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viernes, junio 30, 2017

El poder de las grandes olvidadas: las emociones positivas

Las emociones son esos procesos innatos que forman parte de nuestra vida y a los que muchas veces no les prestamos la suficiente atención… Desde hace algunos años, y cada vez más, se insiste en la relación directa que tienen con nuestra salud. De hecho, las emociones positivas pueden potenciar nuestra salud del mismo modo que las negativas pueden debilitarla.



Tal y como demuestran numerosos estudios, nuestro sistema nervioso central y nuestro sistema inmunológico se comunican directamente. Esto quiere decir que las emociones y el cuerpo no están separados, sino muy conectados e interrelacionados.

“Una mente lúcida y un buen corazón acompañados por sentimientos cálidos, son las cosas más importantes. Si la mente no se dirige a los pensamientos positivos y elevados, nunca podremos hallar la felicidad”
-Dalai Lama-

Lo que sí es cierto es que en las informaciones y publicaciones que nos llegan, se insiste en la repercusión que tienen las emociones negativas. Es decir, se nos advierte de la influencia negativa que tienen ciertas emociones en nuestra salud y se nos orienta sobre la conveniencia de evitar emociones negativas como el miedo, la ira… Sin embargo, lo que no es tan popular es el hecho de que bloquear estas emociones puede ser fuente de problemas de salud.

Emociones que cuidan nuestra salud

De un tiempo a esta parte, algunos expertos del ámbito de la salud han realizado un giro en la visión y abordaje emocional. Es decir, han realizado sus planteamientos en positivo. En vez de centrarse y enfocarse en las emociones negativas, han dirigido su mirada al poder de las emociones positivas.

Arturo Agüero, médico y director del Hospital Nacional Diego Alcorta, asegura en su libro “Emociones que curan” que las emociones positivas pueden desalojar la carga negativa de aquellas otras sensaciones que, ancladas en nuestro cuerpo, amenazan nuestra salud.

De la misma manera, la doctora estadounidense B. Fredrickson, ganadora del “Highest templeton prize in Positive Psychology”, tras años de investigación científica descubrió el efecto potenciador de la salud que tienen las emociones positivas.

“La risa es tremendamente relajante, es una gran meditación. La risa es de una belleza tremenda, te da ligereza, te da alas para volar. Y la vida está llena de oportunidades para reír. Solo necesitas tener sensibilidad”
-Osho-

De la misma manera, la Universidad de Kentucky ha realizado una investigación longitudinal. El resultado ha demostrado una relación entre las emociones positivas y la longevidad. Así mismo, tras décadas de investigación tenemos pruebas que evidencian la relación de las emociones positivas con nuestro estado de salud y esperanza de vida. De hecho, está comprobado que quienes experimentan más emociones positivas tienen menor tensión arterial y un sistema inmunológico más fuerte.
Algunas emociones y sentimientos positivos…

Alegría y diversión

La alegría es quizá una de las emociones más rápidas. Sucede en un instante, cuando nos encontramos en un ambiente que resulta placentero. Aparece en aquellos momentos “perfectos” donde sentimos que las cosas son exactamente como deberían de ser y estamos donde deberíamos estar.

De igual importancia, la diversión es la emoción asociada al placer y se encuentra en aquello que nos hace reír y permite nuestra recreación. La diversión, en este sentido, es un poderoso relajante natural.

“Si exagerásemos nuestras alegrías, como hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia”
-Anatole France-

Gratitud

Esta emoción debe ser entendida en su más amplio sentido. Dar las gracias a la vida, a la naturaleza, a nuestros compañeros de vida… Sentirnos agradecidos por la salud, por el lugar donde vivimos, etc.

Dar gracias al mismo tiempo es un motivo de alegría. Significa que alguien nos cuida o que la suerte nos sonríe. Y… ¿A quién no le reconforta esto?

“La gratitud es una flor que brota del alma”
-Beecher-

Serenidad

La serenidad es una emoción más relajada, sostenida y sutil que la alegría. Se disfruta cuando estamos totalmente presentes y conscientes de lo que estamos viviendo. Además, la serenidad es la emoción que facilita que veamos el bosque y no solamente el árbol cuando hay un problema, aumentando así las probabilidades de encontrarle una solución.

Interés

El interés es un estado más elevado que motiva las conductas de exploración e investigación. Gracias al interés tenemos el deseo y la motivación para aprender y desarrollar nuestros conocimientos, cualidades y habilidades.

Amor

En el estado de enamoramiento, en nuestros cuerpos se produce una reacción biológica que incrementa nuestros niveles de oxitocina y progesterona. La consecuencia es inmediata: aumenta nuestra sensación de bienestar y se reduce nuestro nivel de estrés. De este modo, mejora nuestra salud y calidad de vida.

“El odio no disminuye con el odio. El odio disminuye con el amor”
-Buda-

En conclusión, las investigaciones apoyan un cambio de enfoque en la forma de entender las emociones, los sentimientos o los estados emocionales más prologados. Así, no se trataría tanto de bloquear las emociones negativas como de potenciar las positivas, ya que estas neutralizan las anteriores. De hecho, este nuevo punto de vista no deja de poner en valor a todas las emociones, con independencia de la valencia que tengan.

Las emociones negativas tienen un valor adaptativo incuestionable. Y las emociones positivas tienen un objetivo trascendente y evolutivo que va más allá de las sensaciones agradables que nos proporcionan.

Irati Novella

jueves, junio 29, 2017

¿Cómo se relacionan la personalidad y las emociones?

Cada uno somos como somos, igual que nadie es exactamente el que fue, eso está claro. Pero, ¿alguna vez te has planteado hasta qué punto influye tu manera de ser en cómo te sientes o en que aparezcan en tu vida más emociones positivas o negativas? ¿Hasta qué punto influye tu personalidad en la inclinación de esta balanza?



Si somos felices, nuestra salud mental será mejor, sentiremos mayor bienestar subjetivo y nuestra satisfacción con la vida será más alta. ¡Descubre si tus rasgos de personalidad hacen que tu felicidad sea mayor o, si por el contrario, hacen que predominen las emociones negativas en tu vida!

“¿Quién soy? Estoy tratando de averiguarlo”
-Jorge Luis Borges-

¿Por qué es beneficioso el afecto positivo?

El afecto positivo es la propensión a experimentar más emociones positivas que negativas a lo largo del tiempo. Estas emociones agradables hacen que las personas tengan un repertorio de conductas más amplio y rico que el de aquellas que sienten más malestar emocional. Además, promueve hábitos de vida saludable, por lo que es un eficaz medio de prevención.

Esto hace que la satisfacción con la vida sea mayor. Esta satisfacción es la percepción que tenemos cada uno de nosotros de la cantidad y de la calidad de la felicidad de la que disfrutamos. Pero, ¿qué importancia tiene esto en nuestro bienestar? Mucha. Y no solo a nivel psicológico, sino también a nivel físico. Una alta satisfacción con la vida está relacionada con una mayor esperanza de vida, salud y longevidad.

De hecho, supone una ventaja en el equilibrio hormonal, así como en otros indicadores tanto del sistema fisiológico como del inmune. Pero también se asocia a mayor satisfacción con nuestras relaciones sociales (tanto de amistad como de pareja) y con nuestro salario y trabajo. Por último, hace que tengamos unas estrategias de afrontamiento adaptativas, orientadas a la solución de problemas.

La personalidad y la felicidad

Se han llevado a cabo numerosos estudios sobre cómo influyen los rasgos de personalidad en el tipo de emociones que predominan en nuestras vidas. Así, se ha encontrado que el neuroticismo está relacionado con la afectividad negativa, mientras que la extraversión está relacionada con la positiva. Dicho de otro modo, las personas intravertidas suelen puntuar más alto en afecto negativo y las extravertidas en afecto positivo.

“Los pensamientos son los ladrillos con los que has de construir el edificio de tu personalidad. El pensamiento determina el destino. El mundo que te rodea es el reflejo de tus propios pensamientos”
-Swami Sivananda-

Ahora veamos los distintos tipos de personalidad afectiva. Encontramos cuatro. El primero lo engloban las personas autoconstructivas, que puntúan alto en afecto positivo y bajo en negativo. Este primer tipo, como es lógico, presenta mayores niveles de felicidad o bienestar subjetivo.

El segundo tipo de personalidad es el afectivo-alto. La tendrían aquellas personas con un afecto intenso, tanto hacia el polo positivo como hacia el negativo. Son los siguientes más felices. Les siguen los del tercer tipo: los afectivos bajos. ¿Quiénes son estos? Los que presentan bajos niveles de ambos tipos de afectos.

