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lunes, diciembre 03, 2018

Cuando las relaciones se enfrían: la distancia emocional

Cuando las relaciones se enfrían emergen a menudo los comportamientos más reprobables. Están los que tras la distancia emocional dan paso a la desaparición física, a marcharse sin dar explicación. También los hay que hacen uso de las falsas excusas, y quien se niega a asumir el vacío del vínculo, ese frío que trae una relación de pareja o de amistad que está llegando a su ocaso.

 
 
Las relaciones como los huesos también se rompen. Sin embargo, la mayoría de esas rupturas o distancias no se dan siempre de forma brusca y de un día para otro. La mayoría de las veces, los finales vienen precedidos por un sutil y progresivo distanciamiento. La falta de complicidad, las miradas que ya no se buscan y las risas que ya no bifurcan en las mismas cosas suelen ser las primeras pistas.

La distancia emocional siempre duele y más si hay una parte que sigue alimentando y creyendo en dicho vínculo. No obstante, cabe señalar que, a menudo, también la otra parte sufre al acumular cierta sensación de culpa o remordimiento. Sea como sea, en todas estas situaciones hay algo que queda en evidencia: nuestra deficiente habilidad para gestionar los finales.

Una resolución adecuada siempre facilita el avance hacia esa nueva etapa. En caso contrario, y más si estamos obligados a hacer frente al ghosting (ser abandonados de forma brusca y sin explicación) nos puede costar un poco más superar dicha experiencia. Sin embargo, todos tenemos en nuestro interior los recursos adecuados para hacer frente a este tipo de vivencias.

“Me siento tan aislado que puedo palpar la distancia entre mí y mi presencia”.
-Fernando Pessoa- 
 
Cuando las relaciones se enfrían y buscamos un por qué

Cuando las relaciones se enfrían siempre hay un por qué detrás, aunque no nos agrade. Desamor, falta de interés, nuevas necesidades e intereses, visiones opuestas sobre ciertas cosas… Cuando la llama de un lazo emocional se apaga, siempre da paso a esa densa y ambigua penumbra en la que no sabemos muy bien cómo movernos.

Así, en un estudio publicado por Charlene Belu y Brenda H. Lee, de la Universidad de Cambridge, señala que pocas cosas suelen ser tan complejas para el ser humano como dejar ir una relación. Algo que pudo demostrarse en este trabajo es que, a menudo, necesitamos saber o clarificar bien el por qué de ese final, para poder rehacer nuestra vida.

De no ser así, las personas no dudan en intentar retomar el contacto, en insistir una y otra vez dificultando el proceso de duelo y la oportunidad de dar por finalizada una etapa para iniciar una nueva con mayor integridad. Por otro lado, algo que pudieron ver los investigadores de este trabajo son esas dinámicas menos adecuadas de las que solemos hacer uso cuando las relaciones se enfrían.
Son las siguientes.
 
Formas negativas de finalizar una relación

Tal y como hemos señalado al inicio, la dinámica más dañina e inadecuada para afrontar el fin del vínculo es desaparecer sin decir nada. El ghosting es, a día de hoy, una práctica recurrente que se experimenta tanto en relaciones de pareja como de amistad.
  • La culpa no es tuya es “mía”. Con esta frase tan conocida y recurrida elegimos liberar a la otra persona de toda (supuesta) responsabilidad, para hacer uso de excusas como “tú mereces algo mejor”, “esto me supera y creo que no te doy lo que necesitas”. Todo ello es un modo de camuflar una sencilla evidencia: que nuestros intereses son otros, que ya no amamos a la otra persona.
  • El iceberg quebrado. El recurso del iceberg es otra de las estrategias más comunes. Se trata simplemente de permitir que la relación se enfríe cada día más, negando evidencias, dando largas hasta que finalmente, esa relación ya congelada termina hundiéndose y quebrándose por sí misma. 
 
La distancia emocional, esa dura encrucijada

Cuando las relaciones se enfrían no siempre reflejan la antesala de un final irremediable. Algo que conviene tener claro es que la distancia emocional puede llevarnos a la deriva durante un tiempo pero, en ocasiones, si somos capaces de hacer uso de adecuadas estrategias, puede volver la calidez y la chispa a esa relación (en caso de que merezca ser salvada).

Algo que se ve con mucha frecuencia en las consultas de los psicólogos son sin duda los trastornos de ansiedad y las depresiones. Estos estados afectan de forma directa a la calidad de las relaciones sociales. Así, cuando una persona atraviesa un periodo de abundante estrés o desánimo, no suele tener energía e impulso suficiente para disfrutar de los suyos.

Con todo ello queremos dejar en evidencia algo muy simple. La distancia emocional o esas relaciones que se enfrían pueden tratarse. Los vínculos, como las propias personas, pasan por diferentes etapas y necesitan atenciones, nuevos nutrientes e incluso aprender de sus propios conflictos y discrepancias para crecer, para avanzar convertidos en algo nuevo y más fuerte. 

Ahora bien, en todos esos casos, tanto para avivar el vínculo y salvarlo como para darlo por finalizado, necesitamos ser personas emocionalmente competentes. Y esa materia no se enseña en las escuelas. La debemos entrenar a diario en las pequeñas cosas, en las sensibilidades, en la línea del respeto, en el ejercicio de la dignidad y la asertividad.

Porque cada vínculo, ya sea de pareja o de amistad, merece ser respetado en cualquiera de sus etapas. Saber dejar ir con integridad y respeto, también dice mucho de nuestra calidad humana.

Valeria Sabater

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