A pesar de todos los pasos que hemos dado, incluso en las sociedades más avanzadas, la mujer sigue teniendo que enfrentarse a retos extra o añadidos por el hecho de ser mujer. En muchos casos, no es porque haya una norma escrita o una costumbre impuesta de forma explícita. Simplemente, muchas mujeres sienten estas dificultades y en ocasiones si saber identificarlas muy bien, porque aparecen disfrazadas.
Por ejemplo, una cosa es tener pleno derecho y libertad para hablar, para expresarse, para denunciar hechos que atentan sus derechos, para trabajar… y otra es que llevarlo a cabo esté socialmente bien visto o que el entorno, incluso sus personas de más confianza, apoye a estas mujeres.
De hecho, la presión social hace que muchas mujeres se sientan obligadas a permanecer calladas, a quedarse en casa y centrar su vida en su familia olvidándose de ellas mismas o a actuar de una manera concreta, ignorando las verdaderas necesidades de su alma femenina.
¿Merece la pena hablar o es mejor estar callada?
Uno de los grandes problemas que sufre la mujer es su consideración como objeto sexual. Esto no solo dificulta que muchas mujeres disfruten plenamente y con libertad de su sexualidad, sino que hace que muchas también se sientan sucias cuando lo hacen o sean objeto de abusos.
Tal vez recuerdes el caso reciente de denuncias a Harvey Weinstein, productor de Hollywood, por abusos sexuales. Grandes estrellas del cine como Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie o Ashley Judd confirmaron formar parte de la larga lista de mujeres, formada por más de medio centenar, que fueron víctimas de acoso sexual en el pasado.
En realidad, estas denuncias se refieren a hechos que presuntamente comenzaron en los años 90. Solo el tiempo ha empoderado a algunas de estas mujeres para denunciar los hechos, y poco a poco se han ido uniendo otras. Es más, casos de este tipo se destapan constantemente, hombres influyentes que abusan de mujeres; en muchos casos mujeres consideradas ahora importantes y poderosas.
Pero, ¿por qué callan estas mujeres durante tanto tiempo o incluso no llegan a denunciarlo nunca? ¿Por qué las mujeres callan cuando la ley, la razón y el sentido común están de su lado? ¿El miedo, la vergüenza? ¿El precio social que hay que pagar por defenderse? ¿El etiquetado, la mancha en la reputación, el desprestigio social? ¿El sentimiento de culpa o de responsabilidad? ¿La falta de apoyo de su entorno, que se avergüenza de la situación?
Callar para olvidar no sirve. Si no, no se destaparían tantos y tantos casos con el paso de los años. El dolor queda ahí. Sin embargo, cuando estas denuncias salen en su momento, dejan una marca, una mancha, y pueden acabar con una carrera brillante, con un futuro prometedor.
Lo realmente triste es que ese miedo, esa vergüenza tienen fundamento. Defenderse tendría sentido cuando realmente una persona está apoyada por su entorno al 100%, cuando tiene la certeza de que al final del proceso el culpable va a seguir siendo el culpable y los papeles no van a intercambiarse, tanto a los ojos de la sociedad como a los ojos de la justicia.
Mujer, recupera tu poder día a día
El caso expuesto es un caso extremo. Es la punta del iceberg, una de las muestras más claras y siniestras de que la sociedad anima a la mujer a guardar silencio. Pero hay otras muchas situaciones en las que las mujeres nos sentimos obligadas a cerrar la boca, a veces con gestos sutiles, otras veces con reacciones claras y palpables.
Como mujer, tienes que hacerte valer, empoderarte para recuperar tu lugar en tu mundo. Tus opiniones, tus necesidades, tus prioridades no tienen por qué adaptarse a las que la sociedad refleja. Tienes que defender tu autonomía y tu integridad por encima de cualquier obstáculo o cadena que amenace tu libertad de acción y pensamiento.
Las siguientes estrategias te serán de gran utilidad para recuperar tu poder, el poder que te permite ser tú misma, el poder que te permite decidir qué tipo de mujer quieres ser, el poder que te permite alimentar tu alma femenina, tu alma creativa.
Cuida tu cuerpo y tu mente
Cuídate por dentro y por fuera. Cuidar tu cuerpo no es una cuestión de coquetería, ni tiene que ser una imposición externa. Ponte guapa para ti, intenta encontrar ese punto con tu cuerpo en el que te sientas bien, con independencia de los mensajes exteriores. Cuida tu piel, tu cabello, tu forma física. Eso es salud, física y mental. Porque, en la medida que te cuides tú, te cuidarán los demás.
En la medida que te respetes tú, te respetarán los demás. Y si aún así los demás no lo hacen, al menos sabrás que la persona más importante en tu vida cuida de ti. Y esa persona no es otra que tú misma.
Y cuida también tu mente, tu espíritu. Respira, disfruta y vive el momento, alimenta tu alma creativa, crece en función de tus objetivos vitales. Conócete, explora tu interior.
Conoce tu propia fuerza
El miedo y la vergüenza, cuando el objetivo lo merece, son fruto del desconocimiento de la propia fuerza interior que tenemos como mujeres. Crecemos en una sociedad que, aunque presume de igualitaria en muchos casos, en realidad es terriblemente sexista. El lenguaje el sexista, el vestuario es sexista, los roles son sexistas, los juguetes son sexistas, las canciones, los juegos, las aficiones, la ficción… la educación…
Descubre la fuerza que hay dentro de ti. Decide por ti misma. Eso no significa que tengas que llevar la contraria a todo. Significa que puedes ser lo que quieras ser, y que tienes el poder para hacerlo.
Las mujeres, por constitución, tenemos menos fuerza física que un hombre. Pero, ¿qué hay de nuestra fuerza interior, de nuestra fortaleza emocional? Esa es la línea en la que tienes que esforzarte en mejorar.
Observa cómo crece tu poder interior
Tu poder interior crece en la medida que defiendes tu integridad y tu personalidad, tus pensamientos y creencias, en la medida en que te apoyas en otras mujeres. Cuando te enfocas en tu poder interior te vuelves más fuerte, descubres que puedes hablar más alto, que puedes marcar los límites sin sentirte estigmatizada.
Puede que no todo el mundo esté de acuerdo, puede que haya quien se escandalice al ver cómo te haces valer. Pero muchas otras voces se alzarán junto a la tuya, muchas encontrarán valor en tu acción, muchos se verán inspirados por ella. Y te sentirás más fuerte.
Habla alto y claro
Marca los límites y habla con claridad. Expresa quién eres con palabras y con gestos, con tu forma de estar, con tu forma de ser. Sé tú misma. No intentes aparentar lo que se supone que la sociedad espera de ti, llenando al mismo tiempo un baúl con deseos y esperanzas distintas. No digas las cosas para confundir o a medias, no esperes que la gente lea entre líneas cuando hablas.
Lo que tengas que decir, dilo, alto y claro. Y no dejes lugar a dudas ni malentendidos. Y hazlo tanto en público como en privado. Adquiere el hábito de ser fiel a ti misma, de ser auténtica.
Haz aquello que te haga sentir fuerte
Sea lo que sea lo que te haga sentir fuerte, hazlo. No dejes de hacer lo que te pide tu cuerpo y tu mente solo porque en algún momento sientas que está mal visto por el motivo que sea. No te sientas etiquetada por algo que hacer cuando eso te hacer sentir fuerte. No te sientas limitada por la edad, la maternidad, el matrimonio o cualquier otra cosa que puedan influir en tu decisión de hacer algo que te empodera.
Eva Maria Rodríguez
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