Por último, los menos felices serían los del tipo de personalidad afectiva autodestructiva. Estas personas presentan bajos niveles de afectividad positiva, pero altos niveles de afectividad negativa. Dicho esto, no es difícil imaginar que sus niveles de bienestar subjetivo sean los más bajos.

La personalidad y la resiliencia

En estas investigaciones se ha encontrado que el tipo autoconstructivo presenta altas puntuaciones en extraversión y bajas en neuroticismo. Pero no solo eso, también obtienen altas puntuaciones en otro rasgo que no hemos mencionado hasta ahora: la responsabilidad.

“A veces, ante la mala manera de ser de los otros, uno se siente orgulloso de ser uno mismo y no otro”
-André Maurois-

Este perfil de personalidad no solo se relaciona con unos niveles más altos de felicidad, sino que también se asocia a una mayor resiliencia: la capacidad de ver las dificultades como retos que superar y de los que salir reforzados, en lugar de verlos como muros infranqueables o amenazas.

Así, las personas que no se ven capaces de afrontar las situaciones cuadran con el perfil vulnerable o inhibido. O lo que es lo mismo: con el tipo autodestructivo. Visto esto, se puede asumir que la personalidad tiene una fuerte relación con nuestra salud global, influyendo en los distintos ámbitos de nuestra vida, como nuestro estado emocional, con todo lo que esto significa.

Laura Reguera Carretero

miércoles, junio 28, 2017

Hay un dolor que enseña, que esculpe y nos conecta a los demás

Hay dos tipos de dolor: uno capaz de encerrarnos en nosotros mismos, ese que crea traumas, ese por cuyas heridas ya no suele entrar la luz. El otro es el que nos enseña, el que nos confiere un corazón de grafeno y esa fortaleza inconmensurable donde además, se aviva en nosotros la capacidad de conectar mucho mejor con los demás, de ser más sensibles y receptivos al sufrimiento ajeno.



Decía Dante que quien sabe de dolor sabe de todo. Ahora bien, ¿quiere decir esto que estamos casi obligados a tener que sufrir para adquirir un auténtico aprendizaje de lo que es la vida? Hay matices. En realidad, podríamos decir que en lo que se refiere al plano psicológico y a ese escenario más íntimo, atómico a la vez que extraño que define nuestro universo interno, hay detalles que conviene desgranar, afinar e hilvanar.

“Si tuviera la posibilidad de elegir entre la experiencia del dolor y la nada, elegiría el dolor”.
-William Faulkner-

El primer aspecto a en cuenta es que el dolor surge del cerebro. Es él quien tras recibir determinadas señales de nuestro entorno, de nuestro cuerpo y de nuestros sentidos, las interpreta en pocos segundos y decide al instante si generar o no una sensación e dolor. Es como un alarma, cómo quien oprime el botón del pánico cuando está siendo atacado, cuando algo o alguien atenta contra nuestro bienestar físico o emocional. Contra nuestra supervivencia misma.

Sin embargo, y aquí viene sin duda lo más interesante, toda señal de dolor sentida y percibida tiene una finalidad. Son señales de advertencia que no podemos ignorar y ante las cuales, hay que reaccionar. Cuando ponemos el dedo en el fuego el cerebro nos enviará una señal de dolor intenso, pero cuando lo retiremos, enviará al instante una serie de neuroquímicos con los que aliviar el sufrimiento.

Así, en el plano emocional ocurre casi lo mismo que en el físico. Cuando sufrimos un trauma, cuando experimentamos una decepción, una ruptura, etc., el cerebro también interpreta estos hechos como agresiones, como auténticas “quemaduras”. El dolor es una invitación directa a que reaccionemos, a que actuemos, a que pongamos en práctica adecuadas estrategias de afrontamiento, a que apartemos la mano del fuego… Y el aprendizaje obtenido sobre ello, ya nunca se olvida.

El dolor y la felicidad

Fue Aldous Huxley quien nos enseñó que vivir en un estado de placer sin fin puede erigir auténticas sociedades distópicas, tal y como pudimos descubrir en su novela ” Un mundo feliz” . Aunque la idea de placer sin fin nos parece idílico, la realidad es a menudo muy diferente. De algún modo, podríamos decir casi sin equivocarnos, que el ser humano necesita “pequeños” toques o pinchazos de dolor para experimentar el contraste del placer.

Por ejemplo, pocas cosas pueden ser más reconfortantes en una fría noche de invierno que llegar a casa y tomarnos un chocolate caliente. Los atletas, por su parte, experimentan también una notable euforia después de un intenso esfuerzo físico, ahí donde las endorfinas y otros opiáceos endógenos median en esa sensación de bienestar tan reconfortante que aplaca, en cierta medida, el dolor de un cuerpo que se lleva al límite.

Si decimos por tanto que el dolor puede en realidad aumentar el sentimiento de placer y la felicidad no es ninguna contradicción, no es ninguna ironía. Son muchos los estudios publicados al respecto de esta relación, como el publicado en la revista “Personality and Social Psychology Review“, donde se nos explica que el sufrimiento puntual y adecuadamente gestionado y afrontado, promueve la sensación de placer y nos mantiene conectados con el mundo que nos rodea.

Pensemos por ejemplo en todas esas veces a lo largo de nuestra vida, en que fuimos fuertes. Esos momentos en que no tuvimos otra opción más que la de ser valientes. Tal vez fue una enfermedad, tal vez una pérdida, puede que la peor decepción de nuestras vidas o la más traumática de las humillaciones.

Haber superado el periplo de ese viaje interno, desgarrador a instantes, durísimo siempre a la vez que privado, ha hecho que dispongamos ahora de un tendón psíquico excepcional. Gracias a él nos sentimos más libres, más dignos y con mejores herramientas para disfrutar y construir nuestra felicidad.

Manejar el dolor, aprender a dejar de sufrir

Señalábamos al inicio que el sufrimiento emocional es interpretado por nuestro cerebro como una auténtica quemadura. No lo decimos nosotros, no es una metáfora fácil, sino una realidad evidente que nos demostró una interesante investigación publicada hace unos años en la revista científica ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’. 

“Quien quisiera que el hombre no conociera el dolor, evitaría al mismo tiempo el conocimiento del placer y reduciría al mismo hombre a la nada”
-Michel de Montaigne-

Gracias a la neurociencia sabemos por tanto que cuando alguien nos dice aquello de que el “dolor está en tu cabeza” no se equivoca, es real y es auténtico, porque existe una estructura muy compleja, la corteza cingulada anterior, que no distingue entre el dolor psíquico y el corporal, para ella todo es lo mismo, y de ahí, lo devastador que nos resulta en ocasiones el sufrimiento emocional…

Ahora bien, si el sufrimiento se localiza en nuestra cabeza y lo rige el cerebro… ¿Podemos “desactivarlo”? En lo primero que suelen pensar muchas personas es en los fármacos. Bien, cabe recordar que ni los analgésicos ni los antidepresivos son la solución, porque lo que consiguen en la corteza cingulada es adormecer el dolor, pero jamás lograrán apaciguar o resolver la angustia emocional.

El dolor, y esto conviene recordarlo, es una llamada de atención. Es el faro incandescente que nos avisa desde la orilla de que hay un riesgo inminente, de que podemos chocar contra los arrecifes. Si decidimos escondernos en la bodega como un polizón no solucionaremos el problema: el riesgo seguirá ahí.

Por tanto, la única salida posible es girar el rumbo, alzar velas y tomar con fuerza el timón de nuestras vidas para buscar mares más serenos, corrientes más propicias y vientos más esperanzadores. El aprendizaje obtenido tras esta experiencia, nos hará únicos y nos conectará mucho más a la vida.

Valeria Sabater

martes, junio 27, 2017

3 ejercicios para fomentar la gratitud

Desde pequeños nos han inculcado que tenemos que ser educados. Así, sería recomendable pedir las cosas de buenas maneras y mostrar gratitud cuando alguien hace algo por nosotros. ¿Cuántas veces nos dijeron nuestros mayores el “qué se dice”? ¿Y qué respondíamos nosotros automáticamente? “¡Gracias!”


Al igual que nuestros padres en su día, nosotros hacemos lo mismo con nuestros hijos. Consideramos fundamental que sean agradecidos pero, ¿lo somos nosotros en nuestro día a día? La realidad es que tenemos muchas cosas por las que sentirnos así… ¡Aprende a fomentar tu gratitud para sentirte mejor!

