El karma, para los que creen en su existencia, es el encargado de que el mundo sea un poquito más justo. Es acción, reacción y repercusión; también entendido como una relación causa-efecto. En otras palabras, sembrar y recoger, dar y recibir.
Religiones, como el hinduismo y el budismo, entienden el karma como una energía trascendente que se genera a partir de los actos de las personas. Aunque existan diferencias en el significado, su interpretación posee una base común. La energía se transforma y tenemos la oportunidad de aprender a canalizarla. Por otro lado, el nudo infinito es uno de los símbolos más representativos del karma y simboliza la interconexión entre las causas y los efectos, un ciclo que no tiene fin.
La ley cósmica de causa-efecto: el karma
La ley de retribución o causa-efecto entiende que una acción es lo que causa el comienzo del ciclo. Continuamente ponemos en marcha este proceso, por lo que es normal que algunas repercusiones tarden años en manifestarse. El karma es por tanto es un proceso continuo, donde existe la posibilidad de cambio.
Algunas religiones asocian el karma y la reencarnación. Conciben el karma como aquello que tienes pendiente y no completaste en alguna vida pasada. En el siglo XXI, quizás cueste entender este concepto pero el mensaje de trasfondo es clave: a lo largo de tu vida persigue la satisfacción a través de tus propios actos, ama lo que haces, intenta no dejar nada por hacer, y encontrarás la paz.
“Lo único que permanece es el cambio”
Las 7 leyes del karma
El karma no debe ser entendido como una venganza del universo, sino como un reflejo de tus acciones, una consecuencia natural y al mismo tiempo una oportunidad de para tomar conciencia. Existen 7 principios básicos que recogen la esencia principal del karma:
Nuestras expectativas, experiencias, palabras… marcan nuestras acciones. El hinduismo y budismo consideran que hay tres factores que generan reacciones:
La ley cósmica de causa-efecto: el karma
La ley de retribución o causa-efecto entiende que una acción es lo que causa el comienzo del ciclo. Continuamente ponemos en marcha este proceso, por lo que es normal que algunas repercusiones tarden años en manifestarse. El karma es por tanto es un proceso continuo, donde existe la posibilidad de cambio.
Algunas religiones asocian el karma y la reencarnación. Conciben el karma como aquello que tienes pendiente y no completaste en alguna vida pasada. En el siglo XXI, quizás cueste entender este concepto pero el mensaje de trasfondo es clave: a lo largo de tu vida persigue la satisfacción a través de tus propios actos, ama lo que haces, intenta no dejar nada por hacer, y encontrarás la paz.
“Lo único que permanece es el cambio”
Las 7 leyes del karma
El karma no debe ser entendido como una venganza del universo, sino como un reflejo de tus acciones, una consecuencia natural y al mismo tiempo una oportunidad de para tomar conciencia. Existen 7 principios básicos que recogen la esencia principal del karma:
- Gran ley o ley de causa-efecto.
- Ley de la responsabilidad.
- Ley de la conexión.
- Ley del cambio.
- Ley del enfoque.
- Ley de la humildad.
- Ley del crecimiento.
Nuestras expectativas, experiencias, palabras… marcan nuestras acciones. El hinduismo y budismo consideran que hay tres factores que generan reacciones:
- Acción física, por ejemplo los gestos.
- Acción verbal, por ejemplo las palabras.
- Acción mental, por ejemplo las expectativas.
“No descuides las acciones negativas porque sean pequeñas; una chispa puede incendiar un pajar tan grande como una montaña. No descuides las pequeñas y buenas acciones creyendo que no aportan ningún beneficio; incluso las menores gotas de agua acaban llenando un recipiente enorme”.
-Buda-
Aprender de la sabiduría de la naturaleza
Adquiramos consciencia sobre el poder que tenemos cuando manejamos el timón de nuestras vidas. Por supuesto, hay factores que no controlamos, como una tormenta encendida en aguas abiertas. En este sentido se trata de manejar con inteligencia la influencia de la que dispongamos y de no entregarla también al azar por estimar que es mínima o insuficiente. Por ejemplo, minimizar las pérdidas puede ser lo que marque la diferencia para conseguir llegar al puerto más cercano y reparar el barco. Entre una escala y naufragar, como hubiera ocurrido si hubiéramos tirado la toalla.
De hecho, algunos expertos aseguran que las crisis son necesarias para crecer. Tiene mucho sentido. Si somos conscientes del valor de nuestros actos y no atribuimos las experiencias negativas solo a factores externos, tenemos delante una oportunidad para crecer. La clave está en encontrar un equilibrio entre lo que damos y lo que recibimos, atribuyendo causas realistas y aprovechando nuestras valiosas capacidades adaptativas.
Hay estaciones del año donde las tormentas y lluvias son más frecuentes. Al igual que en nuestra vida, hay momentos más difíciles. Los desastres naturales son inevitables. Muchos huertos y cultivos se destrozan cuando las inundaciones abundan. Nosotros somos seres naturales que también sentimos como algunas vivencias nos inundan. En esas ocasiones, se trata de darnos la vuelta y apelar a nuestro ingenio para sobrevivir, de al menos no perder cuando no se puede ganar.
Al igual que esos huertos y campos pueden recuperarse gracias a un mayor esfuerzo y cuidado, con nuestra vida ocurre lo mismo. Siempre queda la posibilidad de cambiar el ciclo del karma a través de nuestras acciones. No olvidemos que cualquier acción que hagamos siempre tiene consecuencias -mayores o menores- sobre nosotros, como actores y responsables.
Beatriz Caballero
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