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domingo, octubre 28, 2018

10 hábitos mentales que hacen la vida más difícil

A veces todo resulta más complicado de lo normal, pero en muchas ocasiones nosotros mismos somos causantes directos por no abandonar ciertos hábitos mentales que hacen la vida más difícil. No siempre podemos elegir alejarnos de personas tóxicas, por ejemplo. A veces, resistimos en un trabajo que no nos atrae por mera necesidad económica. También hay momentos en que hemos de afrontar pérdidas importantes. O sea, hemos de afrontar situaciones realmente complejas.

 
 
Así que, si ya de por sí todo puede resultar complicado, es importante que los hábitos mentales no se conviertan en un enemigo más contra el que luchar. Si no quieres complicarte más la vida de lo que ya es, es muy posible que esto te interese. 

Descubre hábitos mentales que hacen la vida más difícil

Son muchas las personas que han desarrollado la costumbre de aferrarse a emociones que en realidad les están haciendo daño. Este es un primer paso para sufrir más de la cuenta. De hecho, así es como se suelen crear estos hábitos mentales que hacen la vida más difícil.

Ser el centro del universo

Por mucho que tengamos la tentación de pensarlo, nuestro cuerpo no tiene tanta masa como para que todo gire a nuestro alrededor. Así que, si tienes una visión egocéntrica de cuanto te rodea, te estás complicando bastante tu existencia.

No esperes que te contesten de forma inmediata un mensaje ni que los demás puedan dejarlo siempre todo para satisfacer tus necesidades. Esta tendencia llamada efecto Spotlight ha sido estudiada por expertos de la Universidad de Cornell y no solo se ha demostrado errónea, sino también perjudicial y dolorosa.
 
O todo o nada

Otro hábito que se acaba por convertir en tu enemigo. En el mundo, pocos hecho se sitúan en un extremo (son blancos o negros). Así que, aquella frase de ‘o se hace bien (perfecto) o no se hace’ en muchas ocasiones no deja de ser una utopía fuente de frustraciones.

Según un estudio realizado en el seno de la Universidad de Waseda, la rigidez cognitiva genera expectativas imposibles, lo que suele desembocar en consecuencias bastante decepcionantes.
 
Procrastinar ante las decisiones importantes

Nos marchamos ahora hasta la Case Western Reserve University que estudió en profundidad el mundo de la procrastinación. De hecho, demostró que no siempre juega en nuestra contra, pues en un momento dado puede ayudar a rebajar el nivel de estrés posponiendo tareas desagradables.

Sin embargo, cuando la decisión pendiente es de envergadura, lo normal es que el miedo se haga cada vez mayor. Así pues, esta procrastinación termina por alimentar la ansiedad y paralizándonos.
 
Lamento constante

Una cosa es una queja puntual y otra muy distinta es el lamento constante. Es decir, si conviertes este malestar en un estado perenne, pierde el efecto catártico que pueda tener para convertirlo en una pesadilla capaz de provocar cambios cerebrales que te inviten a centrarte únicamente en lo negativo de cada situación.

Neurocientíficos de la Universidad de Yale han comprobado que las personas constantemente deprimidas cuentan con una tasa menor de renovación neuronal: es como si sus cerebros fuesen mucho más lentos. 

Expectativas irreales

Pero, igual que no es bueno ser siempre negativo, tampoco suele favorecernos el hecho de instalar nuestras expectativas en un optimismo ilusorio. Cierto grado de positividad en lo que esperamos nos ayuda a levantar la cabeza, pero una dosis desmedida en este sentido solo es fuente de grandes decepciones que pueden terminar, por ejemplo, con nuestra autoestima.

Si creamos unas expectativas excesivamente elevadas respecto a un suceso, lo normal es que nos acabemos por frustrar si estas no se cumplen, que será lo más probable.

Otros hábitos que inhiben tu capacidad cognitiva

Además, también existen otros hábitos que hacen la vida más difícil por el simple hecho de que inhiben nuestra capacidad cognitiva. Algunos de los más comunes son estos:
Cavilación: no es bueno reproducir una y otra vez eventos frustrantes, pues terminan por provocar perturbaciones emocionales.
  • Culpa: el exceso de culpa impide liberar emociones y convertirse en una distracción.
  • Queja: la queja en exceso redunda en estados de frustración e ira.
  • Rechazo excesivo: si nos paramos a analizar constantemente el rechazo, nos convertimos en nuestros peores críticos, lo que es nocivo para la autoestima.
  • Preocupación: es importante preocuparse, pero no estar constantemente preocupados. Si dedicamos exceso de recursos a esto, produciremos un estado emocional negativo.

Ya ves que los hábitos son muy importantes para ser más productivos y plenos. Si nos rodeamos de costumbres negativas, entramos en un bucle que hasta nos podría llevar a sufrir trastornos mentales. Por eso merece la pena dejar a un lado esos hábitos mentales que atentan contra nuestro estado de ánimo y, por lo tanto también, la consecución de nuestros objetivos.

Pedro González Núñez

sábado, octubre 27, 2018

Emociones aflictivas: el peso que frena nuestra felicidad

Las emociones aflictivas o negativas forman parte de nuestro registro emocional. Actúan como auténticos pesos capaces de frenar nuestro crecimiento, llenando nuestra mente de pensamientos adversos y poco útiles para llevarnos a la deriva de un peligroso desánimo. Algo tan importante como dar nombre a estos estados y quitarles poder, nos ayudará avanzar con mayor integridad.

 
 
La envidia, la frustración, la rabia, el rencor, la culpa, la decepción… La mayoría sabemos a qué saben estos estados, conocemos qué se siente conviviendo con ellos y cuánto espacio llegan a ocupar en nuestras vidas si los alimentamos. Así, tal y como nos explica el doctor James Gross, psicólogo de la Universidad de Stanford y uno de los exponentes en materia de gestión emocional, las emociones aflictivas o negativas son como zarzillos del mal (crecen de las zonas más oscuras de nuestro ser).

Los zarzillos son un tipo de plantas trepadoras que tienden a asirse a todo aquello que tenga a su alcance. Gross, señala que cuanto más poder demos a estos estados emocionales, más zarzillos crecerán a nuestro alrededor para dejarnos, poco a poco, completamente inmovilizados. Cabe intuir, por tanto, que no resulta nada fácil liberarse de ellos; de hecho, no vale solo con arrancarlos.

Las emociones aflictivas o negativas dejarán de crecer cuando dejemos de alimentarlas. Así de simple. Conseguirlo, aprender a transitar con este tipo de procesos internos requiere que sembremos en nuestro interior las semillas de la autorregulación.

“No puede haber arco iris sin una nube y una tormenta”.
-John H. Vincent- 
 
Las emociones aflictivas tienen un lugar importante en nuestra vida

Somos conscientes de que en materia de psicología emocional es muy común atribuir a las emociones aflictivas ese papel negativo y casi hasta “patológico”. De ahí, por ejemplo, que no falten los clásicos artículos y libros de autoayuda destinados a ayudarnos a “eliminar o erradicar” tales estados. Cabe señalar que está idea no es del todo acertada.

Tal y como hemos señalado, estas dimensiones forman parte de nuestro registro emocional. No podemos arrancar así como así esos “zarzillos del mal” si la propia tierra, en su mágica diversidad, se caracteriza por albergar todo tipo de especies. De este modo, dimensiones tan básicas como la tristeza, el miedo, la decepción o la rabia forman parte también de lo que somos, y algo así no se puede erradicar. No podemos negar esas emociones que conforman por tanto parte de la esencia que nos define.

La clave reside en dos aspectos muy básicos: en comprender y en regular. Saber que existen, darles nombre, comprender y gestionar esas emociones negativas es lo mejor que podemos hacer para regular nuestra conducta. 
 
La bruja que también debió ser invitada

Todos conocemos el cuento de la Bella Durmiente. En este relato tradicional los padres de la protagonista organizaron una fiesta para celebrar su nacimiento. En el reino contaban con trece mujeres sabias, con trece figuras dotadas de artes mágicas y gran poder. Sin embargo, eligieron invitar solo a doce de ellas porque había una en concreto caracterizada por su mal genio y trato difícil.

A ella no le llegó la invitación y en el reino imaginaron que no le molestaría tal decisión. Sin embargo, la decimotercera dama, hábil en artes oscuras, sí se sintió agraviada, y como castigó lanzó la maldición que ya conocemos sobre la pequeña. Una de las moralejas que podemos afinar del cuento clásico de la Bella Durmiente es que a todos les resultaba más fácil convivir con esas hadas buenas, con esas doce mujeres amables, optimistas, cariñosas y alegres que tan buen trato tenían siempre.

Invitar a la mesa a la bruja más oscura, darle una silla también a esa figura compleja, hubiera sido un acto de inclusión y responsabilidad. El modo en que la trataron es muy parecido al que hacemos nosotros mismos con las emociones aflictivas: negarlas, hacer como si no existieran. Y el resultado de tal acto es casi siempre terrible y muy nocivo.

Se nos olvida que las emociones, buenas y malas, son simples invitadas. A veces nos visitan unas y se van otras. En ocasiones llegan las menos agradables, pero como tales, también estamos obligados a recibirlas y a convivir con ellas, pero eso sí, sin darles excesivo poder y sin permitir que su estancia sea muy larga… 

Controlar las emociones aflictivas como clave de bienestar

Las emociones deben tener un valor adaptativo. Es decir, deben facilitarnos la adaptación a cada circunstancia de nuestro día a día. Así, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Maryland, nos recuerdan que ser hábiles en materia de regulación emocional nos permite desenvolvernos con efectividad en cualquier contexto y situación social. 

