Quien no te quiere bien, ¿merece tu atención, compañía y cuidado? A veces, uno hace cosas que no quisiera hacer porque piensa que forman parte de sus obligaciones. Karen Horney ya habló de la tiranía de los «deberías». Los deberías son aquellas verbalizaciones en forma de orden que nos decimos a nosotros mismos. Suelen ser producto de la socialización o la educación y nos motivan a actuar contra nuestros valores o intereses.
Librarse de estas autoobligaciones no es nada fácil: suelen estar muy arraigadas en nuestras creencias y el solo hecho de plantearnos no seguir estas inclinaciones produce disonancia cognitiva; un estado en el que reina la incomodidad, producto de intentar encajar dos piezas que no tienen aristas compatibles.
Así, cuando estos dos constructos chocan, aparece un conflicto interno que nos motiva a hacer algo para resolverlo. Y hay dos opciones: seguir haciendo lo que se supone que debemos hacer o tomar acción sobre nuestros valores y cambiar el rumbo, aunque esto suponga ir contracorriente.
En este sentido, el tema de las relaciones interpersonales no se libra de tener sus propios deberías y muchas personas sufren debido a ello. Ya sea por una pareja, un amigo o incluso la familia, pensamos que «deberíamos» comportarnos de una manera concreta, a cualquier precio.
¿Cuándo es conveniente marcharse del lado de quien no te quiere bien?
Decir que alguien no te quiere bien es señalar un espacio muy amplio. Lo que sí es importante es establecer algunos límites. No por salir beneficiados o creernos el ombligo del mundo, sino porque estas relaciones suponen un obstáculo para nuestro bienestar.
¿Qué queremos decir con «no querer bien»? La psicóloga Silvia Congost nos aconseja taparnos los oídos y observar qué ocurre. Es fácil decir con palabras a alguien que le queremos y también tentador creerlo sin más. Pero, ¿realmente ese amor que nos predican lo estamos sintiendo? ¿las acciones de esa persona son congruentes con lo que significa amar? Si hay palabras de amor, pero no hay acciones que delaten ese cariño, quizás estemos simplemente ante un engaño.
Existe algunos límites innegociables por los cuales no estaría mal marcharnos de las relaciones. Además de ellos, existirán otros que serán personales de cada uno. En este sentido cada cual tiene que ver, con el corazón en la mano, hasta dónde cree que sería lógico soportar a quien nos daña. Los límites que pensamos que no tendrían que rebasarse son los siguientes:
Así, cuando estos dos constructos chocan, aparece un conflicto interno que nos motiva a hacer algo para resolverlo. Y hay dos opciones: seguir haciendo lo que se supone que debemos hacer o tomar acción sobre nuestros valores y cambiar el rumbo, aunque esto suponga ir contracorriente.
En este sentido, el tema de las relaciones interpersonales no se libra de tener sus propios deberías y muchas personas sufren debido a ello. Ya sea por una pareja, un amigo o incluso la familia, pensamos que «deberíamos» comportarnos de una manera concreta, a cualquier precio.
¿Cuándo es conveniente marcharse del lado de quien no te quiere bien?
Decir que alguien no te quiere bien es señalar un espacio muy amplio. Lo que sí es importante es establecer algunos límites. No por salir beneficiados o creernos el ombligo del mundo, sino porque estas relaciones suponen un obstáculo para nuestro bienestar.
¿Qué queremos decir con «no querer bien»? La psicóloga Silvia Congost nos aconseja taparnos los oídos y observar qué ocurre. Es fácil decir con palabras a alguien que le queremos y también tentador creerlo sin más. Pero, ¿realmente ese amor que nos predican lo estamos sintiendo? ¿las acciones de esa persona son congruentes con lo que significa amar? Si hay palabras de amor, pero no hay acciones que delaten ese cariño, quizás estemos simplemente ante un engaño.