“La gratitud no es sólo la mayor de las virtudes. Está emparentada con todas las demás”
-Marco Tulio Cicerón-

Potenciar la gratitud para aumentar nuestro bienestar

La gratitud es un sentimiento que aparece cuando percibimos que la vida, y quienes forman parte de ella, nos sonríe en pequeños y grandes detalles. En algunas ocasiones puede darnos la sensación de que carece de importancia, pero saber utilizarla y potenciarla nos va a ayudar a que aparezcan más emociones agradables, de forma que aumente nuestro afecto positivo.

Cuando la utilizamos en su justa medida, y está equilibrada, podemos potenciarla. ¿Cómo? En primer lugar, te recomiendo que busques un momento del día para pensar sobre algo que te haya gustado, un detalle, una palabra, un acto… de la persona a la que queremos mostrar gratitud. Dicha persona puede ser nuestra pareja, un amigo, un familiar o alguien con quien convivamos.


“Olvida que has dado para recordar lo recibido”
-Mariano Aguiló-

Una vez que tengamos en mente qué es lo que le queremos agradecer, podemos escribirle un mensaje personalizado y concreto que sirva como prueba de nuestro agradecimiento, reflejando cuánto lo valoramos. Anotaremos también la fecha en la que lo hemos escrito y lo esconderemos entre sus cosas, de manera que pueda encontrarlo sin esperárselo.

Así, cuando abra su cartera o coja sus calcetines, encontrará una bonita sorpresa que hará que esa persona sienta a su vez lo mismo que tú: gratitud. Si hacemos esto una vez a la semana… ¡Imaginaos los efectos! Además, no tenemos que hacerlo necesariamente con papel y boli; teniendo en cuenta las nuevas tecnologías, las vías en las que hacerle llegar ese mensaje tan especial se multiplican.

La gratitud ni en exceso ni en defecto: ¡equilibrada!

Ahora ya sabemos cómo potenciar la gratitud cuando la usamos en su justa medida. Sin embargo, puede que la utilicemos poco o demasiado… ¿Cómo podemos equilibrarla? En el caso de que hagamos un uso escaso de ella, vamos a tratar de incrementarlo agradeciéndonos las cosas a nosotros mismos, ya que la gratitud empieza en cada uno.

“Un hombre orgulloso rara vez es agradecido, porque piensa que todo se lo merece”
-Henry Ward Beecher-

Para ello, podemos empezar el día mimándonos. Podemos levantarnos 10 minutos antes y escuchar a nuestro cuerpo, ya que nos comunica sus necesidades en todo momento, pero para percibirlas tenemos que prestarle atención. Así, chequearemos nuestra expresión facial y el estado de nuestra piel, así como del cuerpo en su conjunto.

Una vez observado qué necesita, vamos a disfrutar de un momento de cuidarnos a nosotros mismos en la ducha. Con este fin, nos podemos dar un masaje con la esponja, tomando conciencia de las sensaciones agradables que aparecen al hacerlo. Además, si nuestra piel está seca, podemos aplicarnos de la misma manera crema hidratante. Así, propiciaremos una sensación agradable en cada centímetro de nuestra piel.

¡No a una gratitud demasiado utilizada!

¿Por qué nos puede perjudicar una gratitud excesiva? Muy sencillo: puede dar la impresión de que no estamos siendo sinceros, lo que va a minar nuestras relaciones sociales. Debido a esto, es importante saber utilizarla con la persona idónea en el momento adecuado. La gratitud, así, también demanda inteligencia en su expresión.

Para conseguir esto, podemos llevar a cabo un registro durante una semana, donde apuntaremos las veces que damos las gracias, así como la reacción de los demás a nuestra gratitud. Una vez que hayan pasado los siete días, podremos ver si alguien nos ha comunicado que no era necesario que diéramos tanto las gracias.

O puede que las otras personas casi ni reaccionen cuando hemos mostrado gratitud, dada la alta frecuencia con la que lo hacemos. La alternativa puede ser buscar otras formas distintas de ser agradecidos. De esta manera, consiguiendo que el agradecimiento genere finalmente un impacto tanto en ti como en la otra persona, así como en vuestra relación… ¡Pon en marcha estos sencillos ejercicios para equilibrar y potenciar tu gratitud!

Laura Reguera Carretero

lunes, junio 26, 2017

Si pudiera hacerte un regalo

Si pudiera hacerte un regalo te regalaría una mirada desde mis ojos, porque no sabes todo lo que se ve. Se ve una persona maravillosa, se ven cosas que nadie más puede ver y tengo la suerte de poder regalártelo. A través de mis ojos, que sí te ven y que también te miran.



Veo a una persona madura, pero que no por ello deja de hacer tonterías. Veo a una persona fuerte que ha sabido ir superando lo que le venía sin bajar los brazos ni maldecir al mismo viento de fortuna que otras veces te ha empujado.

Desde mis ojos veo una persona alocada, que sabe cómo hacer reír y lo mejor es que siempre está dispuesta a hacerlo. Veo una persona con ansias de aventuras, que teje sus alas con paciencia pero con ganas, que quiere exprimir experiencias y no quedarse sentada en el sofá; que no renuncia a escribir una parte del guión de su vida, sabiendo que la otra parte te lo darán escrito.

Si pudiera prestarte por un rato mis ojos verías todo lo que te quiero y todo lo que guardo de las dos; aunque es una cuenta extraña nuestra suma, ya que el resultado siempre da más que lo que somos. Verías que cada recuerdo está metido en una caja fuerte, porque son tan valiosos que jamás pueden perderse, la clave para abrirla solo la sabemos tú y yo.

Te regalaría también todos mis planes secretos, todo lo que quiero para las dos, porque aunque llevemos toda la vida juntas, nos queda aún muchos recuerdos que coleccionar… porque a ganas de vivir, y a vivir con ganas, no nos gana nadie. También me gustaría poder atrapar todos tus miedos para que pudieras dormir tranquila siempre, que sepas que yo voy a cuidar de ti, intentaré hacerlo tan bien como tú lo haces conmigo. Tú y yo hacemos un diccionario propio que empieza por complicidad. 

Te regalo todo lo que quiero para ti

Así es, te regalo el saber que voy a intentar a tu lado en los días que peor te portes conmigo porque sospecho que en esos días será cuando más me vas a necesitar. Sí, te lo digo por experiencia propia. Porque también te regalo mis días más odiosos: sé que de ellos serás capaz de rescatar algo de valor.

Te regalo el saber que puedes descargarte conmigo igual que lo hace la lluvia cuando empapa el suelo. Te regalo toda la paz que necesites y te regalo el amor que mereces, aunque alguna vez tenga que hacer cola para dártelo.

Te regalo una conversación por la noche, una cerveza por la tarde y los cinco minutos que siempre pides antes de levantarte, te regalo todo lo que quieras, porque tú también me lo regalas a mí. Te regalo la visión del mundo que compartimos, porque entre las dos lo hacemos mejor. Lo vemos en la misma escala cromática desde puntos diferentes y lo mejor es que complementamos, lo que a una le falta con lo que a la otra le sobra.

Quiero que sigas volando y que sepas que siempre estaré en tu base segura. Puedes alejarte un rato sin miedo. Una corazonada me dice que volverás y aquí estaré: puedes decir y hacer, porque te apoyaré, aunque a veces no de la forma que tú quieres.

Sigue cumpliendo metas y tachando metas de tu larga lista, sigue incluyéndome en tus planes porque no sabes lo feliz que eso me hace. Sigue con esa sonrisa y con tus locuras, sigue haciendo bailar a todo aquel que te rodea, sigue llenando la vida de todos los que tenemos la suerte de compartirla a tu lado.

El amor no es solo cosa de parejas

El amor es esto, complicidad y felicidad, lo que da vida e impulsa y así me siento, porque lo nuestro también puede ser de otro planeta, lo nuestro también puede ser especial… y aunque no tengamos mariposas en la tripa, es amor de verdad, es amor de hermanas.

Te regalo cada una de las veces que me has hecho quererte. Te paso la cuenta: son mil al día. Te regalo cada una de las risas que has llenado y te regalo también todo el amor que me das, de la forma tan íntima que de tuya ha pasado a ser nuestra.

No puedo regalarte mis brazos, pero puedo sí quiero regalarte la fuerza que soy capaz de generar con ellos. No te los puedo reglar porque he comparado un montón de cajas vacías para que las llenemos juntas. Porque en nuestras manos está la posibilidad de seguir haciendo magia y elevar al cuadrado el significado de la sangre que nos une y que nos hace hermanas.

