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jueves, noviembre 30, 2017

5 signos de que estás preocupado en exceso y cómo evitarlo

Muy seguramente alguna vez escuchaste a tus padres, profesores o mayores diciendo “una muestra de compromiso es preocuparse”. Bueno, pues desde pequeños creemos que sentir esto es una cualidad que nos hace mejores personas o profesionales. Sin embargo, no hay nada más alejado de la realidad y preocuparse en exceso puede poner en peligro tu bienestar.
 


Generalmente solemos confundir la palabra preocupación con planeación, pero estas tienen definiciones un tanto diferentes. No es lo mismo anticiparse a las consecuencias, tanto positivas como negativas, de una situación a solo enfocarse en las negativas.

¿Qué pasa cuando tienes una presentación importante y te puede conseguir un ascenso o sacarte de la empresa? ¿Qué reacción tienes cuando tu pareja te dice “tenemos que hablar”? ¿Cómo reaccionas cuando tienes un accidente de tránsito?

El maestro en psicología Alberto Ferrer, en su conferencia “La preocupación, un mal de nuestros días”, te dará algunas señales contundentes de que estás afectando tu vida. 

1. Siempre estás buscando una amenaza futura

Seguramente para ti se convirtió en un hábito reaccionar con ansiedad a las diferentes situaciones que se te presentan. Sufres un miedo constante a la amenaza futura, en muchos casos irreal. Este domina tu mente y tiendes a ver todo como un problema potencial. Buscas incansablemente amenazas en todo lado y te la pasas preocupado. 

La solución

Separa esa emoción que te carcome de aquello que sucede realmente en tu vida. ¿Tal vez estás poniendo el escenario más catastrófico? Jamás confundas sentirte ansioso con una causa real de preocupación. 

2. No puedes dormir bien

¿Alguna vez te ha pasado que no puedes dormir o sueñas con situaciones estresantes que tienes que manejar al siguiente día? Un sueño deficiente muestra un funcionamiento emocional deficiente. Esto te estresa más, lo que a su vez te provoca un sueño aún peor. ¡Cuidado con este círculo vicioso! 

La solución

Rompe este círculo creando regularidad a la hora de dormir, ve todos los días a la cama a la misma hora. Haz que la noche sea un refugio seguro, lejos de todos los factores estresantes diarios. ¡Apaga de una vez por todas ese celular! 

3. No puedes deshacerte del malestar

Te has fijado alguna vez en esa sensación que tienes luego de un encuentro desagradable. ¿Te tiemblan las manos o el cuerpo? ¿Quisieras decir lo que no dijiste? ¿No puedes dejar de repasar la situación una y otra vez? Esa conversación agria pueden durar mucho tiempo y no es nada saludable.

La solución

Lo primero que debes hacer es levantarte y moverte de donde estás. Haz una pequeña caminata, ve al baño o a comprar algo, así te sentirás más fuerte y renovado. Luego, al sentirte más libre pregúntate ¿Fue la situación tan mala como realmente pensé? ¿Vale la pena enojarse? La respuesta: no. 

4. Te sientes resentido

¿Te ha pasado que crees que algunos pueden leer tu mente o te gustaría? ¿De verdad te la leyeron finalmente? Pues claro que no, nadie es psíquico. Si te pasa continuamente es porque estás atrapado en lo que los psicólogos llaman Mind Reading Trap. Una trampa de tu mente que crea todo tipo de desacuerdos y un resentimiento creciente ya que tus expectativas son poco realistas. 

La solución

Basta de esperar que otras personas adivinen lo que quieres. Si necesitas algo, ve y pide ayuda. ¿De qué te sirve pensar mil cosas sobre tu pareja o tu jefe si no se las comunicas? Toma el control de tu comunicación y pregúntate ¿He sido claro? ¿Dije exactamente lo que quería? 

5. Con frecuencia te supera la culpa

Eres un empleado ejemplar y un día decides pedir un aumento. Luego de haberlo solicitado a tu jefe, ¿no puedes dejar de pensar que este está molesto contigo? Cuando la culpa se convierte en una emoción predeterminada, llegas a mirar las cosas positivas a través de la preocupación. Incluso, puedes sentir que has violado los derechos de la otra persona. 

La solución

¿Está justificado este sentimiento o estás creando algo que no está allí? ¿Por qué debería estar enojado mi jefe? ¿Acaso creo que no me merezco ese aumento? Date el beneficio de la duda y cree en tus capacidades.


Phrònesis

miércoles, noviembre 29, 2017

Cambiar tu vida: 5 pasos para reiniciarte y avanzar

Optar por el cambio no es una elección casual o un capricho. La mayoría de las veces, cuando hablamos de cambios importantes, hablamos de un acto de necesidad, de firme convicción y ante todo, de valentía. Porque en ocasiones no hay más opción que hacerlo, mudar la piel, arrancar raíces y buscar otros mapas para poder “ser”, para poder reiniciarnos y hallar ese equilibro entre necesidades y logros, entre deseos y conductas… Como veremos a continuación, todo ello es importante cuando tomas la valiente decisión de cambiar tu vida. 


Decía Winston Churchill, con gran acierto, que mejorar es cambiar y que ser “perfecto” es tener la valentía de cambiar a menudo. Sin embargo, a esta afirmación deberíamos añadirle otra igual de importante: los cambios son positivos siempre que no perdamos la esencia, los propios valores. Por tanto, cualquier variación que hagamos a lo largo de nuestro ciclo vital debe tener como objetivo acercarnos un poco más a aquello que de verdad deseamos ser. 

“No hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambios para descubrir cómo has cambiado tú”
-Nelson Mandela-

Ahora bien, conseguirlo no suele ser fácil ni rápido, ni mucho menos agradable, al menos al principio. Así, algo curioso que suele suceder es que la mayoría asumimos que debemos hacer un cambio cuando acontece algo relevante en nuestra vida. Perder el trabajo, dejar una relación afectiva, sufrir una decepción o un fracaso es casi como una invitación directa a llevar a cabo eso que a menudo resumimos en una frase popular: “renovarse o morir”.

Sin embargo, y esto es importante tenerlo claro, antes de vernos en estas situaciones que nos sitúan al borde de un acantilado, no estaría mal desarrollar estrategias relacionadas con el cambio personal, para afrontar mejor dichos momentos. Si “cambiar” es sinónimo de progreso y de mejora, pongámoslo en práctica a diario, de forma continua, de modo integrador e inteligente.

De este modo, reaccionaremos mucho mejor ante cualquier acontecimiento y nos sentiremos más válidos para seguir avanzando. Veamos por tanto una serie de estrategias para lograr esta meta.

Cambiar tu vida en 5 pasos

Cambiar tu vida es una necesidad que habrás sentido en más de una ocasión. Esa necesidad te habrá llevado a consultar algún libro de autoayuda para descubrir que la mayoría de ellos ofrecen ideas generales muy similares, cargadas de optimismo y buenas intenciones.

Sin embargo, la realidad es otra. Nuestro cerebro es resistente al cambio, no le gusta, no lo ve correcto porque para él supone un desequilibrio y una amenaza directa a nuestra supervivencia. Esto nos lleva una vez más a la premisa de que todo cambio es traumático y por tanto, para mitigar ese impacto lo que debemos hacer es aplicar en el día a día 5 reglas; 5 enfoques de pensamiento que nos ayudarán a favorecer esa renovación personal. 

1. A través de la simplicidad surge la claridad

Marcos ha empezado a dar clases de kárate. A sus alumnos, niños de entre 8 y 12 años, les repite de forma constante que “sin dolor no hay logro”. Lo hace mientras les da instrucciones agotadoras y muy complejas, animándoles al esfuerzo. Una semana después, de su clase de 20 alumnos solo quedan 3 niños.

¿Qué es lo que ha hecho mal este instructor? Pensar que podía generar en los pequeños cambios rápidos y un compromiso firme con las clases es un error. Los auténticos cambios, los mejores logros, llegan logrando objetivos sencillos, claros y motivadores en los que trabajar cada día.

De este modo, y si deseas cambiar tu vida, nada mejor que simplificar el proceso. Establece una meta, una fácil de conseguir (aunque forme parte de otra más grande y difícil). Cuando la consigas, proponte para mañana otra que sea un poco más complicada o que suponga un nuevo avance. Así, y sin que te des cuenta, tendrás ya media montaña conquistada. 

2. “Protege” tus nuevos comportamientos

Todo cambio, grande o pequeño, exige poner en práctica nuevas conductas. Sin embargo, hay un problema común del que no siempre se habla. ¿Cómo reacciona nuestro entorno ante esas variaciones? ¿Cómo reaccionan ante nuestra necesidad de renovarnos?
  • A menudo, sentimos el efecto de comentarios poco adecuados y nada motivadores. De hecho, podemos llegar al punto (nada recomendable) de dar un paso atrás por el efecto negativo de las críticas.
  • Evitemos esto. Toma conciencia de que todo nuevo comportamiento debe ser “protegido”. Si eliges, por ejemplo, dejar de quedar con ciertos amigos, de dedicarte más tiempo o practicar otras aficiones, no permitas que te afecte lo que puedan o no puedan decir los demás.

3. “Ser” es más fácil que convertirse

Cuando quieres cambiar tu vida puedes cometer el error de desear convertirte en otra persona. Es común visualizar esa imagen donde auto-percibirnos como alguien distinto, alguien especial llegando a un lugar nuevo, desempeñando tareas apasionantes, conociendo a personas diferentes e interesantes.

