Desde trastornos de ansiedad social a violencia en relaciones interpersonales o estrés postraumático, el debate socrático sobre los pensamientos irracionales y su modificación se erige como un objetivo claro en la mayoría de las consultas que se realizan en el ámbito de la psicología.
La reestructuración cognitiva una de las técnicas por antonomasia de todo tratamiento psicológico. Parece incluso haber pasado las pronunciadas fronteras de los diferentes modelos y corrientes psicológicas, siempre enfrentadas por saber cuál es la más legítima, la más útil, la más eficaz.
En la reestructuración cognitiva, que puede ponerse en práctica desde la propia evaluación y ser útil hasta que finaliza la terapia, se busca detectar los pensamientos irracionales del individuo, plantear pensamientos alternativos respecto a esa misma idea, y lo que es más relevante, que la persona sea capaz de ver el impacto de esos pensamientos irracionales en su estado de ánimo, sus cogniciones posteriores y sus conductas.
A medida que se va practicando la reestructuración cognitiva, se entiende que el individuo será capaz de detectar sus propios pensamientos irracionales y plantear pensamientos sustitutivos mucho más adecuados.
No obstante, a la hora de elaborar ese tipo de pensamientos más ajustados, las personas suelen confundirse al proponer pensamientos positivos en vez de pensamientos racionales.
Diferencias entre pensamientos irracionales y racionales
Un pensamiento irracional se define como aquel que suscita respuestas emocionales muy desagradables. Estas pueden ir desde la rabia hasta la amargura o el terror, son de larga duración y se plantean en términos absolutistas (con la utilización de adverbios como jamás o siempre). A su vez esto se relaciona con lo que uno necesita para ser feliz o lo que se debería ser, hacer o tener, esto es, con exigencias autoimpuestas.
Además, suelen ser pensamientos no demostrables o verificables. Por el contrario, los pensamientos racionales se plantean como contrastables, que generan emociones de mucha más baja intensidad (en vez de rabia, disgusto; en vez de amargura, resignación; en vez de terror, miedo), planteados en términos de condicionales no imperativos que lo alejan de ser una necesidad.
Es importante subrayar que la rabia no se sustituye por felicidad, la amargura por satisfacción o el terror por coraje. Un pensamiento racional ha de ser realista y ajustado y plantearlo en términos excesivamente positivos también lo puede convertir en un pensamiento irracional.
Además, si el individuo en sesión entiende los pensamientos alternativos y racionales como pensamiento positivo, con casi total seguridad será incapaz de proponer esos pensamientos, en tanto que un estado de ánimo menguado y una visión en túnel hacia lo negativo va a tornar dicha tarea hacia algo hercúleo.
En la reestructuración cognitiva, que puede ponerse en práctica desde la propia evaluación y ser útil hasta que finaliza la terapia, se busca detectar los pensamientos irracionales del individuo, plantear pensamientos alternativos respecto a esa misma idea, y lo que es más relevante, que la persona sea capaz de ver el impacto de esos pensamientos irracionales en su estado de ánimo, sus cogniciones posteriores y sus conductas.
A medida que se va practicando la reestructuración cognitiva, se entiende que el individuo será capaz de detectar sus propios pensamientos irracionales y plantear pensamientos sustitutivos mucho más adecuados.
No obstante, a la hora de elaborar ese tipo de pensamientos más ajustados, las personas suelen confundirse al proponer pensamientos positivos en vez de pensamientos racionales.
Diferencias entre pensamientos irracionales y racionales
Un pensamiento irracional se define como aquel que suscita respuestas emocionales muy desagradables. Estas pueden ir desde la rabia hasta la amargura o el terror, son de larga duración y se plantean en términos absolutistas (con la utilización de adverbios como jamás o siempre). A su vez esto se relaciona con lo que uno necesita para ser feliz o lo que se debería ser, hacer o tener, esto es, con exigencias autoimpuestas.