Adriana Díez

domingo, junio 25, 2017

Cuando de pronto, somos el “lobo” en el cuento de alguien

A veces, casi sin darnos cuenta, nos convertimos en los malos del cuento, en el “lobo” de Caperucita Roja. Somos ese alguien que por dar una negativa a tiempo, decir la verdad en voz alta o por actuar de acuerdo a sus valores se convierte al instante en el personaje malévolo de la historia, en el responsable de que esa fábula no sea de color de rosa ni tenga la narrativa que alguien quiso dictarnos.



Si hay algo realmente peligroso y poco adecuado es hacer uso de esa dicotomía tan radical que gusta diferenciar a las personas entre buenas y malas. Lo hacemos tan a menudo que apenas nos damos cuenta. Por ejemplo, si un niño es obediente, tranquilo y silencioso decimos al instante que es “bueno”. Por el contrario, el que tiene carácter, es contestón, inquieto y muy proclive a las rabietas, no dudamos en decirle en voz alta aquello de “eres un niño malo”.

“Un cuento siempre adquiere los colores que le otorgan el narrador, el ámbito en que se cuenta y el receptor”
-Jostein Gaarder-

Es como si muchos de nosotros dispusiéramos de un férreo esquema auto-construido sobre lo que esperamos de los demás, sobre lo que consideramos como adecuado y respetable, sobre lo que entendemos como nobleza o bondad. Así, cuando algo de esto falla, cuando un solo elemento de esa receta interna no se cumple, no se expresa o no aparece, no dudamos en calificar a esa persona como desconsiderada, tóxica o incluso “malvada”.

Ser el lobo en el cuento de alguien es algo bastante común. Sin embargo, en muchos de estos casos es necesario analizar a la persona que habita bajo la caperuza roja.

Cuando crear nuestros propios “cuentos” nos confiere seguridad

Caperucita es una niña obediente. En su trayecto por el bosque sabe que no debe salirse del camino marcado, que hay seguir las normas, actuar según lo establecido. Sin embargo, cuando aparece el lobo sus perspectivas cambian… Se deja cautivar por las bellezas del bosque, por el sonido de los pájaros, el tacto de las flores, la fragancia de ese mundo nuevo cargado de sensaciones. El lobo, en el cuento, representa por tanto la intuición y ese reverso más salvaje de la naturaleza humana.

Esta metáfora nos sirve sin duda para entender un poco más muchas de esas dinámicas con las que nos encontramos a diario. Hay personas que, como Caperucita al inicio del cuento, muestran un comportamiento rígido y pautado. Tienen interiorizadas cómo deben ser las relaciones, cómo debe ser el buen amigo, el buen compañero de trabajo, el buen hijo y la excelente pareja… Sus cerebros están programados para buscar esas dinámicas en exclusiva y esa uniformidad, porque es así como obtiene lo que más necesita: seguridad.

No obstante, cuando acontece la disonancia, cuando alguien reacciona, actúa o responde de forma diferente al plan previsto, entran en pánico. Aparece la amenaza y el estrés. Una opinión contraria se ve como un ataque. Un plan opuesto, una negativa inofensiva o una decisión inesperada se siente al segundo como una desoladora decepción y como una inmensa afrenta.

Así, casi sin buscarlo, sin preverlo y sin ni tan solo quererlo, no convertimos en el “lobo” del cuento, en ese alguien que por seguir su intuición hirió al ser frágil que habitaba en el interior de una caperuza.

Por otro lado, hay algo que tampoco podemos negar: muchas veces nosotros mismos somos esa caperucita que comete el error de crear su propio cuento. Trazamos e ideamos planes sobre cómo debe ser nuestra vida, cómo esa familia ideal, como ese mejor amigo y ese amor perfecto que nunca falla y que encaja con todas nuestras piezas sueltas. Imaginarlo nos ilusiona, que ocurra nos dota de seguridad y luchar para que todo siga así nos define como persona.

Sin embargo, cuando el cuento deja de ser cuento y se convierte en un ensayo de la realidad, todo se derrumba y aparece al instante esa manada de lobos devorando nuestra fantasía casi imposible.

Ser el lobo, cuestión de valentía

Ser el lobo en el cuento de alguien no es agradable. Puede que existan razones concretas para que lo seamos y puede que no. Sea como sea, son vivencias incómodas para todas las partes. Ahora bien, hay un aspecto muy básico que no podemos dejar de lado. En ocasiones, ser el “malo” en la historia de alguien nos ha permitido ser el “bueno” en la nuestra. Pudimos ser, por ejemplo, ese héroe que fue capaz de salir de una relación desgastante e infeliz o ese personaje que se atrevió a poner “fin” a un relato que ya no daba más de sí.

El lobo siempre será malo si solo escuchamos a Caperucita

Antes de convertirnos en lobos domesticados habitando en fabulas imposibles, es conveniente aunar fuerzas y valentías, escuchar al propio instinto y actuar con inteligencia, respeto y astucia. Porque actuar según los propios principios, necesidades y valores no es responder con malicia. Es vivir de acuerdo al propio instinto, saber que en el bosque de la vida, no siempre los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Lo importante, es saber convivir con autenticidad, sin pieles ni caperuzas.

Valeria Sabater

sábado, junio 24, 2017

No soporto mirarme en el espejo

¿No soportas mirarte en el espejo? ¿No te gusta nada de lo que ves? Quizás, estés siendo demasiado duro contigo mismo, tal vez no ceses en tu empeño de compararte constantemente con las demás personas. Con esta manera de proceder, no te sientes suficiente, notas que no encajas y, sobre todo, que no eres capaz de adaptarte a los cánones de belleza impuestos.



Muchas personas tienen al espejo como su primer gran enemigo. Lo que ven no son capaces de aceptarlo, debido a que en su cabeza residen diferentes creencias de lo que se tendría que estar reflejando. Unas creencias que han conformado un puzzle muy dañino que se ha instalado con fuerza en su mente y que es necesario empezar a deshacer.
Aceptar esa imagen que ves reflejada en el espejo será muy importante para que puedas ser feliz.

La relación con tu cuerpo nunca ha sido fácil

Seguro que la relación con tu cuerpo nunca ha sido fácil, ¿verdad? Ya en la adolescencia empezó tu enemistad con ese espejo al que tantas veces te mirabas. No obstante, nada de lo que veías te gustaba y eso no mejoró con el tiempo, tan solo ha empeorado.

A medida que avanzas en edad van sucediendo determinadas circunstancias que pueden minar tu autoestima y la relación que tienes con tu cuerpo. En la adolescencia es adecuarse a ese canon de belleza tan perfecto y difícil de conseguir por algunas personas, pero en la edad madura hay otros factores que harán que esa autoestima, a veces, se desplome.

Un embarazo que ha podido dejarte una cicatriz fruto de una cesárea, un problema de tiroides que haya provocado que tiendas a subir de peso, todo esto puede favorecer a que te avergüences del cuerpo que ves en el espejo, una vergüenza que se potencia a medida que vas avanzando en edad. No olvides que a los 40 años no tendrás la piel tan tersa como a los 20, por ejemplo. Pero, entonces, si todo es relativo, si nunca vas a tener el cuerpo ideal que deseas, ¿qué ganas rechazándolo?

No ganas nada resistiéndote a lo que no cambiará por mucho que te esfuerces. En estos casos lo más sabio no es resignarse, sino aceptar.

Los cuerpos cambian, la piel cambia… ¿No te ha pasado que hoy te puedes ver muy bien y, tal vez, mañana no te gustas nada? Tu estado de ánimo influye en cómo te ves, en la manera en la que te percibes. Pero si le das tanta importancia a lo que ves en el espejo y te enemistas con esa imagen, no te sentirás bien, tu autoestima estará por los suelos, por lo que tu estado de ánimo no podrá ser tu aliado.

Cada día que te mires en el espejo enamórate de ti

¿Qué pasaría si no permitieses que la sociedad ejerciese tanto poder sobre ti? Piensa en cómo te verías en el espejo si no tuvieses ninguna creencia en cuanto al físico, con respecto a la edad o cómo debería ser o no tu piel, tu rostro, tu cuerpo…

El hecho de que no soportes mirarte al espejo no es porque no te gustes, es porque todo a tu alrededor te dice que si eres así o de otra manera no puedes gustarte. Pero esto va en contra de ti, de tu salud, de tu bienestar, de tu propia autoestima. ¿No va siendo hora ya de que aceptes lo que no puedes cambiar?