Mantengamos los pies en el suelo y entendamos dos aspectos clave.
  • Ser es más fácil que convertirse. Es decir, promover un cambio en nuestra vida no supone trasformarnos en alguien que no somos. Esto no es ni lógico ni saludable.
  • Lo ideal es que todo cambio potencie la expansión de nuestro ser. Que nos permita hallar el equilibrio, pero desafiando a la vez nuestros miedos y limitaciones para dar un paso más allá. Un paso donde ajustar aspiraciones con logros, sueños con triunfos, bienestar con satisfacción.
“No intentes cambiar el mundo, intenta que el mundo no te cambie a ti”
Carlos Ruiz Zafón

4. El miedo a lo desconocido está justificado

En muchos libros de autoayuda vamos a encontrar la siguiente frase “no tengas miedo, tú puedes, confía en ti”. Bien, esta expresión tan manida y usada en exceso tiene matices que debemos considerar, veámoslo.
Tener miedo es normal, así que no lo niegues ni lo escondas, limítate a entenderlo.
El miedo ante el cambio es ante todo temor a la incertidumbre, al qué pasará, al si seré capaz de, al si todo irá mal. Entiende que este tipo de pensamientos responden al mecanismo de supervivencia de nuestro cerebro animándonos a que nos quedemos quietos y no arriesguemos.

Por lo tanto, no está de más que apliques esta serie de verbalizaciones en tu día a día que pueden serte de gran ayuda.
  • Tengo miedo y mi temor está justificado. Es un proceso normal que debo entender y gestionar. El objetivo es que ese miedo lejos de paralizarme, me sirva como motivo para desafiarme a mí mismo, para ver hasta donde puedo llegar.
  • Para reducir ese miedo me pondré objetivos realistas, sencillos y progresivos. Iré poco a poco, pero sin detenerme.
  • Si hay algo que tengo claro es que todo cambio me llevará a un lugar donde seré mejor. Todo cambio debe ser positivo. De ahí, que focalice mi mente en todo lo bueno que me va a suponer este proceso hasta la consecución del logro.

5. Admira cada resultado

Si deseas cambiar tu vida, recuerda que las prisas no son buenas compañeras. Ir lento nos permite tener mayor perspectiva, ser más conscientes de cada paso realizado, de los errores cometidos y las rectificaciones que es mejor aplicar.

Realizar uno o varios cambios no es tarea fácil, no es un camino sencillo. De hecho, en ocasiones, la distancia más corta entre dos puntos no siempre es una linea recta, sino una travesía zigzagueante donde caer y levantarse dos y tres veces… donde perdernos y reencontrarnos, donde dar un paso adelante y dos atrás.

Sin embargo, no nos olvidemos de algo en esta aventura: de admirar cada resultado logrado. Porque el éxito logrado, nos corresponderá a nosotros mismos y a nadie más. Es un proceso donde solo hay alguien a quien complacer, atender y escuchar, y ese alguien somos nosotros.

No dudes por tanto en aplicar estos consejos si deseas cambiar tu vida. Todo esfuerzo valdrá la pena.

Valeria Sabater

martes, noviembre 28, 2017

Sentirse mal sin sentirse culpable

Que maravilloso sería poder dejar de sonreír cuando no tengamos ganas; decir al mundo que hoy no nos apetece salir y que no queremos compañía, que elegimos estar solos o mejor que eso, que preferimos solo nuestra compañía. Ojalá fuese fácil comunicarlo sin sentir ese nudo en la garganta y esa extraña sensación en el estómago. En definitiva, sin sentirse culpable. 



Lo mejor de todo sería que los demás aceptaran lo que nos apetecería en cada momento y volvieran cuando el cartel de abierto estuviera de nuevo en la puerta. Sin pegas y sin reproches. A veces, merecemos acurrucarnos a nuestro lado para estar con nosotros, reponer fuerzas y salir renovados.

En ocasiones, los días malos también son necesarios, sobre todo para aprender a valorar aquellos que son mejores. La magia del contraste puede enseñarnos mucho si le prestamos atención. Porque no basta con saber que las rosas tienen espinas y que hay que quitarlas, también es necesario aprender dónde están y cómo actuar para que no duelan.

Puede que estemos mal, que la desgana se haga con nosotros y pensemos en no hacer nada para ocupar nuestro tiempo. Pero es importante aprender que después de la tormenta, suele llegar la calma. La cuestión es que esto no siempre sucede en las condiciones que desearíamos.

Sentirse culpable por experimentar malestar

Sentirse mal es más común de lo que imaginamos. No todo en la vida es perfecto. Lo que sucede es que la sociedad no permite mostrar el malestar. De hecho, mostrarlo implica de algún modo sentirse culpable por los juicios y expresiones de las personas que nos rodean.

Si estás triste o por lo menos, si lo cuentas, te hacen sentir como un bicho raro. Algunos te ven como un inválido, otros parece que te desprecian y a otros les despiertas sentimientos de pena y corren en tu ayuda para animarte a salir… Parece que tolerar el malestar de los demás no es tan fácil, ni tan cómodo y que hay que taparlo, aislarlo o incluso, ignorarlo.

Quizás lo que sucede es que el malestar de los demás nos recuerde que nosotros también lo experimentamos; y ante una sociedad que castiga su expresión de algún modo, no resulta tan fácil aceptarlo.

Al malestar no hay que esconderlo o por lo menos no hay que sentirse culpable si lo experimentamos. Es ley de vida. Los días malos existen y no pasa nada si son puntuales. No duelen tanto como parecen. Su presencia solo indica algo que necesitamos, por eso es muy importante escucharlo.

Obligarnos a actuar de forma distinta a cómo nos lo pide nuestra interior, a forzar nuestra imagen externa y dibujar una sonrisa cuando no nace desde dentro, cuesta más. Por lo que permitir que salga nuestro malestar y que se expresa, nos ayudará a liberarlo. Si aceptamos que esto es necesario, sentirse culpable no será tan fácil. 

El mejor refugio: nosotros

Para los días malos el mejor refugio es el que nos podemos facilitar nosotros mismos. Ese espacio de soledad pero a la vez de acompañamiento, donde desahogarnos sin sentirnos culpables y darnos la mano. Porque de algún modo estamos ahí para nosotros.

Un lugar para permitirnos estar más apagados y ver qué ha pasado con nuestras bombillas. Para luego arreglarlas y hacer que den luz de nuevo. Una zona a la que acudir cuando colguemos el cartel de cerrado por vacaciones, en obras o cerrar antes de tiempo.

Nuestro refugio es el asilo perfecto para escuchar a los gritos de nuestras emociones. Esas que están ahí esperando a que paremos con el solo pretexto de ser escuchadas. Porque de nada nos sirve ir con el automático puesto, ya que en algún momento saltará el nivel de alarma, y quizás ahí ya sean más difíciles las reparaciones.

Somos nuestro refugio, el sostén que nos levanta y el abrazo que nos arropa. El espacio idóneo para dejar fluir al malestar con la único intención de sentirlo y comprenderlo. Porque dedicarnos tiempo también es necesario y no por ello debemos de sentirnos culpables.

Que el mundo siga dando vueltas, que aprenderemos a subirnos en cuando tengamos de nuevo la fuerza suficiente para hacerlo, sin presión y sin exigencias…

Adriana Díez

lunes, noviembre 27, 2017

¿Es posible reducir los prejuicios?

Los prejuicios se entienden como una ideología o conjunto de creencias que tienen como objetivo principal mantener o justificar las relaciones entre grupos. Básicamente, los prejuicios son las actitudes que tenemos hacia los miembros de otros grupos. Además, para describir mejor su efecto vamos a dividirlos en tres partes o componentes: los estereotipos, la discriminación y las emociones.

 
En ocasiones, para referirnos a un grupo, usamos estereotipos. Por ejemplo, los españoles son vagos. Estos estereotipos van a servir para describir a todos los miembros de un grupo y responde a imágenes mentales sobre los miembros de un grupo. Por su parte, la discriminación es la parte comportamental, las acciones negativas que realizamos sobre miembros de otros grupos. Como mi amigo es español y es un vago no voy a proponerle para un puesto de trabajo. Por último, las emociones conforman el componente afectivo. Los demás grupos van a despertar diferentes emociones en nosotros según la imagen que tengamos de ellos.

Estos tres componentes dan forma a nuestros prejuicios. Vamos a tener imágenes mentales simplificadas que van a despertar en nosotros ciertas emociones y que, en conjunto, nos llevarán a tener unos comportamientos en las interacciones con los miembros de esos grupos. El objetivo final va a ser definir a nuestro grupo como el mejor, mantener su superioridad o elevar su status. Como los españoles son vagos, yo, que no soy español, no soy vago. Por tanto, yo soy mejor que ellos. Las personas de mi país -trabajadoras- son mejores que los españoles.

¿Cómo reducir los prejuicios?

Reducir los prejuicios es posible. Aunque a lo largo de los años se han propuesto varias formas de reducir el prejuicio, una de las teorías más asentadas es la hipótesis del contacto. Esta teoría sostiene que la reducción del prejuicio se da cuando se incrementa el contacto entre miembros de varios grupos sociales. Nuevos desarrollos de esta teoría indican que la reducción del prejuicio también se da al saber que miembros del propio grupo han establecido relaciones estrechas con miembros de otros grupos.

Sin embargo, la hipótesis del contacto solo parece tener éxito cuando se dan unas condiciones específicas que favorecen el contacto entre los miembros de los diferentes grupos sociales. Estas condiciones son cuatro:
  • Debe existir un apoyo tanto social como institucional a la hora de promover el contacto.
  • El contacto debe ser prolongado. Debe haber tiempo suficiente para que las relaciones entre los miembros de los grupos sean significativas.
  • Los participantes, las personas entre las que se da el contacto, deben tener un estatus similar. La condición de los grupos debe la misma.
  • Los grupos implicados deben tener objetivos en común, de manera que estos interesen compartidos generen relaciones de cooperación.