Por tanto, es recomendable que nos convirtamos en excelentes gestores de estas complejas dimensiones internas. Transitar con ellas sin vetarlas, negarlas o arrancarlas de nuestro registro emocional es clave para nuestro bienestar. Veamos cómo conseguirlo:
  • Las emociones aflictivas aparecen a menudo con un marcador somático: molestias físicas, malestares… Debemos detectarlas, así como el rumor de esos pensamientos negativos con los que se acompañan.
  • Entiende por qué aparecen y qué quieren decirte.
  • Date tiempo: transita con ellas de forma relajada. La meditación puede ayudarte.
  • Canalízalas y exprésalas. Habla con alguien, haz uso de la escritura terapéutica, haz algún deporte para liberar su tensión.
  • Busca una estrategia para resolverlas. No dejes para mañana la molestia que sientes hoy, sé procativo con tus emociones.

Para concluir, no olvidemos sin duda la recomendación más importante: las emociones aflictivas son meras invitadas. Tal y como llegan, muchas de ellas se marcharán. No demos espacios permanentes a quienes en poco tiempo, pueden apropiarse de todo.

Valeria Sabater

viernes, octubre 26, 2018

3 errores que bloquean la conciencia, según el budismo

Los errores que bloquean la conciencia tienen que ver con esa tendencia occidental a interrumpir los procesos. Se inculca la idea de que podemos tomar el control de todo y, en realidad, no es así. Cada proceso existe porque debe existir, toma el tiempo que debe tomar. Comienza y termina cuando debe hacerlo.

 
 
Para los budistas ese afán de intervenir en todo para modificar la realidad produce diferentes errores que bloquean la conciencia. Pasa cuando renegamos de lo que nos sucede o actuamos erráticamente para resolver algo que nos atormenta. Esto, en lugar de aproximarnos a una salida, más bien se convierte en un obstáculo para verla e ir hacia ella.

La conciencia, para los orientales, es esa capacidad de ver, sentir y comprender el momento presente. Es una lucidez que solo emerge cuando equilibramos nuestras emociones y gestionamos con inteligencia nuestros deseos. La vida no está hecha a nuestra medida, sino que somos nosotros los que debemos aprender a fluir con ella. Para lograrlo es importante identificar esos errores que bloquean la conciencia. Estos serían tres.

“Ni me dejo forzar ni me defiendo, darme quiero a entender sin decir nada. Entiéndame quien pueda; yo me entiendo”.
-Félix Lope de Vega y Carpio-
 
1. Buscar obsesivamente

El concepto mismo de buscar significa renunciar a la idea de que algo está completo en sí mismo. La búsqueda supone una tensión entre el deseo de hallar algo y no saber dónde se encuentra. Hay una cierta angustia en toda búsqueda. Sin embargo, cuando esta se hace obsesiva comienza a convertirse en uno de los errores que bloquean la conciencia.

Hablamos de buscar una verdad, una respuesta o una experiencia. Muchas veces esto se hace porque se parte de la idea de que al encontrar eso que buscamos, algo va a cambiar radicalmente. Nunca es así. Pese a ello, algunos ponen todas sus expectativas en encontrar “eso”.

El presente tiene todo lo que necesitamos. Eso es lo que nos enseña el budismo. Allí está todo lo que merecemos, lo que podemos comprender y lo que podemos asimilar. Todo lo que no tenemos, sabemos o experimentamos en el aquí y el ahora, no está presente porque así debe ser. Las búsquedas obsesivas solo nos confunden más. 
 
2. Forzar el cambio, uno de los errores que bloquean la conciencia

Determinados cambios se producen cuando las condiciones están dadas para que surja. Y esto se produce de manera natural. Es algo que fluye por sí solo, cuando estamos listos para que así sea. Por eso, forzar el determinados cambios no tiene ningún sentido.

Los budistas nos llaman más bien a trabajar por hacernos más conscientes de nuestros pensamientos, sentimientos y conductas, sin juzgarnos. Entrar en guerra con nosotros mismos es uno de esos errores que bloquea la conciencia. Al profundizar en lo que somos, pensamos y sentimos, los aspectos negativos comienzan a perder fuerza por sí solos.

No necesitamos fustigarnos ni irnos en contra de nosotros mismos para cambiar. Si no hemos modificado algún aspecto que vemos inconveniente es porque todavía no lo comprendemos del todo. Al entenderlo, comienza a diluirse. 

3. La cárcel del deber ser

El deber no es algo que se imponga en contra de uno mismo. Hay muchos “deberes ser” que vienen desde fuera, y que muchas veces adoptamos de manera automática. Esto da origen a ciclos en los que la persona no logra ajustarse a esos mandatos, pero tampoco renunciar a ellos. La consecuencia de esto es un sentimiento de culpa constante. Sentirse “en falta” permanentemente. 

Un deber que no se asume con entusiasmo y plena convicción es solo un medio para violentarnos a nosotros mismos. Nos aleja de nuestra esencia y únicamente cumple con el papel de satisfacer a otros y de evitarnos afrontar el miedo que significa desobedecer sus designios. Es una situación alienante y tormentosa. Por un lado nos impide descubrir quiénes somos realmente. Por otro lado, nos lleva a un continuo conflicto interno.

El deber también es algo que fluye naturalmente. Nos planteamos límites o restricciones porque sabemos que renunciando a lo inmediato podríamos obtener un bien superior. Por eso lo hacemos con convicción y alegría, no con opresión y pena.

Todos los errores que bloquean la conciencia tienen que ver con esa tendencia a resistirnos frente a la realidad y a tratar de forzar algún proceso. Todo ello nace del ego, de esa pulsión interior que nos induce a poner nuestro yo por encima de la realidad. Esto nos impide ver y comprender, pero además nos conduce al sufrimiento.

Edith Sánchez

jueves, octubre 25, 2018

Sacrificios en el amor: una conducta que desgasta

Sacrificios en el amor, los justos. En una relación de pareja los sacrificios continuados no hacen el amor más grande ni más romántico; de hecho, es todo lo contrario. Las renuncias continuadas desgastan y erosionan, nos van alejando de nosotros mismos hasta convertirnos en algo que no somos. Así, en una relación afectiva más que los sacrificios lo que importa son los compromisos.

 
 
Hay un viejo refrán que dice aquello de que “cuando te pisen, recuerda quejarte”. En caso de no hacerlo lo más probable es que alguien coja el gusto de pisarte: asume que no te duele. Esta misma idea la podríamos trasladar a los vínculos con nuestras parejas. Todos podemos sacrificarnos por la otra persona en un momento dado, de hecho es algo normal y perfectamente comprensible.

Sin embargo, nadie puede pasar por alto que todo sacrificio tiene un coste. Toda renuncia duele. Todo cambio de planes de última hora no es agradable. Todo cambio de sentido en nuestro rumbo vital por la otra persona no es fácil, y también escuece, a veces pesa y hasta duele, pero aún así lo hacemos de corazón porque estamos comprometidos en un mismo proyecto.

Ahora bien, si la otra persona no aprecia o no es consciente de ese coste emocional (y personal) que implica cada sacrificio, iremos por mal camino. La confianza se oxidará lentamente, hasta que tarde o temprano germinarán los reproches. Los fantasmas de cada renuncia hecha dolerán en exceso, porque cada pedazo nuestro arrojado por el camino ya no vuelve, se pierde para siempre.

La abnegación sin fronteras en las relaciones de pareja es poco saludable. El prescindir, el ceder, el claudicar hoy, mañana y pasado es un modo triste de aniquilar la propia autoestima y de dar forma a un sucedáneo de amor tan doloroso como indigesto.

“Si nada nos salva de la muerte que al menos el amor nos salve de la vida”.
-Pablo Neruda- 
 
Sacrificios en el amor ¿dónde está el límite?

A menudo suele decirse que los grandes amores, al igual que los grandes logros, requieren sacrificio. Nadie tiene por qué negarlo. De hecho, si saliésemos ahora mismo a la calle a preguntar, serían muchas las parejas que nos podrían hablar de más de una renuncia hecha por la otra persona, esas que trazaron un nuevo rumbo en sus vidas y que sin duda, merecieron la pena: ahora disfrutan de un presente pleno y feliz.

Ahora bien, hay sacrificios en el amor que no son admisibles. Es más, son muchos los que siguen pensando a día de hoy, que cuánto más grande sea la renuncia hecha por la pareja, más auténtico y más romántica será esa relación. En estos casos, es como si el amor fuera una especie de antiguo dios atávico al que rendir culto, una entidad por quien autosacrificarse.

Es necesario entender que no todo vale, que no todo es permisible. En materia afectiva no hay que inmolarse, porque los sacrificios en el amor no deben ser sinónimo de abnegación, ni aún menos construir una pira donde lanzar los propios valores, la identidad y el corazón de la autoestima. Hay límites, hay barreras de contingencia que es necesario conocer. 

La disposición al sacrificio es mejor que el sacrificio continuado

Los psicólogos Van Lange, Paul AM, Rusbult y Caryl E, Drigotas, realizaron un interesante estudio que apareció publicado en el Journal of personality and social psychology. En él demostraron que una de las variables que más predecía el compromiso, la estabilidad y la felicidad de la pareja era la disposición al sacrificio.
Es decir, una persona no necesita que su pareja esté continuamente haciendo renuncias o cesiones a su favor. Lo que valora es saber que llegado el momento, si se da algún tipo de circunstancia puntual y extraordinaria, el ser querido será capaz de llevar a cabo ese sacrificio por él o ella.
Saber que en los momentos más necesitados vamos a contar con ese apoyo incondicional y absoluto de la otra parte, es lo que nos confiere verdaderamente, seguridad y satisfacción. 
 
 Sacrificios en el amor y deudas emocionales

Todos sabemos que el amor implica un compromiso. También tenemos claro que en ocasiones, estamos obligados a llevar a cabo algún que otro sacrificio para que esa relación tenga futuro, para que se consolide tal y como deseamos. Es por tanto un medio para un fin donde las ganancias superan a las pérdidas, y donde además, llevamos a cabo ese acto con seguridad y libertad porque entendemos que revierte en ambos para crecer como pareja.

