Las lecciones zen sobre el miedo son también lecciones sobre el ego. Dicen los maestros de esa disciplina filosófica que si el ego tuviera motor, el miedo sería su combustible. Para ellos, en realidad no se puede hacer un gran inventario de miedos, sino que estos se reducen a solamente tres. Y los tres tienen que ver con lo que llamamos “yo”.
Desde esta perspectiva, todos los miedos que experimentamos los seres humanos tienen dos raíces bien definidas: el apego y la ignorancia. El apego nos hace vulnerables, porque implica fijar nuestra mente, nuestras emociones y nuestro deseo en algo externo. Por supuesto, esto entraña una primera forma de temor: el de perder aquello a lo que estamos apegados.
La ignorancia, por su parte, nos sumerge en un estado de incertidumbre y duda que facilita la aparición del miedo. El no reconocer el riesgo o el peligro de manera precisa y el no entender cuál es el camino para enfrentarlo, conduce a que nos sintamos invadidos de inseguridad y temor. Las lecciones zen sobre el miedo nos dicen que hay tres temores que surgen de esas dos raíces básicas. Son los siguientes.
“La fuente de todo nuestro temor proviene de nuestras propias mentes descontroladas o delirios”.
-Buda-
La ignorancia, por su parte, nos sumerge en un estado de incertidumbre y duda que facilita la aparición del miedo. El no reconocer el riesgo o el peligro de manera precisa y el no entender cuál es el camino para enfrentarlo, conduce a que nos sintamos invadidos de inseguridad y temor. Las lecciones zen sobre el miedo nos dicen que hay tres temores que surgen de esas dos raíces básicas. Son los siguientes.
“La fuente de todo nuestro temor proviene de nuestras propias mentes descontroladas o delirios”.
-Buda-
1. Conservar la vida, una de las lecciones zen sobre el miedo
La primera de las lecciones zen sobre el miedo nos indica que el temor más básico del ser humano es a perder la vida. Identificamos la pérdida de la vida, básicamente como la pérdida del cuerpo. Somos seres físicos y esa es nuestra realidad más elemental. Habitamos nuestro cuerpo y el miedo a perderlo es el miedo a dejar de ser.
Este miedo equivale al miedo a la muerte. Sin embargo, la muerte no es solamente la finalización total de nuestras funciones orgánicas. También hay, por así decirlo, otras escalas de pérdida del cuerpo en el camino hacia la muerte. Por ejemplo, se pueden perder capacidades, o la juventud, o el funcionamiento normal del organismo o la autoimagen.
Las lecciones zen sobre el miedo nos indican que el temor a perder la vida se puede hacer desaparecer a través del mismo cuerpo. Ese miedo es físico y si se destierra del cuerpo, sale también de la mente. Lo que se debe hacer es atender a las sensaciones corporales del miedo. Luego respirar abdominalmente, tranquilizar el latido del corazón y relajar los músculos.
2. Perder el yo
El miedo a la pérdida del yo es también lo que podría llamarse miedo al cambio. Llegamos a creer que somos lo que acostumbramos ser. Las actividades que realizamos habitualmente, los espacios que ocupamos día a día, las personas que vemos cotidianamente.
Nos acostumbramos tanto a vernos de esta manera, que sentimos un fuerte temor si el contexto cambia y quedamos expuestos a la novedad. Es entonces cuando emerge el miedo a perder el yo, a no saber qué hacer ni cómo actuar. Es una especie de miedo a diluirnos, a no ser.
Las lecciones zen sobre el miedo insisten en que este miedo también puede erradicarse mediante ejercicios de respiración abdominal. Desde esa perspectiva, el abdomen es la fuente del valor. Dicen ellos que de allí es de donde emerge “el rugido de la vida”, es decir, nuestra tranquilidad y nuestro coraje. Aconsejan hacer una respiración más profunda (abdominal) cuando se sienta este tipo de temor.
3. Miedo al sufrimiento
En general, se le llama sufrimiento a todo aquello que origine un extremo desgaste del sistema nervioso, produciendo una sensación displacentera y agobiante. Tiene que ver con carencias, limitaciones y frustraciones o deseos insatisfechos. Puede ser muy intenso y, en esos casos, llega a invadirnos y a paralizar otros aspectos de nuestro ser.
El camino para vencer el temor a sufrir, según las lecciones zen sobre el miedo, es el de trabajar por nuestro crecimiento espiritual. Cuando nos ubicamos en una perspectiva en la que todo lo que nos sucede es una oportunidad para evolucionar, desaparece poco a poco el miedo a sufrir. Se trata de ver el dolor físico o emocional como algo pasajero que nos ayuda a ser mejores.
