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domingo, marzo 31, 2019

Cómo ganarle a nuestro cerebro: la utilidad del pensamiento crítico

Usted se pasa la vida hablando consigo mismo: se alaba, se critica y se ofende; hay momentos donde se lanza unas lisonjas que ni usted mismo se las cree y, siendo modestos, estamos seguros que en muchos aspectos somos mejores que algunos de los que nos rodean. Eso es lo que llamamos lenguaje interior, sabemos que existe y de verdad no pensamos con palabras.
Ahora, hacer crítico el pensamiento es la base de un cerebro inteligente, es pensar en lo que podemos solucionar en el día a día.

Cómo entrenar el pensamiento crítico

Plantéese las siguientes situaciones y descubra si realmente está estableciendo soluciones a los problemas que le plantea su cerebro, haciendo frente desde la construcción de un pensamiento crítico:
  • ¿Cuántas veces se levanta o se acuesta pensando en algo que no depende de usted?
  • Conjugue los verbos de acción en cada persona yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos.
  • ¿Puede usted, y solo usted, resolver el problema que lo agobia? ¿Depende realmente de usted la solución? Si la respuesta es no, entonces, no se preocupe. Diríjase a la persona que tiene la solución a su problema.
  • En su trabajo, ¿los temas que necesitan resolverse son de acción grupal? Es decir, ¿es de ellos o de nosotros?  Enfóquese en la parte del liderazgo y si puede organizar su equipo, y solamente su equipo, aporte y comprometa a cada miembro en los temas de respuesta a los problemas.
  • ¿Tiene problemas de pareja que no dependen de usted sino de su compañero(a) sentimental o de un tercero? El problema ya no es suyo, es de ellos, y a menos que usted quiera hacer un triángulo, no puede aportar soluciones.
  • Use el lenguaje interior para cada evento de la vida diaria. El cerebro no puede resolver los problemas ajenos a menos que usted se haya preparado como terapeuta y tenga las estrategias y el conocimiento para hacerlo.
  • Un punto clave: no resuelva el pensamiento ajeno, no solo se va a enredar, sino que se va a involucrar en lo que no le importa. Las soluciones deben ser individuales porque el pensamiento interior del otro es una actitud propia que se modifica muy poco con opiniones externas.
  • Hágase cada vez esta pregunta: ¿Cómo me beneficio yo con las soluciones que le propongo a los demás? Si la respuesta es que se beneficia, usted entonces hace parte del problema.
  • No repita pensamientos que ya tuvo cuando se ha planteado soluciones, si no las recuerda, entonces, anótelas, el cerebro tratará de enviarle mensajes negativos, córtelos de entrada, es la única forma de estar conectados con el medio y hacer lo que tenemos que realizar.
 Dr. Rodrigo Isaza Bermúdez

sábado, marzo 30, 2019

Así son las personas con buena autoestima

Las personas con buena autoestima suelen definirse por unos rasgos comportamentales que les permiten tener una vida más saludable. No están hechas de un material especial, no tienen algo diferente al resto, en realidad son hombres y mujeres que en un momento dado decidieron fortalecer valías -de forma consciente o inconsciente- y hacer uso de un enfoque más nutritivo con el propio ser, ahí donde ganar en bienestar. 


Si dijéramos ahora mismo que la autoestima es el clave para nuestra supervivencia, es posible que más de uno lo tome como una exageración. Y sin embargo, no lo es.

Carl Rogers definió en su día esta dimensión como el núcleo de la personalidad. Psicoterapeutas y reconocidos expertos en el tema, como Nathaniel Branden, la entienden como esa necesidad humana que contribuye al proceso saludable de la vida en cada una de sus etapas.

La autoestima positiva nos devuelve el control de nuestra realidad. Por el contrario, ante una autoestima dañada, se apagan los ánimos, la confianza en uno mismo, se desgasta la identidad y quedamos supeditados a los embistes de nuestro entorno.

Todos, de algún modo, sabemos lo que es no atender este tendón psicológico; la buena noticia es que estamos ante una dimensión que podemos entrenar, atender y fortalecer. No importa nuestra edad o por el momento que transitemos. Siempre es un buen día para reparar ese músculo interno que impulsa la vida.

“La cosa más grande en el mundo es saber cómo ser amo de uno mismo”.
-Michel de Montaigne- 
 
¿Cómo son las personas con buena autoestima?

Hace solo unos meses, la Universidad de psicología del Estado de Michigan llevó a cabo un interesante estudio sobre la autoestima. El director de este trabajo, el doctor Brent Dollentan, descubrió que las personas con buena autoestima alcanzan edades avanzadas con un notable calidad de vida. Presentan relaciones más felices, una salud más fuerte, son más respetuosas y disfrutan de sus trabajos y tiempo libre de manera más intensa.

Es más, un dato interesante que reveló este estudio es que, por término medio, las personas de 60 años cuentan con una autoestima en mejor estado que la población más joven.

De algún modo, parte de la comunidad experta desea poner el punto de atención en este aspecto: nuestros adolescentes y los adultos jóvenes tienen una cuenta pendiente con este recurso psicológico. Veamos por tanto qué enfoques deberían aplicar. 

Las personas con buena autoestima presentan una actitud más humilde

Este dato es importante. Es común que cada vez que hablamos de autoestima, haya personas que tengan una idea sesgada sobre el tema. No se trata en realidad de desarrollar una autoestima alta y fuerte. Por llamativo que nos parezca, las altas dosis de autoestima derivan en comportamientos narcisistas.

Por tanto, la autoestima saludable es aquella que sabe ser humilde. Es la que hace uso de una actitud cercana, flexible, capaz de comportarte de manera sencilla, apreciando lo simple y poniendo la atención en las cosas que importan de verdad. 

Se sienten competentes

Albert Bandura, destacado psicólogo social, definió un término que deberíamos aplicar en nuestro día a día: la autoeficacia. Sentirnos no solo competentes en cada cosa que hacemos, sino capaces de aprender de los propios errores para superarnos y aprender es un ejercicio de sabiduría y crecimiento personal.

La autoeficacia coloca un sostén a la autoestima, la acoge y le da fuerzas, ánimos e impulsos para que nos atrevamos a hacer cosas, para que desoigamos críticas o los clásicos “tú no puedes, tú no mereces”. 
 
Han dejado de tener miedo

Las personas con buena autoestima se han desprendido de esa presencia que limitaba sus vidas, sus pasos, sus deseos: el miedo. Sabemos que el miedo es esa emoción que garantiza nuestra supervivencia, pero en ocasiones, damos un poder excesivo a temores que no son útiles y que otros nos proyectan. Tener una buena autoestima significa, entre otras cosas, aplicar el siguiente enfoque personal:
  • No tener miedo a decir la verdad cuando es necesario. Aunque con ello, podamos decepcionar a los demás.
  • Implica, a su vez, racionalizar esos temores irracionales que nos impedían mostrarnos al mundo tal y como somos. Así, hechos como vestir como deseemos, mostrarnos como realmente somos, practicar las aficiones que nos definen y construir la vida que soñamos, son actos que llevamos a cabo cuando por fin, dejamos al miedo arrinconado. 

Se responsabilizan de lo que dicen y lo que hacen

Otra de nuestras aspiraciones para alcanzar la cumbre de la autorrealización, como diría Abraham Maslow, es ser coherentes. Coherentes entre lo que decimos y hacemos. Responsables con cada cosa que hacemos y las posibles consecuencias que de ellas puedan surgir.

Las personas que ejercitan la autoestima a diario hacen uso de una elevada responsabilidad. Entienden que ellas y solo ellas son quienes manejan su destino y su realidad. Cada error cometido deriva de uno mismo. Cada triunfo y logro alcanzado es resultado del propio esfuerzo. 

El pasado ya no existe, el futuro aún no ha sucedido: el presente lo es todo

Para entrenar nuestro músculo de la autoestima hay que centrarse en el momento presente. Daniel Goleman, en su libro Focus, nos anima a ejercitar nuestra atención: gracias a ella, detectamos qué es lo verdaderamente importante en cada instante. Algo así es clave para cuidar de esta valía psicológica, porque de lo contrario, podríamos quedar atascados en las heridas del ayer, en los fallos del pasado o en las ansiedades del futuro. 

Ser fuerte implica ser un agente activo del presente. Alguien que se mueve con la vida sabiendo a dónde va y lo que quiere. Las personas con buena autoestima, además, no siguen a los seguidores, no se dejan llevar ni arrastrar ni convencer de aquello que no encaja en sus valores. Piensan y deciden por sí mismas, y lo hacen sin miedo porque entienden que para ser feliz hay que tomar decisiones que a veces no gustan a todo el mundo. Pensemos en ello.

Valeria Sabater

viernes, marzo 29, 2019

Los 10 principios para la vida, según los nativos americanos

Los principios para la vida de los nativos americanos han sido pensados para garantizar el bienestar de las siguientes siete generaciones. Por lo tanto, no se orientan solo a cada individuo presente, sino que se proyectan al futuro.

 
 
La nota predominante en estos principios para la vida es el respeto y la valoración de las personas y el entorno. También una exaltación de los valores asociados a la honestidad y la generosidad.

“Cuando la sangre de tus venas vuelva al mar, y el polvo de tus huesos regrese al suelo, quizás recuerdes que esta tierra no te pertenece a ti, sino que tú perteneces a esta tierra”.
-Proverbio Sioux-

Los nativos americanos, así como otras comunidades originarias, daban gran importancia a la vida colectiva. Por eso mismo, otorgaban gran relevancia a las pautas de conducta que garantizaban una convivencia armónica. Podemos aprender mucho de ellos. Estos son los principios para la vida que establecieron. 

1. Trata a la tierra con respeto

Tratar a la tierra con respeto significa, fundamentalmente, no contaminarla o deteriorarla. Buscar todos los medios para preservar su integridad.

Esto implica, fundamentalmente, hacernos cargo de los desechos que emitimos, bien sean sólidos, líquidos o gaseosos. La tierra es nuestro hogar y si ella enferma, nosotros también.

2. Agradece al Gran Espíritu por cada nuevo día

El Gran Espíritu puede tener un significado diferente para cada persona. Para algunos será un dios determinado, para otros la naturaleza misma o el concepto de vida, en sentido universal.

A lo que los nativos americanos convocan es a agradecer diariamente por la vida. Esta no es una acción más, sino el punto de partida para cultivar una actitud global saludable. 

