nos desvincule de la realidad. No podemos dejarnos guiar por nuestros sueños y creer que ya los hemos alcanzado cuando esto no es así. Estas gafas, a modo de expectativas irreales, nos terminarán jugando una mala pasada en el futuro.
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