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miércoles, diciembre 19, 2018

El arte de no perder la calma durante una discusión

Decir lo que piensan o sienten es una habilidad que algunas personas, por impulsividad, dejadez o desconocimiento, no tienen suficientemente entrenada. De hecho, a todos nos han perdido las formas alguna vez en medio de una discusión, enterrando con ellas el mensaje que queríamos trasmitir.

 
 
Ahora bien, conservar el control en según qué situaciones es todo un arte. No se trata de una tarea fácil pero tampoco es imposible, de hecho los psicólogos expertos en comunicación y gestión de conflictos -de la rama de la psicología social– han dedicado años de estudio e investigación a identificar qué recursos podían ayudarnos en esta tarea.
 
Discutir sin perder la calma: ¿qué nos dicen los estudios científicos al respecto?

Nelda Sheldon y Shoron Burton (2014) explican que la interpretación de la situación es el factor que más influye a la hora de conservar el control. Es decir, más que ser la situación en sí misma la que nos altera y nos hace perder la calma, es nuestra construcción de lo que está pasando lo que marca la diferencia. Por ejemplo, cuando entendemos que en una discusión se ha producido un ataque personal, la tarea de mantener la calma se vuelve más complicada.

Por ello, diferentes investigaciones científicas se han concentrado en conocer el papel del autoestima en la manera en la que las personas discuten. Y así, se ha observado que quienes tienen un autoestima baja y un peor autoconcepto tienden a perder los nervios con más facilidad (Karagözoğlu, Kahve, Koç & Adamişoğlu, 2008).

Relacionándolo con lo que hemos apuntado antes, en este contexto interno será más fácil que se vivan las discusiones como un ataque personal a su ego, el cual ya de base se encuentra débil. Así es como en numerosas ocasiones nos podemos encontrar con una respuesta desproporcionada ante un pequeño apunte o crítica.

A modo de resumen, otros estudios concluyen que será más fácil mantener la calma en una discusión si mejoramos en algunos de los factores que hemos enumerado y que nos predisponen a ello. Pensemos que la personalidad, los hábitos de afrontamiento y el aprendizaje marcan en buena medida la forma en la que afrontamos las discusiones (López-Torrecillas, Martín, de la Fuente, & Godoy, 2014).

De este modo, teniendo en cuenta lo que explican los estudios sobre este tema, pasaremos a explicarte una serie de estrategias prácticas para no perder la calma en una discusión.

“La interpretación de la situación es lo que da el punto de partida para perder los nervios”.
Lo pasado, pasado está

El Dr. Mark Beyebach (2010), psicólogo experto en terapia breve y terapia centrada en soluciones, explica que traer al presente las situaciones del pasado aumenta la probabilidad de que las personas se tomen la discusión como un ataque personal. Aparecen la rabia y la impotencia porque el pasado no se puede cambiar.

Así, estos sentimientos tan negativos ciegan y hacen que incluso podamos llegar a olvidar el motivo de una discusión. A su vez, dan lugar a una sensación de pérdida de tiempo que, por frustración, aumenta nuestra rabia.
 
La auto-observación y el auto-conocimiento: tus mejores aliados

Saber cuáles son tus puntos débiles y tus puntos fuertes también te ayudará a no perder la calma en una discusión. Si prestas atención a la evolución del intercambio y no solo a tu postura, te será más fácil saber en qué momento es mejor hacer una concesión, centrar la atención en los argumentos de la otra parte o retirarte.

Por otro lado, no es lo mismo discutir con personas delante que hacerlo en la intimidad, tampoco es igual discutir al final del día cuando estamos ya cansados, que hacerlo durante el fin de semana o en un momento en el que estemos tranquilos. Elegir uno u otro momento para zanjar o empezar una discusión también es inteligencia social.

“Si te conoces los suficiente, te será más fácil saber en qué momento discutir, con qué personas sí puedes hacerlo y bajo qué condiciones”.
La anticipación nos ayuda a mantener el control

Si vas a enfrentarte a un debate, a una discusión abierta, prepárala. Organiza tu exposición e identifica los argumentos que la pueden sostener mejor, así como el orden en el que los vas a presentar. Se trata de tener un guión que pueda rescatarte en un momento dado.

Por otro lado, si se trata de una discusión que puedes prever, mejor que tengas el discurso preparado, tus argumentos de defensa y las ideas claras. Infórmate sobre tus posibilidades, la fortaleza de tus argumentos y, si es posible, anticipa la réplica de la otra parte.

Tres estrategias prácticos para no perder la calma en una discusión 
 
  • Evita subir el tono de voz y hablar de manera acelerada. Piensa que tus constantes fisiológicas tenderán a seguir la velocidad que imprimas a tu locución.
  • Mantén un lenguaje corporal que sea pacífico y no sea agresivo. Vigila la manera en la que te mueves y los gestos que realizas, si te muestras agresivo (aunque no sea tu intención) generarás una respuesta defensiva en la otra persona.
  • Si comienzas a sentir que te invaden los nervios, puede intentar que el debate recale en cuestiones secundarias mientras recuperas la confianza. Se trata de pongas en marcha la técnica del tiempo fuera y evites cometer errores que directamente te invaliden como interlocutor.

Finalmente, recuerda que los efectos de las estrategias que hemos enumerado llegaran con el tiempo y el entrenamiento. Puedes comenzar por un ejercicio de autoobservación y autocrítica que te permita saber qué puedes hacer mejor cuando participas en una discusión.

Julia Marquez Arrico

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