Ahora bien, en ocasiones el sacrificio en el amor puede convertirse en una deuda. De hecho, hay quien lo usa como licencia para la extorsión emocional: “con todo lo que hecho por ti y tú ahora no eres capaz de renunciar a esto”, “con las cosas que he dejado atrás para estar contigo y ahora me vienes con ese acto tan egoísta…”

Este aspecto, el de las deudas, es un detalle que no podemos dejar de lado por lo tenebroso de su esencia. Porque hay quien entiende el amor en términos absolutos y por supuesto, extremos: yo te lo doy todo pero tú también me lo debes todo. Son esas situaciones en las que se nos obliga también a sacrificar la propia identidad para hacer del “yo” un “nosotros” y perder así todo atisbo de dignidad. 

Para concluir, los sacrificios en el amor, mejor los justos, puntuales y justificados. Porque recordemos, en materia afectiva no hay por qué dejar a un lado lo que somos, no hay por qué borrar lo que valoramos o aquello que nos define.

Podremos hacer mucho por la persona amada, incluso llevaremos a cabo alguna que otra renuncia… Sin embargo, hay barreras rojas infranqueables, como ceder ante chantajes o convertirnos en algo que no somos…

Valeria Sabater

miércoles, octubre 24, 2018

Estas meditaciones te servirán para liberar la depresión y el estrés

El “estrés” y la “depresión” son términos cada vez más empleados para referirse a las conductas de los seres humanos actuales. Las horas de trabajo, el tráfico, las deudas, la desorganización, entre otras muchas, son las razones justificantes. Esto deriva en dolores de cabeza, dolores musculares, malestar estomacal, mareos, etcétera. Posteriormente puede desencadenar en trastornos alimenticios, alteración de la conducta, insomnio, alteración de la presión arterial, y otros padecimientos.

 
 
El problema radica en no controlar estos comportamientos y permitir la evolución de los mismos hasta afectar nuestras labores más básicas. Los diagnósticos personales e, incluso, de asesores psicológicos determinan el padecimiento de: estrés y depresión. Pero ¡eureka!, si se te han administrado estos diagnósticos o sientes que necesitas un cambio, te traemos la solución. En este artículo te brindamos meditaciones que te servirán para prevenir, controlar y erradicar los síntomas y modifiques tu vida.

En primer lugar, una tarea muy fácil: maneja tu respiración. Muchas de las situaciones que se salen de control y se convierten en inmanejables, se debe a la forma en que respiras. Analiza un momento pasado o que pueda suceder y date cuenta cómo alteras tu forma de respirar. Esto se debe a la ansiedad, que va conectada de cientos de sentimientos detrás y te llevan a inhalar y exhalar “a mil por hora”. Por lo tanto, sigue estos pasos a diario hasta lograr convertirlo en hábito; cuando menos pienses lo estarás haciendo inconscientemente.

Toma asiento en un lugar, espacio y elemento cómodo, donde puedas poner totalmente recta tu espalda (sin rigidez, con comodidad). Lleva la palma de tu mano al pecho y la otra palma colócala en tu abdomen. Inhala, lentamente -si quieres solo por nariz, o boca, o ambas- reteniendo el aire al final por diez segundos. Exhala, a la misma velocidad, hasta que sueltes todo el aire. La mano en tu pecho solo quedará estática, mientras que la de tu abdomen hará presión, levemente, ayudando a sacar el aire. Repite este pasos entre cinco a diez veces, diariamente, en el horario que desees y recuerda respirar de la misma forma cuando sientas que perderás el control de las situaciones.

Otra herramienta aplicable a tu vida diaria es la de la visualización. Antes que cerrarte a actuar bajo los impulsos, piensa en los instantes posteriores y las consecuencias, además de repercusiones para el futuro. Para que adoptes la técnica, acuéstate en un lugar cómodo, juntando tus piernas y extendiendo tus brazos a los costados, pegándolos a tu cuerpo. Visualiza tu cuerpo, detalladamente, desde la cabeza hasta los pies, como si estuvieras fuera de ti observándote. Visualiza las expresiones, ademanes, movimientos que empleas a diario en cada situación y corrige lo que, a tu vista, es desagradable. Realiza lo mismo al estar frente a otra persona, ¿qué imagen se están llevando de ti? Ve por esa transformación.

Otro punto a ejecutar es el de la relajación muscular. ¿Por qué entras en tensión, aprietas tus maxilares, tus puños, tu espalda y demás, para solucionar los problemas? Entonces, en el momento que desees, preferiblemente antes de ir a dormir o justo después de despertar, colócate boca arriba y con los ojos cerrados. Desde los pies hasta la cabeza, abre y cierra los dedos, sosteniendo entre tres a cinco segundos, entre tres a cinco series. Realiza la misma contracción y posterior distensión, por cada parte de tu cuerpo; mueve circularmente los pies, rodillas, cadera, manos, etc. y libera toda la tensión que mantienes. Aplica estas técnicas con en compañía de una lista musical relajante que te ayude en tus ejercicios. ¡Éxitos!

Phrònesis

martes, octubre 23, 2018

Cómo regular tus emociones difíciles a través del mindfulness

Practicar mindfulness te llevará a sentirte en un estado de calma total que partirá tu día, e incluso tu vida en dos. Muy utilizada en el día de hoy, a la cual incluso llaman “meditación actual” no la pases desapercibida. El cerebro es capaz de crear nuevas neuronas y, aún más, si se le fortalece mediante la estimulación. Recuerda que lo que no se entrena, se atrofia y para el cerebro también aplica aunque sea difícil de creer. Quédate a leer este artículo que te impulsará a saber manejar tus emociones más difíciles a través de esta práctica. 


Esto no es “meditación” y por eso lo aclaramos en el párrafo anterior, para que partamos de ese hecho. El mindfulness consiste en entrar en un estado de consciencia de lo que sucede en realidad con uno mismo y afuera. La capacidad de dar frente a lo vivido es el punto de partida al practicarlo. Sal de tu zona de confort y embárcate en esta aventura que solo traerá paz interior y capacidad para afrontar los problemas.

Con el mindfulness reducirás el estrés y la ansiedad, aquello con lo que luchas cada día por superar o, al menos, poder controlar. Según la Asociación Americana de Psiquiatría, practicarlo durante ocho semanas activará mayores zonas del cerebro. También se determinó que en ciertos espacios de la materia gris se redujo la ansiedad y el estrés. Incluso, puede llegar a considerarse que su práctica genera efectos parecidos al de los antidepresivos.

Entre otras, estarás impulsando al cerebro a mejorar la concentración y prestar mayor atención a los hechos. Incluso, esto permite que se dé una mejor resolución a los problemas y, por ende, mejorar las emociones. Incluso, la claridad mental, ayudada por una dirigida respiración, será la capacidad para dar viabilidad a los problemas. No bastará con una o dos sesiones, la clave está en convertirlo en un hábito al que se recurra constantemente.

Igualmente, otro de los factores que se ven favorecidos es el del fortalecimiento del sistema inmunológico. Científicos estadounidenses aplicaron una vacuna a un grupo de meditadores y a otro grupo que no lo era. El resultado arrojó que quienes meditaban tenían mayor capacidad de reacción frente a virus y anticuerpos. Por lo tanto, tanto el sistema inmunológico como la producción de energía positiva crean una protectora contralas enfermedades silenciosas y menos perceptibles.

Si estás buscando obtener creatividad, este también será el mecanismo para obtenerla y ponerla en acción. Sácate de la cabeza ese límite que crees te está estancando y comienza por probar los resultados. En este caso, la predisposición que traes con respecto a la creatividad la podrás soltar poco a poco. Si pintas, dibujas, escribes, compones o realizas algún tipo de actividad con alta cantidad de inspiración, lo descubrirás

Por último, establece el día en que comenzarás a practicar mindfulness. Administra espacios en tu casa donde puedas realizarlo, con total seguridad que no se verá interrumpido. Además, estipula horarios en los que te dediques a practicar en la semana. Incluso, en el previo, durante y posterior a la práctica, realiza las mismas costumbres para crear el hábito del mismo.

Phrònesis

lunes, octubre 22, 2018

Qué Es la Sincronicidad y Cómo Activarla Plenamente en Tu Vida

Hoy hablaremos de qué es la sincronicidad y de cómo funciona.

 
 
¿Alguna vez te ha pasado algo justo en el momento que más lo necesitabas? Quizás conociste a la persona adecuada en el momento adecuado… O encontraste un libro que necesitabas en el momento justo… O apareció una oportunidad inesperada…

Estas y otras cosas parecidas suceden a menudo. Parecen casualidades, pero no lo son.

Son sincronicidades.

Son una manera de comunicarnos y crear conjuntamente con el universo.

Hoy hablaremos de cómo funciona este fenómeno y de cómo lo podemos potenciar.

Es uno de los fenómenos más poderosos que existen.

Y todos podemos acceder a él.
 
Qué Es la Sincronicidad

La sincronicidad es una de las herramientas principales que utiliza el universo para comunicarse con nosotros y participar activamente en nuestras creaciones.

Y consiste en crear situaciones que nos dan algún tipo de información o facilidad para que podamos avanzar en algún aspecto de nuestra vida.

Hay muchos tipos de sincronicidades: puede ser que nos venga una intuición aparentemente de la nada; puede ser que vayamos por la calle y veamos un cartel que parezca hecho especialmente para nosotros; puede ser que alguien nos diga algo; puede ser que aparezca una determinada oportunidad…

La forma concreta que toman las sincronicidades puede ser muy diversa, pero tienen un punto en común: parecen casualidades. Y nuestra mente muchas veces intenta convencernos de que es una coincidencia y ya está.