3. Honra tu palabra

Uno de los principios para la vida más importantes en los nativos americanos es el respeto por la palabra. Esta se ha devaluado mucho en el mundo actual.

Es importante concienciarnos de que los actos de comunicación son eso: actos. Equivalen a hechos y, por lo tanto, no debemos perder de vista sus consecuencias. 

4. Trabajar en conjunto, uno de los principios para la vida

Los seres humanos somos gregarios por naturaleza. De una u otra forma, nos necesitamos y nos volvemos más fuertes cuando aprendemos a trabajar en conjunto.

Un buen trabajo en equipo es mucho más satisfactorio, afianza los lazos y genera mejores resultados. Aprender a cooperar es un objetivo loable y necesario.

5. Toma solo lo que es necesario

Esto vale para una gran diversidad de situaciones. Se trata de un llamado a la moderación y al equilibrio. Tenemos necesidades físicas y psíquicas y podemos satisfacerlas, sin ir más allá.

El exceso, más tarde o más temprano, conduce al sufrimiento, a la enfermedad o a un hartazgo insoportable. Los nativos americanos consideran que este es uno de los principios para la vida que garantiza la salud física y emocional. 

6. Toda vida es sagrada

No hay que ver la vida simplemente como un hecho biológico. Se atenta físicamente contra la vida de otro, pero también se puede atentar contra su vida psicológica.

El otro es sagrado y, por eso, es fundamental realizar acciones para preservar su integridad y su existencia. Así mismo, ese mandato se extiende a toda forma de vida. 

7. Cuida el bienestar del cuerpo y la mente

El autocuidado es un acto de amor propio y constituye uno de los principios para la vida del que depende el bienestar. La buena salud es una condición fundamental para disfrutar plenamente de todo lo demás.

Cuidar del bienestar significa evitar hábitos o acciones que puedan deteriorarnos o ponernos en riesgo del algún modo. También, hacer todo lo necesario para recuperar la salud, cuando esta se pierde. 

8. Haz lo que debas hacer en bien de todos

El bien colectivo es un objetivo que todos deberíamos compartir. Al hacerle bien a los demás, también nos lo estamos haciendo a nosotros mismos.

No es posible construir el bienestar individual, si al mismo tiempo no se construye el bienestar colectivo. Los problemas y los sufrimientos ajenos, de uno u otro modo, también terminan alcanzándonos. 

9. Sigue los ritmos de la naturaleza

Este es uno de los principios para la vida que muchas veces no se comprende lo suficiente. Tiene que ver con la sincronía que debemos establecer con nuestro entorno natural y con nuestra condición biológica.

Supone adaptarnos a las diferentes edades, a los ciclos del día y de la noche, a las condiciones del contexto en el que vivamos, etc. La palabra clave es adaptación junto a una actitud de flexibilidad.

10. Disfruta del viaje de la vida, pero no dejes huellas

Los nativos americanos piensan que es bueno ir ligeros por la vida. Así como hay que saber hacer presencia, también hay que aprender a diluirse. No dejar huellas significa para ellos no intentar que el ego sea más importante que las acciones mismas. Tomar demasiado a pecho el propio yo solo conduce a limitar el disfrute de la existencia.

Todos estos principios para la vida son una guía, que perfectamente puede aplicarse a cualquier persona. Resumen la filosofía de los nativos americanos, que se orienta a exaltar la vida en comunidad, la honestidad y el sentido común. Son un interesante catálogo a consultar, si sentimos que hemos perdido el rumbo.

Edith Sánchez

jueves, marzo 28, 2019

¿Cómo podemos mejorar nuestro equilibrio emocional?

Empecemos por definir conceptos. ¿Qué es el equilibrio emocional? El equilibrio es la estabilidad, que no necesariamente es equidistante a los extremos. Es el estado de calma, aunque existan fluctuaciones, no es sinónimo de quietud, pero sí de armonía. 

 
 
En lo referente a la parte emocional, hace alusión al estado de encuentro con uno mismo, de conocimiento personal, de manejo de emociones y sentimientos y de expresión adecuada de todas ellas. ¿Cómo podemos llegar a lograr nuestro equilibrio emocional?

Para llegar a una armonía percibida por uno mismo necesitamos una conexión entre la parte interna y la parte externa, nuestro mundo exterior. Para lograr este equilibrio será necesario un autoconocimiento. Lograr conocerse a uno mismo implica autoconsciencia. Saber definirnos, saber interrogarnos, no tener miedo de exponernos, tolerar la incertidumbre.

Aunque pueda parecer tarea sencilla, lleva su tiempo y cómo no, su exigencia de práctica diaria. El autoconocimiento es un viaje a lo más íntimo de nosotros, pero puedo asegurarte que será una de las mejores experiencias y relaciones que podrás llegar a tener. Permitirse ser y encontrarse, permitirse sentir emociones y miedos. Saber quién soy y cómo soy. Saber por qué soy y cómo puedo llegar a ser todo aquello que quiera y pueda ser. 

El equilibrio emocional como punto de partida y meta final

Tras empezar el camino con el autoconocimiento y descubrimiento de las emociones que habitan y experimentamos en cada momento, llega el control y regulación.

Las emociones son un tesoro que todos poseemos, nos informan de que hay una conexión entre lo que sucede fuera y lo que experimentamos dentro. Las emociones nos enseñan y nos protegen, nos acogen y nos dan fuerza.

Las emociones dependen y trabajan para mí, llaman a la acción y al cambio. El control y la regulación llega tras un previo conocimiento; cuando soy capaz de identificar y saber es cuando puedo decidir qué hacer y cómo hacer.

Si crees que cumples con este manejo y control emocional, te propongo un ejercicio: lee cada una de estas emociones y ve respondiendo a las preguntas siguientes: amor, ira, nostalgia, miedo, decepción, admiración, satisfacción.
  • ¿Cómo puedes saber que sientes cada una de estas emociones?
  • ¿Qué síntomas físicos y pensamientos tienes cuando las experimentas?
  • ¿Cómo las muestras al exterior?
  • ¿Cómo es tu relación interpersonal cuando experimentas cada una de ellas?
  • ¿Conoces qué situaciones/personas/pensamientos pueden llegar a provocarlas? 

El motor que nos lleva

¿Cuál será el siguiente paso para trabajar nuestro equilibrio emocional? La automotivación. Cuando conseguimos lograr el autoconocimiento y regulamos de forma adecuada nuestras emociones, somos capaces de enfocar nuestros esfuerzos a lograr cada día aquello que queremos y nos hace felices.

Nuestra construcción personal requiere de tiempo y cariño. El control y regulación de emociones exige muchas veces voluntad y trabajo, tanto personal como interpersonal. Para potenciar la automotivación necesitamos varios ingredientes esenciales en nuestro progreso, como son el optimismo, la toma de iniciativa y decisiones, el afán de triunfo y como no, el compromiso.

Dirigir nuestros esfuerzos, a veces, no es tarea sencilla, pero si logramos ser tenaces, apoyarnos en nuestras emociones y nuestra confianza en nosotros mismos, si adquirimos la capacidad de permanecer, aunque a veces cueste, estaremos cada día más cerca de lograr nuestro equilibrio emocional. Porque nadie camina sin rumbo, porque nadie tiene camino fácil, solo el camino que nosotros visualizamos.

Empatía y habilidades sociales

¿De qué nos sirve crecer si no podemos compartir el camino? Tras lograr la parte individual con el trabajo personal, que exige continuas renovaciones, está la parte social. La empatía y el contacto con los demás nos ayudan a seguir con nuestro desarrollo, a experimentar nuevas emociones y nutrirnos de todo lo que los demás nos aportan.

Las relaciones interpersonales y saber cómo desenvolvernos en ellas también forman parte de un camino personal, por ello las habilidades sociales nos permiten crecer y afianzar el equilibrio emocional. Somos seres sociales y de nada sirve tener todo el éxito o la felicidad si no podemos compartirla.

El crecimiento personal conlleva un trabajo, pero el premio de lograr una estabilidad y equilibrio emocional es el mayor de los regalos.

Adriana Díez

miércoles, marzo 27, 2019

13 reflexiones sobre el amor

El amor es ese sentimiento que todos experimentamos, pero que pocos se atreven a definir, a encorsetar en unas pocas palabras, debido a su gran trascendencia y complejidad. 

 
 
Nos impulsa, nos motiva, nos alimenta de bienestar, pero, en ocasiones, también conlleva sufrimiento, tristeza y malestar; sobre todo, cuando no es correspondido o cuando es mal entendido. El amor es tan poderoso como misterioso, pero es inevitable rendirse ante sus efectos.

En nombre del amor se han originado guerras, cometido crímenes, asumido infinidad de riesgos y construido historias dignas de admiración a lo largo del tiempo. La aventura del amor no escapa de errores, obstáculos, tiempos muertos o confusiones.

Amar es la experiencia más grande que la humanidad puede experimentar, pero la más compleja. Se trata de un arte retratado por la entrega y el trabajo constante, que tiene como sostén la bondad y la autenticidad y que en su forma más amplia y profunda nos conecta con la totalidad, con la experiencia divina.

Ahora bien, para llegar a esa conexión, para saborear todo lo que el amor puede ofrecernos es importante aprender a cultivarlo de manera sana en nuestras relaciones. Para ello, es necesario indagar en nuestro interior, en nuestra visión del mundo y de los vínculos con los demás. Las siguientes reflexiones sobre el amor pueden ayudarnos. Profundicemos.

“Donde hay amor, hay vida”.
-Mahatma Gandhi-

Tenemos diferentes formas de ver la realidad

La primera de las reflexiones sobre el amor puede parecer compleja, pero conlleva un poderoso mensaje:

Cada uno de nosotros construye la realidad a través de la educación recibida, las interacciones con los demás y los significados obtenidos a partir de nuestras percepciones, patrones de vida y, en definitiva, nuestra historia. Estamos inmersos en la subjetividad.

Kant, Piaget o Paul Watzlawick son partidarios de esta perspectiva. Esa en la que un mismo fenómeno cobra múltiples significados dependiendo del observador que esté presente, esa que nos recuerda que, de algún modo, no somos poseedores de la verdad absoluta y que la vida tiene tantos matices como personas habitan en el mundo. Esto es lo bonito y lo complicado. Bonito porque nos enriquece y complicado porque, a menudo, conlleva un ejercicio de responsabilidad, humildad y aceptación.

