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jueves, febrero 09, 2017

¿Has levantado muros en tu relación con los demás?

Hay personas que construyen muros en sus relaciones con los demás. Unos construyen muros gruesos de materiales irrompibles. Otros construyen muros gruesos, también, pero con materiales fácilmente quebrantables. Así que de alguna manera esa apariencia robusta y fuerte, al rascar un poco, ya da sensación de debilidad…



Otras personas construyen muros diferentes según las personas con las que se relacionan. Probablemente te sientas identificado con esto. Muchas veces conocemos a personas que por su agresividad, su invasión en nuestro espacio vital o por su toxicidad, hacen que tengamos que construir un muro que nos proteja de los daños que adivinamos en el horizonte. Fachada que, por otro lado, no solemos construir con el resto de personas.

Hablar de nuestros muros es hablar de nuestros límites. Los límites nos ayudan a protegernos. Aparecen instintivamente en situaciones de peligro. No obstante hay muchas personas en las que estos no están instaurados, quedando vulnerables ante los peligros ajenos. De alguna manera es como tener una herida abierta. Si la expongo corro el peligro de que se me infecte, si la curo y la tapo para protegerla minimizo el peligro de infección.

Es importante plantearse cómo hemos ido construyendo nuestro muro

En las relaciones humanas pasa algo parecido. Los límites son necesarios. La cuestión es en qué medida los utilizamos. Los vamos construyendo en función de nuestras relaciones con los demás. Aprendemos de las experiencias y vivencias que van sucediéndose en nuestro trayecto vital.

Pero cuando somos pequeños la única referencia que tenemos para juzgar el exterior son nuestros padres y sus personas más cercanas. Si se nos enseña que el mundo es un lugar hostil y peligroso, tenderemos a construir este muro. De manera inconsciente y totalmente involuntaria iremos creando una fortaleza que nos proteja de este mundo que tanta inseguridad nos transmite.

A medida que crecemos, uno va tomando conciencia de las barreras que ha ido edificando. Pero lo más importante es ser conscientes de si son barreras que nos han impuesto, o barreras que realmente hemos construido nosotros mismos en función de nuestras experiencias.

Los miedos y los prejuicios levantan muchos muros

Es importante plantearse cuánto es de permeable este muro y en qué medida me está impidiendo tener una relación auténtica con el otro. Si mi muro es muy grande y opaco será complicado poder tener una relación desde nuestro ser más genuino. Ya que al fin y al cabo la parte que mostramos de nosotros mismos solamente sería la que los demás intentarían adivinar desde el exterior.

A veces nos convertimos en nuestro propio muro. Somos nuestro muro. De manera que perdemos un contacto genuino con nosotros mismos y con los demás. Estas barreras, por tanto, nos hablan de miedos. Miedos que se han hecho enormes y nos impiden ver la realidad con un criterio prudente, pero al mismo tiempo cercano y abierto.

Tener miedos no es malo, al revés, nos hablan de quiénes somos y de aquello que nos importa en la vida. Lo que es malo y totalmente pernicioso es dejar que ellos tomen el control. Sin plantearnos de dónde vienen. Lo insano es dejar que estos dominen nuestra existencia sin haber tenido un diálogo previo con ellos.

Los mecanismos defensivos nos protegen y al mismo tiempo nos alejan

Los mecanismos de defensa son la materia de la que nos servimos para construir gran parte de nuestros muros. Cuanto más proyecte al exterior lo que detesto de mí mismo, cuanto más niegue mi realidad interna, cuanto más reprima mis verdaderos deseos más grande será el muro que me separe de mí mismo. La liberación de este muro empieza cuando tomamos conciencia de cómo lo hemos construido, si he sido yo, si han sido mis padres o mis amigos…

Como veis, tener límites es bueno y es necesario, ya que nos protegen de aquello queremos en nuestra vida. Donde hay que poner el foco es en cómo se han ido construyendo estos y hasta qué punto nos ayudan o nos perjudican en la relación que mantenemos con nosotros mismos y con los demás.

Alicia Garrido Martín

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