Pero nuestro corazón sabe que no es solo eso. Hay mucho más.

Es el universo comunicándose con nosotros y facilitándonos el camino para que podamos crear lo que queremos crear.
 
Cómo Se Pone en Marcha la Sincronicidad

La sincronicidad es un proceso muy poderoso, porque pone en marcha toda la energía del universo para crear algo. El universo entero se reconfigura a sí mismo para facilitarnos el camino.

Y todos y cada uno de nosotros tenemos este proceso a nuestro lado, y podemos conectar con él siempre que queramos.

Pero para poderlo aprovechar bien, es muy importante entender cómo funciona exactamente y, sobre todo, cómo se pone en marcha.

Porque la sincronicidad se pone en marcha de una manera muy especial: a través del amor.

La sincronicidad empieza siempre con amor. Esta es la semilla que lo activa.

El proceso exacto es el siguiente: tú piensas en algo que te gusta, y sientes amor por ello. El universo detecta tus pensamientos y tu amor (porque es una unidad contigo, y siente lo que tú sientes), y enseguida se pone en marcha para crearlo.

Y a partir de aquí crea las sincronicidades.

Siempre que piensas en algo con amor, se activa un proceso para facilitar que eso que amas llegue a ti.

Siempre.

Así que, en principio, el proceso para activar la sincronicidad es sencillo: solo tienes que pensar en lo que realmente amas, y dejar que tu amor fluya.

Pero a la práctica no siempre es tan fácil. Por varios motivos.

El primero es que a menudo nos cuesta conectar plenamente con nuestro amor. Muchas veces, por ejemplo, en lugar de pensar en las cosas que realmente amamos desde un punto de vista positivo, pensamos en lo mal que estamos por el hecho de no tenerlas. Y esto no activa la sincronicidad.

Otras veces pensamos en cosas que creemos que queremos, pero en el fondo de nuestra alma no es así. Y esto tampoco activa la sincronicidad.

La sincronicidad se activa solo con el amor puro y sincero.

Tenemos que pensar en cosas que realmente amamos, y pensar en ellas de forma amorosa y positiva.

Y aparte de esto, también hay otro factor muy importante: la confianza.

Las sincronicidades requieren mucha confianza en la vida, porque raramente son situaciones claras. Cuando el universo quiere mostrarnos algo, no suele enviar a un ángel del cielo para decírnoslo claramente. Casi siempre aparece algo que parece una casualidad. Y en nuestra mente suelen aparecer dudas: “¿será una señal de verdad? ¿No me lo estaré imaginando?”

Si prestamos atención a estas dudas, nos alejamos del amor que hemos sentido en el primer momento, y muchas veces lo acabamos dejando.

Pero si nos mantenemos conectados y escuchamos a nuestro corazón, entonces desaparecen las dudas.

Y esta es la clave de todo: mantenerte centrado en el amor.

Por supuesto que es verdad.

Es uno de los procesos más hermosos que existen: tu corazón y el universo totalmente conectados, creando conjuntamente.
 
¿Por Qué las Sincronicidades Parecen Casualidades?

Así que, si conectamos con nuestro amor sincero y nos mantenemos alineados con él, el universo va poniendo situaciones en nuestro camino que parecen casualidades, pero que no lo son, y que nos facilitan conseguir aquello que amamos. Esto es la sincronicidad.

Ahora bien, sobre este procedimiento puede surgir la siguiente pregunta: ¿y por qué el universo actúa de esta manera tan poco clara? ¿Por qué no actúa de una forma más evidente? ¿Si realmente quiere colaborar con nosotros, por qué no se muestra con más claridad?

Esta es una pregunta muy importante.

Para mí, es una de las preguntas más importantes de nuestra existencia: ¿por qué la inteligencia del universo no se muestra más claramente?

¿Por qué Dios (si quieres usar esta palabra) no se muestra más claramente?

La respuesta está directamente relacionada con nuestra misión aquí.

Todos y cada uno de nosotros, al nacer en este planeta, olvidamos quiénes somos: olvidamos de dónde venimos, cómo funciona el universo, qué hemos hecho antes y por qué hemos decidido venir aquí.

Y hay un muy buen motivo para ello. No es un castigo ni nada parecido, es una decisión que tomamos de forma libre y consciente.

No hablaremos hoy de este motivo (aunque puedes leer más sobre esto aquí). Lo más importante es comprender que hay un motivo y que es un motivo positivo.

Y que el universo lo entiende plenamente, lo honra y lo admira. Por esto no se muestra de forma clara. Porque sabe que es un motivo muy poderoso y lleno de luz, y quiere respetarlo.

Así que estamos aquí, sin recordar quiénes somos, por un motivo muy poderoso y lleno de luz.

Y el universo está a nuestro lado. No se muestra claramente para respetar nuestra decisión, pero está aquí en todo momento.

Solo tenemos que conectar con nuestro amor para verlo.

Un fuerte abrazo,

Jan

domingo, octubre 21, 2018

Las palabras son tan importantes como los hechos

Las sentencias que dicen cosas como “A las palabras se las lleva el viento”, o “Son solo palabras”, fueron elaboradas y son reproducidas por quienes desconocen todo el desarrollo de la teoría del lenguaje que se dio en el siglo XX. Hoy sabemos que las palabras son actos de comunicación. También que cada persona es básicamente un discurso ambulante. 


Las personas estamos hechas de palabras, que no son otra cosa que la materialización de las ideas. Y las ideas materializan la cultura. Nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo gracias a esa cultura, a esas ideas, a esas palabras. Por eso, la palabra está en la esencia misma del ser humano y tiene una incidencia determinante.

“Una sola palabra tiene el poder de influenciar la expresión de los genes que regulan el estrés, tanto a nivel físico como emocional”.
-Andrew Newberg-

Las únicas palabras que se lleva el viento son aquellas que no nos competen. En cambio las que tienen que ver con nosotros, o con nuestros imaginarios, sí que calan dentro. No se van. Se quedan allí, moldeando nuestros sentimientos y emociones, nuestra conciencia. Hoy por hoy podríamos decir que las expresiones verbales son tan o más importantes que los hechos concretos. 

El lenguaje y su impacto en el cerebro

Uno de los asuntos más interesantes es que la neurociencias han descubierto que toda expresión hablada genera diversas reacciones en el cerebro. Tanto las palabras positivas como las negativas generan modificaciones observables. Uno de los estudios más completos al respecto lo realizaron los psiquiatras Mark Waldman y Andrew Newberg, autores del libro Las palabras pueden cambiar tu cerebro. 

Entre otros aspectos, esta obra señala que se comprobaron curiosas reacciones cerebrales frente a las palabras “sí” y “no”. Cuando una frase comienza con la palabra “No”, el cerebro comienza a segregar más cortisol, la hormona del estrés. A su vez, si la frase comienza con un “Sí”, hay mayor liberación de dopamina, la hormona del bienestar.

Así mismo, un experimento llevado a cabo en la Friedrich Schiller University mostró que las expresiones afectuosas y positivas activan la corteza prefrontal dorsomedial del cerebro. Esta zona está relacionada con la autoimagen y la toma de decisiones emocionales. Dicho de otro modo, las palabras confortables y amorosas mejoran la percepción que tenemos de nosotros mismos y facilitan nuestras decisiones emocionales. 

Las palabras positivas y negativas

Llamamos “palabras negativas” a aquellas que envían un mensaje violento o agresivo y que de una u otra manera resultan destructivas para alguien. Este tipo de palabras, al parecer, tienen un impacto más fuerte y duradero en las personas, que las expresiones positivas. Tan es así que basta con leer varias palabras negativas durante algunos segundos para aumentar el nivel de ansiedad. Palabras como “muerte”, “enfermedad”, “tristeza”, “dolor”, “miseria”, etc., generan ese incremento. 

Hay algunos estudios según los cuales el efecto de una palabra negativa no es equivalente al de una palabra positiva. Esto es particularmente cierto cuando la palabra negativa se dirige abiertamente a la persona y a sus características. Se estima que para diluir el efecto de una palabra negativa, se requieren cinco positivas. Entonces, no basta una disculpa. Hay que hacer mucho más que eso.

De otro lado, se han evidenciado interesantes fenómenos en el plano laboral. Por ejemplo, se ha comprobado que si un empleado recibe palabras de reconocimiento y valoración por su trabajo, con relativa frecuencia, tiende a comprometerse más con su labor. También tiende a ser más cooperativo y productivo.
 
Cuidar lo que se dice

En promedio, una persona dice algo así como 70.000 términos por día. Como es un acto tan frecuente y cotidiano, terminamos restándole el valor que tiene. Y, sin embargo, es la esencia misma de lo que somos y la base misma de nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. El uso adecuado de las palabras tiene un gran potencial para hacer mejores o peores nuestras vidas.

Es importante cuidar la forma de usar el lenguaje. Muy especialmente en situaciones tensas, de conflicto o de malestar interno. En este caso no solo nos referimos al cuidado de lo que le decimos a los demás, sino también de lo que nos decimos a nosotros. A veces simplemente necesitamos de un momento de silencio para encontrar las palabras que mejor pueden expresar lo que pensamos o sentimos. 

El potencial de la palabra es enorme. El psiquiatra colombiano Carlos Cuéllar recomienda comenzar y terminar el día dando gracias por estar vivos. Señala que ese solo acto suele mejorar considerablemente nuestra salud física y mental. Hagamos de la palabra una aliada para nuestro bienestar y no una trampa para hundirnos.

Edith Sánchez

sábado, octubre 20, 2018

¿Sufres el síndrome de desgaste por empatía?

La empatía es una cualidad que beneficia a nuestras relaciones personales. Además de ponernos -en parte- en el lugar de la otra persona, también nos permite percibir y comprender sus emociones. Sin embargo, empatizar demasiado puede hacer que, de manera progresiva, terminemos sufriendo el síndrome de desgaste por empatía, una definición que fue propuesta por el psicólogo Charles Figley.