Existe algunos límites innegociables por los cuales no estaría mal marcharnos de las relaciones. Además de ellos, existirán otros que serán personales de cada uno. En este sentido cada cual tiene que ver, con el corazón en la mano, hasta dónde cree que sería lógico soportar a quien nos daña. Los límites que pensamos que no tendrían que rebasarse son los siguientes:
Cuando nos maltratan
Tanto a nivel físico como psicológico, en el momento en el que hay un maltrato, sería conveniente irnos de esa relación. No nos referimos solamente al ámbito de la pareja, si no a cualquier relación interpersonal, aunque sea la familia. Un maltrato es una forma de hacer al otro creer que es alguien inferior.
El maltratador piensa que realmente tiene derecho a perpetrar algún tipo de daño sobre otro ser humano. Esto va minando poco a poco la autoestima de la víctima, que, si no sale de esa relación, se verá tremendamente anulada. Cuanto más tiempo permanecemos en una situación de maltrato, más creemos que debemos quedarnos porque somos inferiores y no nos merecemos nada mejor.
Tanto a nivel físico como psicológico, en el momento en el que hay un maltrato, sería conveniente irnos de esa relación. No nos referimos solamente al ámbito de la pareja, si no a cualquier relación interpersonal, aunque sea la familia. Un maltrato es una forma de hacer al otro creer que es alguien inferior.
El maltratador piensa que realmente tiene derecho a perpetrar algún tipo de daño sobre otro ser humano. Esto va minando poco a poco la autoestima de la víctima, que, si no sale de esa relación, se verá tremendamente anulada. Cuanto más tiempo permanecemos en una situación de maltrato, más creemos que debemos quedarnos porque somos inferiores y no nos merecemos nada mejor.
Cuando nos ignoran
Ignorar a alguien que se supone que quieres es otra manera de maltrato. Es darle la espalda al otro, haciéndole sentir de nuevo por debajo de ti. Es importante que la víctima no se deje llevar por la idea de «es que esta persona es así, es su forma de comportarse» porque eso la anclará en la esperanza del cambio o en restarle importancia al vacío que está sufriendo.
En el momento en el que alguien nos ignora, nos está diciendo que no le importa nada lo que tenemos que decirle, nuestros sentimientos, qué es lo que pensamos, etc.
Evidentemente, si te hacen esto, esa persona no te quiere bien, porque aunque no te maltrate directamente, está dejando a un lado tus emociones, como si no valiesen nada.
Ignorar a alguien que se supone que quieres es otra manera de maltrato. Es darle la espalda al otro, haciéndole sentir de nuevo por debajo de ti. Es importante que la víctima no se deje llevar por la idea de «es que esta persona es así, es su forma de comportarse» porque eso la anclará en la esperanza del cambio o en restarle importancia al vacío que está sufriendo.
En el momento en el que alguien nos ignora, nos está diciendo que no le importa nada lo que tenemos que decirle, nuestros sentimientos, qué es lo que pensamos, etc.
Evidentemente, si te hacen esto, esa persona no te quiere bien, porque aunque no te maltrate directamente, está dejando a un lado tus emociones, como si no valiesen nada.
Cuando nos humillan
Hay personas que se ríen en público de otras o hacen chistes sobre su aspecto físico o su forma de hablar. A veces, estas humillaciones no son en público, sino en privado. Sea de la forma que sea, no tendríamos que permitir que nadie nos humille debido a que nuestra autoestima está en juego.
Es cierto que nuestra apariencia o nuestra forma de comportarnos no nos definen per se. Esto tendríamos que tenerlo bien claro. Pero, aun con todo, es normal que nos sintamos desgraciados si otra persona hace alusiones negativas a ello y más si esa persona es importante para nosotros.
Por lo tanto, si una pareja, amigo o familiar se ríe de ti o juzga a tu persona por como vistes, por tu acento o por si eres más o menos habilidoso en algo, plantéate la posibilidad de abandonarlo.