Ser conscientes de que el otro interpreta la situación de manera diferente es importante y, de algún modo, nos sugiere un ejercicio de empatía. Tener presente que nuestra pareja puede ofenderse con algo que para nosotros puede pasar desapercibido nos mantiene alerta. Porque, a menudo, no es tanto lo que sucede sino cómo lo experimentamos cada uno.

Por lo tanto, no se trata tanto de convencer y exigir al otro que asuma nuestra visión sobre la vida, sino de intentar comprenderlo, de averiguar cómo percibe a través de su mirada. Porque solo cuando entendemos que cada persona puede tener una opinión diferente y que se forma sus ideas a partir de su biografía, de su historia de vida, es cuando verdaderamente seremos capaces de establecer relaciones sanas y sinceras. De lo contrario, viviremos en medio de una marea de enfrentamientos y conflictos.

“No hay una sola realidad. Existen múltiples realidades. No hay un único mundo. Sino muchos mundos y todos discurren en paralelo… Cada mundo es la creación de un individuo”.
-Paul Auster- 

Las personas cambian y tienen su propio camino

Esta es una de las reflexiones sobre el amor que es recomendable no olvidar. Nada permanece, todo cambia y las personas no vamos a ser menos. Las experiencias nos transforman, a veces de forma obligada por las circunstancias y otras deliberadamente a través de nuestras decisiones. Lo importante es que con el paso del tiempo no somos los mismos.

Entender esto es tener en cuenta que el otro no siempre va a comportarse como esperamos, ni siquiera aun estando acostumbrados a ciertas conductas. Y por supuesto, nosotros tampoco. Cambiar es inevitable y un derecho si así lo queremos.

Otro aspecto que va ligado a lo anterior es que, a veces, las personas deciden recorrer otros caminos diferentes a los nuestros, aun cuando en un principio se convirtieron en nuestros compañeros de vida. Es aquí cuando nos toca armarnos de valor para aceptar y soltar. El amor a veces tiene fecha de caducidad y no podemos remediarlo.

Ahora bien, no solo se recorren caminos únicos cuando se pone un punto y final. Cada persona tiene su propia ruta de vida. Ser consciente de ello nos libera del egoísmo y las exigencias en las relaciones de pareja. 
 
Cada relación es una oportunidad para aprender

Las relaciones están inmersas de sabiduría, de aprendizajes sobre uno mismo, los demás y el mundo en general. Nos enseñan las raíces del dolor, el sufrimiento y la desesperanza, pero también las raíces de la complicidad, la confianza, el amor y el poder del perdón.

Una relación puede llegar a ser una buena maestra, si estamos dispuestos a aprender de ella.

Relacionarnos con otra persona pone en evidencia una parte de nosotros; sobre todo, con aquellos con los que tejemos vínculos fuertes y cálidos. Nuestras vulnerabilidades salen a escena y también nuestras necesidades junto a esos miedos que, a menudo, nos impiden avanzar.

Si estamos dispuestos a extraer los aprendizajes que nos ofrecen nuestras relaciones, nos daremos cuenta de que no dejan de ser lecciones en beneficio propio. Observar nuestras debilidades nos señala en qué aspectos debemos hacer más hincapié y qué esferas tenemos que trabajar más; mientras que ser conscientes de nuestras fortalezas nos indica a qué podemos aferrarnos cuando todo va mal y cuáles son nuestras potencialidades y mecanismo de protección.

Y no solo eso, las relaciones son un gran libro de lecciones sobre los demás. Una oportunidad única para conectar con ellos y ver más allá del disfraz de la apariencia, para observarlos desnudos y contemplar la belleza de su esencia.

Es importante cuidar de uno mismo

Esta es otra de las reflexiones sobre el amor que no podemos dejar pasar. Aunque amar es un sentimiento dirigido hacia los demás, no implica que nos descuidemos. Todo lo contrario.

Solo cuando nos amamos, cuando nos acogemos con cariño y respeto es cuando podemos entregar el verdadero amor a los demás. Si no lo hacemos, ofrecemos heridas, actitudes defensivas, desconfianza y miedos disfrazados, sobre todo, durante los primeros momentos. Ahora bien, esto no implica que no sepamos gestionarlos, pero sí que tengamos que estar atentos.

Amar es quererse para querer, respetarse para respetar. Es saber dónde están nuestros límites y ser conscientes de que no estamos obligados a soportar un mal trato, ninguneos o una continua situación de malestar. Somos libres para elegir en qué lugar estar y con qué personas. No podemos olvidarlo. 

Las acciones y los gestos son más importantes que las palabras

Las palabras tienen el poder de crear realidades, pero si no se acompañan de hechos, estas suelen ser efímeras, desaparecen tan rápido como se han creado. Podemos expresar cuánto queremos a una persona, decírselo todos los días, pero no es suficiente. Los actos también son importantes.

Ahora bien, no hacen falta grandes actos para demostrar amor de verdad. Una mirada cómplice, un ¿cómo estás?, escuchar lo que tienen que decirnos, coger de la mano o acompañar en silencio pueden ser suficientes. Pequeños detalles del día a día que aunque hagan poco ruido, llegan a lo más profundo del otro y, en ocasiones, son capaces de recomponer por dentro.

Pero no solo es importante tener gestor de amor con el otro, sino también valorar aquellos que a nosotros nos ofrecen. Hay muchos que pasan desapercibidos, pero que contribuyen a que nos sintamos mejor. Tan solo hay que estar pendiente, abiertos a la magia del amor. 

Cada persona tiene una historia

Esta es una de las reflexiones de amor más valiosas. Somos un puzzle de circunstancias, experiencias y vivencias. Un cúmulo de todo lo vivido que nos da forma, que nos construye. Porque todo cuanto acontece a nuestro alrededor, matiza nuestra experiencia y nuestro sentir, ya sea intensamente como de forma superficial, de puntillas…

Tener esto en cuenta en nuestras relaciones es fundamental. Saber que el otro es diferente y que se encuentra luchando sus propias batallas nos ayuda a comprenderlo.

En buena medida, todo lo vivido nos afecta de algún modo y depende de nuestra historia cómo lo encajamos en el presente. 

Gestionar las emociones construye relaciones sanas

No tener conciencia sobre nuestras emociones deriva en conflictos, frustraciones, impotencia y malestar. Ignorar cómo nos sentimos tiene consecuencias tanto para nosotros como para las relaciones que mantenemos.

Si no sabemos qué nos genera tristeza o cuál es el origen de nuestro enfado, de algún modo, somos como desconocidos ante nuestros ojos. No sabemos quiénes somos y difícilmente pueden conocernos los demás. De hecho, es muy probable que desviemos hacia ellos la responsabilidad sobre cómo nos sentimos.

Lo ideal es tomar consciencia de nuestras emociones, de cómo funcionamos a nivel emocional; no solo para conocernos y aprender a gestionarlas, sino también para saber cuáles son sus efectos en nuestro día a día y hacia dónde pueden llevarnos. De esta forma, crearemos relaciones más constructivas. 

No todo el mundo puede amarnos

Esta es una de las reflexiones sobre el amor que suele costar aceptar. Nadie está obligado a amarnos, a estar de acuerdo con nuestra forma de pensar o a aprobar lo que hacemos. Es ley de vida.

Es inútil pretender que otra persona nos quiera por como somos o acepte todo de nosotros. No podemos encajar ni gustar a todo el mundo.

Lo mejor es ser libres para tomar las decisiones que deseemos, para recorrer nuestro camino y que todo ello nos lleve junto a personas que sí quieran estar a nuestro lado. Ahora bien, no de forma pasiva, sino desde una actitud de trabajo y esfuerzo.

Las relaciones son desiguales

Es imposible que en una relación gobierne la equidad de forma permanente, pero sí el respeto. A veces, uno de los miembros de la pareja tomará una decisión, en otro momento será el otro. Es como un baile en el que según las circunstancias se van intercambiando los papeles.

No es posible llevar el recuento de manera objetiva de todos los gestos de amor por parte de los miembros de una pareja, del número de veces que se cargan responsabilidades o se toman decisiones. Se trata de un intercambio, en el que se deja entrar al otro hasta cierto punto y se obtiene, a su vez, según sus limitaciones y experiencia de vida. 

Cada relación necesita trabajo, cuidados y esfuerzo

El amor es como un jardín que hay que regar cada día, que hay que esforzarse por cuidar. Si queremos ser felices y disfrutar al lado de la otra persona, tenemos que trabajar en nuestra relación. 
Porque el amor no es un sentimiento pasivo, se alimenta de nuestros actos.

De esta manera, habrá aspectos que pulir, otros que eliminar y algunos más que tratar de poner en marcha para nutrir la relación. Es inevitable. Si no prestamos atención a la relación, está se deteriorará con el paso del tiempo. Porque al igual que una planta, necesita ser regada y saneada. 

Conocerse a uno es mismo es fundamental

Conocerse es el sostén desde el cual establecer vínculos sanos con los demás. Saber cómo somos, qué queremos y qué es el amor para nosotros son preguntas que si nos las planteamos nos ayudarán a tener más claro hacia dónde nos dirigimos. 

No pasa nada si te equivocas

Una de las reflexiones sobre el amor más importantes: errar no es una condena, solo una oportunidad de aprendizaje. En cuestión de relaciones es imposible hacer todo bien a la primera, no existen manuales ni tutoriales, ni tampoco fórmulas mágicas.

Se trata de ser flexibles, de barajar la posibilidad de que nos equivocaremos no solo con la pareja, sino con la familia y amigos. No somos magos ni adivinos, tampoco seres con superpoderes, las únicas armas de las que disponemos son la escucha, la empatía y las palabras para expresar qué sentimos y qué queremos.

Ahora bien, al igual que podemos equivocarnos, los demás también pueden hacerlo con nosotros. No lo olvidemos.

Hay que saber decir adiós

Saber poner punto y final es uno de los aprendizajes más complicados. Decir adiós, aceptar que la otra persona ya no estará con nosotros y recomponernos no es nada fácil, pero tampoco imposible.

Hay muchas heridas que curar, mucho que procesar cuando se termina una relación. Se trata de un proceso de reconstrucción que necesita su tiempo, ya sea por decisión propia como por parte de otra persona. Lo importante es, poco a poco, atravesarlo, para ir renaciendo de nuevo.