 
 
Según el estudio Cuidado profesional y mecanismos paliativos del desgaste por empatía, la empatía puede ser peligrosa e inhabilitante si no se gestiona de manera adecuada. En el caso de no ser capaces de detener el desgaste por empatía a tiempo, éste puede causar cuadros severos de traumatización secundaria o convertirse en el inicio del síndrome de Burnout.

Normalmente, el síndrome de desgaste por empatía afecta a aquellos profesionales que lidian con pacientes o clientes que sufren, que tienen malestares o que padecen un gran dolor. Estamos hablando de psicólogos, trabajadores sociales o médicos, entre otros. La empatía es una parte importante de su labor. Sin embargo, sin las herramientas adecuadas, lo obtenido a través de esta herramienta puede terminar convirtiéndose en su propio enemigo. 
 
El dolor emocional de los demás

A pesar de que el síndrome de desgaste por empatía pueda afectar a determinadas personas que se dedican a algunas de las profesiones que ya mencionamos, también nosotros, sin ejercer ninguna de las llamadas profesiones de riesgo, podemos sufrirlo. Esto puede pasar debido a que somos muy empáticos y a que nos preocupamos de una manera excesiva por el dolor emocional de los demás.

No obstante, una cosa es entender el dolor ajeno y otra sentirlo. Esto último es lo que les ocurre a las personas que son muy empáticas. Es como si absorbiesen el dolor de los demás y la exposición prolongada (o una exposición muy intensa) a él les puede generar el síndrome de desgaste por empatía. Hablamos de agotamiento emocional, seguido con frecuencia por sentimientos de aislamiento, confusión y una tendencia a reprimir/contener las emociones.

Afortunadamente, como bien señalamos, existe la posibilidad de contar con determinadas herramientas que nos permiten lidiar con este síndrome y prevenirlo. Conocerlas es importante para evitar quedar atrapados por las emociones de los demás, guardar cierta distancia psicológica para proteger nuestro bienestar y regular nuestros estados de ánimo.

“De algún modo, vibra en mí lo que siente otra persona, y cuando las emociones a las que una persona se expone son de profundo sufrimiento, el impacto es evidente”.
-Bermejo- 
 
Herramientas para el síndrome de desgaste por empatía

A continuación, vamos a ver algunas herramientas que podemos poner en práctica si tenemos un trabajo que requiera estar en contacto con personas que necesitan ayuda o si somos altamente empáticos y eso nos causa pensamientos intrusivos, pérdida de energía, incremento de la ansiedad, somatización de emociones o apatía. Para ello seguiremos el siguiente trabajo: Desgaste por empatía en médicos de familia.
  • Interacción con amigos: supone un alivio de la carga emocional, además de un intercambio de opiniones que pueden ser un gran apoyo para situaciones o casos complejos.
  • Contención familiar: la familia es un elemento importante que nos permite dialogar, desahogarnos y abstraernos de los problemas que podamos, ya sea en el trabajo o a nivel personal.
  • Actividades de ocio: realizar actividades relacionadas con algún deporte o afición, como cuidar de un huerto ecológico, nos ayuda a cuidarnos y a brindarnos tiempo para nosotros.
  • Terapia psicológica: esencial no solo para conocer este tipo de herramientas, sino también para realizar ejercicios en la consulta que puedan ayudar a afrontar el síndrome de desgaste por empatía.

Otra serie de herramientas de las que nos habla el trabajo mencionado es la necesidad de saber desconectar, así como de informarse y capacitarse para poder gestionar el desgaste por empatía. Todo esto no implica eliminar nuestra capacidad para empatizar, sino poner determinadas estrategias en práctica para salvaguardar nuestro bienestar.


“No le pregunto a la persona herida cómo se siente. Yo mismo me convierto en la persona herida”.
-Walt Whitman- 

El síndrome de desgaste por empatía puede llegar a hacernos sentir culpables: nos encontrarnos tan cansados psicológicamente que creemos que hemos perdido nuestra capacidad para empatizar. Esto no es más que una consecuencia de empatizar sin saber regularnos y protegernos de forma adecuada.

Esperamos que las herramientas de las que te hemos hablado te ayuden, no solo a lidiar con el desgaste por empatía, sino también a afrontar otra serie de problemas que puedas experimentar. Al fin y al cabo, cada una de ellas no son más que recomendaciones que deberíamos poner en práctica más a menudo para sentirnos mejor y disfrutar de un mayor bienestar.

En todo caso, si crees que sufres el síndrome de desgaste por empatía, no lo dudes, pide ayuda profesional. Un psicólogo te guiará para que encuentres aquello que te funciona y te acompañará en todo el proceso. Así, continuarás siendo una persona empática, aunque ahora contarás con recursos para proteger tu bienestar.

Raquel Lemos Rodríguez

viernes, octubre 19, 2018

Señales de que estás quemado emocionalmente

El agotamiento psicológico es un angustioso estado que muchas personas padecen sin saberlo. Se puede llegar a estar quemado emocionalmente pero creer que todo se debe a un trabajo no muy gratificante o a unas relaciones sociales no muy fluidas. Esto puede ser cierto, pero también es posible que esté ocurriendo todo lo contrario: es la fatiga emocional la que no permite que lo demás funcione.

 
 
Estar quemado emocionalmente significa quedarse sin fuerzas. Ocurre cuando vives de manera mecánica, sin pensar ni sentir mucho y actuando todo el tiempo como si todo lo que te sucediera fuera impuesto. Como si tu vida no te perteneciera y eso no te importara.

“El cansancio trae pensamientos sin esperanza”.
-Juan Carlos Onetti-

En ciertos casos alguien llega quemado emocionalmente a la vida adulta. Si la familia es disfuncional, probablemente ha tenido que invertir muchas de sus energías en tratar de ubicarse y comprender un entorno adverso. Estas son algunas de las señales que te pueden ayudar a identificar si eres víctima de esa fatiga emocional.
 
Cansancio constante

Este cansancio se diferencia del cansancio normal en que sientes la fatiga aun teniendo suficiente tiempo de descanso. Es como si el cuerpo y la mente no quisieran trabajar. Como si lo único viable fuera tenderte en la cama y levantarte al mes siguiente. Pero, incluso si haces eso, la sensación de cansancio no se disipa.
Y es que el cansancio emocional pesa tanto o más que el cansancio físico. Cuando estás quemado emocionalmente es porque las circunstancias desbordan los recursos que tienes para asumirlas. Así mismo, una larga lista de dificultades emocionales no resueltas, dan como resultado esa sensación de peso subjetivo que te lleva a la fatiga.
 
Cinismo, una señal de que estás quemado emocionalmente

El cinismo moderno es esa actitud que lleva a insistir e incluso ufanarse de algo que conscientemente se está haciendo de una manera inadecuada. Algo así como: “Sí, lo estoy haciendo mal, ¿y qué?” Así mismo, ese cinismo se expresa con acciones autodestructivas y/o temerarias. Caminar tarde por un sitio peligroso, conducir a altas velocidades u otras situaciones de riesgo.

Todo esto es señal de que hay un hartazgo generalizado frente a la vida. Estás quemado emocionalmente y eso te conduce a bloquear tus sentimientos y anestesiarte. Es como si quisieras o no pudieras evitar gritarle al mundo que no te importa nada. Quizás sí te importa, pero tu energía vital está menguada y sientes que no tienes fuerza para resistirte o para intentar algo mejor.
 
Desapego

Este tipo de desapego se experimenta como una imposibilidad para conectarte realmente con las personas o las situaciones en las cuales te encuentras. Es como si existiera una distancia invisible que te impide crear un vínculo genuino con el mundo y con la vida. 

En el marco de ese desapego puede emerger un sentimiento de soledad, que tampoco te importa demasiado. Lo asumes como un hecho dado, no como una realidad que podrías cambiar a tu favor. Es usual que te armes de frases hechas sobre la validez del egoísmo o la inutilidad de los afectos.
Sentimiento de ineficacia

Cuando alguien está quemado emocionalmente también se percibe a sí mismo como impotente o incapaz. Hace todo cuanto está en sus manos para convencerse de que ningún esfuerzo será suficiente para lograr algo. También menospreciará el logro: ¿para qué plantearse objetivos, si al final todo sigue siendo igual?

El sentimiento de ineficacia nutre esa fatiga emocional que se experimenta. Es como si para hacer cualquier cosa se requiriera de toneladas de energía, de la cual no se dispone. De este modo, todo parece lejano y difícil. Por eso una persona que está emocionalmente quemada suele optar por la pasividad.
 
Aburrimiento frecuente

En estos casos existe una enorme dificultad para disfrutar de lo grande y lo pequeño. Casi cualquier cosa parece aburrida, monótona o sin gracia. No hay deseos de hacer planes ni de emprender ningún proyecto. Lo que prima es la inercia. La persona simplemente se deja llevar por las circunstancias, sin oponer resistencia. Si esto no se trata, puede convertirse en anhedonia.

Si crees que estás quemado emocionalmente, debes saber que todo puede ser diferente. Es probable que necesites ayuda profesional, no porque seas víctima de algún tipo de deficiencia, sino porque alguien externo puede detectar y ayudarte a abordar asuntos que pueden pasar inadvertidos para ti. 

En un estado así debes darle prioridad a tu bienestar. Nada es más importante que tú mismo. Puedes sorprenderte al comprobar que si emprendes un proceso de transformación, los resultados pueden comenzar a verse rápidamente. Más que un gran acopio de fuerzas para desbloquear tus emociones, lo que necesitas simplemente es tomar la decisión de elegir un nuevo camino.