No importa si este año has subido más de peso, tampoco si para el año bajarás. Da igual si el año anterior te ha salido un acné terrible y que en este tienes tu piel algo mejor. Independientemente de la situación, de los cambios que haya sufrido tu exterior, tienes que verte cada día en el espejo, sonreírte y gustarte muchísimo.

No te avergüences de nada, no dejes de disfrutar de tu intimidad porque tienes estrías, celulitis, granos u otra serie de imperfecciones que son totalmente normales. ¡Sí! Normales, naturales y humanas. Nadie es perfecto, esta es una expectativa irreal que tienes en tu mente, pero no es cierta. Sabiendo esto, ¿a qué esperas para enamorarte de ti cada día que te mires en el espejo?

“He pesado 100 kilos, 80 y también 65. Mi cuerpo cambia cada año y lo he aceptado. Yo me miro en el espejo todos los días y me gusto muchísimo. Me encanta cada parte de mí, cada parte de mi cuerpo me apasiona”
-Andrea Compton-

Te propongo una práctica que sería muy positivo que la llevases a cabo a diario. Cada día, cuando te veas en el espejo, dedícate la mejor de tu sonrisas. Después, obsérvate bien, pero hazlo sin juzgarte. Acepta todo lo que veas, no hay nada malo en ti, pues no hay nada que juzgues como malo, negativo o desagradable.

Es normal que quizás te gustaría pesar menos o tener menos granos o tener el cabello más brillante. Sin embargo, ese “te gustaría” no tiene que ser un “entonces odio lo que ahora soy”. Acéptate en todas tus versiones, porque habrá muchas y cada una de ellas será igual de especial y maravillosa.

Raquel Lemos Rodríguez

viernes, junio 23, 2017

¿Conoces cómo es el duelo complicado o patológico?

Aquel que ha sufrido una pérdida muy cercana sabe de lo que hablamos. El duelo complicado o patológico es como una espiral de dolor que crece en nuestro interior haciendo cada vez más difícil respirar y vivir. Es ese aire que nos falta a diario, es ese consuelo que no existe, es esa desesperanza que nubla nuestro presente.



El duelo, esa fase completamente normal en la que todos nos sumergimos cuando acabamos de perder a alguien (o algo importante en nuestra vida), es ya de por sí un tiempo doloroso para el que lo vive. Pero cuando este se enquista, cuando este no tiene fin y cuando nos impide vivir en paz, estaríamos hablando de un estadio diferente. Ese salto cualitativo en el proceso nos conduce al llamado duelo complicado o patológico.

Es una especie de no-descanso emocional. Una tortura encarnada en nuestras rutinas, en nuestro sentir… en nuestro cuerpo. ¿Pero cómo podemos distinguir uno del otro? Es muy importante advertir estas diferencias porque condicionan la manera de trabajar con él. Además, ya sea desde un nivel profesional o desde la relación que uno mantiene con su propio duelo, la manera de trabajar también cambiará en función de si estamos en un estadio o en otro.

El duelo complicado aparece cuando se contiene o se niega el dolor

Hay muchas personas para las que el dolor es una especie de arena movediza de la que quieren salir, pero mientras se mueven o patalean sienten que cada día que pasan en el calendario están más atrapadas. Muchas veces la causa de esta sensación es que no han aprendido a relacionarse con su propio dolor. No han realizado este aprendizaje porque no han admitido que ese dolor existía, de hecho muchas de las personas que se quedan atrapadas en un duelo complicado jamás han admitido ese dolor, por muy evidentes que fueran los síntomas.

En este sentido existe un pensamiento en el seno de la sociedad –“dolerse es de cobardes, y hay que ser valientes, como me han inculcado desde bien pequeño”– que hace de cárcel para este dolor. Que lo silencia y lo reduce a la intimidad, el lugar donde esta bomba causa más destrozos y desgarros.

Este tipo de mecanismos de pensamiento no ayudan a transitar el camino del duelo. Lo empeoran. Lo enquistan. Tantas personas niegan su duelo… Se erigen como figuras indestructibles en sus familias y se tragan cualquier manifestación de “vulnerabilidad”. Porque “ahora no es momento de estar tristes”, “él nunca lo hubiera querido”.

Estos pensamientos no hacen sino enquistar el este proceso experimentando un duelo complicado. Lo niegan y lo escapsulan. Lo empujan debajo de la alfombra o lo relegan al baúl de los “objetos olvidados-siempre recordados”. Cuanto más esfuerzo hago por tapar algo y que no salga a la superficie, más engrandezco lo que estoy tapando, cediéndole al mismo tiempo el control de cómo se manifiesta. Llegará un punto en el que eso que hicimos para evitar el dolor sea inútil, y el dolor saldrá como la lava de un volcán que estaba esperando a erupcionar.

Nuestro cuerpo es sabio y expresará este dolor aunque nuestra mente lo distraiga

Si hay una “fuerza” en nuestro cuerpo que reprimimos, con total seguridad tendrá que salir por otro lado. Muchas veces estas personas desarrollan síntomas somáticos. Lo que no sale en forma de relato verbal, saldrá de manera corporal o conductual. No podemos engañar a nuestro ser. Somos mente y cuerpo. Nuestro cuerpo y nuestra mente están íntimamente ligados, de manera que las causas tienen efectos en los dos lugares.

Otras veces el duelo se complica cuando traspasa barreras a nivel temporal. Cuando pasan los años y el sufrimiento sigue estanco e inamovible. Cuando no ha perdido intensidad ni tampoco se ha revertido en un aprendizaje de vida.

Se intensifican los “síntomas” normales del duelo. Pueden desarrollar trastornos depresivos, cuadros de ansiedad, y una desadaptación a nivel conductual que impiden un funcionamiento normal en la vida de esa persona. Desarrollan síntomas que pueden llevar a otros problemas asociados. En estos casos ha de intervenirse cuanto antes para no añadir más sufrimiento al que ya existe.

La terapia te ayudará a buscar nuevos significados a esta experiencia tan dolorosa

Es muy importante no negar las emociones que uno experimenta, pero también es importante poder trabajar con ellas cuando estas nos desbordan a un punto que hacen imposible existir. La terapia nos ayudará a trabajar esta pérdida que se nos ha enquistado. Ya que cada persona es un mundo, con una riqueza totalmente única y diferente de la de los demás.

Siempre encontraremos pautas que nos ayuden a hacer más fácil el día a día cuando nos encontramos en esta situación. En este sentido es importante contar con alguien con quien compartir nuestro dolor. Alguien con quien poder ir construyendo poco a poco nuevos significados de esta experiencia. Una experiencia dolorosa, pero llena de sabiduría acerca de nuestra existencia.

No dudes en pedir ayuda cuando lo necesites y no reprimas tus verdaderas emociones por cómo te han enseñado que “deberías” reaccionar. Cada uno reacciona como su cuerpo le dicta. Escucha a tu cuerpo y dale una oportunidad para que sane o para que, directamente, no enferme.

Alicia Garrido Martín

jueves, junio 22, 2017

El poder de una sonrisa

Sonrío y me siento bien, hago sonreír y me hace feliz. Cuando sonrío es posible que me sienta menos estresada. Cuando sonrío también siento que si tenía algo de dolor, lo puedo soportar ahora mejor. Una sonrisa me hace sentir relajada y distraída.



¿Será entonces verdad eso que dicen que reír alarga la vida? Sí, algo de verdad hay en ello… ¿Y sabes por qué? Porque si mi cerebro ríe, libera endorfinas. La liberación de endorfinas está presente en todos los estados de ánimo positivo y una de las responsables más importantes de la sensación de placer o de que el cerebro nos anestesie con rapidez cuando sufrimos un daño.

Además, cuando nos reímos reducimos la liberación de cortisol, la hormona del estrés; para compensarlo, el cerebro libera dopamina, una sustancia que se asocia con emociones positivas. Con la risa logramos también liberar energía negativa del cuerpo, tal y como nos contó Freud.

Quiero seguir convenciéndote para que no pierdas la sonrisa, así que te contaré que cuando activas los músculos faciales encargados de la risa tu cerebro comienzo a liberar inmediatamente dopamina y endorfinas, aunque la sonrisa no sea espontánea. Este último matiz es muy importante, ya que implica que cambiando nuestra gestualización de manera consciente podemos también cambiar nuestro estado de ánimo.