Un ejemplo de cómo reducir los prejuicios

Para ejemplificar la reducción del prejuicio, vamos a proponer una película. Esta película se estrenó en 1998 y muestra que reducir los prejuicios por medio del contacto es posible. Dicha película es “American History X”. En esta película, el protagonista es neonazi y no puede oír hablar de cualquier otro tipo de personas que no sean americanos blancos y de “pura” raza. Cuando descubre a dos afroamericanos tratando de robar su coche, los asesina, por lo cual acaba en la cárcel.

Durante su estancia en la cárcel entra en contacto con una persona de “raza” negra. Esta relación es apoyada por una institución, la cárcel; se dan durante un tiempo prolongado; ambos tienen un estatus similar, dentro de la cárcel están en la misma situación. Además, comparten un objetivo común: salir de la cárcel. El resultado es que los prejuicios disminuyen y, cuando sale de la cárcel, acaba por alejarse del grupo neonazi porque no sigue compartiendo su ideología.

Pero, ¿de verdad se pueden reducir los prejuicios?

El problema, cuando nos planteamos reducir un prejuicio, son los factores que los generan o los mantienen. Por ello, mientras no se eliminen esos factores, los prejuicios van a seguir reproduciéndose. El problema reside en que esos factores, en ocasiones, no se pueden eliminar. Algunos profesionales sugieren que, sin grandes cambios en estas causas generadoras de prejuicios, las acciones a favor de reducirlos van a ser inefectivas a gran escala.

Entre estas causas, destacan tres (presentes en casi todas las sociedades):
  • La primera de ellas es la desigualdad económica. Se ha comprobado que en los países con más desigualdad existen más prejuicios. Esto, al menos en parte, se debe a las relaciones que se establecen a partir del capitalismo. El individualismo es promovido frente al colectivismo y la competición es la base de las relaciones.
  • La segunda causa es el colonialismo. Las relaciones entre colonos y colonizados se siguen reproduciendo. Se sigue considerando que unas “razas” son inferiores.
  • La tercera causa la podemos ver más de cerca en nuestro día a día. Vivimos en sociedades patriarcales donde el hombre es considerado superior a la mujer. Esto genera una desigualdad de género que afecta, principalmente, a las mujeres.
Pero, esto, ¿qué margen de maniobra nos da? Lo ideal sería cambiar estos factores antes nombrados. Eliminarlos. Para ello hay diferentes vías.

Estos factores se pueden eliminar o modificar por la vía legal. Mediante la política se pueden crear leyes que reduzcan el impacto de estos tres factores. Otra forma es cambiarlos desde fuera de las instituciones. Existen grupos que han creado zonas libres. Estos son espacios donde todas las personas son tratadas igual, donde todos comparten un objetivo y se apoyan mutuamente. La convivencia en estas zonas es prolongada y se basa en la cooperación. ¿Os suenan estas condiciones?

Roberto Muelas Lobato

domingo, noviembre 26, 2017

Mujer, recupera tu poder… en un mundo que te anima a estar callada

A pesar de todos los pasos que hemos dado, incluso en las sociedades más avanzadas, la mujer sigue teniendo que enfrentarse a retos extra o añadidos por el hecho de ser mujer. En muchos casos, no es porque haya una norma escrita o una costumbre impuesta de forma explícita. Simplemente, muchas mujeres sienten estas dificultades y en ocasiones si saber identificarlas muy bien, porque aparecen disfrazadas. 


Por ejemplo, una cosa es tener pleno derecho y libertad para hablar, para expresarse, para denunciar hechos que atentan sus derechos, para trabajar… y otra es que llevarlo a cabo esté socialmente bien visto o que el entorno, incluso sus personas de más confianza, apoye a estas mujeres.

De hecho, la presión social hace que muchas mujeres se sientan obligadas a permanecer calladas, a quedarse en casa y centrar su vida en su familia olvidándose de ellas mismas o a actuar de una manera concreta, ignorando las verdaderas necesidades de su alma femenina.

¿Merece la pena hablar o es mejor estar callada?

Uno de los grandes problemas que sufre la mujer es su consideración como objeto sexual. Esto no solo dificulta que muchas mujeres disfruten plenamente y con libertad de su sexualidad, sino que hace que muchas también se sientan sucias cuando lo hacen o sean objeto de abusos.

Tal vez recuerdes el caso reciente de denuncias a Harvey Weinstein, productor de Hollywood, por abusos sexuales. Grandes estrellas del cine como Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie o Ashley Judd confirmaron formar parte de la larga lista de mujeres, formada por más de medio centenar, que fueron víctimas de acoso sexual en el pasado.

En realidad, estas denuncias se refieren a hechos que presuntamente comenzaron en los años 90. Solo el tiempo ha empoderado a algunas de estas mujeres para denunciar los hechos, y poco a poco se han ido uniendo otras. Es más, casos de este tipo se destapan constantemente, hombres influyentes que abusan de mujeres; en muchos casos mujeres consideradas ahora importantes y poderosas.

Pero, ¿por qué callan estas mujeres durante tanto tiempo o incluso no llegan a denunciarlo nunca? ¿Por qué las mujeres callan cuando la ley, la razón y el sentido común están de su lado? ¿El miedo, la vergüenza? ¿El precio social que hay que pagar por defenderse? ¿El etiquetado, la mancha en la reputación, el desprestigio social? ¿El sentimiento de culpa o de responsabilidad? ¿La falta de apoyo de su entorno, que se avergüenza de la situación?

Callar para olvidar no sirve. Si no, no se destaparían tantos y tantos casos con el paso de los años. El dolor queda ahí. Sin embargo, cuando estas denuncias salen en su momento, dejan una marca, una mancha, y pueden acabar con una carrera brillante, con un futuro prometedor.

Lo realmente triste es que ese miedo, esa vergüenza tienen fundamento. Defenderse tendría sentido cuando realmente una persona está apoyada por su entorno al 100%, cuando tiene la certeza de que al final del proceso el culpable va a seguir siendo el culpable y los papeles no van a intercambiarse, tanto a los ojos de la sociedad como a los ojos de la justicia. 

Mujer, recupera tu poder día a día

El caso expuesto es un caso extremo. Es la punta del iceberg, una de las muestras más claras y siniestras de que la sociedad anima a la mujer a guardar silencio. Pero hay otras muchas situaciones en las que las mujeres nos sentimos obligadas a cerrar la boca, a veces con gestos sutiles, otras veces con reacciones claras y palpables.

Como mujer, tienes que hacerte valer, empoderarte para recuperar tu lugar en tu mundo. Tus opiniones, tus necesidades, tus prioridades no tienen por qué adaptarse a las que la sociedad refleja. Tienes que defender tu autonomía y tu integridad por encima de cualquier obstáculo o cadena que amenace tu libertad de acción y pensamiento.

Las siguientes estrategias te serán de gran utilidad para recuperar tu poder, el poder que te permite ser tú misma, el poder que te permite decidir qué tipo de mujer quieres ser, el poder que te permite alimentar tu alma femenina, tu alma creativa.

Cuida tu cuerpo y tu mente

Cuídate por dentro y por fuera. Cuidar tu cuerpo no es una cuestión de coquetería, ni tiene que ser una imposición externa. Ponte guapa para ti, intenta encontrar ese punto con tu cuerpo en el que te sientas bien, con independencia de los mensajes exteriores. Cuida tu piel, tu cabello, tu forma física. Eso es salud, física y mental. Porque, en la medida que te cuides tú, te cuidarán los demás.

En la medida que te respetes tú, te respetarán los demás. Y si aún así los demás no lo hacen, al menos sabrás que la persona más importante en tu vida cuida de ti. Y esa persona no es otra que tú misma.

Y cuida también tu mente, tu espíritu. Respira, disfruta y vive el momento, alimenta tu alma creativa, crece en función de tus objetivos vitales. Conócete, explora tu interior. 

Conoce tu propia fuerza

El miedo y la vergüenza, cuando el objetivo lo merece, son fruto del desconocimiento de la propia fuerza interior que tenemos como mujeres. Crecemos en una sociedad que, aunque presume de igualitaria en muchos casos, en realidad es terriblemente sexista. El lenguaje el sexista, el vestuario es sexista, los roles son sexistas, los juguetes son sexistas, las canciones, los juegos, las aficiones, la ficción… la educación…

Descubre la fuerza que hay dentro de ti. Decide por ti misma. Eso no significa que tengas que llevar la contraria a todo. Significa que puedes ser lo que quieras ser, y que tienes el poder para hacerlo.

Las mujeres, por constitución, tenemos menos fuerza física que un hombre. Pero, ¿qué hay de nuestra fuerza interior, de nuestra fortaleza emocional? Esa es la línea en la que tienes que esforzarte en mejorar. 

Observa cómo crece tu poder interior

Tu poder interior crece en la medida que defiendes tu integridad y tu personalidad, tus pensamientos y creencias, en la medida en que te apoyas en otras mujeres. Cuando te enfocas en tu poder interior te vuelves más fuerte, descubres que puedes hablar más alto, que puedes marcar los límites sin sentirte estigmatizada.

Puede que no todo el mundo esté de acuerdo, puede que haya quien se escandalice al ver cómo te haces valer. Pero muchas otras voces se alzarán junto a la tuya, muchas encontrarán valor en tu acción, muchos se verán inspirados por ella. Y te sentirás más fuerte.

Habla alto y claro

Marca los límites y habla con claridad. Expresa quién eres con palabras y con gestos, con tu forma de estar, con tu forma de ser. Sé tú misma. No intentes aparentar lo que se supone que la sociedad espera de ti, llenando al mismo tiempo un baúl con deseos y esperanzas distintas. No digas las cosas para confundir o a medias, no esperes que la gente lea entre líneas cuando hablas.

