Las dependencias son una realidad concomitante a lo humano ya que, de alguna forma, siempre dependeremos de algo o de alguien. Esto no es negativo en sí mismo, pero sí implica una tarea a realizar. Esta es la de modular y decantar dichas dependencias, de tal modo que no interfieran con el camino de nuestro deseo, ni con nuestro desarrollo personal.
Hay dependencias razonables que, moldeadas adecuadamente, son sanas para nuestro desarrollo. Por ejemplo la interdependencia con la pareja o la familia. Esa necesidad y respuesta mutua que nos vincula íntimamente, sin coartar la libertad o limitar el crecimiento, afianza nuestro mundo emocional.
“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”.
-Jorge Bucay-
Otras dependencias, en cambio, nos estancan. Aportan poco o nada a nuestro bienestar y, en cambio, tienen el poder para hacer que nos desconectemos de nosotros mismos. En últimas, nos ponen al servicio de algo o de alguien, sin una contraprestación equitativa a cambio. Estas son algunas de ellas.
“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”.
-Jorge Bucay-
Otras dependencias, en cambio, nos estancan. Aportan poco o nada a nuestro bienestar y, en cambio, tienen el poder para hacer que nos desconectemos de nosotros mismos. En últimas, nos ponen al servicio de algo o de alguien, sin una contraprestación equitativa a cambio. Estas son algunas de ellas.
1. La opinión de los demás
Depender de la opinión de los demás significa guiar el comportamiento, los gustos y los deseos, en función del grado de aprobación de otros. Esto quiere decir que el objetivo central no es reafirmar lo que somos, sino conseguir la aceptación de los demás.
En esta lógica, la crítica ajena adquiere un valor inusitado. Se experimenta como una herida emocional que afecta, a veces, profundamente. El otro es el punto de referencia definitivo, no solo para conductas puntuales, sino incluso para todo el proyecto de vida. Esta es una de las dependencias más corrosivas, en tanto descentra, enajena y vuelve serviles a las personas.
2. El miedo al abandono
El miedo al abandono corresponde a una dependencia de fondo. Usualmente afecta a quienes pasaron por situaciones de carencia o desamparo durante la infancia. Este es un vacío que nada ni nadie logra llenar jamás y que muchas veces se lleva encima como una llaga abierta.
Por lo general, el miedo al abandono no es consciente. Simplemente la persona desarrolla conductas de excesivo apego con quienes se convierten en objeto de su amor. Particularmente esto sucede con la pareja o con amigos cercanos. Hay miedo de perder a esas personas y, por lo mismo, posesividad y ansiedad en el vínculo.
Depender de la opinión de los demás significa guiar el comportamiento, los gustos y los deseos, en función del grado de aprobación de otros. Esto quiere decir que el objetivo central no es reafirmar lo que somos, sino conseguir la aceptación de los demás.
En esta lógica, la crítica ajena adquiere un valor inusitado. Se experimenta como una herida emocional que afecta, a veces, profundamente. El otro es el punto de referencia definitivo, no solo para conductas puntuales, sino incluso para todo el proyecto de vida. Esta es una de las dependencias más corrosivas, en tanto descentra, enajena y vuelve serviles a las personas.
2. El miedo al abandono
El miedo al abandono corresponde a una dependencia de fondo. Usualmente afecta a quienes pasaron por situaciones de carencia o desamparo durante la infancia. Este es un vacío que nada ni nadie logra llenar jamás y que muchas veces se lleva encima como una llaga abierta.
Por lo general, el miedo al abandono no es consciente. Simplemente la persona desarrolla conductas de excesivo apego con quienes se convierten en objeto de su amor. Particularmente esto sucede con la pareja o con amigos cercanos. Hay miedo de perder a esas personas y, por lo mismo, posesividad y ansiedad en el vínculo.
3. La moda, una de las dependencias nocivas
La moda es un tema que a muchos se les antoja superfluo e intrascendente. Pese a ello, son pocos los que logran distinguir los gustos propios de los dictados de la moda. Las tendencias de la moda no solo se refieren a la vestimenta, sino también a los gustos, las preferencias e incluso las ideologías y filosofías.