Por otro lado, ¿qué ocurrirá entonces si me hacen reír? Pues que tu cerebro se oxigenará y tu sistema límbico se activará y con ello facilitará las funciones de retención de memoria. Así, no olvides hacer reír antes de contar algo que quieras que alguien recuerde. Su cerebro estará más preparado para codificar, retener y recuperar esa información.
“Una sonrisa cuesta poco pero vale mucho. Quien la da es feliz y quien la recibe la agradece. Dura solo un instante y su recuerdo, a veces, perdura toda una vida”
-Mariano Aguirre-

Efectos sociales de la risa

Después de haber visto cómo funciona mi cerebro cuando me estoy riendo, vamos a ver qué ocurre en los demás cuando les obsequio con mi sonrisa. Lo cierto es que la sonrisa nos hace más atractivos; alguien sonriente siempre va a ofrecer una compañía más deseable que alguien que no sonría o que frunza el ceño nada más conocer a otra persona.

La risa proyecta una imagen de mí mismo de seguridad y estima, genera más confianza e invita a que los demás se acerquen a ti. Así, cuando sonrío me siento más optimista y puedo generar una mejor versión de mí, una versión que luego trasladaré -y contagiaré- al exterior.

La sonrisa tiene el poder de generar sonrisas en los demás gracias a nuestras “neuronas espejo“. Estas neuronas se encargan de imitar de forma innata aquello que vemos del exterior. Por eso a veces cuando oímos o vemos a alguien con un ataque de risa, nos ponemos a hacer lo mismo sin saber porque, nos contagiamos de su energía positiva.

El humor y la risa pueden darnos un nuevo enfoque sobre las situaciones en las que nos encontramos, ya que activan nuestra corteza prefrontal. Este área se encarga de las funciones humanas más desarrolladas, como la creatividad, la perseverancia, el pensamiento más flexible y la organización. Así lo demuestra un estudio realizado en 2010 sobre la risa y el cerebro.

Rodéate de personas que te hagan reír

Conociendo ahora todos los beneficios de la risa buscaré a personas que me hagan reír, buscaré gente optimista y con la sonrisa en la cara. Voy a rodearme de gente que me transmita energía y buen humor. Voy a buscar gente que sepa reírse de sus problemas, que vea un lado cómico a las situaciones y sobre todo que sepa reírse de sí misma. Quiero gente que desprenda sonrisas y que las contagie.

Me comprometo yo también a transmitir todo esto, a hacer reír, a repartir dopamina, a reducir el cortisol, a aumentar las endorfinas y a activar tus neuronas espejo. Me comprometo porque quiero verte reír, porque el humor ayuda a superar las adversidades y ver un poco más de luz al final de cualquier túnel. Quiero que sea así, porque quizás cuando ya no me quede nada más por aportar, te daré una buena sesión de risas… y si con ello puedo ayudarte, ten por seguro que lo haré.

Adriana Díez

miércoles, junio 21, 2017

5 razones para quererte tal y como eres

¿Cuándo fue la última vez que te comparaste con alguien? Seguro que no hace mucho. Vivimos en una sociedad que nos invita a compararnos con los demás, pero no solo eso, también nos invita a depender de la aprobación externa para sentirnos bien con lo que hacemos o decidimos. Sin embargo, todo esto está minando poco a poco nuestra autoestima.



Querernos tal y como somos no implica que renunciemos a mejorar, más bien entraña que entendamos y sintamos que tenemos un valor ahora, en el presente, por encima de nuestras potencialidades. La comparación en este sentido nos puede dar información, incluso motivación, pero se convierte en negativa cuando la practicamos con demasiada frecuencia, se transforma en una fuente de insatisfacción permanente o alimenta la envidia.
“Hay que saber quererse, quererse bien, y más, cada día un poco más”
-Noche de letras-

1.Utilicemos nuestros propios recursos para alcanzar lo que queremos

Resulta irónico que siempre nos quedemos con la boca abierta ante esas personas que tienen una fuerte personalidad, que son muy originales, que destacan porque no se esconden ni pretenden convertirse en quienes no son. Curiosamente admiramos esa cualidad en ellas, sin embargo no reparamos en que nuestras cualidades quizás son otras y que solo aplicándolas de una manera distinta podemos conseguir el efecto que deseamos. No puedes ser natural como lo es otro.

Observemos a los demás como una fuente de inspiración. Nos pueden dar ideas, incluso podemos imitar parte del camino, pero con nuestra manera de caminar y parando en función de nuestras necesidades. No eres como los demás y eso ¡es positivo! Deja de esconder todo lo que te hace diferente por miedo, vergüenza e inseguridades varias y prueba a quererte tal y como eres. Conviértete en ti mismo.

2. Por mucho que nos comparemos, nunca lograremos ser otra persona

Por muchas comparaciones que hagamos y que nos inviten a sufrir constantemente, si lo pensamos nunca podremos convertirnos en otra persona. Tú tienes otra vida, gozas de otras experiencias y eres muy diferente en muchos aspectos. Aunque finjas, tu personalidad no podrá ser la misma que la de los demás.

Dejemos de ver tus deseos frustrados, de golpearnos una y otra vez contra esa pared que nunca se va a mover. Es difícil porque a nuestro alrededor muchas personas nos estarán comparando con otras, pero ¡es que nosotros no somos ellas!

Cuando tengamos claro que por mucho que nos comparemos no lograremos lo que tanto anhelamos, volvamos al punto anterior y empecemos a dar nuestros primeros pasos para querernos tal y como somos. Somos especiales, únicos. ¿Por qué querríamos perder todo esto? No tiene sentido…

3. Aceptemos las luces y también las sombras

Nadie es perfecto y nosotros tampoco. Sin embargo, a veces creemos percibir de forma errónea que los demás sí lo son, cuando no es así. pensemos en las veces que hemos aguantado las lágrimas hasta que hemos estado solos, por no mostrarnos vulnerables. Así, los demás pueden tener la sensación de que estamos bien, cuando en realidad nos derrumbamos constantemente y será mucho más complicado que nos brinden su ayuda.
“El ojo siempre es atraído por la luz, pero las sombras tienen mucho más que contar”
-Gregory Maguire-

Esto es lo mismo que les puede pasar a todos aquellos que vemos. Porque cada persona tiene sus luces, pero también sus sombras. Quererte tal y como eres te enseñará a aceptarte, a no recriminarte por no ser una persona perfecta, a permitirte cometer errores. Quererte tal y como eres te libera.

4. Incorpora tus propios valores

Cuando eres pequeño adoptas los valores de las personas más cercanas a ti, por ejemplo tus padres. No obstante, estos no son tuyos aunque los hayas adoptado como tales. ¿Cómo te puedes dar cuenta? Cuando se contradicen a lo que haces en tu vida.

Por ejemplo, puedes ser muy impuntual, sin embargo tienes el valor de la puntualidad. También puede que sigas viviendo en casa de tus padres con 30 años, pero tienes unos grandes deseos de independizarte. Cuando sientes que dos fuerzas opuestas tiran de ti, hay valores en ti que no son tuyos.

Tomar conciencia de esto te permitirá incorporar tus propios valores y desprenderte de aquellos que no te pertenecen sin sentirte mal. Porque no todos tenemos los mismos. Así empezarás a hacer lo que tú quieres y no lo que los demás quieren que hagas. No es necesario ser igual a nadie, ni siquiera a los miembros de tu familia. Eres diferente, no lo olvides.

5. Querernos nos dará la oportunidad de querer a los demás

Si no te quieres tal y como eres ¿podrás hacer lo propio con los demás? Este es un gran engaño, al igual que cuando pensamos que podemos amar, valorar o ser sinceros con alguien si no lo somos con nosotros mismos.

Para poder ofrecer algo a los demás, primero tenemos que empezar por nosotros. Así, por ejemplo, si nos queremos tal y como somos, seremos mucho más tolerantes con la forma de ser y de pensar que van a tener los demás, algo muy positivo y que será devuelto nuestro a favor.
“Cuanto menos nos aceptamos, más necesitamos la aceptación de los demás”
-Alfredo Hoffman-

¿Quieres aportar alguna otra razón para quererte tal y como eres? Como puedes comprobar, hacerlo nos liberará de mucho sufrimiento, un sufrimiento que no hemos escogido y que de alguna manera hemos alimentado. Tratándonos con dureza, castigándonos de manera severa por nuestros fallos y omitiendo la buena costumbre de compensarnos por nuestros aciertos.

A veces es difícil tomar una nueva perspectiva de las cosas, especialmente cuando todo nuestro entorno sigue anclado en esa visión tanto nos dolía, que tanto minó nuestra autoestima. Sin embargo, cuando nos aceptemos, nos daremos cuenta de lo fuerte que somos y de que habrá muy pocas circunstancias que puedan quebrar nuestra voluntad. Quererte tal y como eres es un gran paso para sentirte libre y lleno de un gran bienestar. ¿A qué estás esperando?