Edith Sánchez

jueves, octubre 18, 2018

La hermosa leyenda sobre el origen de los sentimientos

No hay certeza de cómo surgió la hermosa leyenda sobre el origen de los sentimientos. Por alguna razón desconocida se le adjudicó a Mario Benedetti, pero en realidad él no la escribió. Algunos especulan con que se trata de una versión corregida de un cuento de Jorge Bucay, o tal vez de Mariano Osorio.

 
 
Como quiera que sea, lo cierto es que comenzó a circular hace unas tres décadas con el nombre de El juego del escondite del amor y de la locura. Sin embargo, con el tiempo adoptó el título por el cual es más conocida: La leyenda de los sentimientos.

“Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios”.
-Carlo Dossi-

Se trata de una historia que nos lleva al fantástico momento en el que todavía nada estaba hecho y comienzan a configurarse las distintas emociones de las personas. Nos remite al origen de los sentimientos de una manera conmovedora y muy humana.
 
El origen de los sentimientos

Cuenta la leyenda del origen de los sentimientos que en algún lugar de la Tierra se reunieron diferentes virtudes y vicios de los humanos. El aburrimiento, que siempre estaba muy aburrido, comenzó a bostezar y ya les estaba contagiando la pereza a los demás. Para que esto no ocurriera, la locura les propuso a todos que hicieran algo divertido. “Juguemos al escondite”, dijo. 

La intriga se veía interesada en el asunto y la curiosidad inmediatamente preguntó: “¿Cómo es el juego de las escondidas?” La sabiduría explicó que se trataba de un viejo divertimento. Solo era necesario que alguno se tapara la cara y que contara hasta un millón, mientras que los demás se escondían. Luego, quien hubiera contado, debía salir a buscarlos a todos.

Inmediatamente el entusiasmo y la euforia comenzaron a saltar. Les encantaba la idea del juego. Se mostraban tan felices que por fin la duda dijo que quería participar. Y la apatía, que siempre se mantenía apartada, también expresó la intención de entrar. Así comenzó este juego, que sería el del origen de los sentimientos.
 
Y comienza el juego

La locura, siempre tan loca, se ofreció para ser la primera en contar. Y comenzó… “Uno, dos, tres…” La verdad no quiso jugar, porque no le veía sentido. Al fin y al cabo iban a encontrarla. La soberbia dijo que el juego era muy tonto y que no quería participar. Lo que le molestaba es que hubiera sido la locura y no ella quien hubiera hecho la propuesta.

La pereza comenzó a correr para esconderse, pero se cansó demasiado pronto. Así que se ubicó detrás de la primera roca que vio. El triunfo, tan diligente como siempre, escogió el árbol más alto y lo trepó para esconderse en la copa. Detrás de él iba la envidia, que aprovechó la gran sombra del triunfo para ocultarse debajo de este. 

Mientras tanto, la fe salió corriendo y pronto comenzó a volar. Ante el asombro de todos, subió al cielo y se escondió entre las nubes. Nadie podía creerlo, solo la fe era capaz de hacer esas cosas. La generosidad, por su parte, estaba muy preocupada por los que no encontraban escondite. Así que ayudaba al uno y al otro, por lo que casi no alcanza a esconderse. El egoísmo, en cambio, encontró un maravilloso escondite en una cueva, pero lo rodeo de espinos para que nadie más pudiera compartirlo con él.
 
El sorpresivo final del juego

La locura estaba emocionada. Contaba y contaba, hasta que pronto llegó a un millón. Luego se descubrió el rostro y comenzó a buscar a sus amigos. A la primera que encontró fue a la pereza, que estaba a tres pasos de ella. Luego encontró a la pasión y al deseo, que se habían ocultado en el fondo de unos volcanes.

Después encontró a la mentira. Era tan mentirosa que le había hecho creer que estaba escondida debajo del agua, pero en realidad se había ocultado en medio del arco iris. La locura también estaba tras la pista del olvido, pero se le olvidó a dónde conducía esa pista, así que lo dejó para después.
El único que no había logrado esconderse era el amor. Cuando la locura se aproximaba, apenas si tuvo tiempo de parapetarse detrás de unos matorrales. La locura, que no era tonta, se dijo: “el amor es tan cursi, que de seguro habrá ido a esconderse en medio de los rosales”. Como las rosas tenían espinas, la locura tomó una horqueta y comenzó a hincarla. De pronto se escuchó un alarido de dolor. La locura había herido los ojos del amor.

Compungida por lo sucedido, la locura no sabía qué hacer. Lo único que se le ocurrió fue arrodillarse y pedirle perdón. También se ofreció a ser su lazarillo para siempre, pues le había destrozado los ojos. Desde entonces, el amor es ciego y la locura lo acompaña.

Aquí finaliza esta bella historia sobre el origen de los sentimientos, una leyenda que coloca cualidades a nuestros sentimientos, unas cualidades que determinan nuestras experiencias emocionales y que seguramente casi todos identificamos en nuestras vivencias.

Edith Sánchez

miércoles, octubre 17, 2018

¿Qué es la contradependencia y por qué afecta a tanta gente?

La contradependencia es una palabra nueva que se creó para nombrar un fenómeno que también es relativamente nuevo: la tendencia al desapego afectivo por miedo. No hace muchas décadas lo que se consideraba “normal” era estrechar los lazos con otros. Los vínculos familiares se protegían y se cultivaban, así como los lazos con la comunidad.

 
 
Actualmente sigue manteniéndose esa cercanía en los pueblos pequeños, aunque no con tanta fortaleza como antes. En cambio, en las ciudades, especialmente las más grandes, parece haber una epidemia de contradependencia. Mucha gente quiere que nadie se inmiscuya en su vida. La mayoría de las relaciones se consideran efímeras o circunstanciales. Se privilegia la vida en solitario.

“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”.
-Jorge Luis Borges-

Aún así, también es frecuente la queja frente a la soledad. Muchos quisieran que las cosas fueran diferentes, pero tampoco están dispuestos a cambiar decididamente. Es como si se deseara que ahí estuviera el otro, pero sin los inconvenientes y contradicciones que encarna esa otredad. Ni se quiere admitir la dependencia, ni se quiere pagar el precio de la contradependencia. Esa es la paradoja.
 
Características de la contradependencia

Contrario a lo que se pueda pensar en primera instancia, las personas que tienen problemas de contradependencia no son solitarias, ni se aíslan ni acostumbran a tener un círculo pequeño de amigos. Todo lo contrario. El miedo a la intimidad los lleva al otro extremo. Son de los que van de reunión en reunión, de fiesta en fiesta. Están “en todo”. 

La principal característica de la contradependencia es la dificultad para conectar profundamente con otro ser humano. Además de esto, también hay otros rasgos que la identifican:
  • Establecen relaciones fácilmente, pero luego se detienen y no avanzan.
  • Dicen sentirse “atrapados” si alguien quiere intimar con ellos.
  • Se alejan de los demás sin ningún aviso previo.
  • Sienten simpatía por las personas que se muestran carentes o necesitadas.
  • Casi siempre están “ocupados”.
  • No piden ayuda a pesar de que la necesiten.
  • Huir antes que sufrir

La lógica de alguien afectado por la contradependencia se basa en la idea de que se debe evitar sufrir, a toda costa y al precio que sea. Siente que estrechar los lazos con alguien es un asunto que entraña grandes riesgos. Teme sentirse vulnerable y teme ser abandonado. Por eso se arma con un caparazón para no sentir y abandona antes de que lo dejen a él. 

Los contradependientes rara vez entran en conflicto con los demás. El conflicto exige cierto grado de intimidad y de vinculación, que es precisamente lo que ellos evitan. Para los otros su actitud puede resultar muy extraña e incomprensible. Un día desaparecen, sin que haya existido un inconveniente y sin dar ninguna explicación.

Son el tipo de personas que te dicen que están más centrados en el éxito, o en sus proyectos, que en tener una relación. Consideran a esta última algo poco serio, o de poco valor. También tienen un aire de aparente superioridad. Sienten que son demasiado evolucionados como para que los demás los comprendan, o que los otros quieren aprovecharse de sus múltiples virtudes.
 
Un mundo interior invadido por el miedo

Detrás de las personas que caen en la contradependencia lo que hay es miedo, con todas sus letras. Esta actitud evitativa probablemente nace de experiencias pasadas que no se han superado del todo. Particularmente, de duelos sin concluir o vivencias traumáticas durante la infancia. Se trata de personas que han sido heridas o abandonadas y que decidieron dejar de sentir para no volver a pasar por un dolor así.

El problema es que terminan por creerse su propia mentira. No les parece que tengan un problema, sino todo lo contrario: piensan que son mejores que los demás. Se trata de un mecanismo de compensación para sobrellevar su propia vulnerabilidad. Suelen ser bastante duros consigo mismos y muy severos a la hora de juzgar sus propios errores.
Las personas contradependientes se ponen muy tensas en situaciones muy personales o íntimas. Si llegan a sentir que necesitan de otro, experimentan vergüenza y se recriminan a sí mismos. También son bastante desconfiados. En general, piensan que las demás personas tienen intenciones escondidas o una agenda oculta.

En el fondo, los contradependientes sufren mucho. Sienten el vacío y la soledad, pero como están marcados por la prevención, prefieren renunciar a ser más felices, aunque tengan la oportunidad de construir relaciones positivas con otros. Lo que está claro es que estas personas necesitan comprensión, afecto y quizás ayuda profesional para romper la coraza que los atrapa.

Edith Sánchez

martes, octubre 16, 2018

Cómo afecta la generosidad al cerebro

Para el ser humano, practicar la generosidad en la mayoría de las ocasiones es placentero. De hecho, parece ser que la razón principal por la que las personas somos generosas con los demás es que nos hace sentir bien. La sensación producida por los actos de generosidad ha sido denominada por los expertos como efecto de brillo cálido. Esto describe la sensación placentera que recibimos al ayudar a los demás.

