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domingo, diciembre 31, 2017

Qué difícil es decir adiós

Cuánto cuesta dejar atrás algo que nos hizo felices. Cómo cuesta cambiar de compañías o cerrar etapas. Qué daño hace a veces saber que tenemos que participar de una despedida sin retorno. Cuánto duele separarse de algo que te gusta, de algo que sabes que no debes seguir teniendo, pero qué difícil sigue siendo decir adiós.

 
 
 
Es necesario, lo sé, a veces hay que cerrar etapas. Hay que cambiar de trabajo, las amistades se van perdiendo, la casa se queda pequeña para tantos, los hijos van ocupando el tiempo, la juventud te saluda desde el recuerdo… cuesta y a veces cuesta muchísimo, pero es parte del ciclo. Cerramos, decimos adiós y abrimos y decimos hola a lo nuevo.

Sumamos capítulos a la experiencia, pero necesitamos puntos y aparte. Necesitamos páginas en blanco para seguir escribiendo, el mismo capítulo necesita un final, necesita un cierre, pero tendrá su continuidad, estarán sus huellas en la página siguiente. Tendrá sentido cuando sepamos por qué cerramos y por qué es necesario hacerlo. Tendrá sentido cuando nosotros se lo demos.

No es fácil saber decir adiós, pero es bueno saber que a veces es necesario hacerlo, que superado el duelo estaremos preparados para lo que venga. A veces el dolor de lo perdido es más sano que el dolor de seguir llevando encima algo que ya nos sobra.

El vacío que queda tras decir adiós

Cuesta explicarlo, pero seguro que se entiende porque todos en alguna medida lo hemos experimentado. Hay despedidas que son para valientes, esas que dejan vacío que después nos costará llenar o que ya no llenaremos. Cuesta enfrentarse a lo desconocido, cuesta salir de nuestra zona segura, cuesta acabar porque cuesta saber que tenemos que empezar.

Queda un vacío sí, porque el dolor de la pérdida es un dolor, y tapándolo solo hacemos que se alimente para salir con más fuerza luego. Hay que aprender a decir adiós, hay que aprender a tolerar este vacío, hay que saber que es necesario cerrar, que puede que ahora duela, pero que mañana ya no lo hará.

La magia de decir adiós rara vez se ve en el momento que lo hacemos, la magia está en todo lo que viene después, en todo el mundo de posibilidades que se nos abre al comenzar algo nuevo, en todo aquello que nos espera cuando sanemos las heridas. La magia del adiós es que suele llevar de la mano un saludo posterior.

Si aprendemos a saber llevar este vacío, si no lo hacemos más grande de lo que debe ser, si le damos el espacio que necesita, si nos permitimos llorar en caso de que lo necesitemos y tomarnos un tiempo para sanar, estaremos preparados para lo que venga. Cuesta decir adiós, pero al hacerlo aprendemos a curarnos y cuidarnos. Aprender a decir adiós es crecer.

Es necesario decir adiós para avanzar

Necesitamos decir adiós para seguir caminando, necesitamos cerrar etapas y abrir nuevas. Es necesario enfrentarnos a las despedidas porque también tenemos que arriesgarnos a lo nuevo. Rara vez el mundo para y nosotros formamos parte de ese mundo. El miedo, nuestro fiel compañero de viaje en la vida se aferra a lo conocido por temor a lo desconocido, pero en nosotros está la fortaleza para saber vencerlo.

Si miramos atrás nos daremos cuenta de cómo cambian las vidas; ni nosotros, con todo ese conocimiento que atesoramos, hubiéramos podido delimitar exactamente nuestra ubicación actual hace unos minutos, unas, horas, unos días unos meses o unos años. Hemos llegado al lugar que ocupamos gracias a nuestras decisiones, y entre ellas, gracias a nuestras decisiones de despedirnos.

Cuesta decir adiós, pero hay que aprender a hacerlo. Cuesta cerrar etapas y visualizar lo que viene nuevo, aquel hola, que lleva de la mano el adiós. No es fácil, pero también conlleva algo bueno seguro. Cuesta decir adiós, pero la magia de lo nuevo también es algo sorprendente por lo que muchas despedidas merecen la pena.

Adriana Díez

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