A través de estas reflexiones sobre el amor podemos percibir que amar es extraordinario, pero mantener viva la llama del amor no es tan sencillo. Lo más importante es permitirnos experimentar este sentimiento de manera sana y, si es posible, hacer que perdure en el tiempo…

Gema Sánchez Cuevas

martes, marzo 26, 2019

Consolar es escuchar sin juzgar

Todos pasamos por momentos difíciles en los cuales sentirnos solos no nos hará nada bien. Pero, ¡mira a tu alrededor! Tienes a mucha gente que está ahí para ti, ¿te encuentras tú disponible también para ellos? No solo debemos querer que la gente se encuentre siempre dispuesta a ayudarnos, nosotros también tenemos que estar dispuestos a que cualquier cosa puede pasar, en cualquier momento, de forma imprevisible. 
 


Tanto si son amigos, como alguien de la familia, debemos estar ahí para ellos. Pero estar ahí no significa solo estar presencialmente. Estar ahí significa mucha más cosas:
  • Saber escuchar a la otra persona, aun cuando tú también tengas problemas. Ya llegará tu turno en el que alguien te escuchará y te apoyará.
  • Apoyar lo que otra persona te expone sin criticar, sin juzgar, sin criticar y sin intentar manipular.
  • Tener una mente abierta ante el problema que puedan estar contándote.
  • Si la persona se encuentra deprimida o en un estado de tristeza muy profundo, siempre que necesite hablar estate ahí para ella.
  • Interésate por su bienestar, por si ha solucionado sus problemas.

A todos nos gusta ser escuchados, pero escuchados de verdad. Así que si estas ahí para alguien, que sea de verdad, escúchalo sinceramente e interésate por su bienestar.

La amistad es estar ahí en cada momento del día, con los brazos abiertos, esperando tanto los buenos como los malos momentos

Pero, a veces nos sentimos incómodos cuando consolamos a alguien, pues solo podemos hacer eso. La impotencia empieza a hacer acto de presencia y te sientes incluso un poco inútil. ¿Es esto consolar? ¿Cómo puedo ayudar de verdad?

Estar al lado de alguien es también ayudarlo

Como bien hemos dicho, nos sentimos inútiles, impotentes, por no saber ayudar de verdad. Creemos que estar ahí al lado de alguien, tan solo escuchándolo y consolándolo es no hacer nada. Estás equivocado. Estás haciendo y mucho.

Cuando alguien tiene un problema o está pasando por un mal momento, tú no puedes interferir en él. El dolor de cada uno debe pasarlo la persona en sí. Nadie puede tomar tu lugar, nadie puede superarlo más que la persona que lo sufre. 

Es algo que debemos empezar a interiorizar, para aprender a comprender las diferentes reacciones de las personas. Pues muchas querrán desahogarse hablando, mientras otras preferirán hacerlo en silencio.

En ciertas ocasiones, el silencio es el grito más fuerte que alguien da para pedir ayuda 

Aprende a acompañar a alguien

Tanto si una persona quiere hablar como mantenerse en silencio, mantente a su lado. Tanto solo necesitas acompañarla, saber que tiene un brazo que la sujetará si se cae. Ese brazo que la levante no significa que la libere del dolor, sino que le dará fuerzas para seguir luchando y enfrentándolo.

Está claro que no podemos saber por lo que está pasando otra persona y, aunque nos resulte absurdo lo que nos está contando o por lo que está pasando, debemos intentar empatizar y comprender. Deja de decirle a las personas que sufre que todo pasará, que solo es un mal momento… Deja de criticar, de decirles lo tontas que son al verlo tú todo tan claro.

No juzgues, porque quizás el día de mañana tú estés pasando por un momento similar del que seas consciente que tal vez sea una tontería, pero tú estás sufriendo aunque te niegues a ello.


“Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno sabe de su propio dolor y de su propia renuncia. Una cosa es suponer que uno está en el camino cierto; otra es suponer que ese camino es el único”
-Paulo Coelho- 

Consolar no entiende de juicios, sino de acompañar

Aprende a estar ahí para los demás, a consolar sin juzgar cómo piensan, por lo que están pasando, lo que están sufriendo. Tan solo acompáñalos en su dolor, que sepan que si flaquean tú estarás ahí para darles un empujón.

Hazles comprender que todo es una experiencia, para bien o para mal, y que tarde o temprano mirará esa situación como algo que ya quedó en el pasado y ya ha sido superado.

Raquel Lemos Rodríguez

lunes, marzo 25, 2019

Tenemos derecho a llorar y estar rotos de vez en cuando

Todos hemos experimentado la tristeza alguna vez en nuestras vidas, no existe nadie en este mundo que no haya llorado en algún momento. Y es que se vale poder estar triste a veces; poder estar rotos de vez en cuando, reservándonos siempre para nosotros mismos el derecho a llorar. No hace falta que seamos siempre las personas alegres que todos desean, tampoco esos que siempre sonríen o tienen la capacidad de hablar con los demás demostrando alegría. Es más que válido el poder dejar que nuestro corazón llore, hasta quedar completamente secos. Eso es ser humanos. Es vivir y ser reales. Terminar por reprimirse emocionalmente, secuestrando por completo nuestras vivencias, no es la solución. ¡Aquí te explicamos por qué tenemos derecho a llorar! 

 
 
La tristeza es una emoción sana

Abrazar la vida con sus altos y bajos es necesario para poder crecer y evolucionar como personas. El ser conscientes de nuestras emociones negativas es fundamental, por lo tanto, el derecho a llorar y liberar lo que llevamos dentro es totalmente válido. Simplemente se trata de una manera de expresar nuestros sentimientos más profundos; aunque pudiéramos pensar que la tristeza es negativa e insana, no lo es. La tristeza, el enfado y la frustración nos ayudan a caminar, a poder enfrentarnos a aquello que más nos duele, y así poder hacer una búsqueda interna de nuestro sentido hacia la realidad.

Vivir la tristeza y experimentar el sentimiento es totalmente saludable. El problema se presenta cuando nos quedamos atrapados en ese sentimiento por más tiempo del necesario. En ese instante pueden surgir enfermedades como la depresión, que si no es tratada a tiempo puede acarrear graves consecuencias a nivel emocional y psicológico. Si esto sucede, entonces, es necesario buscar ayuda de profesionales. Recuerda que, si ya lloraste, ya sufriste, incluso te deprimiste ¡Ahora te toca vivir!
 
La importancia de vivir plenamente

Vivir plenamente define la vida. La felicidad y la tristeza determinan el equilibrio y la normalidad de nuestra existencia: no todo es color de rosa ni totalmente negro. Lo bueno de la vida nos hace sentir estupendos y nos mantiene la sonrisa en el rostro. La tristeza, por su lado, nos hace crecer. Por lo tanto, el derecho a llorar es fundamental. Poder controlar nuestros pensamientos y comportamientos, permite disfrutar las emociones a plenitud.

Aquellos días en los que no conseguimos levantarnos de la cama porque la tristeza nos abruma, debemos llevar las cosas con calma. Entender que se trata solo de una situación momentánea que pasará es muy importante; disfrutar de la tristeza para construir un aprendizaje verdadero es la clave. Luego de esto, resulta más fácil superar cualquier adversidad. En esos días en que nos sentimos así, es importante reflexionar. No debemos caer en el error de venirnos abajo, puesto que eso hará que crezcan nuestros demonios internos.

Es esencial aceptar que el poder rompernos de vez en cuando es necesario. Todo es parte de un proceso. Una etapa en la vida de cada persona. Los desafíos internos son necesarios para recomponer nuestro entorno ideal, estas manifestaciones nos hacen sentir más vivos y más humanos. Es un indicador de que estamos viviendo plenamente.

El cambio es lo único seguro en nuestras vidas

La profundidad psicológica por la que se caracterizan los malos momentos terminan por revertir automáticamente cualquier aspecto negativo que se presente en la situación, ya que las dificultades más allá de traernos problemas, nos regalan aprendizajes. Esto se traduce en ganancia para nuestras vidas, todo dependerá del cristal con que se vea la situación. Cualquier cambio en los pensamientos, emociones y comportamientos, podrán mejorar o empeorar nuestra realidad. De esta manera, dependerá demasiado de la gestión que hagamos del malestar, es decir, del permiso que nosotros mismos nos demos para crecer, para vivir y para experimentar el derecho a llorar. En este último caso, se trata de la solución más saludable para soltar una gran parte de la carga que nos aprisiona. 

La naturaleza también cambia

En este sentido viene bien traer a colación los procesos que vive la naturaleza, los cuales se basan en el cambio y la transformación constantes, por ejemplo, el proceso de muda de piel de las serpientes. La serpiente presenta la capacidad de desprenderse de su piel vieja, para ello, transita entre los bordes de las piedras, las cuales le ayudan a eliminar su piel. Lo mismo pasa con los sentimientos. El cambio puede ocasionar dolor, pero te ayuda a deshacerte de lo viejo, y así poder aceptar lo nuevo. El derecho a llorar y desahogarse es un momento de transición en ese cambio que se experimenta.

Lo anterior se trata del final de un proceso y el inicio de otro. El camino que recorremos nos hace sufrir, es parte del laberinto emocional que experimentamos, claro esta, si nos resistimos, por eso debemos dejar fluir. De otro modo, la angustia que nos invade solo se incrementará, pues no soltamos lo que nos lastima: aquello que no necesitamos y que impide dar espacio a lo que quiere nacer. La liberación viene del aprendizaje que subyace en la rotura.

Recuerda sobre el derecho a llorar…

Sentir que nuestro interior se resquebraja nos hace plantearnos argumentos que antes no contemplábamos, por lo tanto, nos hace ver nuevos panoramas. Así nace uno de los grandes beneficios de darnos el derecho a llorar: notar la presencia de los demonios que nos atormentan día a día.

La búsqueda de la felicidad nos atormenta pues pensamos que nunca termina de llegar, aunque la tengamos frente a nuestra cara. Esto pasa porque tenemos a la felicidad demasiado conceptualizada. No debemos privarnos del derecho a llorar, por el pensamiento errado de que esto no es sinónimo de felicidad.

Si se abrazan las emociones y les extendemos una mano a través de los pensamientos y los comportamientos, tomaremos una decisión que nos permitirá obtener el crecimiento personal que nos otorga la felicidad. La decisión que tomemos debemos respetarla para que sea una fuente de conocimiento, una oportunidad para explorarnos a nosotros mismos y poder seguir caminando por esta vida en paz y armonía.

Phrònesis

domingo, marzo 24, 2019

¿Lo que sientes es tristeza o depresión?