 
 
Investigaciones recientes han profundizado en cómo la generosidad afecta a diferentes aspectos de nuestro bienestar. Por ejemplo, un estudio de este tipo publicado en la revista Nature Communications demostró que la generosidad nos hace más felices y lo confirmó al resaltar las regiones del cerebro involucradas.

Pero, ¿importa a quién ayudamos? ¿Hay alguna diferencia entre ayudar a alguien cercano o a alguien que no conocemos? ¿Pueden las diferentes formas de generosidad mejorar nuestra salud?

Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Pittsburgh en Pennsylvania, ha calificado por primera vez las diferentes formas generosidad y ha investigado los efectos que estas diferentes formas de generosidad tienen en el cerebro. Los resultados se han publicado en la revista Psychosomatic Medicine: Journal of Biobehavioral Medicine.
 
Apoyo dirigido y no dirigido

Los investigadores distinguen entre dos forma de generosidad: apoyo ‘dirigido’ y apoyo ‘no dirigido’. Brindar apoyo dirigido implica ayudar a alguien directamente, como prestar dinero a un amigo o familiar. Brinda apoyo no dirigido significa ayudar a una causa social o general, como, por ejemplo, donar dinero a la beneficencia.

Según este estudio, proporcionar un apoyo social ‘dirigido’ a otras personas necesitadas activa regiones del cerebro involucradas en el cuidado de los padres. En contraste, proporcionar apoyo ‘no dirigido’ no tiene los mismos efectos neurobiológicos.

Esto puede ayudar a los investigadores a comprender los efectos positivos para la salud de los lazos sociales. Dicen los investigadores que los resultados del estudio resaltan los beneficios únicos de brindar apoyo específico y dilucidar las vías neuronales mediante las cuales brindar apoyo puede llevar a la salud.
 
La generosidad reduce la actividad de la amígdala

Los investigadores realizaron un par de experimentos para evaluar las respuestas del cerebro y proporcionar diferentes tipos de apoyo social.

En el primer estudio, 45 voluntarios realizaron una tarea de ‘dar apoyo’ en la que tuvieron la oportunidad de ganar recompensas para alguien cercano que necesitaba dinero (apoyo específico o apoyo dirigido), para caridad (apoyo no dirigido) o para ellos mismos. Tal y como esperaban los investigadores, los participantes se sentían más conectados socialmente y sentían que su apoyo era más efectivo cuando brindaban apoyo social específico (dirigido).

Después, los sujetos se sometieron a una tarea de identificación emocional que incluía una exploración funcional de resonancia magnética para evaluar la activación de áreas específicas del cerebro al brindar apoyo social. Proporcionar apoyo, independientemente de quién recibió el apoyo, se relacionó con una mayor activación del estriado ventral y el área septal, dos regiones previamente vinculadas a los comportamientos de cuidado de los padres en los animales.

Sin embargo, solo se asoció una activación más alta del área septal con una menor actividad en una estructura cerebral llamada amígdala, a veces vinculada a las respuestas de miedo y estrés. cuando las personas brindaron apoyo específico.

En el segundo estudio, 382 participantes proporcionaron información sobre su comportamiento para brindar apoyo (comportamiento prosocial) y se sometieron a una tarea de identificación emocional diferente con la exploración funcional de resonancia magnética. Una vez más, aquellos que informaron haber brindado apoyo más específico también mostraron una actividad más reducida en la amígdala.

En ambos estudios, brindar apoyo no dirigido (como donar a organizaciones benéficas) no estuvo relacionado con la actividad de la amígdala.

El apoyo dirigido tiene beneficios de salud únicos

Los resultados sugieren que ofrecer apoyo específico puede proporcionar un beneficio de salud único al reducir la ansiedad y el estrés. Según los autores del estudio, los seres humanos prosperan con las conexiones sociales y se benefician cuando actúan al servicio del bienestar de los demás.

Un estudio previo, los mismos investigadores encontraron que brindar apoyo social tiene efectos positivos en las áreas del cerebro involucradas en el estrés y las respuestas de recompensa. Ese estudio sugirió que brindar apoyo, no solo recibirlo, puede ser un contribuyente importante a los beneficios para la salud física y mental del apoyo social.

El nuevo estudio agrega evidencia adicional de que brindar apoyo dirigido puede ser únicamente beneficioso. Tanto el apoyo dirigido como el no dirigido están vinculados a una mayor actividad del área septal, apoyando la teoría del ‘brillo cálido’ que se experimenta al brindar apoyo: ayudamos a los demás, directa o indirectamente, simplemente porque nos hace sentir bien.
 
Nueva vía neuronal: la generosidad dirigida mejora la salud

Dicen los investigadores que el vínculo entre el aumento de la activación del área septal y la disminución de la actividad de la amígdala sugiere una vía neuronal. Mediante esta vía neuronal “la prestación de apoyo influye en última instancia en la salud, que es específica de las formas específicas de apoyo dirigido, como la donación a personas específicas que sabemos que están necesitadas”.

También señalan que su estudio no puede identificar la causa y el efecto de brindar apoyo para la activación de área septal o la amígdala. Además, dicen que proporcionar apoyo social dirigido no siempre conduce a una mejor salud. Por ejemplo, el cuidado prolongado de un familiar enfermo puede ser perjudicial para la salud.

El estudio se suma a la evidencia previa que respalda la idea de que brindar apoyo social a otros puede ser un factor ignorado con frecuencia en el conocido vínculo entre lazos sociales y la salud. “Dar un apoyo específico a una persona identificable con necesidades se asocia de manera única con una actividad reducida de la amígdala, contribuyendo así a comprender cómo y cuándo brindar apoyo puede llevar a la salud”, concluyen los investigadores.

Eva Maria Rodríguez

lunes, octubre 15, 2018

La técnica del 10-10-10 para tomar decisiones

La técnica del 10-10-10 es un método especialmente diseñado para tomar decisiones complicadas. O sea, ese tipo de decisiones en las que si eliges el camino A, las cosas pueden salir bien o mal. Lo mismo ocurre con los caminos B y C. Entonces, en pocas palabras, no sabes qué hacer porque no hay ningún factor que incline la balanza hacia alguna parte.

 
 
Para esas decisiones complejas a veces no basta con el viejo truco de la lista de pros y contras. Es entonces cuando la técnica del 10-10-10 es útil. Este método fue inventado por Suzy Welch, una periodista especializada en economía de Estados Unidos, que ya es famosa por sus éxitos editoriales.

Welch estudió en detalle el funcionamiento del cerebro durante la toma de decisiones. Encontró que hay una falla muy importante, a la que se le denomina descuento hiperbólico. En pocas palabras, significa que nos comportamos como si el futuro no existiera. Por ejemplo, comemos comida chatarra, como si no estuviéramos acumulando una enfermedad. Para neutralizar ese sesgo se creó la técnica del 10-10-10.

“El riesgo de una decisión equivocada es preferible al terror de la indecisión”.
-Maimónides-
 
¿Cómo funciona la técnica del 10-10-10?

La técnica del 10-10-10 comienza con la formulación de la pregunta que da origen a la decisión compleja. Lo primero, entonces, es definir claramente cuál es el problema que se pretende resolver o cuál es la decisión que se debe tomar. Por ejemplo, ¿debo cambiar de trabajo? ¿Es momento de tener un hijo? ¿Lo mejor es irme del país?

Cuanto más preciso seas al definir la pregunta, más fácilmente lograrás tomar una decisión acertada. El panorama se aclara mucho cuando sabemos exactamente cuál es el elemento esencial de un problema o las variables que lo mantienen.

Lo que sigue es recopilar información. Esto se puede hacer mediante la lectura, la conversación o cualquier otro medio que se tenga a mano. Lo que se pretende es identificar los principales caminos que hay para resolver el problema o solucionar el conflicto. ¿El objetivo? Responder a tres sencillos interrogantes: ¿cuáles serán las consecuencias de cada una de mis opciones en diez minutos? ¿Y en diez meses? ¿Y en diez años? 
 
Los tres tiempos

La técnica del 10-10-10 no debe asumirse de forma estrictamente literal. Es decir que no necesariamente tienes que preguntarte por los diez minutos, o diez meses, o diez años. Esto es simplemente una forma didáctica de ilustrar el funcionamiento del método. Lo que se busca es mirar la situación en términos de lo inmediato, a mediano y a largo plazo.

El primer momento se refiere a las consecuencias que puede tener una decisión ahora mismo, en el instante preciso en que se toma. El segundo momento alude a cuando la decisión ya ha sido tomada y arroja sus primeras consecuencias. Y el tercer momento tiene que ver con el futuro remoto y los efectos que la decisión irá teniendo en el tiempo.

Se llama técnica del 10-10-10 simplemente porque Susy Welch quería emplear este nombre como un mantra. Sin embargo, a lo que alude básicamente es al momento de la exaltación (o toma de decisión), a un tiempo después y al tiempo en que ya todo está dicho y hecho. 
 
El análisis

Una vez se han visualizado los tres tiempos, mediante la técnica del 10-10-10, se lleva a cabo un análisis adicional. En este deben intervenir la información que se ha recopilado, las opciones que se han visualizado, las creencias, metas, sueños y necesidades. Welch señala que en este punto hay que formularse una pregunta concreta: ¿cuál es la opción que me ayuda a tomar mayor control sobre mi propia vida?

La respuesta a esa pregunta es el factor definitivo para tomar la decisión. Aquello que garantice mayor coherencia con el plan de vida es lo más adecuado. Muchas personas se sorprenden del resultado final, ya que es usual que este proceso haga aflorar miedos, o deseos que no eran muy claros.

No siempre al final del proceso las personas llegan a una conclusión feliz. A veces las decisiones implican renuncias o pérdidas. Sin embargo, si el método se aplicó de manera adecuada, también surgirá una sensación de alivio. Una vez que se descubre la vía que conduce a la evolución personal, también nace una mayor voluntad para proyectar las energías hacia allá.

