La ira oculta, esa rabia largamente silenciada y engullida a la fuerza, puede cambiar nuestra personalidad. Las decepciones vividas, los fracasos, el daño sufrido y no gestionado, las ilusiones perdidas y cada zancadilla que ha surgido en nuestro camino deja marca en nosotros, y a menudo, se transmuta en ira. En caso de no manejar dichas realidades internas, arrastraremos un malestar constante.
La ira es otra de las emociones más desconocidas por gran parte de la población. A menudo, la asociamos con esos estallidos en los que emerge el lado más oscuro del ser humano, ahí donde acabamos diciendo o haciendo cosas de las que más tarde nos arrepentimos. Ahora bien, algo destacable sobre ella es que en gran parte de los casos la ira no emerge, no se manifiesta, sino que la ocultamos y queda velada de forma subyacente.
Esta emoción además tiene un problema cuantitativo, y es que cuanto más se acumula más malestar psicológico genera. Un exceso de ira no siempre se traduce en un rostro eternamente enfadado, en alguien que va por el mundo dando empujones, gritando o respondiendo de manera poco adecuada. Esta emoción genera angustia, cansancio, se traduce en mal humor, ansiedad y, en muchos casos, hasta en un trastorno depresivo.
Veamos más datos a continuación.
«La ira es el guardaespaldas de la tristeza».
-Liza Palmer-
Esta emoción además tiene un problema cuantitativo, y es que cuanto más se acumula más malestar psicológico genera. Un exceso de ira no siempre se traduce en un rostro eternamente enfadado, en alguien que va por el mundo dando empujones, gritando o respondiendo de manera poco adecuada. Esta emoción genera angustia, cansancio, se traduce en mal humor, ansiedad y, en muchos casos, hasta en un trastorno depresivo.
Veamos más datos a continuación.
«La ira es el guardaespaldas de la tristeza».
-Liza Palmer-
La ira oculta, la emoción camuflada que olvidamos controlar
Puede que nos resulte llamativo, pero el ser humano puede vivir con una ira oculta durante prácticamente toda su existencia. Algo como sufrir el abandono de un progenitor o malos tratos, por ejemplo, puede ser en muchos casos la raíz de ese problema que acaba perfilando nuestra personalidad.
La ira, al fin y al cabo, no es más que la conjunción de varias emociones cincelando una pesada piedra que uno puede elegir cargar durante bastante tiempo. En ella se integra la tristeza, el sentimiento de injusticia, la angustia y a menudo, también el miedo. Miedo a que determinadas cosas vuelvan a surgir, y un temor absoluto a sentirnos nuevamente vulnerables. Todo ello se cataliza en rabia, en un malestar sin forma y perdurable que todo lo ocupa y lo desdibuja a la vez.
Cólera, furia, enojo, irritabilidad, agresividad, tensión, pérdida del control… Todos estos términos son los primeros que a la mayoría nos vienen a la mente cuando pensamos en la ira. Relacionarlo de este modo no es un error, pero la verdad es que las personas no siempre reaccionamos de este modo al vivenciar dicha emoción.
El doctor Thomas Denson, de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) nos explicó en un estudio que hay distintos modos de sentir la ira. Están aquellos que la expresan y están también quienes la silencian y la llevan consigo de manera camuflada. Estos últimos, los caracterizados por la ira oculta, tienden a alimentarla más aún a través del pensamiento rumiante. Algo así, acaba haciendo mella en su comportamiento y personalidad.
¿Cuáles son las características de la ira oculta en una persona?
Haber vivido varios fracasos afectivos. Experimentar el hecho de que un familiar cercano o alguien significativo nos traicionara. No haber logrado un objetivo importante para nosotros. Todas estas realidades son algunos ejemplos del origen de esa ira oculta que sienten muchas personas.
Veamos no obstante, qué señales suelen evidenciar:
- Desconfianza, clara dificultad para confiar en quienes le rodean.