La tristeza es una compañía normal en todas las etapas de la vida. En algunos casos es temida, en otros indeseable, en variadas ocasiones es una compañera inestimable, pero siempre será reconocible como una acompañante ineludible cuando las condiciones nos llevan a despertarla. 
 

 
¿Para qué sirve la tristeza?

La tristeza es una extensión de la estrategia que desarrollaron los animales de disminuir el metabolismo corporal cuando había escasez de alimentos, demasiado frío o condiciones extremas variadas que requerían que el cuerpo bajara su nivel de actividad para privilegiar la supervivencia. Los seres humanos también usamos esa estrategia, por eso nuestra mente funciona más lento y con un nivel bajo de diversidad e intensidad emocional, cuando las condiciones ambientales nos amenazan.

También usamos la tristeza para aceptar lo que se nos ha ido de nuestro lado; así aprendemos a reconocer que esa situación, persona o cosa no seguirá con nosotros en el futuro. La sana aceptación, renuncia y adaptación a la pérdida es una función adaptativa y saludable de la tristeza.

Esta emoción ayuda a llamar la atención de quienes nos quieren para que se preocupen por nosotros, nos cuiden y nos expresen más amor en esos días. Estar tristes se convierte en un faro que favorece la atención y el cuidado, nos une, nos acerca y hace que los demás sean más pacientes y amorosos con nosotros. 

La tristeza como parte de la recuperación

La tristeza que se expresa en los grupos que han sufrido algún evento traumático o doloroso sirve para unir a las personas, para obviar las diferencias y para acceder al apoyo que podemos darnos mutuamente con el fin de superar la dificultad.

Estar triste nos permite buscar información más sana para resolver las dificultades de la vida; nos hace sentir más sabios, profundos y trascendentes en el momento del análisis.

La tristeza es una amiga que nos ayuda a superar situaciones difíciles y que puede enseñarnos algo con profundidad, a la usanza de los mejores maestros.

Con frecuencia la tristeza dura desde unos minutos hasta unas semanas, dependiendo del nivel de importancia que el acontecimiento tenga en nuestra vida. Las personas sienten que la tristeza llega, se profundiza en intensidad, pero va mejorando con los días, el nivel se va estabilizando y se va sintiendo mejoría en la medida en que va pasando el tiempo; se van instalando correctivos o modificaciones en la vida y se exploran otras posibilidades para recuperar el bienestar y la estabilidad emocional. Cuando salimos de ella nos sentimos más sabios, más fortalecidos, más trascendentes.
 
¿Cuándo se convierte en depresión?

La depresión es otra cosa. Otra, completamente distinta. La depresión se puede describir como una tristeza que se va profundizando cada día más, hasta convertirse en un peso que roba la energía para disfrutar, que lentamente va consumiendo los recursos de la persona para hacerle frente, hasta que el hecho de vivir se vuelve doloroso. Después de dos semanas continuas en las que se siente que cada vez hay más intensidad de esa emoción negativa que es, día tras día, menos parecida a la tristeza, con mayor pérdida de control y más desesperanza, es que se puede sospechar que se está deprimido.

En efecto, la depresión nace como si fuera una tristeza, pero rápidamente la persona percibe que pierde el control de esa profunda emoción. La sensación de desolación crece cada día, aparece la debilidad física, las cosas que se disfrutaban ya no son atractivas, se deterioran la memoria y la atención, el sueño se ve alterado, la alimentación también; comienza una necesidad de volver a restablecerse a toda costa, hay irritación inexplicable con los demás y con uno mismo, y se presentan ideas pesimistas, negativas, llenas de desesperanza y de frustración. En algunos casos, incluso se manifiesta el deseo de terminar con el sufrimiento a través de la muerte.
 
Ante la depresión se debe buscar ayuda profesional

Los psicólogos sabemos cuánto sufren las personas que tienen depresión y lo poco que ayudan los demás cuando le dicen a estas personas: “póngale motivación, mire que usted es un privilegiado, cuántas personas quisieran tener lo que usted tiene en la vida, ponga de su parte, levántese de ahí y vuelva a ser el mismo”. Además, están los que comercian con las modas del pensamiento positivo y del “todo se puede mientras se tenga motivación”. Las personas que tienen depresión se sienten culpables porque le ponen mucha motivación y ganas de que las cosas funcionen bien, pero algo no los deja mejorar, y sienten que tienen algo malo, como que dentro de sí hay una certeza de estar en una condición especial que no se parece a la de los demás.

Quien tenga depresión necesita psicoterapia y, en algunos casos, medicamentos. A veces la depresión se va por sí sola, pero si la persona no aprende cómo hacer para resolverla de una forma más sana, existe una alta probabilidad de que vuelva a aparecer, y esta vez, con mayor intensidad.

Por usted, por la gente que ama, por su futuro, si se siente deprimido, busque ayuda con un psicólogo experto en psicología clínica. Vuelva a ser usted mismo. 
 
Diego Castrillón

sábado, marzo 23, 2019

¿Sabías que la vocación también se construye?

¿Consideras que la vocación es algo innato? Algunas personas nacen con una serie de habilidades que les permiten ser competentes en determinadas profesiones. Por ejemplo, alguien con facilidad para transmitir de una manera clara y sencilla diferentes conceptos relacionados con una materia, permitiendo así que otros los asimilen mejor, puede convertirse en un gran profesor.

 
 
Sin embargo, ¿hay personas que están impedidas para encontrar su vocación? La respuesta es “no”, ya que, como veremos, la vocación también se puede construir. Esta idea dibuja un interrogante en el horizonte: ¿qué es realmente la vocación?
 
Según el trabajo de investigación que lleva por título Origen y configuración de la vocación docente: análisis de la asociación “La tribu educa”, “la vocación es la inclinación que el individuo manifiesta hacia una profesión o hacia una carrera en concreta“. Pero, no siempre se contarán con las habilidades para su desempeño. Por lo tanto, estas deben adquirirse y trabajarse.
 
Construyendo la vocación

Es posible que no nos sintamos identificados con nada de lo mencionado anteriormente. Tal vez, no hayamos nacido con una serie de habilidades que nos hayan permitido encontrar nuestra vocación, en un entorno que la haya favorecido o no tengamos acceso a adquirir las habilidades que no necesitamos. ¿Qué ocurre en estas circunstancias? ¿Estamos destinados a trabajar en algo que no nos gusta?

Puede que el trabajo que estemos llevando a cabo en la actualidad no nos llame la atención y lo estemos haciendo porque necesitamos el dinero. Puede ser cualquier tipo de profesión, como limpiar, trabajar en una agencia de seguros, ser teleoperador, trabajar como gestor en una empresa… El hecho de que no nos encante puede hacer que nos sintamos desmotivados y sin ganas de dar lo mejor de nosotros mismos. Pero esto puede cambiar.

“La tragedia consiste en no tener ningún objetivo que alcanzar”.
-Benjamin Mays-

Mejorar las competencias

Una de las mejores maneras para empezar a construir la vocación es mejorar las competencias haciendo algún curso o apuntándonos a algún seminario. Hay empresas en las cuales se brindan determinados alicientes a aquellos trabajadores que progresan en su trabajo. Esto se puede hacer con una subida de sueldo, una oportunidad de promoción dentro de la empresa o con formación cuyos costes corren a cargo de la institución.

El hecho de que nos demos cuenta de que, cada vez, somos más profesionales y hacemos mejor nuestro trabajo puede hacer que termine encantándonos. No importa si el trabajo consiste en traducir texto o en atender a los clientes que entran en un restaurante. En todos los casos, la vocación se puede construir. 

Sentirnos orgullosos de nuestro trabajo

Este es otro de los puntos al que nos llevará el haber empezado a mejorar las competencias o perfeccionar las habilidades que tengamos. A medida que nos descubramos siendo más efectivos en nuestro trabajo, más productivos e, incluso, creativos, más orgullosos nos sentiremos de lo que estamos haciendo. Poco a poco, nuestro interés irá en aumento y nos habremos olvidado de ese desinterés que sentíamos en un principio.

Una consecuencia positiva de esto es que obtendremos otro aliciente más para sentir que hemos conseguido construir nuestra vocación: el reconocimiento. Un reconocimiento que recibiremos de los demás y que no será más que una confirmación de que estamos consiguiendo nuestros objetivos.

“La vocación es la espina dorsal de la vida”.
-Nietzsche-

Dedica solo cinco minutos

Construir nuestra propia vocación en ocasiones no es una tarea sencilla. En estos casos, ya la propia labor de búsqueda puede convertirse en todo un reto. Por otro lado, quienes tienen la vocación “de serie” quizás se ahorren este paso, pero también deben formarse, perfeccionar sus capacidades y, a veces, enfrentarse con procesos selectivos (como las oposiciones) que pueden causarles mucha frustración.

Sin embargo, en lugar de tirar la toalla o repetirnos de forma constante “no puedo”, empecemos sacando cinco minutos al día para aprender cómo mejorar nuestro rendimiento en el trabajo, algo nuevo que nos permita aspirar a un puesto más elevado o, simplemente, para empaparnos de información que nos permita mejorar una habilidad. Todos tenemos cinco minutos al día que podemos dedicar a construir nuestra vocación. No hay excusas. ¿Has tenido clara tu vocación desde siempre o, por el contrario, la has tenido que construir?

Raquel Lemos Rodríguez

viernes, marzo 22, 2019

Las 6 virtudes del carácter, según los indios Sioux

Los indios Sioux fueron víctimas de una de las más sangrientas colonizaciones de las que se tenga noticia. Esto fue consecuencia de la impresionante resistencia que opusieron y que tras ser derrotados militarmente se tradujo en la decisión de mantener sus propias costumbres y valores. Entre ellos, las virtudes del carácter que los identificaban.
 
 
Para los indios Sioux son muy importantes tales virtudes del carácter. Cada una de ellas constituye un pilar sobre el que edifican su cultura. Por eso, aún hoy en día, las mantienen vigentes y las transmiten de generación en generación.

“Generoso con el último bocado de comida, sin miedo al hambre, al sufrimiento y la muerte, fue sin duda una especie de héroe. No ‘tener’, pero ‘ser’, era su lema nacional”.
-Charles Alexander Eastman-

Quizás sean precisamente esas virtudes del carácter, que con tanto celo siguen cultivando, las que les han permitido preservarse como cultura. Todas ellas marcan un ideal de ser y se promueven sin ambigüedades en el proceso de educación privada y colectiva. Así, tales virtudes son las siguientes.