Hay personas que se ríen en público de otras o hacen chistes sobre su aspecto físico o su forma de hablar. A veces, estas humillaciones no son en público, sino en privado. Sea de la forma que sea, no tendríamos que permitir que nadie nos humille debido a que nuestra autoestima está en juego.
Es cierto que nuestra apariencia o nuestra forma de comportarnos no nos definen per se. Esto tendríamos que tenerlo bien claro. Pero, aun con todo, es normal que nos sintamos desgraciados si otra persona hace alusiones negativas a ello y más si esa persona es importante para nosotros.
Por lo tanto, si una pareja, amigo o familiar se ríe de ti o juzga a tu persona por como vistes, por tu acento o por si eres más o menos habilidoso en algo, plantéate la posibilidad de abandonarlo.
Cuando nos anulan
No solo es necesaria la libertad, sino también lo es la sensación de libertad. Por eso, quien te quiere bien no solo no limita tu libertad más allá de lo razonable, sino que también procura que tengas la sensación de tenerla. Así, deja que seas responsable de tus errores y puedas repararlos, igual que de tus aciertos.
Por ejemplo, hay padres que intentan convencer a sus hijos para que realicen una carrera universitaria en particular y lo hacen «por su bien«. Estos padres no están queriendo de una forma generosa a sus hijos, por mucho que lo puedan entender así. De hecho, se puede notar que esta manipulación responde más a un egocentrismo propio que al interés real por lo que realmente despierta interés a sus hijos.
Cuando nos coartan la libertad
La libertad es uno de los bienes más preciados. Tenemos que sentirnos libres de decidir qué pensar, cómo vestir, qué amigos escoger o en qué ciudad vivir. Permitir que algún tome estas decisiones significa ceder una parcela de poder que nos configura, que de manera genuina es nuestra.
No es una obligación
Recuérdalo, no es una obligación. No está escrito en ninguna parte que tengas que permanecer al lado de quien no te quiere bien. Quizás sí lo contrario, y romper con la inercia que impide que cortes esa relación.
Quien no te quiere bien, no merece disfrutar de tu valor. Quien no trasciende el lado más egoísta de la relación, no merece tu generosidad. Quien no se ofrece, no merece tu disponibilidad. Sin embargo, por mucho que lo leas aquí, llevar a la práctica las consecuencias de estas ideas es tu decisión, es tu propio ejercicio de asertividad al que desde aquí te animo.
Alicia Escaño Hidalgo
No solo es necesaria la libertad, sino también lo es la sensación de libertad. Por eso, quien te quiere bien no solo no limita tu libertad más allá de lo razonable, sino que también procura que tengas la sensación de tenerla. Así, deja que seas responsable de tus errores y puedas repararlos, igual que de tus aciertos.
Por ejemplo, hay padres que intentan convencer a sus hijos para que realicen una carrera universitaria en particular y lo hacen «por su bien«. Estos padres no están queriendo de una forma generosa a sus hijos, por mucho que lo puedan entender así. De hecho, se puede notar que esta manipulación responde más a un egocentrismo propio que al interés real por lo que realmente despierta interés a sus hijos.
Cuando nos coartan la libertad
La libertad es uno de los bienes más preciados. Tenemos que sentirnos libres de decidir qué pensar, cómo vestir, qué amigos escoger o en qué ciudad vivir. Permitir que algún tome estas decisiones significa ceder una parcela de poder que nos configura, que de manera genuina es nuestra.
No es una obligación
Recuérdalo, no es una obligación. No está escrito en ninguna parte que tengas que permanecer al lado de quien no te quiere bien. Quizás sí lo contrario, y romper con la inercia que impide que cortes esa relación.
Quien no te quiere bien, no merece disfrutar de tu valor. Quien no trasciende el lado más egoísta de la relación, no merece tu generosidad. Quien no se ofrece, no merece tu disponibilidad. Sin embargo, por mucho que lo leas aquí, llevar a la práctica las consecuencias de estas ideas es tu decisión, es tu propio ejercicio de asertividad al que desde aquí te animo.
Alicia Escaño Hidalgo
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