Lo que tengas que decir, dilo, alto y claro. Y no dejes lugar a dudas ni malentendidos. Y hazlo tanto en público como en privado. Adquiere el hábito de ser fiel a ti misma, de ser auténtica.
Haz aquello que te haga sentir fuerte

Sea lo que sea lo que te haga sentir fuerte, hazlo. No dejes de hacer lo que te pide tu cuerpo y tu mente solo porque en algún momento sientas que está mal visto por el motivo que sea. No te sientas etiquetada por algo que hacer cuando eso te hacer sentir fuerte. No te sientas limitada por la edad, la maternidad, el matrimonio o cualquier otra cosa que puedan influir en tu decisión de hacer algo que te empodera.

Eva Maria Rodríguez

sábado, noviembre 25, 2017

Un final es solo otro principio

Siempre me han gustado los finales abiertos en cine, televisión y literatura. Esos finales que suponen un estímulo para imaginar cómo continuará la historia, que permiten entender que esa historia no ha terminado del todo. Simplemente se ha escrito un capítulo más, cerrando una etapa para poder iniciar otra. Finales para comprender que un final es solo otro principio. 
 


Nuestra vida está llena de ciclos, que comienzan y terminan. De manera que viviremos numerosos principios y finales. Algunos los viviremos en primera persona, serán etapas de nuestra propia vida; otros en cambio los viviremos a través de las historias de otras personas, sean estás historias reales o no.

En primera persona viviremos: nuestros amores y desamores, nuestros aprobados y suspensos en ciencias o matemáticas, las caídas al aprender a caminar o al ir en bicicleta, los amigos que haremos en el camino y algunos que perderemos… De otras personas de nuestro entorno aprenderemos a través del relato de sus propias experiencias y finalmente tendremos ocasión de aprender de los personajes de cine, televisión o literatura. 

“Tenemos que tener muchos finales, para tener muchos principios”.
-Laura Chica-

El final de un libro

Una vez más, cierro sus tapas y voy del final al principio, de la contraportada a la portada. Para redescubrir el título, mirar con atención la ilustración que lo acompaña, para sostener ese libro entres mis brazos y estar unos minutos en silencio… mientras mi mente viaja de nuevo por sus palabras, por sus páginas, por su historia. Pero tengo que volver a la realidad, me guste o no; ya llegó su final, ese final que siempre sabe agridulce cuando te has enganchado a una historia y de manera silenciosa su transcurrir se ha entremezclado con el tuyo.

Da igual que esas historias las cuenten películas, libros o series de televisión. Historias largas o cortas, que pueden durar horas, días, meses o incluso años. Sea como sea, todas ellas llegan a su fin, a su temido, y al mismo tiempo esperado, final.

A veces un final abierto, que da alas a tu imaginación para continuar con la historia cuando ya no quedan escenas o palabras escritas en letras formales. Otras veces, simplemente un final repentino debido a la huelga de guionistas en series televisivas o a un escritor que deseaba hacer más de un libro, pero no lo llega satisfacer nunca. O incluso un final de esos que no sabe a final, porque después de una historia fantástica, la persona que movía los hilos ha sabido cómo acabar. 

“No todos los finales son felices. Pero sí todos los finales son nuevos principios con nuevas oportunidades para ser feliz”.
-Albert Ureña-

Finales tristes o felices, finales que ni siquiera se pueden definir, pero finales al fin y al cabo. Finales que no marcan más que nuevos principios. Llegó la hora de despertar, de despedir a esa historia que se mantendrá en mi memoria y en mi corazón, y embarcarme en nuevas aventuras.

Cuando un libro se cierra, cuando una película se termina, cuando una serie no tiene más temporadas, es momento de conocer nuevas historias y dejar que sean otros personajes los que nos enseñen a soñar y a vivir. Como cualquier final, un final es solo otro principio, una oportunidad de abrirse a lo nuevo, a lo desconocido.
Despedirnos nunca es fácil, pero es necesario.

Un final es solo otro principio

Enfrentarse al final de una historia que nos apasiona nunca es fácil. Ni siquiera resulta fácil cuando hablamos de historias de ficción, donde sus personajes nos han llegado al corazón. Por lo tanto más difícil es cuando debemos aceptar que la vida es cíclica, y que cada etapa tiene su momento. Que cuando algo llega a su fin, no nos queda otra que aceptar el punto que no tiene continuación y abrirnos a las nuevas oportunidades.

Todo comienza y acaba, incluso la vida. Todo ser vivo nace y muere. Y durante su vida se enfrenta a numerosas etapas de crecimiento y evolución. Como seres humanos, desde el momento en que somos concebidos y nuestra madre se queda embarazada, comenzamos a crecer.

Para poder nacer, unos nueve meses más tarde, el embarazo llegará a su fin. Abriremos los ojos al mundo como bebés y seguiremos creciendo y evolucionando para llegar a ser niños, de niños a adolescentes, por fin adultos y finalmente nos encontrará la vejez. Cada inicio de una nueva etapa va ligada al fin de la anterior. Un final es solo otro principio. Nada más… y al mismo tiempo, todo eso.

Cristina Calle Guisado

viernes, noviembre 24, 2017

5 claves para mejorar un mal día

¿Quién no ha tenido un mal día? Uno de esos en los que te levantas y todo parece estar conspirando para sacarte de tus casillas. El jabón se acabó, el desayuno se quema. Sales y comienza a llover de forma inesperada. La gente te mira como si les hubieras hecho algo malo. Dices algo y te entienden lo contrario. Y todo, absolutamente todo, sale mal… 


Un mal día también sucede cuando tienes algo importante entre manos y todo se viene al traste. Tal vez una actividad de trabajo muy relevante para ti. La has preparado con esmero y finalmente los resultados son decepcionantes. O un encuentro con alguien especial que cancela, después de que ya tenías todo listo.

Nadie se salva de un mal día. Lo cierto es que no tienes por qué aceptar esto, sin más. Siempre puedes hacer algo para mejorar un mal día y rescatar esas jornadas de pesadilla. Al fin y al cabo, es un día de vida. Y siempre que haya vida, también hay caminos para reparar lo que no anda bien.

“El éxito no está en vencer siempre sino en no desanimarse nunca”.
-Napoleón Bonaparte- 

1. Una pausa para mejorar un mal día

Las situaciones estresantes a veces toman ventaja. Comienzan con una molestia, siguen con una inquietud creciente y cuando menos lo piensas, ya estás hecho un manojo de nervios y a punto de explotar. Si frenas el estrés a tiempo, tu mal día mejorará.

Cada vez que se te presenten situaciones que te estresen, haz una pequeña pausa. Y si puedes, una pausa más larga. Aprovéchala para respirar, para escuchar una bonita canción o para leer algo lindo. O simplemente haz una pequeña caminata. Esto te ayudará a cortar con el estrés y a pensar con mayor claridad.

2. Niégate a hacer autoprofecías

Que un día tenga un mal comienzo no quiere decir que el resto será igual. Tampoco un mal momento significa el inicio de malos ratos. Sin embargo, a veces caemos en el error de suponer que lo malo solo es un anuncio de lo peor.

Así, sin darnos cuenta comenzamos a lanzar autoprofecías negativas. Decimos frases como que era mejor no habernos levantado de la cama. O que tenemos mala suerte y frases por el estilo. Cuando menos lo pensemos, vamos a estar haciendo realidad esas programaciones de nuestra mente.

La clave está en cambiar el foco de atención de lo negativo a lo positivo o al menos, a encontrar posibles alternativas. Buscar soluciones nos ayudará a mejorar un mal día, en lugar de quedarnos sin hacer nada lamentándonos. 

3. Cambia la química de tu cuerpo

El mal humor y el estrés ocasionan cambios químicos en el organismo. Particularmente, en el cerebro. Se activan algunas hormonas, mientras que otras se inhiben. Ahora bien, no se sale de ese estado porque sí. Es necesario, entonces, hacer algo para que esta química se modifique.

Una manera de lograrlo es haciendo un poco de ejercicio. Puede ser una caminata a paso rápido o alguna rutina suave. También, por qué no, algo de baile. Moverte ayuda a recuperar ese equilibrio químico perdido. Otra opción es tomar algunos alimentos saludables. Especialmente frutas o verduras frescas. La cuestión es ponerse en movimiento.

4. Enfócate en lo constructivo

Siempre puedes aprender de cualquier cosa que te suceda. Basta con que adoptes la actitud adecuada. Simplemente tienes que abrir tu mente y preguntarte si hay alguna enseñanza en lo que te ha pasado. ¿Qué dice todo eso de ti?

También es importante que traigas a tu mente ideas positivas. Piensa, por ejemplo, en esos días en los que todo te sale bien. Trae a tu cabeza recuerdos agradables. Mira con atención y aprecia lo bueno que hay a tu alrededor. Da las gracias por todo ello. 

5. Realiza algo superior

Un mal día es también una excelente oportunidad para exigirte más. Sí: exigirte más. Si haces media hora de ejercicio al día, haz una hora. Si haces tu trabajo bien normalmente, hazlo mejor. Dedícale más tiempo y esfuerzo. También podrías hacer algo especial para una persona a la que no le has prestado atención.

Tumbarte en un sillón y detener tus actividades no es una opción. Tampoco lo es pasar el resto del día renegando. Al contrario: que el malestar que sientes se canalice en un esfuerzo adicional. Esto, de seguro, te hará sentir mejor contigo mismo. Verás cómo al final mejora tu estado de ánimo.

Recuerda que, sin importar lo que pase, un mal día también termina. Mañana vuelve a salir el sol. Si has logrado lidiar con las circunstancias, ese mañana va a ser mucho mejor que el hoy. Está en tus manos que así sea.