1. Silencio, una fuente de iluminación

Los indios Sioux le otorgan un enorme valor a la palabra. No creen que la comunicación sea algo que deba tomarse de manera frívola. Se habla para decir realmente algo, no por simple capricho o para desfogar la inestabilidad interna.

Por eso, una de las virtudes del carácter que cultivan con esmero es el silencio. Callar la mayor parte del tiempo y hablar solo cuando sea necesario.

Esto aplica especialmente para la comunicación con los mayores. No se les habla, si no es estrictamente indispensable. Se aprende de ellos escuchándolos y viéndolos actuar. 

2. Amor, una de las virtudes del carácter para los Sioux

En la cultura Sioux el amor romántico es importante, pero lo es más aún el amor universal. Dicho amor hace que cada uno de ellos se sienta parte de la comunidad y esté dispuesto a hacer todo lo que esté en sus manos por ella.

La expresión más evolucionada de amor es la amistad. Y lo es porque se trata de un sentimiento desinteresado, que exige nobleza y lealtad.

Los Sioux afirman que “la amistad es la prueba más severa de carácter”. El amigo es un hermano por el que se podría dar la vida si fuese necesario.

3. Reverencia y el orden del universo

La reverencia en los Sioux es una forma de nombrar dos grandes virtudes reunidas: el respeto y la gratitud. Piensan que todo lo que existe está habitado por un “Gran misterio”, es decir, que cada una de las cosas y de los seres existentes tiene una esencia imposible de comprender del todo.

Ese desconocimiento es la fuente del respeto. La naturaleza y todos los seres vivos merecen ser tratados con consideración. Incluso aquello de lo que nos valemos, como el alimento, no se puede utilizar sin antes agradecer por el servicio que nos presta. 

4. Generosidad, porque todos somos uno

Para esta fabulosa comunidad, el apego a las posesiones solo trae consigo tristezas y limitaciones. Por eso, promueven la generosidad en todas sus formas. Creen que esta trae consigo la buena fortuna y la felicidad. Cada quien debe procurar dar lo mejor de lo que es y de lo que tiene.

Es muy habitual que en las ceremonias de bodas o similares, los demás miembros de la comunidad obsequien a los homenajeados todo lo que tienen.

Incluso llegan a quedar en la ruina por darle al otro. Esto es bien visto y celebrado. Así mismo, acostumbran a hacer banquetes e invitar a ellos a los más ancianos o a quienes están necesitados.
 
5. Valor y coraje, necesarios para avanzar

El modelo para los Sioux es cualquiera que muestre un coraje a toda prueba. No importa si es hombre, mujer o niño. Si es valiente, todos lo admiran y desean ser como él o ella.

Desde niños se les enseña que el coraje es necesario para evolucionar y para mantener la dignidad en toda circunstancia.

Una de las grandes virtudes del carácter para los Sioux es la valentía. Y la principal característica de ese coraje es la capacidad de autocontrol. Para ellos, el más valiente no es el más agresivo, sino el más estratégico. El que enfrenta los riesgos con inteligencia y frialdad.

6. Castidad o el valor de la conquista

Para los occidentales, la castidad ha dejado de ser una virtud. Todo lo contrario, se le considera una limitación o un defecto. Para la cultura Sioux, en cambio, constituía una de las grandes virtudes del carácter, porque le daban un gran valor al cortejo y a la conquista amorosa.

Los jóvenes tenían que probar su habilidad y valor para ser escogidos por una chica. La castidad era una prueba de carácter y de autocontrol, pero no estaba reservada a las mujeres, sino a los hombres también. Se partía de la idea de que la unión sexual debía generar vínculos a largo plazo.

Como se ve, los Sioux tienen toda una filosofía de vida que seguramente les ha sido de mucha ayuda en los difíciles procesos sociales por los que han atravesado. Quizás estas virtudes del carácter también pueden aportar para quienes vivimos en una realidad en la que los grandes valores se vuelven cada vez más obsoletos.

Edith Sánchez

jueves, marzo 21, 2019

Personas desconfiadas: la realidad oculta que explica su comportamiento

Detrás de las personas desconfiadas hay inseguridad mientras actúan los mecanismos de unas emociones que no dejan ser, que obstaculizan y recortan potenciales. Es posible que su comportamiento nos cause extrañeza, mientras que a la mente nos venga aquello de “quien no se fía es que no es de fiar”. Ahora bien, es necesario entender lo complicado que resulta a veces confiar al 100% en quienes nos rodean.

 
 
Ninguna soledad es más profunda y dolorosa que la falta de confianza. Quienes la padecen, quienes hacen uso de esa conducta esquiva, rígida y con tendencia a la frialdad no son precisamente personas felices.

Gran parte de estos perfiles son el resultado de una decepción profunda, de una traición, de la negligencia de una infancia carente de apego y afecto. Cuando la conexión con quienes nos son queridos se rompe de manera traumática, resulta difícil volver a conjugar esta bella palabra: confianza.

Nuestro cerebro, como entidad social y programada básicamente para la conexión emocional, sufre cuando no tiene acceso a la interrelación, cuando carece, en esencia, de vínculos fuertes, generadores a su vez de espacios en los que sentirnos atendidos, queridos, valorados. Si esto falla, si no percibimos ese refuerzo positivo, y sobre todo sincero, nuestra inseguridad pasará a ser nuestra propia carcelera.

Las personas desconfiadas no siempre lo son por propia elección. Es más, este tipo de perfil vive de forma constante bajo el velo del miedo. Porque si hay algo que teme es ser herido nuevamente. Por tanto, no duda en alzar muros a su alrededor y colocar detectores para que nadie sobrepase esa línea de autoprotección.

“La mejor manera de saber si puedes confiar en alguien es confiando”.
-Ernest Hemingway-

Las personas desconfiadas y el peso de las emociones negativas

En 1861, Charles Darwin escribió a un amigo una carta, una de esas tan especiales que más tarde serían publicadas en el libro Autobiografía y cartas escogidas (1881). En ella decía de manera literal lo siguiente “hoy me siento muy mal, me siento estúpido y odio a todo el mundo”. Esta frase -casi a modo de pataleta infantil- llevaba impresa la rabia, el rencor y la frustración. Aspectos que más tarde serían analizados por el propio Darwin.

Recordemos que el célebre naturalista y padre de la teoría de la evolución humana sentía una gran curiosidad por el mundo de las emociones. La razón por la que escribió esa frase fue porque se sentía traicionado por un colega. Había perdido la confianza en alguien y se sentía dolido. Ese sufrimiento se tradujo en unas intensas emociones negativas que lo acompañaron durante meses.

En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Amsterdam y la Universidad de Zúrich encontraron evidencias para respaldar una idea relacionada con lo que había vivido Darwin. El neurólogo Jan Engelmann describió ese mecanismo neural que define a las personas desconfiadas. Según este trabajo, hay personas que cronifican las emociones negativas surgidas a raíz de una decepción o una traición y ello, ese miedo constante, retiene la confianza de la persona. 

La amígdala, nuestra centinela del miedo

Cuando una persona sufre en su piel el peso de las mentiras, las decepciones, el abandono o la traición, teme por encima de todo, volver a pasar por lo mismo. Bien es cierto que hay quien afronta y gestiona estas situaciones de manera efectiva. Son esas personas que aprenden de lo sucedido, pero que no se estancan en la emocionalidad negativa, asumen lo vivido, pasan página y se abren a otras experiencias.
  • Por el contrario, hay otros que se ciernen en el peso de la negatividad, en el “me siento estúpido y odio a todos” que expresó Darwin en su día. Este tipo de situación viene mediada sobre todo por una estructura cerebral muy concreta: la amígdala.
  • Es ella quien coloca a las personas desconfiadas en un estado de hipervigilancia constante. Casi de manera automática empiezan a asociar casi cualquier detalle a una amenaza. Aplican categorizaciones, hacen uso de los sesgos, de los prejuicios y de un diálogo interno tan limitante y negativo que ellos mismos acaban “intoxicándose” de su propia angustia y desconfianza extrema.

No es fácil vivir de este modo, en este territorio de infelicidad absoluta. 
 
¿Qué podemos hacer si nos sentimos incapaces de confiar de nuevo en las personas?

Las personas desconfiadas quedan atrapadas a menudo en un agónico círculo vicioso. Son incapaces de confiar de nuevo en quienes puedan aparecer en su día a día. A su vez, su enfoque, su conducta y actitud, genera más rechazo a su alrededor. Ver cómo los demás se distancian eleva aún más su malestar y refuerza de nuevo el deseo de aislarse, de autoprotegerse.

Por tanto, ¿qué se puede hacer en estos casos? Si respondemos nosotros a este mismo perfil, ¿qué deberíamos hacer para volver a conectar con autenticidad con quienes nos rodean? La respuesta es simple de decir y compleja de llevar a cabo: antes de confiar en los demás debemos confiar en nosotros mismos.

No es un trabajo externo, no se trata de mejorar nuestras habilidades sociales, simpatía o nuestro carisma. Se trata de conectar con nuestras partes rotas, con esa autoestima descuidada y la marca de esa decepción o herida del pasado que pervive en nosotros de manera intensa.

Es un trabajo laborioso donde recuperar la identidad, donde validarnos en todos los sentidos y sobre todo, sentirnos merecedores de experimentar felicidad.

Solo cuando recuperemos la conexión con nosotros mismos, sintiéndonos fuertes y confiados, derribaremos esos muros que nos rodean para permitir nuevos accesos. Y lo haremos libres de miedos, sabiendo que la autoconfianza y la confianza en los demás es ese engranaje que facilita la vida y que todos deberíamos practicar con responsabilidad.

Valeria Sabater

miércoles, marzo 20, 2019

Qué es un esquema mental y por qué nos limita

Un esquema mental es un patrón de pensamiento que está arraigado en nosotros, a veces desde la infancia. Corresponde tanto a una manera de procesar la información que nos brinda la realidad, como los sesgos o tendencias con los que interpretamos el mundo y que tenderán a reforzar los propios esquemas.

 
 
También sería válido decir que el esquema mental es un conjunto de creencias centrales en nuestra vida y sobre la base de las cuales organizamos nuestra visión de la realidad. Son inconscientes y se trata de estructuras por norma estables a lo largo del tiempo.

