La depresión es un trastorno cada vez más frecuente en la población. Se caracteriza por un estado de ánimo depresivo y/o apatía o anhedonia durante al menos 2 semanas, que se acompaña de otros síntomas como falta de energía, insomnio o hipersomnia, enlentecimiento o agitación psicomotora, falta de energía, sentimientos de minusvaloración y culpa, además de pensamientos de muerte o ideación suicida. En los niños puede darse un estado de ánimo irritable o inestable.
Todos estos síntomas causan un malestar clínico significativo y no pueden explicarse por la acción de una sustancia u otra patología médica. Hay que diferenciarlo de otros trastornos como la distimia, cuyos síntomas son menores en gravedad pero se prolongan en el tiempo al menos dos años. Cuando distimia y depresión aparecen juntas hablamos de depresión doble.
La causas de la depresión son muy diversas, si bien parece que lo que existe en una mezcla de causas psicológicas, predisposición genética u sucesos de vida altamente estresantes. De una forma u otra, la depresión está rodeada de mitos y en este artículo queremos enfrentar algunos de ellos.
Los intentos de suicidio no deben tenerse en cuenta si han sido para llamar la atención
MENTIRA al 100%. Todos los intentos autolíticos deben ser atendidos y tratados, sea cual sea el trastorno de base del paciente y el nivel de tentativa. Es un falso mito muy extendido pensar que “quien se quiere matar, lo hace”. Una persona que ha pasado a la acción en su intento por suicidarse tiene una alta probabilidad de volver a intentarlo.
Que no haya encontrado la forma de hacerlo letalmente o que simplemente sea una manifestación a su entorno del sufrimiento que paciente quiere mostrar, no elimina el hecho de que pueda volver a intentarlo con peores e irreversibles consecuencias.
Existen depresivos “de siempre” y depresivos “por algo que les ha pasado”
MENTIRA al 75%. En manuales de psicopatología y psiquiatría antiguos se aludía a la diferencia entre depresión endógena (o melancólica) y exógena. La primera se compondría de más síntomas vegetativos, ya que tendría un origen más biológico. Presentaría un empeoramiento vespertino y mejor respuesta a los antidepresivos. La depresión exógena por su parte haría alusión a una depresión con menor sintomatología orgánica y cuyo origen podía residir en un estresor en la vida del paciente.
Actualmente esta forma de diferenciar etiológicamente la depresión NO cuenta con estudios empíricos que lo avalen. Si se utilizan categorías como unipolares/bipolares o primarias/secundarias que nos orientan más a una evaluación, diagnóstico y tratamiento más certeros.
El curso de la depresión ayuda a definirla mejor y determina su pronóstico
VERDAD. Hay que hilar muy fino para distinguir todos los trastornos del estado de ánimo y poderles dar un tratamiento más eficaz y delimitado. Gran parte de esa habilidad viene determinada por nuestra capacidad para evaluar y registrar cómo han ido desarrollándose en el tiempo los síntomas depresivos o maníacos en el caso de un bipolar; además de saber con qué gravedad se han manifestado.
Si la depresión aparece en la juventud y no se desencadena por un estresor claramente identificable es probable que a lo largo de la vida se den recaídas. Ya no solo por su pronta aparición, sino porque la inexistencia de un período en el que sí existiera una buena adaptación a su entorno disipa la posibilidad de que el paciente pueda desarrollar hábitos adaptativos con mayor naturalidad. Es decir, siempre es más fácil salir de una depresión si con anterioridad a esta hubiese existido un período de buena adaptación y estabilidad emocional en el paciente que si por lo contrario esto nunca se hubiera producido.
El duelo por una pérdida no puede considerarse depresión
VERDAD al 70 %. No se puede diagnosticar depresión a menos que hayan pasado al menos 2 meses desde la pérdida. Esto siempre se ha considerado así, ya que si diagnosticamos depresión inmediatamente patologizamos un sentimiento natural del ser humano: la tristeza.
Normalmente se empezaba a considerar depresión si a partir de dos meses después de la pérdida el resto de criterios se cummplían. Esto ha cambiado recientemente con la publicación del nuevo DSM-V. Ahora sí se puede considerar que existe depresión justo después de la pérdida si existe una reacción de tristeza realmente patológica, y si los síntomas de depresivos son muy evidentes que dejan claro que no se trata de un “duelo normal”.
Evidentemente, este cambio ha creado mucho polémica pues implica tratar como trastorno una reacción intensa habitual y natural tras cualquier pérdida significativa.
Los hijos de personas depresivas tienen más riesgo de padecer depresión
VERDAD al 60%. En los pacientes cercanos a una persona con alteración del estado de ánimo, la probabilidad de padecer cualquier trastorno dentro de los de espectro del estado de ánimo es mayor. Con pacientes con trastorno bipolar el riesgo de padecer cualquier trastorno del estado de ánimo es mucho mayor, tanto episodios unipolares como bipolares.
Aunque se ha encontrado esta relación en estudios de gemelos monocigóticos y dicigóticos, la duda de si es un trastorno aprendido -por la observación y pautas asimiladas por la relación entre los miembros de la familia- aparece cuando las muestra de estudios, con igual metodología, se realiza con hijos adoptados.
Así, podría existir una cierta predisposición a padecer un estado de ánimo, pero no podemos establecer todavía en qué grado afecta la crianza y el ambiente intrafamiliar para que esa predisposición aparezca desde muy temprano. Quizás un trastorno del estado de ánimo se desencadene por una serie de factores subjetivos y estresores sociales que exponen a cualquier persona a un riesgo elevado de padecer un trastorno del estado de ánimo.
Cristina Roda Rivera
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