Todos tenemos algún miedo que nos impide actuar, ya sea que nuestra pareja nos deje, que perdamos el trabajo o tener un accidente, entre otros. En ellos subyacen una serie de actitudes que favorecen, de forma sutil, que aquello por lo que sentimos tanto pavor esté muy presente.
Ahora bien, cuando algo nos da miedo, de alguna manera u otra podemos acabar atrayéndolo. Por ejemplo, si tememos ser abandonados por otras personas nos encontraremos con amigos o parejas que nos harán revivir una y otra vez ese sentimiento de abandono.
Confirmar que lo que tanto tememos sucede puede llegar a paralizarnos o a pensar que tenemos mala suerte. De ahí que nos dé miedo actuar y dar un paso más allá, para salir de esa situación en la que el temor y la inseguridad controlan nuestras vidas.
Confirmar que lo que tanto tememos sucede puede llegar a paralizarnos o a pensar que tenemos mala suerte. De ahí que nos dé miedo actuar y dar un paso más allá, para salir de esa situación en la que el temor y la inseguridad controlan nuestras vidas.
Adelantarse a los acontecimientos
El problema que tenemos si vivimos con miedo es que siempre nos estamos adelantando a los acontecimientos. De esta forma, suponemos e imaginamos todo lo que puede ocurrir en el futuro. Nos decimos cosas como “Sé que este trabajo no voy a durar mucho”, “Al final encontrarán a alguien que les guste más que yo” o “Ni se me ocurre emprender por mi cuenta. No me saldrá bien”.
“Si crees que ya lo sabes todo es que no has aprendido nada”.
-Alfredo Vela-
Con todas estas premisas es muy complicado que podamos actuar. Además, esto tiene una grave consecuencia, nos terminaremos sintiéndonos estancados debido a los límites que nos hemos estado poniendo. Unas barreras que hemos ido ciñendo con el tiempo hasta el punto de que nuestra zona de confort se ha convertido en un espacio bastante reducido.
Vivir con miedo constante es una percepción nuestra. No es real. Nos aventuramos a intentar imaginar lo que ocurrirá si tomamos determinadas decisiones o lo que sucederá si salimos de nuestra zona de confort. Pero esto no tendrá un desenlace feliz, ya que estamos abonando un terreno repleto de inseguridades que no se harán esperar para manifestarse y darnos la razón.
El problema que tenemos si vivimos con miedo es que siempre nos estamos adelantando a los acontecimientos. De esta forma, suponemos e imaginamos todo lo que puede ocurrir en el futuro. Nos decimos cosas como “Sé que este trabajo no voy a durar mucho”, “Al final encontrarán a alguien que les guste más que yo” o “Ni se me ocurre emprender por mi cuenta. No me saldrá bien”.
“Si crees que ya lo sabes todo es que no has aprendido nada”.
-Alfredo Vela-
Con todas estas premisas es muy complicado que podamos actuar. Además, esto tiene una grave consecuencia, nos terminaremos sintiéndonos estancados debido a los límites que nos hemos estado poniendo. Unas barreras que hemos ido ciñendo con el tiempo hasta el punto de que nuestra zona de confort se ha convertido en un espacio bastante reducido.
Vivir con miedo constante es una percepción nuestra. No es real. Nos aventuramos a intentar imaginar lo que ocurrirá si tomamos determinadas decisiones o lo que sucederá si salimos de nuestra zona de confort. Pero esto no tendrá un desenlace feliz, ya que estamos abonando un terreno repleto de inseguridades que no se harán esperar para manifestarse y darnos la razón.
Actuar es imprescindible
Actuar es un imprescindible. Desde cosas tan básicas como saber qué queremos estudiar, a qué deseamos dedicarnos o si queremos o no a una persona como pareja. Porque si tanto miedo tenemos y tan complicado se nos hace tomar decisiones ¿cómo lograremos hacerlo cuando no nos quede otra opción?
