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jueves, octubre 18, 2018

La hermosa leyenda sobre el origen de los sentimientos

No hay certeza de cómo surgió la hermosa leyenda sobre el origen de los sentimientos. Por alguna razón desconocida se le adjudicó a Mario Benedetti, pero en realidad él no la escribió. Algunos especulan con que se trata de una versión corregida de un cuento de Jorge Bucay, o tal vez de Mariano Osorio.

 
 
Como quiera que sea, lo cierto es que comenzó a circular hace unas tres décadas con el nombre de El juego del escondite del amor y de la locura. Sin embargo, con el tiempo adoptó el título por el cual es más conocida: La leyenda de los sentimientos.

“Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios”.
-Carlo Dossi-

Se trata de una historia que nos lleva al fantástico momento en el que todavía nada estaba hecho y comienzan a configurarse las distintas emociones de las personas. Nos remite al origen de los sentimientos de una manera conmovedora y muy humana.
 
El origen de los sentimientos

Cuenta la leyenda del origen de los sentimientos que en algún lugar de la Tierra se reunieron diferentes virtudes y vicios de los humanos. El aburrimiento, que siempre estaba muy aburrido, comenzó a bostezar y ya les estaba contagiando la pereza a los demás. Para que esto no ocurriera, la locura les propuso a todos que hicieran algo divertido. “Juguemos al escondite”, dijo. 

La intriga se veía interesada en el asunto y la curiosidad inmediatamente preguntó: “¿Cómo es el juego de las escondidas?” La sabiduría explicó que se trataba de un viejo divertimento. Solo era necesario que alguno se tapara la cara y que contara hasta un millón, mientras que los demás se escondían. Luego, quien hubiera contado, debía salir a buscarlos a todos.

Inmediatamente el entusiasmo y la euforia comenzaron a saltar. Les encantaba la idea del juego. Se mostraban tan felices que por fin la duda dijo que quería participar. Y la apatía, que siempre se mantenía apartada, también expresó la intención de entrar. Así comenzó este juego, que sería el del origen de los sentimientos.
 
Y comienza el juego

La locura, siempre tan loca, se ofreció para ser la primera en contar. Y comenzó… “Uno, dos, tres…” La verdad no quiso jugar, porque no le veía sentido. Al fin y al cabo iban a encontrarla. La soberbia dijo que el juego era muy tonto y que no quería participar. Lo que le molestaba es que hubiera sido la locura y no ella quien hubiera hecho la propuesta.

La pereza comenzó a correr para esconderse, pero se cansó demasiado pronto. Así que se ubicó detrás de la primera roca que vio. El triunfo, tan diligente como siempre, escogió el árbol más alto y lo trepó para esconderse en la copa. Detrás de él iba la envidia, que aprovechó la gran sombra del triunfo para ocultarse debajo de este. 

Mientras tanto, la fe salió corriendo y pronto comenzó a volar. Ante el asombro de todos, subió al cielo y se escondió entre las nubes. Nadie podía creerlo, solo la fe era capaz de hacer esas cosas. La generosidad, por su parte, estaba muy preocupada por los que no encontraban escondite. Así que ayudaba al uno y al otro, por lo que casi no alcanza a esconderse. El egoísmo, en cambio, encontró un maravilloso escondite en una cueva, pero lo rodeo de espinos para que nadie más pudiera compartirlo con él.
 
El sorpresivo final del juego

La locura estaba emocionada. Contaba y contaba, hasta que pronto llegó a un millón. Luego se descubrió el rostro y comenzó a buscar a sus amigos. A la primera que encontró fue a la pereza, que estaba a tres pasos de ella. Luego encontró a la pasión y al deseo, que se habían ocultado en el fondo de unos volcanes.

Después encontró a la mentira. Era tan mentirosa que le había hecho creer que estaba escondida debajo del agua, pero en realidad se había ocultado en medio del arco iris. La locura también estaba tras la pista del olvido, pero se le olvidó a dónde conducía esa pista, así que lo dejó para después.
El único que no había logrado esconderse era el amor. Cuando la locura se aproximaba, apenas si tuvo tiempo de parapetarse detrás de unos matorrales. La locura, que no era tonta, se dijo: “el amor es tan cursi, que de seguro habrá ido a esconderse en medio de los rosales”. Como las rosas tenían espinas, la locura tomó una horqueta y comenzó a hincarla. De pronto se escuchó un alarido de dolor. La locura había herido los ojos del amor.

Compungida por lo sucedido, la locura no sabía qué hacer. Lo único que se le ocurrió fue arrodillarse y pedirle perdón. También se ofreció a ser su lazarillo para siempre, pues le había destrozado los ojos. Desde entonces, el amor es ciego y la locura lo acompaña.

Aquí finaliza esta bella historia sobre el origen de los sentimientos, una leyenda que coloca cualidades a nuestros sentimientos, unas cualidades que determinan nuestras experiencias emocionales y que seguramente casi todos identificamos en nuestras vivencias.

Edith Sánchez

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