Edith Sánchez

jueves, noviembre 23, 2017

Esa voz en tu cabeza… es tu ego

Esa voz en tu cabeza que te guía y que toma la palabra cuando te preguntas quién eres… se llama ego. Pero, ¿sabes qué es en realidad? El ego es el producto de las emociones, los pensamientos y los recuerdos que has ido acumulando a lo largo de toda tu historia. Pero, también, tiene que ver con determinadas creencias que hacen que veas la realidad de una determinada manera y que creas que esa es la única verdadera. 


El ego tiende a asumir etiquetas, como una nacionalidad o una raza. También se identifica con todo aquello que tú posees, incluso la imagen que das de cara a la sociedad. Pero, ¿qué pasa si en algún momento pierdes esto? ¿Qué ocurre si tienes que renunciar a tu nacionalidad porque te vas a otro país o si pierdes tus posesiones?

En el momento en el que todo aquello con lo que te identificabas desaparece, te sumes en un vacío existencial, pues crees que has perdido tu identidad. Este vacío vital ocurre porque te olvidas de que tú no eres esa voz en tu cabeza. Tú no eres tu ego, aunque tu ego sí forme parte de ti. 

“La mentira mayor es el ego”
-Alejandro Jodorowsky-

¿Cuál es la función de esa voz en tu cabeza?

Quizás estés pensando que si el ego es, de alguna manera, “negativo”, ¿por qué está ahí y por qué nos resulta tan difícil evitar que dirija nuestra vida? Lo cierto es que el ego no es más que un mecanismo para sobrevivir en la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Porque ya desde que nacemos, inconscientemente, vamos construyendo nuestro ego.

¿Qué hacen los progenitores en cuanto tienen un bebé? Le ponen un nombre, primera identificación. Después, ese bebé empieza a crecer y comprende que hay palabras posesivas como “mío” que le permiten poseer cosas e identificarse con ellas “este muñeco es mío, no tuyo”.

Cuando sigue creciendo, su entorno le enseña reglas y costumbres, comprenderá qué es lo que puede y lo que no puede hacer y empezará a comportarse de una manera determinada. Además, también se empapará de las creencias que predominen en su familia “todos los hombres son iguales”, “si dices que no a todo, las personas no te querrán”…

Esa voz en tu cabeza te permite sobrevivir, aprendiendo las reglas del juego que rigen la vida de una manera rápida para, así, poder adaptarte. Sabes que de esta forma puedes conseguir que te amen y que los demás te presten atención. Sin embargo, el ego busca siempre en el exterior, haciéndote creer que necesitas parejas, muchos amigos y la aprobación externa para ser feliz. Pero, en realidad, esto no es así. 

“El ego es la individualidad artificial creada por la familia y la sociedad. Tu jaula mental”
-Alejandro Jodorowsky-

Detrás del ego, está tu verdadero yo

Para romper con esa identificación con el ego, es importante que reflexiones sobre la diferencia que hay entre lo que pueda dictarte esa voz y la persona que eres en realidad. Cada vez que juzgues a alguien o que te compares con alguien, tienes que saber detenerte y decir “espera, este no soy yo, esto solo es lo que dice mi ego que soy”.

Es esa voz en tu cabeza la que te va a gritar “aquel es mejor que tú”, la que te va a hacer sentir poco válido y la que te va a ayudar a cultivar una baja autoestima. Es esa voz la que propiciará que siempre te sientas inseguro, incluso en aquellas situaciones en las que sabes que eres bueno, que tienes potencial. Es con esto con lo que te tienes que quedar.

Detrás del ego, está tu yo. Un yo al que no sueles escuchar, pero que grita mucho, créeme. Un yo que te dice “deja a esa pareja que te maltrata”, pero cuya voz de tu ego hace apenas audible con pensamientos como “¿qué será de ti a tu edad y sin pareja? Mejor, déjate estar”.

A pesar de que esa voz en tu cabeza te ha permitido sobrevivir desde que has nacido para adaptarte a la sociedad en la que te ha tocado vivir, hay una línea a partir de la cual deja de ayudarte y se pasa al bando enemigo. Así, salvo que la eduques, siempre que pueda hará que te compares, que sientas que son los demás los que pueden hacerte feliz o infeliz… Además, a medida que pasen los años, probablemente, esa identificación se hará más fuerte.
Libérate de la necesidad de tener fama, de ganar, de tener siempre la razón, de ser superior, de tener más. Libérate de la necesidad de apegarte a cosas y a personas, libérate de sentirte ofendido cuando te digan algo que no te gusta. Esa voz en tu cabeza es tu ego, dómala.

Haz todo lo contrario. Desvincúlate de él, cuestiónalo. El ego, en ocasiones, es un gran mentiroso e identificarte con él es un gran error. No será fácil conseguir que se haga un lado a un lado, restarle autoridad a su voz; de hecho, puede que incluso te haga dudar de si puedes ser algo sin él. Tápate los oídos. El ego en muchas ocasiones solo es un farsante, la voz de tus miedos.

Raquel Lemos Rodríguez

miércoles, noviembre 22, 2017

Me gustan mis pausas, esas donde me limito solo a sentir

Nuestras pausas, nuestros paréntesis de soledad, silencio y desconexión sensorial son auténticas vitaminas para nuestros corazones y cerebros. Es un modo de reiniciarnos, de tomar conciencia de otro tipo de percepciones más profundas: aquellas que surgen de nuestro interior y que nos permiten restablecer el equilibrio, la armonía mental y el bienestar con uno mismo. 




Hoy reflexionaremos sobre el concepto de “pausas”. ¿Cómo las definiríamos? Si preguntásemos a una persona cualquiera probablemente nos diría aquello de que a lo largo del día hace infinitas pausas en su rutina. Las lleva a cabo cuando va en tren o autobús y aprovecha para leer, cuando sale del trabajo para comer y vuelve al cabo de media hora o una hora o cuando va al gimnasio. 

“El comienzo de la sabiduría es el silencio”
-Pitágoras-

Ahora bien, ¿son estos ejemplos un reflejo auténtico de lo que debemos considerar como “pausas”? La respuesta es no. De hecho, estas situaciones podrían entrar dentro de lo que hoy se conoce como “pausas activas”, es decir, actividades donde a pesar de no estar llevando a cabo una tarea laboral, generamos una serie de movimientos y dinámicas en las que mente y cuerpo están en “activo”.

Las auténticas pausas son aquellas donde establecemos una desconexión real con nuestros entornos, con nuestras obligaciones y más aún, con el flujo opresivo de nuestros pensamientos. Son momentos que nos auto-regalamos: en ellos no hay presiones ni ruidos ni conversaciones que mantener sin ganas, donde no hay esperas ni demandas ni tareas que cumplir, ni mundo al que complacer…

Por qué nos cuesta tanto hacer pausas reales en nuestro día a día

Hemos de admitirlo, para muchos de nosotros hacer una pausa es sinónimo de no hacer nada, y no hacer nada es poco más que un sacrilegio en medio de esta sociedad donde el tiempo es “oro”, es decir “dinero”. Reducir la velocidad, parar las manecillas del tiempo y optar por dedicarnos una hora para nosotros mismos no es un propósito fácil de cumplir. Así, algo tan simple como cerrar las puertas a lo que otros esperan de nosotros, para limitarnos solo a “ser y a estar”, no es una tarea a la que estemos acostumbrados.

Nos han convencido de que las pausas son un privilegio, no un derecho. Eso es lo que alguien nos dijo alguna vez y eso es también lo que seguimos trasmitiendo a las generaciones actuales. Lo vemos a diario, cuando nuestros pequeños llegan del colegio solo tenemos que hojear sus agendas: están llenas de tareas que cumplir. No obstante, antes de eso deben ir a sus clases extraescolares, a inglés, a música, a baloncesto, a las clases de apoyo para las mates y quizá, al psicopedagogo para tratar su dislexia o su hiperactividad.

Las pausas para jugar o simplemente para no hacer nada son ya un privilegio en el mundo infantil. Acceden a ellas solo si se portan bien, si cumplen con anterioridad sus tareas. Todo ello es razonable, queda claro, porque cada uno de nosotros tenemos nuestras obligaciones; sin embargo, no es difícil ver, al llegar a la edad adulta, como nos ocurre lo siguiente: somos incapaces de disfrutar de auténticas pausas…

Nos cuesta un universo entero convencernos de que sí, de que son nuestro derecho, de que poner en modo de espera al resto del mundo para reencontrarnos no es una ofensa, ni un sacrilegio, en realidad es sinónimo de salud. No obstante, gran parte de la población sigue teniendo este tipo de dificultades a la hora de llevar a cabo esas pausas:
  • Sentimiento de culpabilidad. ¿Qué va a pensar de mí esa amiga o ese familiar si le digo que no, que prefiero estar solo/a?”
  • Se prioriza el cumplir las expectativas ajenas.
  • Pensamientos distorsionados o disfuncionales: las pausas son sinónimo de no hacer nada, de ser vago…
  • Dar la propia salud por sentada. Nos decimos aquello de que todo va bien, de que no necesitamos descansar, que podemos dar más de nosotros mismos, cuando en realidad, estamos quemando todos nuestros recursos y la propia salud. 

Sí, a las pausas diarias de una hora

Decía Daniel Goleman, en su libro “Focus”, que la habilidad de hacer una pausa es vital para recuperar el control de nuestra atención. Solo así dejamos de actuar por impulsos y de forma automática, como si no fuéramos dueños de nuestras propias vidas. Dar el paso, asumir esta clave de salud tiene además muchos más beneficios de los que podamos creer.

