Como se ha definido en anteriores columnas, el
estrés consiste en una activación fisiológica y psicológica que nos
perturba y nos afecta en la posibilidad de afrontar determinadas
situaciones que son percibidas como
amenazantes o que superan nuestros propios recursos. Sin embargo, la
psicología ha demostrado que más que el potencial amenazante de una
situación, es la percepción que tenemos de esa situación la que nos
genera respuestas de estrés que afectan de manera decidida la
posibilidad de superar un asunto demandante en nuestra vida.
Si
es así, el manejo del estrés no se remite solo a evitar o controlar las
situaciones que percibimos como desbordantes de nuestros propios
recursos de afrontamiento, sino también al desarrollo de habilidades
personales que bloqueen las respuestas de estrés y por ende incidan
positivamente en nuestro desempeño y bienestar emocional.
Según Buendía (1993), las estrategias de afrontamiento cumplen dos funciones básicas para el manejo del estrés:
- Modificar la situación o el acontecimiento estresante: Se pretende modificar la relación descompensada entre el sujeto y su entorno mediante la modificación de las características del hecho amenazante, buscando así disminuir la perturbación generada. El cambio esperado es externo a la persona.
- Regular los estados emocionales provocados por las situaciones o acontecimientos estresantes. La pretensión es producir cambios en la persona (y no en el acontecimiento) para neutralizar las respuestas de estrés. Se hace una revisión interna de las estrategias de afrontamiento, buscando neutralizar las reacciones de estrés.
De lo anterior se
desprende que las estrategias de afrontamiento tienen una funcionalidad
referida al manejo eficaz de las demandas percibidas como estresantes,
para anticiparse, neutralizar o disminuir las respuestas de estrés. Si
la estrategia cumple con su cometido, es reforzada y tiende a mantenerse
y fortalecerse en el repertorio de respuestas del sujeto. Sin embargo,
si no cumple con su objetivo, de manera defensiva el sujeto intentará
nuevos recursos que, en caso de persistir las manifestaciones de estrés,
podrán llevar a la persona a hacerse más vulnerable ante las
situaciones problemáticas, estableciéndose un proceso en espiral que
redundará en un deterioro del funcionamiento psicológico, personal y
social, y por ende del desempeño general de la persona.
Ahora
bien, el mantenimiento de las estrategias de afrontamiento no está
definido solo por la eficacia de la estrategia frente a la disminución
efectiva del estrés, sino además por la percepción que la persona tenga
de éstas. Por ejemplo, el consumo de cigarrillos es visto por el fumador
como una estrategia para la neutralización de las respuestas de
ansiedad, pero en realidad es un mantenedor de las mismas en tanto se
convierte en un estímulo externo de dependencia para sentirse mejor, lo
cual genera mayor ansiedad por la necesidad de adquirirlo.
A
continuación se propone un listado de las estrategias de afrontamiento
más comunes para hacer frente al estrés, y que pueden resultar positivas
o negativas según el efecto que produzcan de disminuir o perpetuar el
mismo en las personas.
Dentro de las estrategias que pueden considerarse como negativas frente al estrés, se encuentran:
- Negación: No aceptación de un problema o dificultad real por parte del sujeto, poniendo en escena estrategias de evitación frente al mismo. Es una estrategia negativa en tanto la persona ignora la situación problemática, lo que le lleva a no poner en ejecución acciones reparadoras o de superación de los obstáculos.
- Conformismo: Pasividad derivada de la percepción de no controlabilidad del hecho, por lo que la persona opta por esperar el desenlace de la situación. Es negativa en tanto lleva a asumir una actitud de espera pasiva, en la que la situación debe resolverse por sí misma, ante la percepción de incapacidad o baja autoeficacia de la persona.
- Refrenamiento del afrontamiento: Aplazamiento de todo tipo de afrontamiento hasta tanto no se considere que se tiene información suficiente o a que llegue el momento considerado oportuno para actuar frente al hecho. Es lo que se denomina como procrastinación, en donde se “deja para mañana lo que podemos hacer hoy”.
- Respuesta paliativa: Se buscan estrategias paliativas que disminuyan la carga emocional del estrés, como fumar, beber, comer en exceso, etc. Que pueden producir una sensación de alivio inmediato, pero que son mantenedoras o reforzadoras de las respuestas de estrés por no atacar en sí las raíces del problema.
- Impulsividad: Emisión de respuestas impulsivas frente a las situaciones generadoras de estrés. Es como “actuar sin pensar”, dejándose llevar por las primeras reacciones. Puede conllevar a conductas como agresividad, pérdida del control sobre sí, problemas en la relación con otros, dificultades de desempeño y equivocaciones al decidir las formas de solución de los problemas.
Las estrategias que resultan positivas frente al manejo del estrés y que por lo general conllevan a una mayor agilidad en la resolución de los problemas, son:
- Planificación: Se incluyen esfuerzos para modificar la situación mediante un análisis racional que lleva a un plan de acción frente a las demandas de la situación. Consiste en definir paso a paso las acciones necesarias para superar el problema.
- Control emocional: Su finalidad es regular y canalizar los sentimientos negativos derivados de la reacción de estrés. La persona desarrolla estrategias de regulación emocional como relajación, control de respuestas, manejo de los impulsos, entre otras.
- Búsqueda de apoyo social: Tendencia a buscar a otros para obtener ayuda, apoyo o consejo para hacer frente al problema. Consiste en acudir a personas cercanas, como familiares, amigos o compañeros, con quienes se tenga la suficiente confianza para compartir los problemas. En casos más complejos, se recomienda buscar apoyo profesional, con personas capacitadas y calificadas para atender estas situaciones.
- Reevaluación positiva: Se busca crear un nuevo significado del problema, destacando los aspectos positivos del mismo. Se busca cambiar el foco de atención en la situación, referido solo a lo negativo, y buscar los aspectos positivos que pueden obtenerse del hecho. Recordar que cada experiencia, por negativa que sea, es un motivo de aprendizaje.
- Hobbies y desarrollo de actividades placenteras: Cada persona debe reconocer actividades que le generen satisfacción personal y sirvan de distanciamiento frente a las respuestas de estrés. Acá se pueden incluir actividades deportivas, recreativas, sociales, artísticas, ambientalistas, de autocuidado, de ocio y de uso del tiempo libre en general.
Para favorecer el manejo adecuado del
estrés, cada persona debe reflexionar en torno a las tendencias de
acción que le caracterizan al enfrentar situaciones demandantes o
amenazantes de su equilibrio y bienestar personal y preguntarse sobre
las consecuencias que estas acciones traen para su vida.
Lo
primero es reconocer que algunas de las formas tradicionales que tenemos
para hacer frente a los problemas no resultan eficaces o positivas para
nuestra vida, y que por el contrario, se convierten en factores de
mantenimiento y fortalecimiento de nuestras respuestas de estrés. Por
otro lado, hay estrategias que ayudan a disminuir las reacciones de
estrés y sus efectos negativos en nuestras vidas, lo que nos debe llevar
a buscar cómo fortalecerlas y convertirlas en hábitos cotidianos que
nos permiten llevar una existencia más calmada, más relajada y con
mayores probabilidades de éxito para superar las dificultades.
Y
lo más interesante, debemos entender que estas estrategias, positivas y
negativas, están bajo nuestro control, antes que sea el estrés el que
controle nuestra vida
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