Además, suelen ser pensamientos no demostrables o verificables. Por el contrario, los pensamientos racionales se plantean como contrastables, que generan emociones de mucha más baja intensidad (en vez de rabia, disgusto; en vez de amargura, resignación; en vez de terror, miedo), planteados en términos de condicionales no imperativos que lo alejan de ser una necesidad.
Es importante subrayar que la rabia no se sustituye por felicidad, la amargura por satisfacción o el terror por coraje. Un pensamiento racional ha de ser realista y ajustado y plantearlo en términos excesivamente positivos también lo puede convertir en un pensamiento irracional.
Además, si el individuo en sesión entiende los pensamientos alternativos y racionales como pensamiento positivo, con casi total seguridad será incapaz de proponer esos pensamientos, en tanto que un estado de ánimo menguado y una visión en túnel hacia lo negativo va a tornar dicha tarea hacia algo hercúleo.
Ejemplo práctico: Patricia es despedida
Por ejemplo, imaginemos que una mujer de 40 años, llámese Patricia, pierde su trabajo en la oficina de un banco. Los pensamientos irracionales que pueden hostigar a Patricia son: “nunca volveré a encontrar un trabajo”, “soy una inútil”, “debería de haber trabajado más horas”. Como hemos visto anteriormente, se puede observar, entre otros aspectos, términos absolutistas sin una base empírica demostrable y en términos de necesidad o deberías.
Con la práctica, Patricia puede, ante esta misma situación, plantear pensamientos racionales alternativos mucho más adecuados a la situación, como por ejemplo: “no sé si volveré a encontrar trabajo, pero haré todo lo posible por conseguirlo”, “he perdido mi trabajo pero no por ello soy una persona inútil, simplemente han prescindido de mí y nada tiene que ver con mi valía como persona”, “podría haber trabajado más horas pero ni siquiera sé si eso ha influido en mi despido”.
En esta ocasión no se observan términos absolutos, conclusiones precipitadas a partir de inferencias o etiquetaciones peyorativas a uno mismo a partir de un evento externo.
Pensamiento positivo desajustado
También puede ocurrir que Patricia no sepa sustituir esos pensamientos irracionales de una manera adecuada, o que la explicación o las pautas que se le han dado no sean las apropiadas, y que crea que ante esa situación la alternativa a los pensamientos irracionales sea: “mañana encontraré trabajo y ganaré lo mismo que en el banco”, “soy la mejor trabajadora que existe y mis capacidades superan con creces las del resto”, “estoy segura de que trabajar más horas no tiene nada que ver con mi despido y que solo ha sucedido porque no le caigo bien a la jefa”.
Al contrario de lo que se promulga en la cultura popular, pensar en positivo no significa que todo vaya a salir como se quiere, y por ello este tipo de pensamientos presentan trampas. A
Autores como Barbara Ehrenreich o Derren Brown ya hablan de la parte nociva de un pensamiento extremadamente positivo y sistemático, pues esconde engaños que pueden convertir esos pensamientos en ideas también muy poco adecuadas e irreales y que se basan de nuevo en atribuciones e inferencias sin validez empírica.
Racional versus positivo, algo a trabajar en sesión
Es de vital importancia plantear juicios de manera ajustada. Los pensamientos irracionales pueden ser negativos, de hecho, la gran mayoría lo son, pero también pueden ser positivos. Mientras que los primeros pueden llevar a respuestas emocionales exacerbadas a la hora de plantearlos, los segundos también pueden llevar a expresiones emocionales demasiado intensas al no verse cumplidos o al generar expectativas desmesuradas al no estar tampoco basados en hechos e información veraz y al plantearse en términos absolutos.
Es también relevante que, en sesión, se preste especial atención a la concepción del individuo, y que entienda los parámetros a partir de los cuales se construye un pensamiento racional. Para ello, se recomienda en un primer momento practicar con ejemplos o metáforas en sesión, para después trabajar pensamientos irracionales de la propia persona.
Se insiste por tanto en un entrenamiento previo para que a la hora de automatizar la propuesta en el día a día de pensamientos alternativos tengamos la certeza de que se está realizando de la manera más conveniente, eficaz y útil para la persona.
Loreto Martín Moya
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