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lunes, febrero 13, 2017

Que tus luces puedan con tus sombras

Como diría Greemberg, primero tienes que llegar a un sitio para poder irte de allí. Por lo tanto, tenemos que seguir caminando con nuestras luces y con nuestras sombras hasta que no nos resistamos más en descubrirlas. ¿Sabíais que cuando nos enfada algo de alguien en realidad nos enfada también de nosotros mismos (ya sea porque lo tenemos o porque nos da miedo la posibilidad de tenerlo)? ¿Y que cuando admiramos algo de alguien es porque también tenemos eso que admiramos?



Las relaciones con los demás son en parte un reflejo de cómo somos. Esa parte de nosotros que a veces no queremos ver ni trascender. Y hasta que no lo hagamos, seguiremos teniendo que enfrentarnos a ello una y otra vez en diferentes situaciones y con diferentes personas. Ninguna relación es casual y ninguna persona entra en nuestra vida sin dejar una marca, por pequeña que sea.

La vida nos refleja nuestro propio ser una y otra vez. Aunque en ocasiones este reflejo no sea agradable, merecerá la pena si somos capaces de conseguir la máxima información de él y utilizarla para mejorar. Son en estas situaciones donde tendremos que enfocarnos en nosotros mismos, trabajando en nuestro autoconocimiento. No olvide que este es el resultado de un proceso reflexivo mediante el cual adquirimos un conocimiento más profundo de nosotros.

“De todos los conocimientos posibles, el más sabio y útil es conocerse a uno mismo”
-William Shakespeare- 

¿Realmente sabemos quiénes somos?

Estamos tan preocupados con la imagen que ofrecemos a los demás, que no es raro que solo nos concentremos en los aspectos más superficiales de nosotros mismos. Es así como ignoramos a nuestras raíces más profundas, perdiendo de vista quienes somos realmente.

El autoconocimiento está basado en aprender a querernos y a conocernos a nosotros mismos. Es el conocimiento propio; supone la madurez de conocer cualidades y defectos y apoyarse en los primeros y luchar contra los segundos. Es la tarea más importante que hay que realizar antes de emprender cualquier actividad y antes de intentar conocer a las demás personas.

Este es un proceso lento, que no se logra de la noche a la mañana. Se inicia cuando se toma conciencia de las propias fortalezas y debilidades y se prolonga durante toda la vida. Cuando uno se conoce, es decir, cuando sabe lo que puede hacer con mayor o menor facilidad, cuando se acepta a sí mismo con sus luces y sus sombras, está en posición de aceptar a los demás tal y como son.

-Estanislao Bachrach- 

Nuestras luces, nuestras mejores armas

Muchas personas tienen éxito cuando no creen en ellas. Pero muy rara vez una persona que no cree en sí misma alcanza el éxito. El filósofo griego Plutarco, escribió: “Como las abejas extraen miel del tomillo, la más fuerte y seca de las hierbas, los hombres y las mujeres sensibles suelen sacar ventaja y provecho de las circunstancias más extrañas”.

Cuando nuestras luces superan a nuestras sombras, nos será más fácil ser persistentes. Cuando estamos en el camino correcto, no nos importará una pequeña incomodidad. Y cuando todo se desbarata, nuestras luces nos ayudarán a persistir haciéndonos ver oportunidades incluso cuando llegue el ocaso del día y la luz del sol se esconda.

Lo cierto es que la vida es tan sabia y tan mágica que nos va poniendo situaciones para que aprendamos lo que necesitamos aprender y evolucionemos hacia donde necesitamos evolucionar. Nuestras sombras son aquello que no aceptamos pero que tampoco sabemos transformar, aquello que nos aleja de nuestros objetivos. Por el contrario, nuestras luces son aquellos pensamientos y conductas que nos acercan hacia nuestros objetivos en la vida.

Fátima Servián Franco

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