A veces siento que voy a caer, que me derrumbo. Y pienso… si yo soy más fuerte que todo esto, si ya he superado cosas peores antes, si mi amiga tiene una situación personal peor y siempre es optimista… pero la realidad es otra, somos proyectos dirigidos por emociones. Así que, a veces asumo que me siento mal y que no tiene por qué ser racional. Y lloro, lloro mucho, a ver si las heridas cicatrizan con lágrimas. O con helado. O con abrazos. Y, en efecto, a veces lo hacen.
Pero otras… no hay nada que calme esa desazón que siento dentro. E insisto a los que me quieren que no, no es su culpa. Y que no, no pueden hacer nada, solo estar… a veces eso es más que hacer algo. Me siento frustrada, y me da rabia. Porque sí, los psicólogos somos una especie de topógrafos que hacemos mapas para que los demás den con la clave de su felicidad. Lo que no implica que, necesariamente, los tengamos para nosotros mismos. Como popularmente se dice “en casa del herrero, cuchillo de palo”.
¿Te ha ocurrido esto alguna vez?
¿Qué son las metaemociones?
La metaemoción es una emoción que surge como reconocimiento de otra emoción, como cuando te sientes culpable por haberte enfadado con tu amigo. ¿Verdaderamente tienes razones para sentirte así? Si tu respuesta es no, enhorabuena, no hace falta que continúes leyendo si no quieres. Pero, como es normal, la mayor parte de nosotros pensamos que sí. Que de lo contrario, no nos sentiríamos así. Si este es tu caso y quieres saber qué hacer al respecto ahora veremos cómo identificar y gestionar este tipo de emociones.
Lo cierto es que es normal que una emoción nos suscite otras emociones. El verdadero problema es no saber identificar y canalizar esas metaemociones, si estas empiezan a interferir con nuestra vida y nuestra forma habitual de actuar. Es el caso de muchos padres y madres de familia que se sienten culpables por sentirse felices.
¿De qué hablo? En las familias que se han visto tocadas por la crisis han sido avocadas a sobrevivir más que a vivir y, por tanto, el ocio es total y absolutamente prescindible, y más si hay niños de por medio. ¿Qué provoca esto? Que cuando los sustentadores principales de este núcleo familiar tienen un espacio para desconectar (ir al partido con los amigos, tomar café con los compañeros de trabajo…) o una necesidad (como un abrigo, ir a la peluquería) la omiten porque “hay otras prioridades”. Y, en caso de hacerlo, muchas veces se acaban sintiendo culpables haber disfrutado. Al igual ocurre cuando tienes a un familiar enfermo.
La catástrofe natural
El mero aprendizaje de que esa experiencia no ha sido positiva, es positivo. Yo lo denomino “catástrofes naturales”. Son todos aquellos acontecimientos vitales muy negativos y dolorosos inevitables que te cambian. Te cambian, increíblemente, para bien. Es cierto que en ocasiones parece que la vida nos está poniendo a prueba y te preguntas el típico “¿qué he hecho yo para merecer esto?”
Lo peor es que, muchas veces, no hay respuesta. No has hecho nada para merecerlo y, aún así, enferma algún familiar, te despiden de tu trabajo de toda la vida o tienes un grave accidente de tráfico. Y no, ya no vuelves a ser el mismo/a, y tampoco sabes cómo seguir adelante con ese “nuevo tú”. Un tú mismo, nos los que te rodean, que te notan cambiado/a y algo nuera de lo normal. El dolor sigue ahí, pero ya como algo que es parte de ti. Lo has asumido y sabes que no se irá, pero a la vez eres capaz de ver el lado bueno de todo aquello y te sientes bien por ello.
Son catástrofes naturales porque no pudiste prevenirlas, arrasaron todo lo que conocías y, ahora que ya son historia, todavía hay una huella muy notoria del daño que causaron. Todos tenemos nuestras propias catástrofes naturales. Y, quiero decirte que, nadie estamos a salvo de ellas pero solo tú eres quién decide qué hacer cuando un día una llega a ti.
En el año 2011, de los 365 días que tuvo ese año, solo 6 minutos de todos esos días causaron una brecha en la vida de muchas personas en todo el mundo. El tsunami de Japón, causó 15893 muertos, 172 heridos y 8405 desaparecidos. Se dieron dos reacciones muy diferentes entre la gente que vivió esta experiencia. Por un lado, aquellos que temen y temerán al mar el resto de sus vidas, pero, por el otro, están los que incorporan este suceso como parte de su experiencia vital.
Completar ciclos para poder seguir
Párate, respira y piensa… la vida está llena de ciclos que debemos ir completando y cerrando. Nadie cuenta con una vida perfecta, todo pasa. Es más necesitamos tiempos difíciles para darnos cuenta verdaderamente de lo importante que es disfrutar de la cresta de la ola cuando estamos en lo más alto.
Entonces, ¿cómo puedes completar esos ciclos? Bueno, la respuesta a esta pregunta me lleva a un libro que leí hace algún tiempo y que no tenía que ver en absoluto con lo que es un típico manual de autoayuda. El libro trata sobre cómo aconsejaban despedirse a enfermos conscientes de padecer una enfermedad terminal. Pues bien, se resume en cuatro frases: lo siento, te perdono, te quiero y gracias.
Libera tus emociones
Bien, ahora te estarás preguntando qué hacer con esta información si no estás en un proceso terminal de una enfermedad. Puedes decir esas cuatro frases a la persona o situación que no te deja seguir adelante. Es decir, reconocer nuestros errores y los de los demás pero también lo bueno que hicimos ambos, reconocer el aprecio que tienes a esa persona o sonreír ante esa etapa de tu vida y dar las gracias por haber vivido la experiencia.
El perdón no exime, pero al mismo tiempo permite que dejes ir aquello que te está anclando y te ofrece la posibilidad de verte o de ver a los demás como entidades mucho más complejas y ricas. Ya no te afecta, sigues adelante. El libro habla de una mujer que perdonó a su padre, el cual había abusado de ella, en el lecho de muerte.
Somos humanos, cometemos errores, y perdonar a la vida y a ti mismo por esos momentos o decisiones de los que no estás orgulloso e incorporarlos como parte de tu pasado, sin sentirte incómodo por ello, es uno de los retos más hermosos que existen. Son estas personas, las que harán que la catástrofe natural pase a ser un punto fuerte de sus vidas y de su personalidad. Y volverán. Volverán para mirar cara a cara el mar y decir “sigo aquí”.
Ninguno podemos elegir una catástrofe natural pero podemos elegir si huir o salir reforzados de ella. La mía comenzó hace algún tiempo, y no cambiaría nada de lo que ha sucedido desde entonces que me ha llevado a escribiros desde aquí.
Rocío San Segundo Alonso
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