Todos podemos llegar a notar cuando estamos molestos, o cuando nos comportamos de forma rencorosa y vengativa. Sin embargo, ¿sabemos identificar bien la situación que nos hace enfadarnos? ¿Cómo podemos aprender a enfadarnos y a mostrar nuestro enfado en el momento y con la persona adecuada? Todo requiere de trabajo personal.
Aprender a enfadarnos es un reto que muchos no superan. Aprender a enfadarse es aprender a tolerar la frustración y saber canalizarla de forma adecuada para no desviarla ni que afecte a más campos de los que debe ni más tiempo del que se le permite. Enfadarse requiere de un trabajo intrapersonal, es decir, con uno mismo, e interpersonal, con los demás.
Pongamos un ejemplo para entender la importancia de saber enfadarse. Una pareja tiene una discusión en casa, se gritan lo que cada uno piensa y se deja así el tema. Uno de los miembros de la pareja llega a su trabajo y ante un pequeño fallo de los subordinados echa la bronca sin permitirle réplica.
Esta persona, ante la imposibilidad de demostrar por qué cometió ese error, llega a casa y se enfada con su hijo por no obedecer a la primera y es castigado. El hijo a su vez, cuando vuelve al colegio discute con un compañero porque le habla mal. Así podríamos hacer una cadena interminable que podríamos haber finalizado con la pareja resolviendo el problema hablando y defendiendo cada uno su punto de vista.
Aprender a enfadarnos es aprender a gestionar y canalizar la frustración.
Identificar la situación que me enfada
Puede que el error esté en creer que es lo externo o los demás quienes me enfadan, pero en realidad aquello que me enfada es algo mío. Ni a todos nos enfada lo mismo ni uno, en todos los momentos, se enfada por lo mismo. Por ello, el primer reto es identificar qué acto o palabras concretas han sido las que han activado mi alarma.
Cuando soy capaz de identificar este primer hecho, puedo trabajar con él y frenarlo. Conocerme me da las herramientas para entenderme y saber que hay cosas que no tolero porque afectan a una parte de mí que no me gusta, no conozco y tengo que seguir trabajando en ella.
Enfadarnos es algo normal y sano, pero nuestra responsabilidad también es saber enfadarnos con la persona adecuada y en el momento concreto, no dejar que el enfado se prolongue y aprender a comunicar aquello que no me gusta y que me hace estar a disgusto. Callarnos aquello que nos enfada no es una solución permanente al problema.
Pongamos un ejemplo para entender la importancia de saber enfadarse. Una pareja tiene una discusión en casa, se gritan lo que cada uno piensa y se deja así el tema. Uno de los miembros de la pareja llega a su trabajo y ante un pequeño fallo de los subordinados echa la bronca sin permitirle réplica.
Esta persona, ante la imposibilidad de demostrar por qué cometió ese error, llega a casa y se enfada con su hijo por no obedecer a la primera y es castigado. El hijo a su vez, cuando vuelve al colegio discute con un compañero porque le habla mal. Así podríamos hacer una cadena interminable que podríamos haber finalizado con la pareja resolviendo el problema hablando y defendiendo cada uno su punto de vista.
Aprender a enfadarnos es aprender a gestionar y canalizar la frustración.
Identificar la situación que me enfada
Puede que el error esté en creer que es lo externo o los demás quienes me enfadan, pero en realidad aquello que me enfada es algo mío. Ni a todos nos enfada lo mismo ni uno, en todos los momentos, se enfada por lo mismo. Por ello, el primer reto es identificar qué acto o palabras concretas han sido las que han activado mi alarma.
Cuando soy capaz de identificar este primer hecho, puedo trabajar con él y frenarlo. Conocerme me da las herramientas para entenderme y saber que hay cosas que no tolero porque afectan a una parte de mí que no me gusta, no conozco y tengo que seguir trabajando en ella.
Enfadarnos es algo normal y sano, pero nuestra responsabilidad también es saber enfadarnos con la persona adecuada y en el momento concreto, no dejar que el enfado se prolongue y aprender a comunicar aquello que no me gusta y que me hace estar a disgusto. Callarnos aquello que nos enfada no es una solución permanente al problema.
Saber comunicar el enfado
La mejor técnica para comunicar aquello que nos desagrada la podemos esquematizar en diferentes pasos. El prólogo será calmarnos para hablar tranquilamente y buscar soluciones, pensemos que los gritos rara vez llevan a un buen entendimiento. Los pasos posteriores pueden ser:
- Mostrar cómo me siento: es importante mostrar cómo yo me siento y no la acción o las palabras del otro. Es distinto decir “Yo me siento apartada cuando no haces planes conmigo” a decir “me enfada que vayas con tus compañeros”.
- Contextualizar el problema: evitar utilizar expresiones como siempre, nunca, todo el mundo… Saber acotar y hacer concreto un problema también ayuda a comunicarlo y resolverlo mejor, por ejemplo “Siempre estás con ellos” a decir “hay varios días que has dedicado a estar con alguno de ellos”
- Mostrar mi deseo: aquí es el momento de mostrar lo que en realidad nos gustaría por ejemplo “me gustaría que siguieras haciendo planes con tus compañeros pero que no dejaras de pensar en tiempo para dedicar a los dos”.
- Mostrar empatía: intentar entender por qué el otro ha actuado de una forma concreta nos ayuda a no sentir las acciones o las palabras como una ofensa, lo que permite que pueda resolver la situación de una forma más eficaz “entiendo que disfrutas del tiempo con tus compañeros de vez en cuando”.
- Proponer soluciones: aquí está el reto más importante, no solo muestro cómo me siento sino qué quiero conseguir “podríamos buscar algún hueco para seguir haciendo actividades entre los dos”.
El reto de aprender a enfadarnos requiere trabajo y práctica, pero sus resultados nos permiten sentirnos mejor y mejorar mis relaciones, tanto conmigo mismo como con los demás. No demores más el trabajo y comienza con tu reto, ¿sabes enfadarte?
Adriana Díez
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