Ahí es cuando cometemos los mayores errores. Esperar hasta el último momento para tomar una decisión, nos puede hacer elegir mal. De la misma manera, al tener tanto miedo a actuar, puede que permitamos que otros tomen las decisiones por nosotros. Y esto es un grave error.
Si nos hemos identificado ya con estas características y nos cuesta mucho tomar acción, entonces también seremos conscientes de que siempre intentamos tener todo bajo control. Es una necesidad. No obstante, esto es imposible, por mucho que lo deseemos.
Imaginemos que nos echan del trabajo de manera repentina e inesperada. No sabríamos qué decisión tomar. De la misma manera sucede si, un día, nuestra pareja nos dice que nos deja. Al ser personas con dificultades para tomar decisiones y actuar, las sorpresas no serán bienvenidas.
“Ojo a las situaciones inesperadas. En ellas se encierran a veces las grandes oportunidades”.
-Joseph Pulitzer-
Ahora bien, cuando nos quedamos quietos y seguros en nuestra zona de confort también sucede algo. Poco a poco ese miedo que tan constreñidos nos tiene nos va desgastando por dentro. Esto se puede ver en las dudas que constantemente cargamos a nuestras espaldas o en esas inseguridades que hacen que no logremos ningún éxito cuando, en realidad, estamos capacitados para alcanzarlo.
Actuar es un imprescindible para vivir tal y como deseamos y para impedir que otros nos dirijan. Todos tenemos miedos y pueden superarse. Es más, en lugar de permitirles a estos que nos limiten, podemos utilizarlos a nuestro favor. ¿Cómo? Usando la fuerza que tienen para hacernos temblar, dudar y desear huir, para tirarnos a la piscina y actuar. Permitiéndonos decidir sin dar prioridad a los temores de nuestra mente. Pues en ella los miedos tienen fuerza hasta que empezamos a actuar.
Raquel Lemos Rodríguez
Actuar es un imprescindible. Desde cosas tan básicas como saber qué queremos estudiar, a qué deseamos dedicarnos o si queremos o no a una persona como pareja. Porque si tanto miedo tenemos y tan complicado se nos hace tomar decisiones ¿cómo lograremos hacerlo cuando no nos quede otra opción?
Ahí es cuando cometemos los mayores errores. Esperar hasta el último momento para tomar una decisión, nos puede hacer elegir mal. De la misma manera, al tener tanto miedo a actuar, puede que permitamos que otros tomen las decisiones por nosotros. Y esto es un grave error.
Si nos hemos identificado ya con estas características y nos cuesta mucho tomar acción, entonces también seremos conscientes de que siempre intentamos tener todo bajo control. Es una necesidad. No obstante, esto es imposible, por mucho que lo deseemos.
Imaginemos que nos echan del trabajo de manera repentina e inesperada. No sabríamos qué decisión tomar. De la misma manera sucede si, un día, nuestra pareja nos dice que nos deja. Al ser personas con dificultades para tomar decisiones y actuar, las sorpresas no serán bienvenidas.
“Ojo a las situaciones inesperadas. En ellas se encierran a veces las grandes oportunidades”.
-Joseph Pulitzer-
Ahora bien, cuando nos quedamos quietos y seguros en nuestra zona de confort también sucede algo. Poco a poco ese miedo que tan constreñidos nos tiene nos va desgastando por dentro. Esto se puede ver en las dudas que constantemente cargamos a nuestras espaldas o en esas inseguridades que hacen que no logremos ningún éxito cuando, en realidad, estamos capacitados para alcanzarlo.
Actuar es un imprescindible para vivir tal y como deseamos y para impedir que otros nos dirijan. Todos tenemos miedos y pueden superarse. Es más, en lugar de permitirles a estos que nos limiten, podemos utilizarlos a nuestro favor. ¿Cómo? Usando la fuerza que tienen para hacernos temblar, dudar y desear huir, para tirarnos a la piscina y actuar. Permitiéndonos decidir sin dar prioridad a los temores de nuestra mente. Pues en ella los miedos tienen fuerza hasta que empezamos a actuar.
Raquel Lemos Rodríguez
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