Muchos, por ejemplo, se preguntan si el estilo de vida vegano en realidad es fruto de una reflexión y convicción, o si muchos de sus seguidores simplemente se han sumado a una moda. Ese deseo de formar parte de las mayorías a veces lleva a la dependencia. No estar “in” se convierte en una gran preocupación para algunos. Esto, quizás, les lleva a desfigurar su propio sentido de identidad.
La moda es un tema que a muchos se les antoja superfluo e intrascendente. Pese a ello, son pocos los que logran distinguir los gustos propios de los dictados de la moda. Las tendencias de la moda no solo se refieren a la vestimenta, sino también a los gustos, las preferencias e incluso las ideologías y filosofías.
Muchos, por ejemplo, se preguntan si el estilo de vida vegano en realidad es fruto de una reflexión y convicción, o si muchos de sus seguidores simplemente se han sumado a una moda. Ese deseo de formar parte de las mayorías a veces lleva a la dependencia. No estar “in” se convierte en una gran preocupación para algunos. Esto, quizás, les lleva a desfigurar su propio sentido de identidad.
4. La apariencia física
La apariencia física es también otro de esos mitos que moldean muchas conciencias. Hay quienes le dan excesiva importancia e incluso terminan construyendo dependencias en torno a ese aspecto. Llegan a creer que su valor como seres humanos se encuentra estrechamente relacionado con su apariencia física.
Si bien es cierto que la apariencia física tiene un gran peso en el mundo actual, también es evidente que es un juego de luces y sombras que suele ser efímero. La belleza abre puertas y facilita la conquista de buenas voluntades. Sin embargo, resulta del todo insuficiente para ir más allá de ese capítulo inicial. Depender del aspecto es depender de una ilusión.
5. El dinero
El dinero es otro de esos espejismos que a veces cala muy hondo. Genera dependencia cuando se asocia directamente al valor que cada cual tiene como persona. Tener y no tener dinero es una secuencia que está presente en la vida de la mayoría de los mortales. Son pocos los que mantienen una situación económica holgada sin interrupción alguna.
Depender del dinero significa, a veces, creer que la felicidad está en el consumo. O suponer que cuantas más riquezas se tengan, más valor se posee en términos humanos. Por lo mismo, el no contar con dinero equivale a perderlo todo, incluso el ser.
Todas estas dependencias son altamente nocivas porque encadenan en lugar de dar soporte. Quitan mucho más de lo que dan. Implican algún grado de alienación o, lo que es lo mismo, de desconexión con lo más genuino de nosotros mismos. Sería aconsejable pensarnos como si fuéramos cometas: atados a un punto pero libres en el vuelo.
Edith Sánchez
La apariencia física es también otro de esos mitos que moldean muchas conciencias. Hay quienes le dan excesiva importancia e incluso terminan construyendo dependencias en torno a ese aspecto. Llegan a creer que su valor como seres humanos se encuentra estrechamente relacionado con su apariencia física.
Si bien es cierto que la apariencia física tiene un gran peso en el mundo actual, también es evidente que es un juego de luces y sombras que suele ser efímero. La belleza abre puertas y facilita la conquista de buenas voluntades. Sin embargo, resulta del todo insuficiente para ir más allá de ese capítulo inicial. Depender del aspecto es depender de una ilusión.
5. El dinero
El dinero es otro de esos espejismos que a veces cala muy hondo. Genera dependencia cuando se asocia directamente al valor que cada cual tiene como persona. Tener y no tener dinero es una secuencia que está presente en la vida de la mayoría de los mortales. Son pocos los que mantienen una situación económica holgada sin interrupción alguna.
Depender del dinero significa, a veces, creer que la felicidad está en el consumo. O suponer que cuantas más riquezas se tengan, más valor se posee en términos humanos. Por lo mismo, el no contar con dinero equivale a perderlo todo, incluso el ser.
Todas estas dependencias son altamente nocivas porque encadenan en lugar de dar soporte. Quitan mucho más de lo que dan. Implican algún grado de alienación o, lo que es lo mismo, de desconexión con lo más genuino de nosotros mismos. Sería aconsejable pensarnos como si fuéramos cometas: atados a un punto pero libres en el vuelo.
Edith Sánchez
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