«¿Por qué estás siempre rezando?», preguntó el Maestro.
«Porque la oración alivia mi mente de una enorme carga».
«Desgraciadamente, eso es lo que la oración suele hacer…»
« ¿Y qué tiene de malo?»
«En primer lugar, que te impide ver quién puso allí esa carga», dijo el Maestro.
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