Un esquema mental explica, por ejemplo, por qué podemos pensar que una persona paciente y tranquila es débil. O por qué podemos creer que alguien que habla poco es menos inteligente o activo que quien habla mucho. También permite comprender la razón por la cual se instalan prejuicios frente a determinados grupos humanos, como mujeres, personas con otro color de piel, extranjeros, etc., e incluso sobre nosotros mismos.

“Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio”.
-Leonardo Da Vinci-

El origen de un esquema mental

El concepto de esquema mental fue trabajado principalmente por Jean Piaget, un investigador suizo de mucho peso en la historia de la Psicología. Según sus planteamientos, los seres humanos nacemos con una especie de “procesador” básico en nuestra mente. Comprende conductas reflejas esenciales, esto es, funciones elementales que hacen posible una adaptación básica al mundo.

A medida que el niño crece, sus funciones cerebrales se desarrollan, siempre en función de lo que le ofrece el entorno. Cuando se encuentra con algo nuevo, dice Piaget, hay un choque. Resuelve ese conflicto incorporando esa nueva experiencia a lo que ya conoce o dando lugar a un nuevo aprendizaje. Este proceso involucra dos funciones: asimilación y acomodación. Es en ese proceso de acomodación donde se origina o transforma el esquema mental.

Se entiende más fácilmente con un ejemplo. El niño aprende que empuja una puerta y esta se abre. De pronto se encuentra con una puerta corrediza. Intentará empujarla, cada vez con más fuerza, pero comprueba que esta puerta no se abre. Si incorpora esto a su conocimiento previo, sin más, creará que las puertas de ciertas características no se abren. Si alguien le enseña la forma correcta de abrirla, aprenderá algo nuevo; al esquema mental previo, añadirá uno novedoso.

Esquemas mentales que evolucionan o no

A lo largo de la vida los esquemas mentales se van modificando, a medida que se accede a nuevas experiencias y, por lo tanto, a nuevos aprendizajes. Sin embargo, esto no siempre sucede, principalmente porque podemos resistirnos a vivir experiencias nuevas o a incorporarlas a nuestros esquemas.

Frente al mundo físico hay leyes que se imponen a nuestras creencias. Las cosas caen, por la fuerza de gravedad, y es básicamente imposible negarlo. En cambio, en el terreno de los hechos subjetivos el asunto es más complejo.

Es posible, por ejemplo, que su madre se atemoriza y se aleja cada vez que ve a una persona pobre. El niño utiliza esa experiencia para formarse la idea de que ese tipo de personas son peligrosas.

Si esto permanece inalterado, es decir, si no cruza la barrera de la simple percepción de una apariencia, es posible que se aferre a ese esquema mental. La única evidencia que necesitaba de niño era el temor de su madre. Y más adelante no accedió a una nueva experiencia frente a esa situación.

Visiones limitadas

El gran problema con un esquema mental es que damos por hecho muchas “verdades” que no lo son. Esto opera de manera inconsciente, o automática. No somos conscientes de que estamos filtrando la realidad a través del tamiz que ofrece ese esquema.

De hecho, hay una fuerte resistencia a abandonar esos esquemas mentales. Y la hay porque dudar de lo que percibimos introduce un componente de incertidumbre (ansiedad) en nuestra conciencia: en muchos casos dudar de una premisa implica dudar también de lo todo lo que hemos construido sobre ella. Siempre es más cómodo aferrarnos a lo familiar, a lo ya conocido. Cimentamos la identidad con base en ello y no estamos dispuestos a dudar de lo que pensamos fácilmente.

Los esquemas mentales actúan/nos influyen de una manera silenciosa: son coherentes con el todo. Así, es difícil que lleguemos a ser conscientes de cómo actúan y de cuáles son sus consecuencias.

En ocasiones, cuando los modificamos y dejan de ser coherentes con el resto de esquemas, pueden producirnos emociones displacenteras derivadas de la disonancia. Aquí también podemos llegar a sentirnos mal sin saber por qué.

Edith Sánchez

martes, marzo 19, 2019

Cuando mueren los apegos, nace la libertad emocional

Solemos hacernos conscientes de la esclavitud emocional a la que estamos sometidos cuando nuestro corazón se resquebraja. Esto sucede cuando una relación nos duele, bien porque nos esclaviza estrangulando nuestra libertad emocional, bien porque algo dentro de nosotros se ha roto al tener que decir adiós.
 
 
Hoy te dejo en libertad. Hoy me olvido de mis miedos. Hoy comienzo a valorarme. Hoy salgo adelante. Hoy te dejo de esperar.

Ante estas situaciones, sentimos que el mundo se apaga y que una ola de dolor inmenso se cierne sobre nosotros impidiéndonos respirar. Esto es el ahogo emocional y, su ingrediente clave, la dependencia.

Pero, a veces, llega el momento de dejar en libertad lo que atábamos y lo que nos ata y comenzar una nueva vida, porque la esclavitud emocional ahoga. Y es en ese momento en el que no nos vemos capaces de hacer nada sin ir de la mano de esa persona o, simplemente, de alguien que nos guíe.

Disfrutar de la soledad de uno mismo para ser feliz en pareja

“Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida.
Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo.

Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso.

Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie.

Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo más importante del mundo sin poseerlo.”
-En Once Minutos, de Paulo Coelho-

La mejor manera de ser feliz con alguien es aprendiendo a ser feliz estando solo. ¿Por qué? Porque de esa manera la compañía se convierte en elección y no en necesidad.

Entendemos el amor de forma errónea porque la clave no es el “te necesito en mi vida” sino el “te prefiero en mi vida”. No atender a los sentimientos y necesidades de posesión nos ayudará a vivir en paz con nosotros mismos y nos devolverá la libertad emocional. 

Dejar de esperar, la clave de la libertad emocional 

Tu verdadera libertad emocional llega cuando empiezas a comprender quién eres y de lo que eres capaz. Es tu independencia, ese ansiado trofeo, la que obtienes cuando te desatas, te deshaces de tus cuerdas y miras hacia adelante sin necesitar a alguien que te lleve de la mano.

No poseer y que no te posean es la mejor experiencia de libertad que podemos tener. Porque sentir algo como propio siempre significa, de alguna forma, vivir al lado de la esclavitud.

Nuestra dependencia es la que nos hace esclavos, sobre todo si es nuestra autoestima la que depende de algo o de alguien. El necesitar la alabanza, el cariño o la atención de alguien hace que dejemos de ser dueños de nuestro destino.

No son los demás los que nos dañan, sino que somos nosotros los que damos validez a sus opiniones y a sus acciones. Nadie puede hacerte daño sin el consentimiento de tu Yo interno, lugar en el que está el pilar que sostiene tu arquitectura emocional.

Así que la autoconfianza y la autoestima cuidadas son las mejores herramientas para decir adiós a los apegos insanos e innecesarios que merman nuestra vitalidad y nuestras ganas de realizarnos.

“Sigo mal, y seguiré peor, pero voy aprendiendo a estar sola, y eso ya es una ventaja y un pequeño triunfo.”
-Frida Khalo-

Tenemos que ser los primeros en respetarnos, dejando de lado las expectativas sobreaprendidas que nos dicen que solo somos amados si nos necesitan y que el amor solo es amor si vivimos por y para él.

Raquel Aldana

lunes, marzo 18, 2019

Los Dos Recuerdos Más Importantes de Nuestra Infancia (y Cómo Sanarlos Completamente)

Los recuerdos de la infancia son uno de los elementos más importantes de nuestra vida.

 
Las situaciones que vivimos cuando éramos pequeños fueron las que formaron nuestras creencias sobre la vida, y estas creencias nos acompañan ahora de adultos, condicionando completamente lo que nos pasa.

Por este motivo, es muy importante analizar y sanar los recuerdos de la infancia; especialmente los más dolorosos.

Este es un proceso muy personal, porque cada persona es distinta y tiene sus propios recuerdos, pero hay dos recuerdos concretos que están presentes en casi todos nosotros.

Y son muy importantes, por el impacto que causaron.

Hoy hablaremos de ellos y de cómo sanarlos.

El Primer Recuerdo Clave de la Infancia

Cada persona es única, y su trayectoria en esta vida también lo es. Pero hay algunos puntos comunes en todos nosotros.

El primero es que todos llegamos al planeta en paz y armonía. Todos llegamos sabiendo quiénes somos realmente y por qué estamos aquí. Y sabiendo esto (y muchas cosas más) sentimos un gran amor por nosotros mismos y por todo lo demás.

Pero durante los primeros meses de estancia en el planeta, esta información se va diluyendo en nuestra mente y pasa a un plano subconsciente. No explicaremos hoy los motivos de este proceso, pero es importante saber que no es un castigo ni un error. Forma parte de la aventura de la Tierra.

En un primer momento, esta pérdida de información sobre quienes somos no nos causó ningún malestar. Seguíamos conectados con nuestro amor, y seguíamos estando en paz y armonía.

Pero llegó un día en el que esto se torció. Y este es el primer recuerdo del que hablaremos hoy.

Prácticamente todos nosotros nos hemos sentido rechazados alguna vez: hemos sentido que no nos querían, que no nos escuchaban, que no nos valoraban, que no sentían interés por nosotros, etc. Esta sensación de rechazo puede ser más suave o más intensa, y puede ser por motivos distintos, pero la gran mayoría de nosotros la hemos experimentado.

Pues bien, hubo un momento en que la experimentamos por primera vez. Hubo un momento en el que, por primera vez, sentimos que alguien nos rechazaba.

Y esta primera vez es muy importante.

Para comprender mejor la importancia de ese instante, puedes ponerte en situación: imagínate que eres un niño pequeño que nunca ha experimentado el rechazo. Para ti, el mundo es amoroso y compasivo. Es un lugar seguro, amable y lleno de potencial.

Pero, de golpe, alguien hace algo. Sientes que te rechaza. Sientes que piensa que has hecho algo que “no está bien”.

En un instante, se rompe la imagen que tenías de la vida. El mundo ya no es 100 % amable. Ahora es un lugar potencialmente hostil, y hay que vigilar.

Es muy importante recordar ese momento.

¿Quién fue ese alguien que sentiste que te rechazaba?

¿Qué hizo y cómo lo interpretaste exactamente?

¿Y qué conclusiones sacaste a partir de ello?

Con mucha probabilidad, esas conclusiones se transformaron en creencias.

Y seguramente te han acompañado hasta el día de hoy.