Veamos unos cuantos a continuación:
  • Nuestra corteza prefrontal lateral se activa con más intensidad. Cuando logramos dedicarnos a nosotros mismos entre media hora o una hora de relajación, esta parte de cerebro nos ayudará a ver las cosas desde una perspectiva más racional, lógica y equilibrada.
  • Es un área que además está involucrada en la modulación de respuestas emocionales, como el miedo o la ansiedad. Además, se reduce el flujo de los pensamientos automáticos para ayudarnos a estar más presentes.
  • A su vez, también lograremos potenciar otra estructura cerebral muy valiosa: la corteza prefrontal medial. Se trata de una parte del cerebro que los neurólogos definen como el “centro del yo”… Es aquí donde se procesa toda la información relativa a nuestro estado físico y emocional, a reflexionar sobre nuestras relaciones, nuestra felicidad, lo que nos gusta o nos disgusta…
Para concluir, regalarnos pausas cada día, poner el móvil en silencio, decir a los demás que vas a dedicarte tiempo y que por un momento eliges solo ser y sentir, no hará de ti una persona menos válida o productiva. Al contrario, estarás ganando en salud, en crecimiento personal, en fortaleza emocional.
Al fin y al cabo también la vida y la naturaleza se toma sus tiempos, sus pausas, también las nubes se quedan quietas, los mares tienes sus instantes de calma y la Luna sus momentos de observación y reflexión…

Valeria Sabater

martes, noviembre 21, 2017

El Profundo Mensaje de Marie Kondo y la Magia del Orden

Hoy hablaremos de uno de los libros que más me ha impactado recientemente: “La Magia del Orden”, de Marie Kondo.



Creo que vale la pena hacerlo porque, aunque es un libro muy famoso, no es fácil comprenderlo en toda su amplitud.

Si lo miramos superficialmente, habla de temas prácticos relacionados con el orden de la casa: cómo plegar la ropa, cómo ordenar los armarios, cómo seleccionar los libros, etc.

Pero en realidad no va de esto.

El mensaje de Marie Kondo es mucho más profundo. Es un mensaje con un gran poder transformador.

Y cuando lo comprendemos en toda su magnitud, se produce un gran cambio no solo en nuestro hogar, sino también en nuestro interior.

El Mensaje de Marie Kondo y la Magia del Orden

Si has leído “La Magia del Orden” o si has visto alguno de los videos que hay en Internet, habrás visto que Marie Kondo da consejos muy concretos sobre cómo ordenar la ropa, los libros y los demás objetos de la casa.

Y muchas personas se quedan con estos consejos y ya está.

Pero Marie Kondo insiste mucho en que esto no es lo más importante. Su objetivo no es tener una casa ordenada y nada más, sino utilizar el orden de la casa como un trampolín hacia una vida más plena y luminosa.

En realidad da igual cómo ordenemos las cosas. Lo que realmente importa es comprender la filosofía de una casa equilibrada.

Y esta filosofía se puede resumir en tres puntos:
  1. Ten únicamente cosas que te hagan feliz.
  2. Sé plenamente consciente de cada cosa que tienes.
  3. Ordena tu casa de manera que cada rincón te haga feliz.

La manera concreta de ordenar las cosas son simplemente sugerencias que Marie Kondo da a partir de su experiencia, pero no son normas cerradas ni mucho menos. Lo importante es comprender estos tres puntos.

La Primera Regla de Marie Kondo: Ten Únicamente Cosas que Te Hagan Feliz

Cuando pensamos en ordenar nuestra casa, normalmente pensamos en cómo colocar nuestras cosas: dónde ponerlas y cómo ponerlas. Pero en realidad hay un paso previo que casi siempre nos saltamos: decidir qué cosas tener.

El acto de ordenar está directamente relacionado con el acto de poseer, porque solo tenemos que ordenar aquello que poseemos. Así que antes de ordenar, primero hay que decidir qué poseer.

Y respecto a esto, Marie Kondo tiene una regla muy simple: quédate solo con las cosas que te hagan feliz.

Esta regla es absolutamente maravillosa, porque pone la felicidad en el centro del proceso, que es donde debe estar.

Desde hace mucho tiempo, las personas regimos nuestros pasos por muchos factores que poco tienen que ver con la felicidad. Tomamos nuestras decisiones por temas prácticos, por dinero, por miedo, por el qué dirán… pero pocas veces pensando en la felicidad. Y por esto sufrimos tanto.

Hemos olvidado que la felicidad es lo que realmente importa en la vida. Nos hemos enredado en un círculo de responsabilidades y presiones sociales, y hemos perdido de vista que lo que le da verdadero sentido a la vida es la felicidad.

Lo que determina si nuestra vida va bien o no es la cantidad de felicidad que sentimos.

Es posible que, al oír esto pienses: sí, esto es muy bonito, pero es muy poco realista. Sería maravilloso centrar nuestra vida en la búsqueda de la felicidad, pero es imposible. Todos tenemos facturas que pagar y responsabilidades que atender, y si lo dejamos todo y nos preocupamos solo por la felicidad, podemos tener bastantes problemas.

Y es verdad. No es fácil hacer este cambio de un día para otro.

Pero podemos intentar hacerlo lentamente. Podemos empezar a escuchar a nuestro corazón con más atención, e ir haciéndole caso poco a poco.

Y un buen lugar para empezar este proceso es nuestra casa, porque aquí no hay ningún peligro. Dejar un trabajo que no te hace feliz puede ser arriesgado, pero deshacerte de un objeto que no te da felicidad no lo es en absoluto. Así que puedes usar tu casa como espacio de prácticas para mejorar tu capacidad de conectar con tu propia felicidad.

El proceso es simple: saca todos tus objetos del lugar donde los guardas, míralos bien y quédate solo con los que te aporten felicidad. No te quedes nada solo porque te da pena tirarlo, porque quizás lo necesitas dentro de diez años, o por cualquier otro motivo no relacionado con la felicidad. Quédatelo solo si te hace feliz tenerlo.

Marie Kondo propone un método concreto para hacer esta elección, y te recomiendo leer el libro para más detalles, pero la base es simplemente esta: repasa una por una todas tus posesiones y quédate solo las que te hagan feliz.

Es una muy buena manera de volver a situar la felicidad en el lugar del que nunca debería haber salido: el centro de nuestra vida.

Segunda Regla: Sé Consciente de Cada Cosa que Tienes

La segunda regla se deriva automáticamente de la primera, pues para poder quedarte solo con las cosas que te hacen feliz, primer tienes que ser muy consciente de todas las cosas que tienes. Pero es una regla tan importante que merece ser comentada por sí sola.

La gran mayoría de nosotros tenemos varias cosas en casa que ni siquiera recordamos que tenemos. Las guardamos en su momento en el fondo de un armario, y ya no recordamos que están allí.

De entrada, esto puede parecer un hecho sin importancia. En general creemos que los objetos no tienen ningún tipo de conciencia, así que pensamos que no pasa nada por olvidarnos de ellos.

Pero no es así. En este universo todo tiene un cierto grado de conciencia; los objetos también. Y también sufren a su manera.

¿Alguna vez has estado en una reunión sin que nadie te hiciera caso? Estabas solo en un rincón, sin que nadie te prestara atención…

Si has vivido esta situación, ya sabrás que es muy dolorosa. Sentirse solo e ignorado es una de las sensaciones más dolorosas que existen.

Pues así es cómo se sienten los objetos que no recordamos que tenemos. Y esto hace que la energía de la casa sea mucho menos luminosa.

Así que, si quieres mejorar la energía de tu hogar, sé muy consciente en todo momento de todo lo que tienes.

Cada una de tus posesiones es un compañero que vive contigo. Y vive contigo porque tú lo decidiste. Se merece un reconocimiento. Se merece que siempre tengas en cuenta que está allí.

Tercera Regla: que Cada Rincón de Tu Casa Te Haga Feliz

Por último, una vez ya somos plenamente conscientes de todo lo que tenemos en casa, y decidimos quedarnos únicamente con lo que nos hace feliz, el paso final es ordenarlo todo de manera que cada rincón de la casa nos despierte alegría y felicidad.

Personalmente, este es el punto que más me impactó del libro: ¿cada rincón? Parece lógico ordenar la casa de una manera que nos guste y nos haga felices, ¿pero es necesario que cada rincón cumpla este criterio? ¿No es demasiado exagerado?

Pues no, no lo es.

La gran mayoría de nosotros tenemos la parte principal de la casa bastante bonita y ordenada: el comedor, las habitaciones, la entrada… Pero casi siempre hay alguna zona olvidada: un trastero, el garaje, el cuarto de la lavadora, un armario… A nivel mental, creemos que no puede ser que todo sea bonito, y necesitamos algún espacio donde podernos despreocupar y tenerlo más descuidado.

Y esta visión tiene profundas implicaciones en nuestra vida.

Si te fijas, esto que pasa en casi todas las casas, pasa también a nivel global en la sociedad. Vivimos en un mundo bastante bonito y ordenado, pero hay muchas zonas que no lo son en absoluto. Tenemos parques y jardines en los pueblos, pero en las afueras hay vertederos y fábricas llenas de humo. Tenemos ciudades más o menos prósperas y abundantes, rodeadas de barrios marginados y pobres. Tenemos países con un nivel de vida bastante alto, al lado de otros que están en guerra y pasan hambre.

Todo esto es fruto de la misma creencia: no puede ser que todo sea bonito. No puede ser que todo esté bien. No puede ser que todo el mundo sea feliz.

Creemos que para que algo esté bien, otra cosa debe estar mal en otro lugar.

Creemos que para que unos ganen, otros tienen que perder.

Este es el mundo en el que creemos, y por lo tanto es el mundo que tenemos.

Por supuesto, es una creencia errónea. El universo donde vivimos no tiene ningún límite, y puede darnos todo lo que necesitamos y más.

Pero tenemos que abrirnos a ello. Nada puede llegar a nuestra vida si no lo creemos posible.

Y el cambio empieza en cada uno de nosotros, en nuestra propia casa.

