Cuando le preguntaron por qué nunca discutía con nadie, el Maestro contó la historia de un viejo herrero, el cual le confió a un amigo que su padre, herrero como él, siempre había querido que su hijo siguiera su misma profesión, mientras que la madre abrigaba la ilusión de que su hijo fuera dentista. « ¿Y quieres que te diga una cosa?: estoy encantado de que mi padre se saliera con la suya, porque, si hubiera sido dentista, me habría muerto de hambre. Y puedo demostrártelo».
« ¿Cómo?», preguntó el amigo.
«He estado en esta herrería durante treinta años, y en todo ese tiempo ni una sola vez me ha pedido nadie que le sacara una muela».
«Esta misma es --concluyó el Maestro-- la lógica que subyace a las discusiones. Cuando ves algo con claridad, ya no tienes necesidad de lógica alguna».
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