La Creencias que Se Formaron a Partir de Este Primer Recuerdo

A partir de esa primera sensación de rechazo, cambió completamente la visión que teníamos de la vida: pasamos de creer que el mundo era un lugar plenamente luminoso, a creer firmemente en las sombras.

Los detalles concretos dependen de cada persona: de la personalidad de cada uno y de lo que sucedió concretamente en ese momento. Pero más allá de los detalles concretos, hay dos reacciones básicas a esta primera sensación de rechazo.

La primera es creer que hay algo en nosotros que no está bien. Si alguien nos ha rechazado, debe ser que tiene parte de razón. Y a partir de aquí se forma la creencia de que no somos suficientemente buenos. Es la semilla de la falta de autoestima que muchos tenemos.

Y la segunda reacción es creer que es el mundo el que no está bien. Yo sé que soy bueno y válido, así que si alguien me rechaza o me critica, el malo es él. Y aquí se forma la creencia de que el resto del mundo es ignorante e incompetente. Es la semilla del sentimiento de superioridad, que también muchos tenemos.

Estas dos reacciones son diferentes, pero tienen en común que siempre son dolorosas. A nivel profundo, sabemos que nada de esto es cierto: ni los demás ni nosotros somos “malos”. Pero a nivel más superficial, no entendemos qué está pasando (somos niños pequeños), así que vivimos este momento como una gran rotura. Sentimos que se crea una brecha entre nosotros y los demás, y esto nos causa un gran dolor.

A partir de ese momento, siempre buscaremos calmar este dolor. Durante el resto de la vida, estaremos continuamente buscando maneras de sentirnos otra vez queridos y aceptados; a veces intentando cambiar nosotros, a veces intentando forzar a los demás a cambiar.

Y esta es la raíz del drama humano.

La mayor parte del dolor y de los conflictos humanos surgen de esta experiencia de rechazo que todos hemos vivido y que en su momento no supimos gestionar.
 
El Segundo Recuerdo Clave de la Infancia

Aparte de este primer recuerdo relacionado con el rechazo, hay otro recuerdo que también es muy importante: el primer momento después del primer rechazo en el que volvemos a sentir que alguien nos ama.

Es decir, después de esa primera sensación de rechazo, y con la creencia ya formada de que no somos válidos o de que el resto del mundo no es válido (o las dos cosas), llegó un momento en el que alguien hizo algo que nos sentó bien: nos sentimos amados y aceptados otra vez.

Y, al igual que en el caso anterior, aquí los detalles también son muy importantes.

¿Quién fue ese alguien?

¿Qué hizo o qué dijo exactamente?

¿Y qué sentimos que valoraba en nosotros? ¿Nuestra inteligencia? ¿Nuestra fuerza? ¿Nuestra valentía? ¿Nuestra dulzura?…

En función de esto, se formó otra creencia en nosotros: “si hago esto, me sentiré amado y aceptado”.

Así que, en solo dos instantes de nuestra vida, se formó toda una visión muy profunda de la existencia: “el mundo es hostil y pueden rechazarme, pero si hago esto, me amarán.”

Evidentemente, para comprender bien cada caso concreto hay que tener en cuenta más elementos, pero solo con estos dos recuerdos ya podemos entender muchas cosas de nuestra vida.

La gran mayoría de nosotros nos hemos sentido rechazados. Algunos nos culpamos a nosotros mismos por no ser suficientemente buenos, y otros culpamos a los demás. Pero la sensación de rechazo es la misma.

Y prácticamente todos hemos sentido que, si hacemos determinadas cosas concretas, será más fácil que nos valoren.

Todo esto está condicionando intensamente nuestra vida.

Y surge de esos dos instantes concretos de nuestra infancia.

Cómo Sanar Estos Recuerdos de la Infancia

Es muy importante para nuestro crecimiento personal conectar con estos dos recuerdos: conectar con nuestra infancia e intentar recordar cuándo sentimos el rechazo por primera vez y cómo reaccionamos al respecto.

Esta es una manera de comprender mejor por qué creemos muchas de las cosas que creemos, y por qué sentimos muchas de las cosas que sentimos.

Y, por supuesto, también es muy importante sanarlos. Cuando sanamos los recuerdos, se liberan las creencias y el dolor que hay asociado a ellos, y esto nos permite volver a conectar mejor con lo que realmente somos.

Y una de las maneras más sencillas y efectivas de sanar recuerdos es el tapping.

Por si no lo conoces, el tapping es una herramienta muy sencilla que podemos usar para tratar cualquier situación que nos preocupe. Y la manera de hacerlo es buscar frases sobre lo que queremos tratar y darnos unos golpes muy suaves en unos puntos del cuerpo mientras las decimos en voz alta. 

La idea principal es revivir el recuerdo mentalmente a cámara muy lenta y hacer tapping con las emociones que van surgiendo. Es un proceso que cualquier persona puede hacer por su cuenta.

La única dificultad es recordar los acontecimientos que queramos tratar, lo cual no siempre es fácil. Algunos recuerdos están muy enterrados.

Pero no hay que olvidar que esta información está dentro de nosotros. Todos tus recuerdos están dentro de ti.

Y si buscas con paciencia y con cariño, los puedes liberar.

Un gran abrazo,

Jan

www.jananguita.es

domingo, marzo 17, 2019

Las leyes budistas para limpiar el karma

El concepto de karma es uno de los más bellos del budismo. Estemos de acuerdo o no con esta filosofía, sin duda constituye una interesante orientación para la vida. Algunos desconocen el hecho de que los budistas también hablan de los medios para limpiar el karma. Estos también incluyen hermosas enseñanzas.

 
 
Para el budismo, limpiar el karma tiene que ver con asumir actitudes y realizar acciones para compensar los errores o equivocaciones del pasado. En otras palabras, para ponernos al día en esas deudas simbólicas que traemos de tiempo atrás y que no hemos saldado.

Según esta filosofía, el karma se manifiesta como casualidad negativa. Sin embargo, no es fruto del azar, sino el efecto de nuestras acciones previas. El efecto de limpiar el karma es principalmente el de librarnos de ese aparente azar que trae consigo situaciones o experiencias difíciles. Esto se rige por 12 leyes que son las siguientes.

“La historia se repite hasta que aprendemos las lecciones necesarias para cambiar nuestro camino”.
-Autor desconocido- 

La ley esencial y la manera de limpiar el karma

La ley esencial del karma dice, en pocas palabras, que cada uno cosecha lo que siembra. ¿Qué pasa entonces cuando sabes que lo que has sembrado no es lo mejor? Simplemente, tratar de compensar el daño que hiciste. De esta manera logras limpiar el karma, aunque sea en parte.

Creatividad

Cada quien crea una visión del mundo y esto determina las experiencias que vive. Sabiendo esto, orienta la forma en que creas tu visión, de una manera constructiva.

Elige ver lo bueno para que sea esto lo que oriente tus vivencias hacia lo bueno también.

Humildad, una de las leyes para limpiar el karma

Nada te pertenece. Ni los objetos ni los bienes que adquieres con carácter temporal. Mucho menos las personas o los seres vivientes que te son dados en calidad de préstamo.

Entender esto y actuar en consecuencia, hace que sepas cómo afrontar las inevitables pérdidas o separaciones.
 
Responsabilidad

La ley de la responsabilidad nos llama a no culpar a nada ni a nadie por los eventos negativos que nos suceden. Si te ocurre algo malo, asume la responsabilidad.

Evalúa tus errores, en lugar de dedicarte a buscar culpables. Cuanto más responsable seas, menor fuerza kármica habrá en tu vida.
 
Conexión

La ley de conexión nos dice que hay un vínculo entre todo lo que existe. Para limpiar el karma debemos ser conscientes de que cada una de nuestras palabras y acciones va a tener una repercusión en lo otro y en nosotros mismos.

Piénsalo cuando tengas la tentación de decir hacer crítica de asuntos que en realidad no te conciernen o sobre los que no tienes la suficiente información.

Desarrollo

Todo cambio es una forma de crecimiento. A la vez, todo está cambiando constantemente. Asumamos cada una de esas transformaciones como un bien que llega a nuestra vida para permitir que evolucionemos.

Cuanto menos te resistas a los cambios, menor será el karma que hay en tu vida.
 
Focalización

Nos sintonizamos positivamente con el karma cuando comprendemos que cualquier meta se logra cuando la anticipación de futuro no prima sobre nuestra acción en el presente.

Es mejor concentrarnos en el presente y dar el paso que nos corresponde en el aquí y el ahora, de la mejor forma. Intenta no abandonar ni despreciar los pequeños logros de cada día.
 
Generosidad

Se recibe lo que se da. No es un tema cuantitativo, sino cualitativo. Por otro lado, dar mucho no determina que vayas a recibir lo mismo o más, fuera de lo que has dado.

Dicho de otra manera, la vuelta de lo ofrecido o compartido está en la misma satisfacción de hacerlo. Es esa variable la que en muchos casos termina ajustando y reforzando la generosidad de los intercambios.
 
Presente

La ley del presente nos invita a valorar el momento actual como el más importante. Vivir cada instante de la mejor manera posible.

Lo más valioso es lo que está ante ti, en este preciso momento. Aunque parezca mentira, todo lo demás es ilusión.

Cambio

La ley del cambio señala que cuando se mantienen las mismas acciones y se toman las mismas decisiones, la realidad no cambia.

Por el contrario, si lo que se busca es cambiar, han de modificarse las acciones y las decisiones que se toman respecto a algo. Si lo que quieres es llegar a otra parte, no repitas el mismo camino.
 
Paciencia

La ley de la paciencia nos enseña que toda realidad sigue procesos y que esos procesos requieren de tiempos específicos para evolucionar.

Para limpiar el karma es necesario que aprendamos a respetar esos tiempos, sin tratar de acelerarlos. La paciencia implica confiar en que a lo largo del tiempo se completaran los procesos iniciados.
 
Inspiración

La ley de la inspiración nos llama a comprometernos íntegramente con aquello que amamos y con lo que deseamos lograr. El cuerpo, la mente y el espíritu se deben integrar y enfocarse hacia aquello que buscamos. No ahorrar esfuerzos y poner en juego el máximo disponible.

El planteamiento del budismo parte de la idea de que respetando las leyes del karma se produce una liberación. Nadie escapa a los errores, pero en tanto logremos retomar el camino de la evolución, esas equivocaciones se diluirán y se convertirán en fuente de crecimiento. Limpiar el karma tiene que ver con volver a nuestro propio centro.

Edith Sánchez