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jueves, diciembre 20, 2018

La alquimia espiritual: transformar el dolor en evolución

Es posible que sin darnos cuenta hayamos terminado presos de una peligrosa fantasía. Esta es la de suponer que debemos trabajar por construir una vida en la que no haya problemas, ni contradicciones ni hechos dolorosos. La fantasía es arriesgada porque puede llevarnos a luchar por lo que no existe, en lugar de lo que sí es posible: la alquimia espiritual.

 
 
El nombre de alquimia espiritual es simplemente metafórico. Recordemos que hace unos siglos, los alquimistas fueron investigadores que durante mucho tiempo buscaron el método para transformar el plomo en oro. Esto también puede verse desde una perspectiva simbólica. Significa lograr que algo con poco valor se convierta en un elemento valioso.

“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
-Viktor Frankl-

Los antiguos alquimistas creían que podrían lograr esa transformación mágica a través de una sustancia que llamaron “piedra filosofal”. Se trata, por supuesto, de otra fantasía. Sin embargo, nos proporciona una imagen ilustrativa que podemos aplicar al proceso de alquimia espiritual. Este es un proceso simbólico, que sí es posible de realizar, ya que tiene lugar en nuestra mente. 
 
La alquimia espiritual y el “plomo”

Decíamos en un comienzo que sin ser muy conscientes de ello, a veces pensamos que algo falla en nuestra vida porque no es perfecta. Tenemos problemas o nos enfrentamos a contradicciones internas y suponemos que esto está “mal”, que no debería ser así. De esto se infiere que en el fondo imaginamos la existencia de una forma de vida en la que no hay ninguna de esas dificultades.

Esto es un autoengaño. La vida es en sí misma una dificultad por resolver, pero también una oportunidad para crecer. Al nacer, e incluso antes, cargamos con el efecto de todos los problemas no resueltos aún por nuestros padres y las generaciones que les precedieron. También con las dificultades de la sociedad en la cual venimos al mundo.

Luego, a medida que vamos creciendo, nos enfrentamos con nuestras propias carencias, necesidades y paradojas. No podría ser de otra manera. Incluso si nuestra vida está rodeada de condiciones muy armónicas, más tarde o más temprano tendremos que enfrentarnos a las pérdidas, al dolor físico y emocional, a la enfermedad, a la muerte. Ese es el “plomo”.

El proceso de la alquimia espiritual

Cuando por fin entendemos que una vida perfecta no existe y que por eso mismo no es razonable buscar que así sea, damos un gran paso. Renunciar a esa fantasía es un punto de partida muy importante, no solo para ajustar nuestras expectativas, sino para comenzar el largo proceso de aprendizaje de la alquimia espiritual. Convertir en plomo en oro. Es decir, transformar los problemas, las dificultades y el dolor en un aporte positivo a nuestras vidas.

Lo que nos lleva a experimentar como insoportables algunas de las vivencias que tenemos, o de las situaciones en las que estamos inmersos, no son esas realidades en sí. Lo definitivo está en nuestra mente, es decir, en la perspectiva que adoptamos frente a todo ello, en la lectura que hacemos de todas esas realidades.

Hasta la experiencia más hermosa puede convertirse en negativa si decidimos mirarla de ese modo. Esto sucede cuando, por ejemplo, “amamos” con egoísmo, miedo y afán de control. O cuando trabajamos con desidia y mala voluntad. O cuando decidimos enfatizar solamente en los defectos de los demás y del mundo.

La piedra filosofal

Necesitamos de la piedra filosofal para transformar el plomo en oro. El dolor, la privación o las contradicciones en crecimiento. Esa piedra filosofal existe en el mundo de la mente. Equivale a la forma de organizar nuestras ideas y nuestras percepciones para interpretar la realidad. Una roca puede servir para golpear a otro, para patearla, para edificar una casa o para hacer una escultura. Todo depende de lo que haya en la mente de quien la encuentra.

Siempre vamos a estar expuestos al dolor, al rechazo, a no conseguir lo que deseamos, al desamor… En una u otra medida ningún ser humano escapa a ello. La diferencia entre unos y otros está en la capacidad para elaborar de forma constructiva cada experiencia. Desafortunadamente, quienes no lo hacen adecuadamente repiten situaciones dolorosas constantemente.

La alquimia espiritual es un proceso de transformación interior que solo cada uno de nosotros puede llevar a cabo dentro de sí mismo. Ni es fácil, ni nos garantiza una vida feliz. Lo que sí hace es protegernos de una vida miserable, invadida por el dolor y la desesperanza, en la que terminemos siendo objeto pasivo de las adversidades.

Edith Sánchez

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