Los recuerdos de la infancia son uno de los elementos más importantes de nuestra vida.
Las situaciones que vivimos cuando éramos pequeños fueron las que formaron nuestras creencias sobre la vida, y estas creencias nos acompañan ahora de adultos, condicionando completamente lo que nos pasa.
Por este motivo, es muy importante analizar y sanar los recuerdos de la infancia; especialmente los más dolorosos.
Este es un proceso muy personal, porque cada persona es distinta y tiene sus propios recuerdos, pero hay dos recuerdos concretos que están presentes en casi todos nosotros.
Y son muy importantes, por el impacto que causaron.
Hoy hablaremos de ellos y de cómo sanarlos.
Por este motivo, es muy importante analizar y sanar los recuerdos de la infancia; especialmente los más dolorosos.
Este es un proceso muy personal, porque cada persona es distinta y tiene sus propios recuerdos, pero hay dos recuerdos concretos que están presentes en casi todos nosotros.
Y son muy importantes, por el impacto que causaron.
Hoy hablaremos de ellos y de cómo sanarlos.
El Primer Recuerdo Clave de la Infancia
Cada persona es única, y su trayectoria en esta vida también lo es. Pero hay algunos puntos comunes en todos nosotros.
El primero es que todos llegamos al planeta en paz y armonía. Todos llegamos sabiendo quiénes somos realmente y por qué estamos aquí. Y sabiendo esto (y muchas cosas más) sentimos un gran amor por nosotros mismos y por todo lo demás.
Pero durante los primeros meses de estancia en el planeta, esta información se va diluyendo en nuestra mente y pasa a un plano subconsciente. No explicaremos hoy los motivos de este proceso, pero es importante saber que no es un castigo ni un error. Forma parte de la aventura de la Tierra.
En un primer momento, esta pérdida de información sobre quienes somos no nos causó ningún malestar. Seguíamos conectados con nuestro amor, y seguíamos estando en paz y armonía.
Pero llegó un día en el que esto se torció. Y este es el primer recuerdo del que hablaremos hoy.
Prácticamente todos nosotros nos hemos sentido rechazados alguna vez: hemos sentido que no nos querían, que no nos escuchaban, que no nos valoraban, que no sentían interés por nosotros, etc. Esta sensación de rechazo puede ser más suave o más intensa, y puede ser por motivos distintos, pero la gran mayoría de nosotros la hemos experimentado.
Pues bien, hubo un momento en que la experimentamos por primera vez. Hubo un momento en el que, por primera vez, sentimos que alguien nos rechazaba.
Y esta primera vez es muy importante.
Para comprender mejor la importancia de ese instante, puedes ponerte en situación: imagínate que eres un niño pequeño que nunca ha experimentado el rechazo. Para ti, el mundo es amoroso y compasivo. Es un lugar seguro, amable y lleno de potencial.
Pero, de golpe, alguien hace algo. Sientes que te rechaza. Sientes que piensa que has hecho algo que “no está bien”.
En un instante, se rompe la imagen que tenías de la vida. El mundo ya no es 100 % amable. Ahora es un lugar potencialmente hostil, y hay que vigilar.
Es muy importante recordar ese momento.
¿Quién fue ese alguien que sentiste que te rechazaba?
¿Qué hizo y cómo lo interpretaste exactamente?
¿Y qué conclusiones sacaste a partir de ello?
Con mucha probabilidad, esas conclusiones se transformaron en creencias.
Y seguramente te han acompañado hasta el día de hoy.
La Creencias que Se Formaron a Partir de Este Primer Recuerdo
A partir de esa primera sensación de rechazo, cambió completamente la visión que teníamos de la vida: pasamos de creer que el mundo era un lugar plenamente luminoso, a creer firmemente en las sombras.
Los detalles concretos dependen de cada persona: de la personalidad de cada uno y de lo que sucedió concretamente en ese momento. Pero más allá de los detalles concretos, hay dos reacciones básicas a esta primera sensación de rechazo.
La primera es creer que hay algo en nosotros que no está bien. Si alguien nos ha rechazado, debe ser que tiene parte de razón. Y a partir de aquí se forma la creencia de que no somos suficientemente buenos. Es la semilla de la falta de autoestima que muchos tenemos.
Y la segunda reacción es creer que es el mundo el que no está bien. Yo sé que soy bueno y válido, así que si alguien me rechaza o me critica, el malo es él. Y aquí se forma la creencia de que el resto del mundo es ignorante e incompetente. Es la semilla del sentimiento de superioridad, que también muchos tenemos.
Estas dos reacciones son diferentes, pero tienen en común que siempre son dolorosas. A nivel profundo, sabemos que nada de esto es cierto: ni los demás ni nosotros somos “malos”. Pero a nivel más superficial, no entendemos qué está pasando (somos niños pequeños), así que vivimos este momento como una gran rotura. Sentimos que se crea una brecha entre nosotros y los demás, y esto nos causa un gran dolor.
A partir de ese momento, siempre buscaremos calmar este dolor. Durante el resto de la vida, estaremos continuamente buscando maneras de sentirnos otra vez queridos y aceptados; a veces intentando cambiar nosotros, a veces intentando forzar a los demás a cambiar.
Y esta es la raíz del drama humano.