Nuestra casa es un muy buen lugar para empezar a cambiar esta dinámica, y demostrarnos a nosotros mismos que sí es posible conseguir que cada rincón esté lleno de luz. Sí es posible que cada lugar sea hermoso y abundante, y que todo el mundo esté bien.

Y la mejor manera de ver que es posible es hacerlo: ponernos a trabajar y llenar de alegría cada cajón, cada armario y cada rincón de la casa.

Una vez nos demos cuenta de que realmente podemos crear una casa donde cada lugar sea hermoso, empezaremos a creer que podemos ir más allá, y crear un mundo donde cada lugar sea hermoso.

Y cuando creamos firmemente en un mundo así, lo veremos florecer delante de nuestros ojos.

Un gran abrazo,

Jan

www.jananguita.es

lunes, noviembre 20, 2017

¿Qué piensan las mujeres con poco amor propio?

La inseguridad es la consecuencia directa de la ausencia del amor propio. Una mujer insegura es, ante todo, víctima de una autoestima baja. Los problemas de esta índole se pueden generar por múltiples razones. Desde traumas en la infancia hasta experiencias negativas que dejan huella en la psiquis.



Los abusos, maltratos y demás son, por lo general, los detonantes de estas condiciones que se reflejan en la personalidad. Los rasgos de una mujer que sufre de inseguridad y baja autoestima saltan a la vista. Esto se debe a que el lenguaje corporal delata a cualquiera.

Cuando una mujer posee una autoestima baja, piensa y actúa de una manera determinada. En la mayoría de los casos, las personas que sufren de esta patología presentan las mismas características y formas de pensar. A continuación, te presentamos algunos de los pensamientos más comunes que se presentan en un proceso de ausencia de amor propio…

1. Piensan que no merecen ser amadas…

El primer rasgo de las mujeres con poco amor propio es pensar que no merecen el amor de otros. Por lo tanto, se concentran en dar amor a los demás y se olvidan por completo de sí mismas. En estos casos, los demás siempre están por encima de ellas y de sus necesidades personales. Ellas pasan a un segundo plano, poseen la característica del sacrificio y la entrega total. Por lo que, muchas veces, aceptan ser maltratadas física y psicológicamente. Estas mujeres no se aman. De esta forma, aceptan como algo normal que los demás tampoco las amen. Recuerda que, existen elementos básicos para una buena autoestima que vale la pena cultivar y afianzar.

2. Sus pensamientos son negativos y de derrota…

Las mujeres con falta de amor propio son pesimistas. Cada cosa que hacen, siempre está vista desde la perspectiva del fracaso. Por lo que, no toman riesgos. Es más fácil quedarse en la zona de confort. Cualquier nueva actividad puede ser un posible error. Por lo tanto, prefieren quedarse en lo que conocen. Esta actitud de derrota es muestra de su inseguridad y miedo. Además de la indecisión que su falta de seguridad les genera.

3. Pensamientos de autosabotaje…

El autosabotaje es muy común en mujeres con poco amor propio. Una característica de estas es que son ellas mismas las que se impiden lograr sus metas. Que difícil resulta que, además de tener que lidiar con todas las cosas externas que debe soportar una persona, también tenga que vivir una guerra consigo misma e internamente. En los casos de autosabotaje, somos nosotros mismos los que obstaculizamos nuestro crecimiento.

Lo primero, es reconocer que somos nosotros mismos el mayor villano del cuento. Que somos los únicos que nos castigamos y nos tiranizamos. Aceptar que somos nuestro peor enemigo es fundamental. Comienza por pedirte perdón y hacer las paces contigo mismo. Luego, entiende que somos humanos y que cometer errores es normal. Finalmente, sé amable contigo mismo. Recuerda que, estás aprendiendo y que todo es parte de un proceso.

4. Piensan en función del miedo…

El miedo es una emoción básica y está presente prácticamente en cualquier especie. De hecho, está relacionado directamente con la supervivencia. Por lo tanto, el miedo posee diversas funcionesrelacionadas con la adaptación. Sin embargo, en los seres humanos va más allá de esto. Cuando una mujer que padece de inseguridad o baja autoestima siente miedo, es porque se encuentra frente a un estímulo que amenaza de alguna forma su zona de confort.

El miedo puede ser paralizante. Al punto que, muchas veces, nos impide actuar y pensar con claridad. Una persona con miedo no es capaz de tomar sus propias decisiones, deja pasar las oportunidades por temor a fracasar y no se atreve a asumir nuevos retos porque el miedo la incapacita.

Las mujeres con poco amor propio siempre son víctimas del miedo. Por ello, afrontan con temor cada situación que se les presenta. Su evolución se ve truncada por su incapacidad de librarse de este y salir adelante.

Recuerda que, tú eres el dueño de tu propio destino. En tus manos está tomar las riendas de tu vida. Nadie más que tú tiene las respuestas que necesitas y solo tú sabes lo que debes hacer. Escuchar tu yo interior es la clave para superar cualquier adversidad. La confianza y la seguridad en ti misma se encuentran en el amor propio.

PHRÒNESIS

domingo, noviembre 19, 2017

Cómo lidiar con personas conflictivas en el trabajo

Las personas somos distintas, por ello es natural que tengamos puntos de vista diferentes. Pero hay quienes no saben manejar esas diferencias y asumen actitudes conflictivas en el trabajo, lo que cultiva un clima de competencia desleal y malsano. A menudo nos toca lidiar con este tipo de personas. ¿Qué hacer para salir airosos? Sigue leyendo…



El ambiente laboral es uno de los escenarios más propicios para que surjan malentendidos, sobre todo si en la cultura organizacional no se refuerza el trabajo en equipo. La necesidad de destacarse profesionalmente, acceder a un mejor cargo con mejor salario, sobresalir a como dé lugar, puede degenerar en que algunas personas fomenten intrigas o desafuero.

¿Es el trabajo lo que genera conflictos o son las personas?

Seamos francos, a veces, independientemente del ambiente laboral, hay personas que se dedican a hacer de su vida un conflicto y un drama (deben tener una historia de vida particular que no nos detendremos a analizar). Lo cierto es que son personas tóxicas, pasivo-agresivas, que suelen enrarecer el clima en las organizaciones, con su falta de asertividad, su baja autoestima y su incompetencia.

¡Las personas conflictivas tienen un patrón de conductas que se identifica con facilidad!

A todos nos ha tocado tratar con este tipo de personas. Se hacen las víctimas, son acontecidas, siempre les ocurre “algo” que afecta su desempeño. Recurren a excusas para justificar su ineficacia, casi nunca asumen su responsabilidad y las consecuencias de sus acciones. No pierden oportunidad para culpar a otros de su ineficiencia, buscan desacreditar ante el jefe a compañeros de trabajo, en fin, son personas conflictivas.

¿Qué puedes hacer para lidiar con este tipo de personas?

Mantente alejado de la persona conflictiva. Es preferible un trato cordial pero distante, que te asegure estar fuera de su toxicidad en la oficina. Las emociones se contagian, reúnete con gente de buena vibra y emocionalidad positiva.

Pero si tienen cruce de funciones y es inevitable la interacción, practica estas recomendaciones básicas para preservar tu paz interior, mantener tu compromiso laboral y una actitud profesional.

1. Ante cualquier conflicto no te lo tomes personal

Recuerda que es natural tener desacuerdos, las diferencias son ineludibles. Lo que sí es evitable es “armar” un conflicto, porque haya diferencias de opinión en el equipo de trabajo.

2. No te enganches

Mantén la calma, respira y cuenta hasta diez o hasta cien. Las personas conflictivas, pierden el control de sus emociones con facilidad, bien sea que se alteran dando rienda suelta a la ira o se victimizan y “sufren” por sentirse ofendidos.

3.Demuestra que eres buena escucha

Al escuchar a las partes involucradas evita hacer juicios apresurados. Deja que las otras personas se expresen, así tendrás de tu lado a los demás.

4. Identifica si ese conflicto tiene un fin útil y enfócate en él

Si tiene que ver con el trabajo, despersonaliza el conflicto. Descarta lo accesorio y enfócate en lo importante. ¿Cuál es el objetivo que se debe alcanzar? ¿Qué te corresponde hacer? Cede hasta donde sea posible, busca puntos medios que sirvan al resultado, no a las personas.

5. No te desgastes inúltimente

Si el conflicto no tiene un fin útil (no tiene que ver con alcanzar un objetivo laboral), no gastes energía y mantente al margen. Sabemos que es difícil, pero recuerda el viejo adagio que dice que para pelear se necesitan dos. ¡Al trabajo a trabajar!

6. En tus intervenciones no hagas juicios de valor

Limítate a describir las conductas, sin apasionamiento. Por ejemplo: la reunión era a las 9:00 y llegaste 9:30 ¿Cuál es tu compromiso para la próxima vez? No le des oportunidad para las excusas, compromételo. Toma nota, así podrás confrontar con hechos.

Si no te corresponde llamar la atención al conflictivo, porque está un supervisor presente, enfócate en las recomendaciones 1, 2, y 3.

En el trabajo, la mejor actitud es la de colaborar, sin prestar atención a lo que hacen los demás. De lo contrario, corres el riesgo de convertirte en una persona conflictiva.

PHRÒNESIS

sábado, noviembre 18, 2017

6 consejos para encontrar la felicidad

El camino hacia la felicidad y los sentimientos que nos permiten estar tranquilos, no es fácil de recorrer. Pueden presentarse adversidades y dificultades que nos harán decir “no puedo más”, pero siempre se puede. Lo importante es tener determinación en las decisiones que nos llevan a anhelar y lograr nuestras metas.



Si asumes los desafíos que te impone la vida con tranquilidad, sin resignarte ni apurarte, será mucho más sencillo avanzar. Tienes que disfrutar cada momento y aprender de los errores, al final, te darás cuenta que vale la pena no rendirse.