Edith Sánchez

domingo, octubre 14, 2018

Aprendiendo a expresar mis emociones: consejos para lograrlo

¿Qué sería de las relaciones interpersonales sin poder emitir lo que dictan las emociones? Muy difícil sería, sin embargo, muchos se cohiben de hacerlo por temor a determinadas reacciones. Los factores van desde los excesos de expresarse, hasta ocultarlos por completo, y no se sabe cuál es el peor extremo. Por lo tanto, debes saber que aprender a expresar tus emociones de forma correcta se convertirá en un arma a tu favor primordial. Por ello, te invitamos a leer y compartir este artículo, donde te damos consejos para lograr expresarte.
 
 
 
¿Qué siento?

En primer lugar debes determinar qué es lo que sientes, aunque esta frase te parezca trivial y pretenda ser obviada. De hecho, el principal problema de las personas es no entender qué es lo que siente y en qué se diferencia de cualquier otro sentimiento. Este es el primer error, al confundirse y luego recordar desmotivaciones por esto y reprimir las emociones venideras. ¿En qué se diferencia este sentimiento de otro?, ¿a cuál se parece?, o ¿este sentimiento es único? Determina el causal de tu emoción, las nuevas o reconocidas sensaciones y ajústalo a la situación que estés viviendo.
 
El momento también es importante

Escoge el momento correcto, incluyendo a la(s) persona(s), el lugar, las palabras y, por supuesto, las emociones apropiadas. El contexto será primordial para hacerlo, ya que puede jugar a tu favor o hacerlo totalmente en contra y dañar tus planes. De por sí, las personas que hagan parte pueden servir en tu estrategia, así que acierta con respecto a quien está a tu lado. Como se dice en la academia: “todo comunica”, así que sé prudente en tu elección.
 
Emociones racionales

Debes asegurar que lo que vayas a transmitir esté totalmente fundamentado, sin dejar temas al aire que puedan perjudicar la situación. No te dejes llevar por los impulsos, sino mejor premedita lo que comunicarás, ya que podrás tener dominio del hecho. Muchas veces, la experiencia sirve como ejemplo, dando paso manejarte de nuevo con mayor confianza en el presente. Si te basas en las inseguridades y miedos, es probable que la otra persona lo detecte y la oportunidad se tire a la basura. No des lugar a los rodeos, actúa con total seguridad y enfrenta lo que se presente.
 
Espera una respuesta, sé asertivo

Será fundamental generar retroalimentación, para permitir que ambos se encuentren contextualizados y no solamente tú. Pregunta a la persona si te estás haciendo entender, así generarás mayor confianza y una mejor relación. Lo ideal es que te pongas en el lugar de esa persona y determinar si estás empleando el lenguaje apropiado. No hay nada más incómodo que solo una de las dos personas se exprese y, como lo dijimos al principio, hacerlo en exceso también es perjudicial. Imagina que res la otra persona, escúchate, detalla tus movimientos, compórtate brindando la mejor imagen y todo se dará a tu favor.
 
Que las malas experiencias no te marquen

Además, no repliques experiencias negativas, no lo hagas, en absoluto, por tu bien. Si sabes cómo te ha ido siendo de determinada forma, ¡no lo repliques!, ya que será incómodo, nuevamente, para los demás, y deberás lidiar con fantasmas del pasado. Entrena tu mente para adaptar los buenos resultados y desechar aquello que no te favorece.

Phrònesis

sábado, octubre 13, 2018

Síntomas físicos de la depresión: cuando tu cuerpo habla

Los síntomas físicos de la depresión son un modo en que nuestro cerebro nos avisa de algo que no va bien. Este trastorno complejo no solo altera el ánimo y los pensamientos. Si hay algo habitual es el claro impacto que tiene sobre nuestro cuerpo, trayéndonos dolor, fatiga, inflamaciones, problemas del sueño, etc. Pocas condiciones alteran de forma tan intensa toda nuestra persona.

 
 
El dolor mental existe y es el auténtico responsable de muchas de nuestras enfermedades físicas. Sin embargo, nos resulta más fácil decir aquello de me duele la espalda, la cabeza o el estómago a decir en voz alta algo tan dramático como “me duele la vida”. Porque si hay algo que sí sabemos es que nuestra realidad es a menudo altamente dolorosa.

Los fracasos, las pérdidas, las decepciones, el no saber qué hacer o cómo reaccionar ante algo trae sufrimiento. Aún más, es común experimentar una profunda angustia emocional sin forma y sin origen concreto, un malestar persistente al que no sabemos darle explicación o un desencadenante específico. La depresión, como vemos, tiene mil formas y tantos relieves que como si de una huella dactilar se tratara. No hay dos igual.

Abunda por ejemplo esa combinación tan desgastante donde la ansiedad se entremezcla con la depresión. Ahí donde los pacientes suelen definir este estado como estar asustado y tremendamente cansado al mismo tiempo. Como querer estar solo y temer a la soledad a la vez. Como tener ganas de escapar y sentirse paralizado al mismo tiempo.

Vivir con depresión o cualquier otro trastorno no es fácil para nadie. Sin embargo profundizar en la anatomía de estas condiciones es muy necesario para comprender mejor a qué nos estamos enfrentando.

“Si conoces a alguien con depresión no le preguntes nunca por qué esta así. La depresión no tiene explicación, no hay respuestas, no hay nada que tú hayas hecho mal y por lo que tengas que justificarte ante los demás. La depresión es como el clima”.
-Stephen Fry- 
 
Síntomas físicos de la depresión (el cuerpo dolorido)

La depresión duele. Podríamos definirla de muchas formas: un estado paralizante, pensamientos negativos e incluso dañinos, angustia, miedo, tristeza, apatía, desánimo… Sin embargo no es común escuchar en boca de nadie esa definición donde se nos revela que la depresión es por encima de todo sentir dolor, ahí donde el sufrimiento físico (además del emocional) es real.

Estudios como el llevado a cabo en la Universidad de medicina de Texas en el 2004 avalan esta misma información: los síntomas físicos son comunes en la depresión y, de hecho, toda esta sintomatología se evidencia mediante el dolor o con alguna alteración orgánica.

Tanto es así que tal y como nos revela el doctor Madhukar H. Trivedi, responsable de este trabajo, gran parte de los pacientes acuden a sus centros de atención primaria por ese dolor de cabeza, ese dolor de espalda o esos problemas del sueño o digestivos sin saber que todas esas experiencias son los síntomas físicos de la depresión. Veamos seguidamente cuáles son esos síntomas más recurrentes.
 
Cansancio, sensación de pesadez y dolor general

Todo pesa, todo duele, el cuerpo se vuelve lento y es como vivir en el interior de una opresiva escafandra. Este es sin duda una de las características que experimentan gran parte de las personas con un trastorno depresivo.

Asimismo, tal y como nos explica en un estudio el doctor Steven Targum, director de Hospital de Boston, las personas deprimidas ni siquiera se benefician de un sueño reparador. Aunque duerman 12 horas se seguirán sintiendo agotadas.
 
Dolor de espalda

Si tuviéramos que hablar de un dolor clásico asociado a la depresión estaría sin duda el dolor de espalda. Esta molestia supera incluso a las cefaleas. Si nos preguntamos ahora el por qué de esta relación, podemos remitirnos a un estudio de la Universidad de Emory llevado a cabo en el 2016. Estas son las conclusiones:
  • Hay un vínculo entre las vías inflamatorias y los neurocircuitos del cerebro cuando este experimenta sensación de alarma, miedo o angustia.
  • Se produce una reacción, un debilitamiento del sistema inmunitario y una respuesta inflamatoria que se localiza sobre todo en la columna vertebral, en los nervios y vértebras de la espalda.
  • Mayor sensibilidad al dolor

Otro de los síntomas físicos de la depresión es nuestro umbral del dolor. De pronto todo resulta doloroso, un roce, un golpe leve, los cambios de temperatura, distintos tipos de ropa... La piel y nuestros receptores son más sensibles y sufrimos más. 
 
Problemas digestivos

Con la depresión suelen cursar de forma frecuente todo tipo de alteraciones digestivas:
Calambres.
Digestiones lentas.
Colon irritable.
Dolor de estómago.
Sensación de llenura…

Tal y como nos indica un trabajo de la Universidad de Harvard, no podemos olvidar que existe una íntima relación entre nuestro cerebro y el sistema digestivo. Factores como el estrés, la ansiedad, los miedos, las angustias y las tristezas provocan una serie de alteraciones que parten desde el esófago hasta el colon.
 
Problemas oculares

Este dato es curioso. Otro de los síntomas físicos de la depresión es la percepción del contraste. Se trata de una pequeña disfunción en la vista donde a la persona le cuesta focalizar las cosas, las ve no solo más borrosas, sino que experimenta además una pequeña dificultad para diferenciar el blanco y el negro.

Estudios como el realizado por la Universidad de Harvard nos indican que cuando alguien está deprimido, el mundo es más monocromo y abundan ante todo los colores azules y grises. Se trata de un dato muy llamativo en el que coinciden muchos pacientes que sufren esta condición psicológica.
Para concluir, tal y como hemos podido apreciar los síntomas físicos de la depresión son múltiples. No obstante, recordemos que esta serie de molestias o particularidades deben acompañarse por una serie de alteraciones emocionales y cognitivas para poder conformar el cuadro clínico de una depresión.

La tipología y el modo de afrontarla será algo que decidirá un profesional. Recordemos a su vez que sea cual sea el tipo de depresión que padezcamos todas son tratables. En el momento que se experimente una mejoría la mayor parte de estos síntomas físicos desaparecerán. Cuando nuestra mente está en calma el cuerpo deja de gritar para dejarse llevar en sintonía con nuestro bienestar emocional.

Valeria Sabater