La mayor parte del dolor y de los conflictos humanos surgen de esta experiencia de rechazo que todos hemos vivido y que en su momento no supimos gestionar.
El Segundo Recuerdo Clave de la Infancia
Aparte de este primer recuerdo relacionado con el rechazo, hay otro recuerdo que también es muy importante: el primer momento después del primer rechazo en el que volvemos a sentir que alguien nos ama.
Es decir, después de esa primera sensación de rechazo, y con la creencia ya formada de que no somos válidos o de que el resto del mundo no es válido (o las dos cosas), llegó un momento en el que alguien hizo algo que nos sentó bien: nos sentimos amados y aceptados otra vez.
Y, al igual que en el caso anterior, aquí los detalles también son muy importantes.
¿Quién fue ese alguien?
¿Qué hizo o qué dijo exactamente?
¿Y qué sentimos que valoraba en nosotros? ¿Nuestra inteligencia? ¿Nuestra fuerza? ¿Nuestra valentía? ¿Nuestra dulzura?…
En función de esto, se formó otra creencia en nosotros: “si hago esto, me sentiré amado y aceptado”.
Así que, en solo dos instantes de nuestra vida, se formó toda una visión muy profunda de la existencia: “el mundo es hostil y pueden rechazarme, pero si hago esto, me amarán.”
Evidentemente, para comprender bien cada caso concreto hay que tener en cuenta más elementos, pero solo con estos dos recuerdos ya podemos entender muchas cosas de nuestra vida.
La gran mayoría de nosotros nos hemos sentido rechazados. Algunos nos culpamos a nosotros mismos por no ser suficientemente buenos, y otros culpamos a los demás. Pero la sensación de rechazo es la misma.
Y prácticamente todos hemos sentido que, si hacemos determinadas cosas concretas, será más fácil que nos valoren.
Todo esto está condicionando intensamente nuestra vida.
Y surge de esos dos instantes concretos de nuestra infancia.
Aparte de este primer recuerdo relacionado con el rechazo, hay otro recuerdo que también es muy importante: el primer momento después del primer rechazo en el que volvemos a sentir que alguien nos ama.
Es decir, después de esa primera sensación de rechazo, y con la creencia ya formada de que no somos válidos o de que el resto del mundo no es válido (o las dos cosas), llegó un momento en el que alguien hizo algo que nos sentó bien: nos sentimos amados y aceptados otra vez.
Y, al igual que en el caso anterior, aquí los detalles también son muy importantes.
¿Quién fue ese alguien?
¿Qué hizo o qué dijo exactamente?
¿Y qué sentimos que valoraba en nosotros? ¿Nuestra inteligencia? ¿Nuestra fuerza? ¿Nuestra valentía? ¿Nuestra dulzura?…
En función de esto, se formó otra creencia en nosotros: “si hago esto, me sentiré amado y aceptado”.
Así que, en solo dos instantes de nuestra vida, se formó toda una visión muy profunda de la existencia: “el mundo es hostil y pueden rechazarme, pero si hago esto, me amarán.”
Evidentemente, para comprender bien cada caso concreto hay que tener en cuenta más elementos, pero solo con estos dos recuerdos ya podemos entender muchas cosas de nuestra vida.
La gran mayoría de nosotros nos hemos sentido rechazados. Algunos nos culpamos a nosotros mismos por no ser suficientemente buenos, y otros culpamos a los demás. Pero la sensación de rechazo es la misma.
Y prácticamente todos hemos sentido que, si hacemos determinadas cosas concretas, será más fácil que nos valoren.
Todo esto está condicionando intensamente nuestra vida.
Y surge de esos dos instantes concretos de nuestra infancia.
Cómo Sanar Estos Recuerdos de la Infancia
Es muy importante para nuestro crecimiento personal conectar con estos dos recuerdos: conectar con nuestra infancia e intentar recordar cuándo sentimos el rechazo por primera vez y cómo reaccionamos al respecto.
Esta es una manera de comprender mejor por qué creemos muchas de las cosas que creemos, y por qué sentimos muchas de las cosas que sentimos.
Y, por supuesto, también es muy importante sanarlos. Cuando sanamos los recuerdos, se liberan las creencias y el dolor que hay asociado a ellos, y esto nos permite volver a conectar mejor con lo que realmente somos.
Y una de las maneras más sencillas y efectivas de sanar recuerdos es el tapping.
Por si no lo conoces, el tapping es una herramienta muy sencilla que podemos usar para tratar cualquier situación que nos preocupe. Y la manera de hacerlo es buscar frases sobre lo que queremos tratar y darnos unos golpes muy suaves en unos puntos del cuerpo mientras las decimos en voz alta.
La idea principal es revivir el recuerdo mentalmente a cámara muy lenta y hacer tapping con las emociones que van surgiendo. Es un proceso que cualquier persona puede hacer por su cuenta.
La única dificultad es recordar los acontecimientos que queramos tratar, lo cual no siempre es fácil. Algunos recuerdos están muy enterrados.
Pero no hay que olvidar que esta información está dentro de nosotros. Todos tus recuerdos están dentro de ti.
Y si buscas con paciencia y con cariño, los puedes liberar.
Un gran abrazo,
Jan
www.jananguita.es
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