Raquel Lemos Rodríguez

martes, junio 20, 2017

5 “hábitos” de las personas con ansiedad

Existen partes de tu personalidad que realmente no lo son, son actitudes o “hábitos” que aparecen y se mantienen como consecuencia de la ansiedad y que tienden a mezclarse con tu verdadera personalidad. Esta mezcla puede ser peligrosa e incluso puede hacerte parecer raro o descortés, haciéndote la vida más difícil cuando otras personas te juzgan basándose en esas acciones, sin llegar verdaderamente a conocer lo que esta dentro de tu cabeza.



A continuación te propongo un análisis de estos hábitos. Lo hago porque conocerlos puede ayudarnos a manejar mejor nuestra ansiedad y nuestras emociones, a sacar lo mejor de nosotros y a mostrar nuestra verdadera personalidad.

“El temor agudiza los sentidos, la ansiedad los paraliza”
-Kurt Goldstein-

1.- Disculparse por todo

Las personas con ansiedad tienen la sensación de que siempre están incomodando a los demás o que por el contrario tienen que satisfacer a los demás constantemente y por ello se disculpan por todo. Se disculpan por todo y por nada, constantemente y parece que es un habito que no pueden controlar.

La verdadera incomodidad de las otras personas viene de este habito, que como muchos hábitos, son poco sanos y molestos. Es incomodo no saber que contestar a una persona que se disculpa por algo sin importancia, incluso, por situaciones cotidianas que salen de su control.

2.- Tomárselo todo de manera muy personal

Este habito va bastante ligado al anterior. Cuando se les dice algo o se les señala cualquier cosa, le dan muchas vueltas. Pueden pensar en ello durante todo un día y a todas horas, expandiéndolo tanto que, por más pequeño que sea, termina por ser intrusivo y molesto… cuando solo era un comentario inocente. Nada más allá.

Esto tiende a degenerar en un circulo vicioso. Están ansiosos y nerviosos por ese comentario y darle vueltas solo contribuye a que esa ansiedad se mantenga en el tiempo. Para espantar a estos pensamientos pueden optar un engalanamiento de conductas, como el agradecimiento o la disculpa. Algo, que a su vez, puede hacerles sentir ridículos y más ansiosos.

“La preocupación no elimina el dolor del mañana, sino que elimina la fuerza del hoy”.
-Corrie ten Boom-

3.- Abandonar sitios o dejar conversaciones a la mitad

Muchas veces la ansiedad puede con lo mejor de las personas y genera en ellas un habito evitación o huida cuando sienten una amenaza, que la situación les sobrepase. Otra de las consecuencias de la ansiedad es que produce que la persona se centre en ella y en aquello que le causa esa ansiedad, abstrayéndose por completo del resto de estímulos de su entorno, como puede ser una conversación.

No es que las personas no aprecien la compañía. Es solo que la ansiedad las sobrepasa y la mejor solución que encuentran es la de abandonar el sitio o pensar en otra cosa, aunque esto proyecte la imagen de que son personas maleducadas.

4.- Fantasear y pensar en el peor escenario posible

Este es un habito que más ansiedad. Aunque en determinados momentos de nuestras vidas o en determinadas situaciones todos hemos pensado en el peor escenario posible, las personas con ansiedad tienen el habito de sobreestimar la probabilidad de los peores escenarios posibles. Estar situados constantemente en lo peor puede acarrear consecuencias físicas y psíquicas, cansancio crónico y cuando se trata de las personas dificultar mucho las relaciones.

Creen que anticipándose al futuro los protege y previene la ansiedad, pero es al revés, genera mas miedo, incertidumbre y potencia la ansiedad porque se centran solo en lo malo, no disfrutan de nada y aquel escenario malo termina, muchas veces, haciéndose realidad.

Podemos mirar las situaciones con cautela y evaluarlas lo máximo posible, pero tenemos que tener claro que no podemos predecir el futuro ni saber que va a pasar y que evitar las situaciones no nos protege de ellas solo nos limita para disfrutar de las cosas, las personas y la vida.

“Cada mañana tiene dos asas, podemos tomar el día por el asa de la ansiedad o por el asa de la fe”.
-Henry Ward Beecher-

5.- Tardar mucho tiempo en tomar decisiones

Las personas con ansiedad tienden a analizar las situaciones hasta el más mínimo detalle, lo que hace casi imposible que tomen una decisión. Esto incluso si es una decisión simple y donde no hay decisiones buenas o malas, como por ejemplo, que ponerse ese día o que comer. Este “habito” no solo puede afectar a estas personas, puede afectarlos en sus trabajos, en su pareja o con sus hijos.

Tomar decisiones puede generar ansiedad a cualquiera, todos tenemos miedo a equivocarnos, pero, el habito de sobre-analizar las cosas al mínimo detalle y evitar tomar decisiones tiende a generar mas ansiedad que decidir, tal vez equivocarse y rectificar.

No podemos escapar ni delegar muchas de las decisiones que afrontamos. Decidir es así un acto cotidiano cuyo resultado va a estar mediado por diferentes variables. Algunas de ellas no las controlaremos, como la suerte, pero habrá otras que sí, como la actitud, y es en ellas en las que tenemos que enfocar nuestro trabajo.

Los malos hábitos generan y alimentan la ansiedad

Lo que he pretendido mostrar con este artículo es que, en ocasiones, los malos hábitos de las personas ansiosas pueden generarles más ansiedad. Así, igual que conocer las situaciones es el primer paso para poder evitarlas, también puede servir hablar abiertamente de esta ansiedad cuando nos aborde, de manera que los demás nos puedan ayudar.

Así, otro elemento importante ante estas situaciones y hábitos es que no es necesario que se afronten en soledad. Las personas con ansiedad, como muchas otras personas, creen que nadie les puede ayudar con sus problemas o les causa apuro pedir ayuda. Nada más lejos de la realidad, compartiendo como nos sentimos evitaremos que los demás hagan hipótesis equivocadas sobre lo que nos ocurre y facilitaremos que se muestren comprensivos.

Anet Diner Gutverg

lunes, junio 19, 2017

¿Conoces el sorprendente origen del Mindfulness?

¿Te has preguntado alguna vez cuál es el origen del Mindfulness? Hablamos de una herramienta o un conjunto de herramientas que están de actualidad por lo sencillas que son de comprender, por el relato que hacen las personas que las utilizan y porque tienen un elemento práctico muy poderoso. Así, es raro que pases por un librería y no encuentres la palabra “Mindfulness” en alguno de los libros del escaparate.


Sin embargo, esta técnica que promueve la consciencia plena de cuanto estamos haciendo dista mucho de ser moderna por mucho que le hayamos dado una capa de evolución que la actualiza a las particularidades de nuestros tiempos. Para conocer sus orígenes viajaremos varios siglos atrás en el tiempo.

El origen del Mindfulness

Dicen que todas las modas vuelven. Aun así, no se puede decir que el Mindfulness sea una moda, pero sí es curioso lo mucho que se ha hablado en los últimos tiempos de una técnica casi trimilenaria. Peculiar, ¿no crees?

Se considera que el Mindfulness tiene su origen en Kapilavastu, lugar que hoy día es frontera entre la India y Nepal. Allí, donde tantas enseñanzas orientales sobre el hombre y la consciencia han tomado forma para después propagarse por todo el planeta, parece que surgió esta práctica.

Pero lo más curioso es que el Mindfulness nació del ambiente palaciego de hace unos 2500 años. En este lugar un hombre, descendiente de Suddhodana, rey de los Sakya, llamado Siddharta Gautama, constituye la primera referencia histórica con la que hoy contamos.

Primeros pasos de Siddharta durante el origen del Mindfulness

Siddharta terminó por ser un hombre hastiado de su vida acomodada y rutinaria. Así pues, también acabó por sentirse cansado del sufrimiento que le rodeaba. De este modo, decidió entregar su existencia a un ascetismo realmente riguroso.

Siddharta comenzó una vida de intensa meditación, pero no encontró en ella el aliento que necesitaba. La búsqueda de vías de escape para el estado emocional en el que se encontraba le llevó una noche a sentarse bajo la higuera sagrada en Uruvela, en la orilla de un río afluente del Ganges. Y ahí fue donde se prometió que no se movería hasta encontrar el conocimiento verdadero.

