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sábado, septiembre 10, 2016

5 ladrones de felicidad

Cada uno a nuestra manera, todos tratamos de encontrar la felicidad. Sin embargo, en esa búsqueda muchas veces nos desviamos y olvidamos lo que realmente nos hace sentir bien. Así, hacemos cosas que creemos que debemos hacer pero que deliberadamente nos privan de esa felicidad, aunque no siempre seamos conscientes de ello. 



Muchas de las cosas que hacemos pensando que son lo que debemos hacer para ser felices no son más que ladrones de felicidad a los que abrimos la puerta y a los que les consentimos que nos devoren desde dentro. Estos ladrones llegan en forma de convencionalismos sociales a los que nos sometemos, en un alarde de libertad, para alcanzar un felicidad que, en realidad, está en otra parte.

“La felicidad no es algo confeccionado. Viene de tus propias acciones”
-Dalai Lama-

Seguir a la manada

Como seres sociales que somos, los seres humanos queremos sentirnos conectados con los demás y agradarles para sentirnos parte del grupo. Pero mucho más allá de la necesidad de ser parte de una comunidad, muchas veces las personas eligen hacer lo necesario para adaptarse sin opinar ni resistirse.

Muchas personas creen que deben someterse porque, en caso contrario, no serán aceptados. Esa inseguridad les hacer renunciar a sus deseos e ideas para hacer lo que la manada pide, confiando en que en la integración está la felicidad, en que la manada busca la felicidad de todos. De este modo, la persona somete sus valores y pensamientos se suprime a sí mismo para encajar.

“La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos. Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, esto es, si sostienen la alienación”
-Herbert Marcuse-

Obedecer a la autoridad

Escuchar los consejos de los demás está muy bien, pero otra cosas distinta es creer ciegamente y seguir lo que te dicen, sin cuestionar nada, sin atender a tus propios valores. Si desde niños aprendemos a creer ciegamente en las figura de autoridad, con el tiempo nos convertimos en adultos obedientes y sumisos que, ante el miedo de tomar decisiones, preferiremos que otros piensen por nosotros y asuman nuestras propias responsabilidades.

Así, en lugar de seguir su corazón y crear un camino propio, mucha gente prefiere obedecer las órdenes y seguir un camino diseñado por otros; un camino que, supuestamente, busca el bien común y lo mejor para la mayoría. Pero en este camino no hay lugar para desarrollar el pensamiento crítico ni para encontrar lo que realmente nos da sentido de manera individual. 

“Nada enaltece tanto la autoridad como el silencio”
-Augusto Roa Bastos-

Tratar de satisfacer las expectativas de los demás

Si haces las cosas que los demás quieren que hagas y vives para satisfacer sus expectativas estarás actuando por la felicidad de los demás, no por la tuya propia. En este punto no vale decir “es que no pude elegir”. Eres un ser libre, luego siempre puedes elegir. Otra cosa bien distinta es que eligieras la opción más fácil o menos dolorosa, al menos a corto plazo.

Aunque los demás se escuden en que solo buscan lo mejor para ti, en el fondo lo hacen bajo sus propias necesidades personales, pensando en su propia satisfacción. Cuando las expectativas de los demás no te dan libertad para elegir o te intentan manipular de alguna manera tus decisiones, están colocándote resistencias para que no se te ocurra desviarte de lo que ellos esperan de ti.

Distracciones que nos entretienen

Hemos sido educados en una cultura de la distracción. Estamos continuamente ocupados, haciendo cosas que no contribuyen a nuestro bienestar y que están constantemente pidiendo nuestra atención. Esta distracción constante nos llena de confusión y agitación mental.

En estas condiciones es muy complicado encontrar un verdadero propósito y, lo que es mucho peor, ser conscientes de lo que verdaderamente hay que hacer para alcanzarlo. Estas distracciones nos quitan la paz y la quietud que necesitáramos.

Es necesario dejar de lado estas distracciones innecesarias y centrar nuestra atención en lo que realmente importa, que no es otra cosa que lo que llena nuestro corazón de alegría y nos ayuda a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.

Tratar de ser perfectos

Otro forma de actuar que roba la felicidad es la de esforzarse para crear una vida perfecta. Pero la perfección es imposible. La vida es un camino continuo de crecimiento y mejora. Tratar de hacer que todo sea perfecto nos impide disfrutar con consciencia de lo que somos y tenemos, puesto que nuestro enfoque se limita a sacar los defectos.

La búsqueda constante de la perfección implica inevitablemente estrés, intentar controlar a los demás, así como sentimientos de decepción, vergüenza e incluso odio a uno mismo.

“Se produce la ansiedad cuando las personas se exigen hacerlo todo bien y sienten que no tienen valor suficiente como seres humanos si no lo hacen. Deberíamos renunciar a la ambición de vivir una vida perfecta y darnos cuenta de que siempre solemos actuar de forma imperfecta, pues somos falibles como seres humanos y podemos aceptarnos con esas imperfecciones”
-Albert Ellis-

Eva Maria Rodríguez

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