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jueves, julio 26, 2018

¿Pides perdón con frecuencia? Cuando el exceso afecta a la autoestima

¿Pides perdón con frecuencia? Decir “lo siento”, en principio, es uno de los “pegamentos” sociales que refuerzan nuestras relaciones. Sin embargo, hacerlo de forma constante puede debilitar nuestra autoestima. Pensemos que el acto de pedir disculpas debe ser puntual y significativo, no un ejercicio continuado y casi obsesivo donde de algún modo, se deja entrever nuestra falta de confianza.

 
 
“Siento molestarte, pero: ¿puedo hacerte una pregunta?”, “Perdón, ¿puedes dejarme ese bolígrafo de ahí?”, “Perdón, pero yo opino que…” Podríamos dar mil ejemplos de esas situaciones en las que el sustantivo “perdón” se convierte en el protagonista de nuestras conversaciones.

Algo que en un principio podría ser un rasgo distintivo de nuestra cortesía o buena educación, se convierte a veces en una dinámica con implicaciones negativas para nosotros mismos.

Decía Jean de la Bruyère que solo hay un exceso permisible en nuestro mundo, y no es otro que el de mostrar auténtica gratitud. Porque no es lo mismo el acto de dar las gracias que el de mostrarse verdaderamente agradecido.

Con el perdón sucede lo mismo. Podemos pronunciar esta palabra veinte veces al día, cuarenta veces incluso. Sin embargo, siempre será preferible hacer uso de este término cuando es verdaderamente necesario. Reflexionemos sobre ello.
“Pedir perdón no siempre significa que estamos equivocados y que el otro está en lo cierto. Simplemente significa que valoramos una relación mucho más que a nuestro ego”.
-Anónimo-

¿Pides perdón con frecuencia? Deja de disculparte en exceso

Cuando pides perdón con frecuencia das a entender al otro que debe liberarte de algo. Tarde o temprano, las personas que te rodeen acabarán cansadas o más aún, terminarán pensando que no dispones de la suficiente confianza para actuar con autonomía. Así, y como ocurre en cualquier ámbito de la vida, todo extremo es malo, tanto si abusamos de algo como si prescindimos por completo de cualquier dimensión.

Un ejemplo de esto último lo tenemos en Donald Trump. Una de sus frases más conocidas es en la que afirma “no disculparse nunca porque sencillamente, él nunca se equivoca”. Otro ejemplo de este extremo es el de Martin Winterkorn, el antiguo CEO de Volkswagen.

A pesar de quedar sobradamente demostrado el fraude cometido en las emisiones de sus coches diésel, tardó casi un año en pedir disculpas públicamente. Cuando lo hizo, la confianza de gran parte de los clientes ya estaba “rota”.

En el otro lado de la balanza están sin duda todos esos perfiles que hacen uso y abuso de las disculpas. A veces por educación y cortesía y otras por simple inseguridad, no son conscientes de las implicaciones que ello puede tener. Veámoslo a continuación.
Devaluamos el propósito del perdón

Perdonar y pedir perdón son dos ejercicios altamente terapéuticos. Resuelven conflictos, liberan cargas, alivian tensiones. Pocos actos implican mayor responsabilidad que asumir la implicación en un agravio u ofensa para pedir a la otra parte ser perdonado por ello. Ahora bien, si nos pasamos el día pidiendo perdón por cosas nimias la esencia del perdón pierde significado y relevancia.
 
Nos devaluamos a nosotros mismos

¿Pides perdón con frecuencia? Entonces párate un instante en reflexionar en la siguiente idea. ¿Cómo crees que te ven los demás cada vez que pides disculpas por algo que no tiene importancia ni repercusión alguna? Hay situaciones que no justifican el uso de esta palabra. Gran parte de las veces en que la utilizas no se ha dado ninguna circunstancia real en la que necesites ser perdonado.

Debemos entender que no por pedir más veces perdón nos mostraremos más humildes, más correctos o respetuosos. No pidas disculpas por preguntar, por pasar, por sentarte, por ese lápiz que se te cae, por pedir ayuda, por respirar… Aúna autoestima y fortalece tu confianza.

Pedimos perdón como comodín para salir de ciertas situaciones

La mayoría lo hacemos: pedir perdón como quien usa un comodín para salir del paso en ciertas situaciones. Son momentos en que de algún modo, aflora nuestra inseguridad o timidez. Pensemos en ello. Es común pedir perdón cuando nos dirigimos a un desconocido o a alguien que nos impone ⇔ “perdón ¿puedo hacerle una pregunta? “Disculpe, podría darme esa llave que se me ha caído…”

El problema por tanto, más que en el uso de esta palabra está en “abusar” de ella. Cuando se convierte en ese recurso persistente en nuestro vocabulario, en ese engranaje con el que movernos en gran parte de nuestros escenarios sociales.
 
¿Cuándo pedir perdón y cuándo no?

¿Pides perdón con frecuencia? Entonces es probable que desees saber cuándo es mejor hacerlo y cuándo no. Trabajar este aspecto de nuestra conducta hará que nos sintamos más competentes y seguros en cualquier situación y escenario.

Cuándo pedir perdón:
  • Pide perdón cuando hayas causado daño a alguien.
  • Hazlo cuando hayas ofendido, decepcionado o herido los sentimientos de una persona.
  • Pide ser perdonado cuando te arrepientas de una conducta, de una acción realizada.
  • Sé capaz de pedir perdón cada vez que te equivocas y tu error, afecte a otros.
  • Pide perdón para cerrar etapas, para dejar atrás viejos rencores.
  • Intentemos ser capaces también de pedirnos perdón a nosotros mismos. Todos acumulamos errores o elecciones poco adecuadas que pesan e nuestro presente y que merecen ser liberadas, perdonadas.
 
Cuándo no pedir perdón
  • No pidas perdón cuando estés dando tu opinión.
  • Evita pronunciar esta palabra en situaciones donde carece de sentido esta dimensión: cuando te dirijas a alguien, cuando quieras hacer una pregunta, cuando necesites coger algo…
  • Evita pedir perdón cuando necesites ayuda.

Para concluir, a pesar de que hayamos oído aquello de que “pedir perdón no nos hace fuertes”, entendamos que todo tiene un límite. Porque a veces, el abuso desdibuja el sentido real y poderoso de este término tan saludable y perdemos la autoestima. Hagamos un uso adecuado y sabio de esta maravillosa dimensión.

Valeria Sabater

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