Los maestros zen nos indican que el sufrimiento es un fenómeno que está en la mente. Es cada persona quien le otorga un significado positivo o negativo a las experiencias que vive. Por lo tanto, de cada quien depende cuánto está dispuesto a sufrir. De acuerdo con ello, el miedo al sufrimiento crece o disminuye.
Estas lecciones zen sobre el miedo nos recuerdan que somos nosotros mismo quienes alimentamos los temores, o trabajamos por bloquearlos. El mayor alimento de los miedos es la imaginación sin información. También la resistencia a los cambios y a los ciclos naturales de la vida. Finalmente, hay situaciones ineludibles y por mucho miedo que les tengamos, o por mucho que las eludamos, siempre nos alcanzarán.
Edith Sánchez
La primera de las lecciones zen sobre el miedo nos indica que el temor más básico del ser humano es a perder la vida. Identificamos la pérdida de la vida, básicamente como la pérdida del cuerpo. Somos seres físicos y esa es nuestra realidad más elemental. Habitamos nuestro cuerpo y el miedo a perderlo es el miedo a dejar de ser.
Este miedo equivale al miedo a la muerte. Sin embargo, la muerte no es solamente la finalización total de nuestras funciones orgánicas. También hay, por así decirlo, otras escalas de pérdida del cuerpo en el camino hacia la muerte. Por ejemplo, se pueden perder capacidades, o la juventud, o el funcionamiento normal del organismo o la autoimagen.
Las lecciones zen sobre el miedo nos indican que el temor a perder la vida se puede hacer desaparecer a través del mismo cuerpo. Ese miedo es físico y si se destierra del cuerpo, sale también de la mente. Lo que se debe hacer es atender a las sensaciones corporales del miedo. Luego respirar abdominalmente, tranquilizar el latido del corazón y relajar los músculos.
2. Perder el yo
El miedo a la pérdida del yo es también lo que podría llamarse miedo al cambio. Llegamos a creer que somos lo que acostumbramos ser. Las actividades que realizamos habitualmente, los espacios que ocupamos día a día, las personas que vemos cotidianamente.
Nos acostumbramos tanto a vernos de esta manera, que sentimos un fuerte temor si el contexto cambia y quedamos expuestos a la novedad. Es entonces cuando emerge el miedo a perder el yo, a no saber qué hacer ni cómo actuar. Es una especie de miedo a diluirnos, a no ser.
Las lecciones zen sobre el miedo insisten en que este miedo también puede erradicarse mediante ejercicios de respiración abdominal. Desde esa perspectiva, el abdomen es la fuente del valor. Dicen ellos que de allí es de donde emerge “el rugido de la vida”, es decir, nuestra tranquilidad y nuestro coraje. Aconsejan hacer una respiración más profunda (abdominal) cuando se sienta este tipo de temor.
3. Miedo al sufrimiento
En general, se le llama sufrimiento a todo aquello que origine un extremo desgaste del sistema nervioso, produciendo una sensación displacentera y agobiante. Tiene que ver con carencias, limitaciones y frustraciones o deseos insatisfechos. Puede ser muy intenso y, en esos casos, llega a invadirnos y a paralizar otros aspectos de nuestro ser.
El camino para vencer el temor a sufrir, según las lecciones zen sobre el miedo, es el de trabajar por nuestro crecimiento espiritual. Cuando nos ubicamos en una perspectiva en la que todo lo que nos sucede es una oportunidad para evolucionar, desaparece poco a poco el miedo a sufrir. Se trata de ver el dolor físico o emocional como algo pasajero que nos ayuda a ser mejores.
Los maestros zen nos indican que el sufrimiento es un fenómeno que está en la mente. Es cada persona quien le otorga un significado positivo o negativo a las experiencias que vive. Por lo tanto, de cada quien depende cuánto está dispuesto a sufrir. De acuerdo con ello, el miedo al sufrimiento crece o disminuye.
Estas lecciones zen sobre el miedo nos recuerdan que somos nosotros mismo quienes alimentamos los temores, o trabajamos por bloquearlos. El mayor alimento de los miedos es la imaginación sin información. También la resistencia a los cambios y a los ciclos naturales de la vida. Finalmente, hay situaciones ineludibles y por mucho miedo que les tengamos, o por mucho que las eludamos, siempre nos alcanzarán.
Edith Sánchez
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