¿Parecidos o complementarios? Esa es la pregunta que muchas personas se hacen a la hora de elegir pareja. Mientras unos piensan que “los polos opuestos se atraen”, otros quieren evitar a toda costa las grandes diferencias para prevenir conflictos.
La verdad es que ambas posturas tienen una base razonable. Los que piensan que es mejor una relación con alguien que sea distinto, y por lo tanto complementario, creen que, por ejemplo, dos personas irritables terminaran chocando. Los que se inclinan por buscar una pareja similar a ellos señalan que las diferencias tarde o temprano crean grietas.
También están los que adoptan una posición intermedia. A su juicio, en realidad el punto no es que los dos sean parecidos o complementarios, sino que lo sean en los aspectos correctos. Parecidos en algunos rasgos y complementarios en los otros. ¿Qué nos dice la psicología al respecto?
“He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes, con gustos opuestos”.
-George Sand-
El encanto de lo opuesto
Cuando una persona no tiene una opinión muy positiva acerca de sí misma, frecuentemente se sentirá atraída por quienes son diferentes. Verá en el otro una oportunidad para proyectar o materializar algo que quisiera ser, sin lograrlo. Por ejemplo, alguien siente que pasa desapercibido y busca que su pareja sea muy popular.
También está el caso de quienes más que una pareja buscan una simbiosis para seguir adelante. El escenario típico es el de una persona insegura y temerosa, que necesita de la fortaleza de otro para que le proteja o le dé el soporte necesario. En principio, esto no es negativo si propicia un crecimiento. Pero si fomenta la dependencia, se vuelve insano.
Así mismo se da el caso de quienes frente a la opción: parecidos o complementarios eligen los segundos, porque ven la pareja como un equipo. A veces casi como un negocio. Por eso piensan (y hay que remarcar la palabra “piensan”) que es mejor combinar fortalezas y debilidades para potencializar los logros comunes.
También están los que adoptan una posición intermedia. A su juicio, en realidad el punto no es que los dos sean parecidos o complementarios, sino que lo sean en los aspectos correctos. Parecidos en algunos rasgos y complementarios en los otros. ¿Qué nos dice la psicología al respecto?
“He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes, con gustos opuestos”.
-George Sand-
El encanto de lo opuesto
Cuando una persona no tiene una opinión muy positiva acerca de sí misma, frecuentemente se sentirá atraída por quienes son diferentes. Verá en el otro una oportunidad para proyectar o materializar algo que quisiera ser, sin lograrlo. Por ejemplo, alguien siente que pasa desapercibido y busca que su pareja sea muy popular.
También está el caso de quienes más que una pareja buscan una simbiosis para seguir adelante. El escenario típico es el de una persona insegura y temerosa, que necesita de la fortaleza de otro para que le proteja o le dé el soporte necesario. En principio, esto no es negativo si propicia un crecimiento. Pero si fomenta la dependencia, se vuelve insano.
Así mismo se da el caso de quienes frente a la opción: parecidos o complementarios eligen los segundos, porque ven la pareja como un equipo. A veces casi como un negocio. Por eso piensan (y hay que remarcar la palabra “piensan”) que es mejor combinar fortalezas y debilidades para potencializar los logros comunes.
¿Parecidos o complementarios?
La ciencia también se ha preguntado si es mejor que los miembros de una pareja sean parecidos o complementarios. En la Universidad de Kansas se llevó a cabo un estudio en el cual se examinó a 1.523 parejas. Descubrieron que, en un 86 % de los casos, las parejas similares eran más duraderas.
Otro estudio de la Universidad de Michigan se llegó a una conclusión similar. Al parecer, lo que más peso tiene es que haya acuerdos en aspectos relacionados con la personalidad, los valores, las actitudes, las actividades recreativas, el consumo de alcohol y el uso de las tecnologías.
Todo indica que algunas veces las personas se sienten atraídas por lo diferente. Esto genera curiosidad y se ve como una oportunidad de explorar nuevos territorios emocionales. Sin embargo, con el tiempo lo que era una novedad comienza a convertirse en una barrera. Las diferencias entonces adoptan un valor negativo.
Apertura y flexibilidad
El dilema que se plantea con la pregunta; parecidos o complementarios es un poco artificioso. No hay manera de que encontremos ni a una pareja que coincida con nosotros totalmente ni a alguien que se complemente perfectamente los vacíos o necesidades de nuestro mundo. En realidad, cada persona nos reafirma y nos contrasta al mismo tiempo. Por eso las alternativas son algo ilusorias.
Dicho esto, también hay que señalar que todos los estudios al respecto señalan que sí es muy importante la similitud en gustos y actitudes básicas. Aún así, siempre habrá aspectos en los que los miembros de la pareja van a tener que ceder. Las parejas más estables las conforman quienes son capaces de flexibilizarse frente al otro.
Las diferencias entre los miembros de la pareja son saludables. Son un factor que contribuye al crecimiento mutuo. Buena parte de la vida afectiva tiene que ver con cómo se le da un espacio a estas diferencias. Cuando estas son pocas y pequeñas, hay una gran probabilidad de que esto se logre satisfactoriamente y a largo plazo. Si las diferencias son muy profundas, existe una probabilidad mayor de que la negociación se complique.
Así que sí existe una respuesta para la pregunta: ¿parecidos o complementarios? Y la respuesta es: ambos. Parecidos en esencia y complementarios a partir de acuerdos voluntarios y conscientes. Finalmente, de eso se trata el amor: de encontrar un equilibrio entre la reafirmación propia, contribuyendo a la reafirmación del otro.
Edith Sánchez
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