- Comportamientos y reacciones sarcásticas, cínicas a menudo también frívolas.
- Cambios de humor constantes.
- Tendencia a procrastinar. Les cuesta comprometerse y cumplir en sus tareas.
- Irritabilidad.
- Dificultad para disfrutar de los instantes de ocio.
- Insomnio, pesadillas, despertares continuados.
- Agotamiento físico y mental.
¿Cómo podemos manejar la ira?
A menudo, cuando leemos libros o artículos sobre cómo manejar la ira, vemos que en su mayoría aplican un enfoque incompleto, y más cuando hablamos de la ira oculta. Para trabajar esta emoción no es suficiente con hacer ejercicios de relajación, con buscar un catalizador o un medio de expresión. Estas técnicas ayudan, pero no resuelven el problema en su origen.
Lo más adecuado es que tengamos en cuenta las siguientes ideas.
A menudo, cuando leemos libros o artículos sobre cómo manejar la ira, vemos que en su mayoría aplican un enfoque incompleto, y más cuando hablamos de la ira oculta. Para trabajar esta emoción no es suficiente con hacer ejercicios de relajación, con buscar un catalizador o un medio de expresión. Estas técnicas ayudan, pero no resuelven el problema en su origen.
Lo más adecuado es que tengamos en cuenta las siguientes ideas.
La vulnerabilidad
Para manejar la ira oculta hay que ir a la raíz del problema, y en la mayoría de los casos es el sentimiento de vulnerabilidad. Cuando las personas nos sentimos devalaudas, traicionadas, cuando vemos injusticias, cuando nos sentimos frustradas o enfadadas con algo o alguien surge la ira. Debemos, por tanto, clarificar el origen.
Autoestima
El segundo paso es trabajar la autoestima, la autovaloración. En ocasiones, no nos será posible resolver esos problemas que originaron la ira oculta en nosotros. Por tanto, es necesario que trabajemos en nosotros mismos, en reparar dignidades, valías, potencial humano, apreciación por uno mismo.
Pensamientos útiles
La ira oculta tiene un gran poder rumiante. Nuestra mente siempre está centrada en ese foco de dolor, en esa decepción, en ese hecho del pasado. Este enfoque a menudo nubla nuestro juicio y nos aboca a un desgaste psicológico inmenso. Es necesario que trabajemos un diálogo interno cuidadoso, útil y saludable.
Centrarnos en reparar la ira oculta, no en alimentarla
La ira es un fuego que alimenta día tras día nuestro pensamiento. La intensificamos con la inmovilidad, con la procrastinación, con un enfoque mental rígido que se ancla por completo a esos hechos del pasado. Si de verdad queremos reparar y sanar la ira oculta, hay que levantar esa ancla del ayer y permitirnos avanzar reparando nuestros daños.
Algo así se logra situando objetivos nuevos en el horizonte, favoreciendo cambios, poniéndonos a nosotros mismos en nuevas situaciones donde sentirnos competentes, donde conectar con personas nuevas que nos traen positividad. A veces, es necesario reiniciarse en todos los sentidos para dejar atrás esos lastres que no nos permitían ni respirar. Pensemos en ello.
Valeria Sabater
La ira es un fuego que alimenta día tras día nuestro pensamiento. La intensificamos con la inmovilidad, con la procrastinación, con un enfoque mental rígido que se ancla por completo a esos hechos del pasado. Si de verdad queremos reparar y sanar la ira oculta, hay que levantar esa ancla del ayer y permitirnos avanzar reparando nuestros daños.
Algo así se logra situando objetivos nuevos en el horizonte, favoreciendo cambios, poniéndonos a nosotros mismos en nuevas situaciones donde sentirnos competentes, donde conectar con personas nuevas que nos traen positividad. A veces, es necesario reiniciarse en todos los sentidos para dejar atrás esos lastres que no nos permitían ni respirar. Pensemos en ello.
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