Pero curiosamente, esa misma noche recibió una revelación. Para alcanzarla tuvo que superar las tentaciones enviadas por el dios Mara, que trató de embaucarle de todas las formas posibles para que desistiera de su propósito. Así es como pasó a ser conocido como Buda, es decir, el Iluminado.

“Camina como si estuvieras besando la tierra con tus pies”
-Thich Nhat Hanh-

¿Es real el origen del Mindfulness?

En realidad, esta historia puede tener más de novela que de realidad. De hecho, Siddharta, o Buda, como le queramos llamar, no dejó documento alguno escrito. Sin embargo, la esencia de su pensamiento y filosofía sobrevivió y se trasmitió de boca en boca y ha llegado hasta nuestros días.

Este personaje, al que acompaña un relato tan curioso, enfatizando en la experiencia propia como fuente de conocimiento encontró una serie de fundamentos que se pueden considerar como sólidos. Dichos fundamentos han dado paso al Mindfulness y se articularían en los siguientes puntos:
  • Durante cada momento de nuestra vida hemos de ser plenamente conscientes y vivir la estancia en el presente.
  • Acoger cuanto surja de la experiencia propia, ya sea negativo o positivo, con amor y sin entrar en juicios.
  • Mantener el corazón abierto para ser nuestros mejores amigos y dejar que surja la compasión por cuanto nos rodea.
Estos tres puntos constituirían la base y el origen del Mindfulness, además de la esencia del caminar por nuestra existencia. Darían paso a una forma renovada de conectar a nuestros sentidos con nuestras emociones, de estar y ser plenamente conscientes y de actuar conforme al lugar y las circunstancias en las que nos encontremos en cada momento. Posteriormente, un maestro budista tibetano, Chogyäm Trunga Rinpoche, huido de la invasión y represión china, se dedicó a estudiar las miradas que el ser humano occidental tenía sobre el mundo.

“La peor agresión a nosotros mismos, la peor de todas, es permanecer ignorante por no tener el valor y el respeto tratarnos a nosotros mismos con honestidad y ternura”
-Pema Chödrön-

De esta forma, Rinpoche vaticinó que el budismo llegaría a Occidente en forma de psicología. Más tarde sería el doctor Jon Kabat-Zinn, durante los años 60, recogió el guante y usó la técnica del Mindfulness para mejorar la vida de los pacientes que pasaban por la Clínica de Reducción del Estrés del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts.

Así que de estos ancestrales orígenes nos llega hoy con más fuerza que nunca la práctica del Mindfulness. Pura filosofía budista adaptada al mundo occidental que poco a poco, y por una demanda social, se está consolidando como una de las herramientas con más aceptación para mejorar nuestra actividad mental.

Pedro González Núñez

domingo, junio 18, 2017

Hay quien discute por todo y quien te hace reír con todo

Hay quien tiene el arte de desenredar el nudo de toda dificultad y de hacerte reír hasta que te duela el estómago. Lo hacen porque sí, porque la vida para esa persona tiene música, tiene rima y es sencilla. En cambio, otros discuten por nada y se ofuscan por todo, solo ven muros donde otros vemos puentes, traen tormentas en días de calma y enfados sin sentido que gestan distancias.



¿Por qué son tan complejas las relaciones humanas? Podríamos decir aquello tan manido de que en nuestro día a día, siempre será mejor evitar a quienes gustan de alterar nuestro equilibrio psicológico para quedarnos solo con quienes nos regalan alegrías. Sin embargo, este principio de salud elemental no siempre puede cumplirse, porque para convivir hay que saber entender perspectivas ajenas y ante todo, hay que aprender a sobrevivir en todo escenario, esté habitado por seres nobles o dragones iracundos.

“La vida hay que tomarla con amor y con humor. Con amor para comprenderla y con humor para soportarla”

En ocasiones, quienes discuten por todo pueden estar atravesando un proceso depresivo. Otras veces, quienes se ríen de todo aplican en realidad un humor agresivo o incluso auto-destructivo. Todo estilo comportamental tiene sus extremos y tiene por encima de todo sus significados. Debemos entenderlos, debemos ser sabios lectores y traductores de esos mundos ajenos que orbitan a nuestro alrededor influyéndonos con sus eclipses y sus mareas…

Los que nos hacen reír por todo…. ¿son siempre personas felices?

Peter McGraw es un psicólogo de la Universidad de Colorado, famoso por haber creado el “laboratorio del humor”. En este departamento se estudia, por ejemplo, el impacto del humor como terapia y el uso de la risa como “fármaco” para mejorar la calidad de vida de enfermos crónicos o enfermos de cáncer. La ciencia apoya estas iniciativas, aunque se ha demostrado eso sí, que más que la risa, lo que mejora el día a día de estos pacientes es su actitud, su optimismo y su fuerza interna.

Asimismo, el doctor McGraw ha establecido en su teoría la diferenciación de 4 tipos de humor. Porque en ocasiones, muchas de esas personas que nos hacen reír por todo, no siempre son felices, no siempre son el reflejo de un adecuado bienestar interior. Vale la pena ahondar en estas categorías para comprender mejor este tipo de dinámicas que vemos en nuestro día a día.
  • Humor agresivo. Esta práctica es muy común en quienes nos hacen reír a través de la ironía y del sarcasmo más cínico, ahí donde se cosifica o ridiculiza a terceras personas.
  • Humor como auto-mejora. Este tipo de humor es de los más saludables puesto que resulta muy útil a la hora de gestionar el estrés. Es cuando alguien es capaz de reírse de sí mismo para relativizar un mal día, un error cometido, para ironizar con un defecto que no logra mejorar o incluso para quitar tensión a un momento dado.
  • Humor auto-agresivo. Sería sin duda la otra cara de la moneda del humor que busca mejorarse. En este caso, se utiliza la agresividad contra uno mismo, bien por una notable baja autoestima, por la impronta de una depresión o porque uno busca victimizarse y llamar la atención de quienes le envuelven.
  • Humor afiliativo. Por último, tenemos la expresividad del humor más vivificante, útil y maravilloso, es ese que procede de alguien que nos hace reír con el fin de unir más el vínculo entre nosotros, para construir una complicidad, para aportar felicidad, conexión y un bienestar real.
Así, y vista la clasificación anterior, nos queda claro que cuando decimos que alguien tiene un “gran sentido del humor” necesitamos saber realmente qué tipo de humor practica y de qué manera impacta en los demás. Todos hemos experimentado ese instante en que alguien nos hace reír, pero la sensación que nos impregna es extraña e incómoda, como si advirtiésemos al instante una sombra malintencionada.

Los que discuten por todo… ¿disfrutan tanto complicando la vida a los demás?

Tal Ben-Shahar, profesor de Psicología positiva en Harvard es conocido por ser el “gurú de la felicidad”. Sus numerosas publicaciones sobre las emociones y los estados de ánimo son siempre una interesante referencia a la hora de comprender mejor determinados comportamientos, como por ejemplo, ¿qué hay detrás de esas personas que discuten por todo y que parecen disfrutar tanto complicándose y complicando la vida a los demás?

“El mal humor nos hace muy pequeños”.
-Doménico Cieri Estrada-

La respuesta es sencilla: infelicidad. Ahora bien, tras esta desoladora palabra -nadie merece experimentar tal abismo- se halla todo un caleidoscopio de dinámicas mal gestionadas, mal afrontadas, mal resueltas. Por ejemplo: escasa capacidad para tolerar la frustración, pobres estrategias para resolver los problemas, expectativas poco realistas, visión de túnel, falta de pensamiento reflexivo, baja autoestima, una inteligencia emocional bajo mínimos…

Todos podemos pasar por un momento así, complejos instantes vitales donde uno o varios detonantes acaban debilitándonos para empezar a ver problemas a cada instante, para bajar las persianas de nuestra positividad y trasformar cualquier conversación en una discusión. Todos podemos caer en las lagunas del desánimo y en las tuberías del malestar, es respetable y comprensible. Sin embargo, lo que es obligatorio es emerger de estas aguas tóxicas para ser nosotros mismos de nuevo.

Para lograrlo necesitamos voluntad y autocontrol. No hay que caer en el victimismo, se trata solo de recoger los pedazos rotos y como si fuera una precisa artesanía, reparar cada rincón con el pegamento de la autoestima y el barniz de la motivación. De este modo, comprenderemos también que no todos los que se ríen son felices ni los que discuten por todo son causas perdidas. Todos podemos sanarnos, todos podemos hallar el equilibrio y la felicidad.

Valeria Sabater