Según el coach del Coaching Training Institute (CTI), Pedro Amador, “la importancia de la felicidad radica en la definición de felicidad en cada persona y en la búsqueda de esta”. Ahora, según la psicóloga, coach y sanadora en bioenergía espiritual: “las personas no son capaces de ver su magnificencia interna porque están perdidos buscando lo de afuera.

Hay un gran vacío en nuestra cultura occidental porque hemos confundido qué es el amor propio”. Estas afirmaciones nos llevan a concluir, que la búsqueda de la felicidad, empieza con el incremento de la autoestima y amor propio.

Cada vez que prendemos el televisor, escuchamos la radio e incluso a lo largo de nuestra formación y crecimiento, vemos cómo la sociedad nos impone otro tipo de felicidad. Nos venden la idea de que todo es riqueza, belleza o poder. Sin embargo, nos podemos dar cuenta que el éxito se puede lograr de otras formas, sin caer en la superficialidad.

En la Conferencia “Enamórate de ti” de Walter Riso, podrás tener la clave para una vida estable y tranquila. Es por esto, que a continuación te daremos algunos consejos para ser feliz:

1. Saca tiempo para disfrutar

La vida no solo se ha hecho para trabajar, se trabaja para vivir, no lo contrario. Tienes derecho a tomarte unos días para viajar, o unos minutos en el día para descansar. Aprende a separar tiempo y comparte también con las personas que más quieres. A veces saber invertir el dinero, es haciéndolo en ti y para ti ¿Qué esperas para hacerlo?

2. Enciende el amor propio

Todo comienza por el autocuidado, autorespeto y tratarse bien, así que no tengas miedo de elogiarte de forma justa y merecida. Tienes que saber identificar el narcisismo para que no caigas en él, esto logrará que seas una persona más fuerte y segura. Cuando eres amoroso contigo mismo, de la misma forma tratarás a los demás.

3. Debes saber lo que quieres

Hazte la pregunta ¿Qué quiero hoy? Y cumple con las necesidades, dependiendo de las respuestas. Es importante que para todas tus decisiones, tengas presente si eso es lo que quieres o no ¿Realmente quiero estudiar esa carrera? ¿Quiero continuar con esa relación? De las respuestas depende tu tranquilidad, así que piensa muy bien las cosas antes de hacerlas.

4. Date gusto

Consiéntete cuando quieras, en lo que puedas y cuando puedas. No importa si otros piensan que estás mal, la mejor manera de sentirse pleno es mimándose sin llegar a extremos narcisistas. Prémiate si lograste algo que llevabas tiempo luchando, llénate de palabras positivas y recompensas por tus buenos actos.

5. Busca la felicidad dentro de ti

Tu felicidad no debe depender de situaciones externas, búscala y encuéntrala dentro de ti y disfrútala. La dependencia emocional, solo nos lleva a tener momentos de alegría y no una tranquilidad permanente. Cuando logras ser feliz por tu cuenta, el sentimiento perdura y te permite enfrentar los problemas con madurez y serenidad.

6. Aleja a las personas tóxicas de tu vida

Las personas que nos rodean nos influyen de forma positiva o negativa. Es por esto que debes saber con quién compartir tus días. Las personas que tienden a ser chismosas, negativas, son insatisfechas y a ellas es mejor hacerlas a un lado. Una buena compañía siempre te sacará una sonrisa.

Antes de dormir, piensa en todas las cosas buenas que te pasaron en el día y agradece por todas las veces que pudiste sonreír. Da las gracias y disfruta de un plácido sueño. Empieza a cultivar amor y felicidad en tu vida. No esperes hasta mañana, empieza hoy.

PHRÒNESIS

viernes, noviembre 17, 2017

¿Por qué debemos hacernos más preguntas antes de tomar decisiones sencillas o trascendentales?

Hay un principio natural del que no podemos escapar: la incertidumbre. A pesar de todas las leyes naturales que rigen el universo en su magnífica extensión, de las leyes de la interacción de cuerpos pequeños como nosotros (en comparación con los cuerpos celestes) y de las increíbles normas de lo infinitesimal, la interacción de variables que crea incertidumbre o entropía es del orden de miles de millones de posibilidades. No obstante, en nuestro desarrollo como especie, fuimos heredando la capacidad de controlar una parte de nuestro ambiente, de nuestras relaciones, de nuestra conducta, emociones y pensamientos, y fuimos creando un modelo de control interno y externo que dio como resultado la falsa percepción de eliminación de la incertidumbre. Nuestra mente creó la falacia de la inmutabilidad: la mente piensa en una línea de tiempo en la que no hay fin, en donde las cosas no se acaban, en la que hay estabilidad, en la que los cambios son provocados por la intención propia o ajena, en la que la muerte le pasa a otros. La mente inventó la estabilidad inmutable.



Por eso nos hacen tanto énfasis desde la psicología, desde las teorías administrativas y desde diversos modelos filosóficos en el cambio, en la aceptación de él, en la necesidad de adaptarnos a nuevas condiciones, en su importancia para el aprendizaje, el crecimiento personal y la integración de nuevos conceptos a la vida cotidiana. Crear un modelo de aceptación de la incertidumbre, de adaptación al cambio y de búsqueda de novedades permanente, se conoce en psicología como flexibilidad cognitiva y no es tan frecuente ni tan fácil de integrar como creemos. Pero que se puede ir construyendo… por supuesto que sí (aunque es más fácil para unos que para otros, dependiendo del estilo de personalidad).

Crear un modelo de aceptación de incertidumbre no es vivir al día, sin planes, sin expectativas o sin norte. ¡Claro que no! Es un modelo que pretende ser realista con respecto a las posibilidades de acción o de desarrollo de un acontecimiento, buscando las mejores opciones de adaptación o de aceptación de él. Puede contar con varias variables tales como:

– Contemplar las variables posibles de desarrollo de una situación sin hacerse la trampa de ocultar las que son probables pero no de nuestro deseo. El pensamiento positivo ingenuo busca, por medio de la motivación, crear la falacia de control para intentar provocar a través de emociones positivas, resultados que no son emocionales (sin mucho éxito, por supuesto). Es como jugar a tirar los dados cuando lo que se requiere es mover una ficha de ajedrez. Al contemplar las variables se debe evaluar la probabilidad de ocurrencia, desde el más probable, hasta el más improbable, y no desde el que más gusta al que menos se desea.

– Utilizar frecuentemente la duda metódica como una vacuna para evitar certezas no realistas. Instalar un modelo de Zig-Zag en el análisis de las situaciones provoca mejores resultados en la medida en que se opta por el análisis de interacción de posibilidades, más que por un modelo basado en deseos. Este propone hacerse preguntas que amplían información, preguntas aclaratorias o preguntas incómodas que esclarezcan los hechos y permitan una toma de decisiones basadas en mayor ilustración, claridad, profundidad o densidad de la información. Un ejemplo sería algo como: Zig: Quiero invertir este dinero en X modelo para ganar una buena rentabilidad. Zag: tengo una buena cantidad de información sobre cómo opera el modelo, cuánta rentabilidad acumulada tienen sus clientes en los últimos 5 años, tengo certeza de la legalidad de este negocio y estoy seguro de su estabilidad en el tiempo? Zig: tengo buena información, pero no creo que en este momento me considere un experto. Zag: entonces es necesario profundizar aún más y tomar mi decisión cuando me sienta tranquilo de tener la información estructural que hace tomar decisiones con sabiduría.

– Aceptación y pronta renuncia. Tomar distancia de una persona, un animal, un objeto o una situación que valoramos o deseamos siempre será dolorosa y generará una incomodidad seguida de tristeza por dejar ir lo que nos importa. Aunque esta reacción es natural, se pueden observar personas que generan una nostalgia, una añoranza que atrasa la aceptación final. A esta ralentización usualmente le acompaña la autoconmiseración, la tristeza y el deseo (con frecuencia poco realista) de que todo sea distinto. Cuando las personas definen lo que pasó, sopesan su impacto, les duele lo que les tenga que doler, evalúan sus posibilidades de acción, aceptan lo que pasó y renuncian de manera realista a lo que no pueden conseguir, obtienen un plus en salud mental que pocas fuentes proveen.

– Adaptación. El apellido natural de la flexibilidad es la adaptación, que se define como la capacidad de integrar nuevas normas, procedimientos, creencias, niveles de análisis, o integración de nuevos conocimientos al acervo de conocimientos existente. En este mundo posmoderno, contar con adaptación es tener una de las plataformas más deseadas para tener la capacidad de aprender cosas nuevas en ambientes distintos y con personas cambiantes. Una persona flexible y adaptable cuenta con una poderosa herramienta de aprendizaje para lograr la integración de un mundo más diverso, que va a una alta velocidad de producción de información y conocimiento, y que exige saber un poco de muchas cosas y, al mismo tiempo, tener profundidad en la experticia propia.

Las preguntas a seguir son sencillas pero de poderoso impacto:
  • ¿Analizo las situaciones problema de la manera más cruda, realista y objetiva posible, tratando de entender para actuar?
  • ¿Soy capaz de hacer de la duda metódica, de la técnica del Zig-Zag una opción cotidiana para la adecuada toma de decisiones?
  • ¿Acepto las situaciones de la vida con facilidad y renuncio con prontitud a las expectativas no realistas que puedo tener en algún momento de pérdida en mi vida? ¿O me quedo dando vueltas, doliéndome sin renunciar a tiempo y esperando a que se opere un milagro (bastante escasos por estos días)?
  • ¿Soy flexible para aprender cosas nuevas y me adapto con facilidad a ambientes cambiantes? ¿O soy de los que se incomoda fácil y se queja de que las cosas no sean como se desea?

Estas reflexiones quedan para incentivar el deseo de cambio y para provocar nuevas formas de vivir.

Diego Castrillón