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miércoles, octubre 03, 2018

La chica que no era ella misma por miedo a no ser suficiente

Esta es la historia de una chica que quería agradar a todo el mundo. Siendo una más, temía ser una menos. No encajaba especialmente en los cánones de belleza, su cuerpo no era como el de aquellas que se suben a las pasarelas y no vestía con ropa de marca. Quizás era por eso, por su miedo a no destacar, a no ser suficiente, que actuaba con la gente como si estuviera delante del espejo.

 
 
Solía observar a los demás, sobre todo a las chicas que estaban a su alrededor. Las veía con tanta seguridad, una seguridad que envidiaba por entenderla como ese fruto al que jamás podría aspirar. Era como vivir rodeada de ideales inalcanzables en todos los aspectos, como si los demás fueran hechos de sueños, y ella, de complejos. Nunca nada de lo que hiciera sería suficiente para ser como ellas, para ser perfecta.

Por eso siempre trataba de agradar a los demás. Por nada del mundo quería que llegaran a ver lo pequeña e insignificante que creía ser en comparación con lo que veía y vivía a su alrededor. Se empeñaba en camuflar sus gustos con lo que le gustaba a la mayoría y en sonreír en respuesta a cualquier intento de gracia. Intuía que eso era lo que los demás esperaban.
 
Tengo miedo a no ser como la gente espera. Tengo miedo a equivocarme, a no ser suficiente. Tengo miedo a tener miedo y que los demás se den cuenta. Haga lo que haga y piense lo que piense, nunca voy a ser perfecta, nunca será suficiente, nunca seré como esperan.

Vivo sin vivir en mí porque mi vida no es suficiente

Cuidaba mucho su aspecto por miedo a desentonar y no expresaba sus propias opiniones delante de los demás por miedo a decepcionarles. Era, sin lugar a dudas, una chica que estaba lejos de ser un versión de sí misma con la que se sintiera identificada.

Caminaba atormentada por lo que sus dudas pudieran dibujar en el futuro. No compraba nada sin requerir la opinión de lo demás. No decía nada sin estar completamente segura de que no desentonaría con lo que otros decían. No era ella misma porque ella misma pensaba que no era suficiente.

Vivía a pequeños pasos marcados por las huellas de lo que otros le habían indicado. Podría destacar y ser feliz si quisiera, pero esta era una posibilidad que ni siquiera se había planteado. Trabajaba con la realidad que ella misma había constituido, un laberinto tortuoso para el que no buscaba salida porque ni siquiera pensaba que pudiera haberla.
 
Vivo sin vivir en mí por miedo a no ser suficiente.

Todos somos perfectamente imperfectos

Un día, como otro cualquiera, se levantó de la cama y los rayos de sol acompañaron a un momento de claridad. Se dio cuenta de que no era feliz aunque exhibiera una sonrisa, de que no le gustaba su trabajo aunque los demás le dijesen que era afortunada por tenerlo. En general, no le gustaba su vida porque no era su vida la que realmente vivía.

Se dio cuenta de que vivía de cara a la galería. Que eran los demás los que dirigían su vida por miedo a las críticas, por miedo a no ser suficiente. Entendió que hiciera lo que hiciera para alguien, unos cuantos, o muchos nunca iba a ser suficiente; que tener miedo te quitaba libertad.

Supo entonces que contar con un armario u otro, sostener unas opiniones u otras no salva a nadie de la crítica, igual que no evita el error o tener que hacer una labor de restauración, en los casos necesarios, para rectificar a posteriori. Como esa imperfección nunca va a desparecer, tendrá que estar también incluida en el amor, cuidado o respeto que nos debemos. Asumirlo supuso un nuevo punto de partida, un amanecer de verdad, para nuestra chica, hasta ese momento complaciente.

Incluso esas personas que vemos completamente perfectas y seguras de sí mismas tienen sus miedos y sus defectos. Solo son mejores magos que saben ocultarlo mejor. Recuerda que no hay mayor demonio que nosotros mismos cuando hacemos de jueces inquisidores.

Lorena Vara González

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