Que los problemas también representan oportunidades es una de esas verdades aceptadas por comprobaciones repetidas. Por otro lado, es una sentencia con la que solemos obsequiar a nuestros amigos para animarles en momentos de dificultad, pero que olvidamos cuando nosotros nos encontramos en el barro.
Los problemas no son solamente retos para la inteligencia y la razón. ¡Ojalá fuera así! La dificultad estriba en que tales problemas activan también muchas de nuestras emociones más instintivas o automatizadas: el miedo, la ira, los prejuicios y aprehensiones, la intolerancia…
“No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”
–Albert Einstein–
De ahí que a veces terminemos ahogándonos en un vaso de agua. Perdemos la perspectiva de lo que somos capaces de hacer y nos congelamos de miedo, evadimos o simplemente nos anclamos en la queja. Quizás nos hemos programado para hacer de los problemas una amenaza para la que no hay salida. Quizás perdemos de vista que los problemas son desafíos y que si los afrontamos podemos llegar a ser mejores. Si no, que lo digan estos hombres y mujeres que han convertido sus problemas en oportunidades.
Elizabeth Murray, de hondos problemas a la luz
Elizabeth Murray nació en el Bronx, USA, condenada por las circunstancias de su entorno a tener una infancia complicada. Sus padres eran dos hippies de los años 70, que sucumbieron al mundo de las drogas. Cuando ella nació eran dos adictos con escasas posibilidades de recuperación, pues consumían cocaína y heroína.
Liz Murray y su hermana comían cubos de hielo y pasta de dientes, porque era lo único que encontraban para echarse al estómago. Para colmo, sus padres enfermaron de SIDA y su madre murió. Su padre se fue a un asilo de indigentes y su hermana a vivir con un amigo. Liz quedó literalmente en la calle a los 15 años.
Trabajó en lo que se presentara. A los 17 años volvió al colegio y en una visita a la Universidad de Harvard se propuso llegar allí. Y lo logró: consiguió una beca, gracias al New York Times. Hoy es una exitosa psicóloga que comprende, mejor que nadie, el dolor humano. Publicó un exitoso libro y su vida fue llevada al cine.
Arturo Calle, un hombre que hizo de la austeridad su fortaleza
Es el empresario colombiano más exitoso en el mundo de la ropa masculina. Cuando era apenas un niño, su padre murió. Dejó una familia de 8 hijos pequeños y una madre viuda. Para ayudar a completar el dinero del hogar, comenzó a trabajar desde muy pequeño. Sabía del valor que cada centavo tenía y por eso se adapto bien a una filosofía de vida especialmente austera.
Al ser un poco mayor consiguió un trabajo en el que ganaba un sueldo mínimo. Aún así, pasó varios años ahorrando sin descanso, hasta que completó el capital suficiente como para abrir un pequeño negocio de ropa. Su lema era: ahorrar y nunca endeudarse.
Así llegó a ser un empresario exitoso que ahora tiene sus tiendas en casi toda Latinoamérica. Las prendas que vende tienen un plus: son económicas para su calidad, pues la empresa que Arturo Calle dirige no le debe un solo céntimo a nadie. Eso permite que el costo de producción sea menor. También fue considerado uno de los 5 mejores empleadores de Colombia, ya que en su empresa todos los empleados tienen casa propia con ayuda de la compañía.
Wilma Rudolph, una historia verdaderamente inspiradora
Lo de Wilma Rudolph era mucho más que un problema. Desde que nació venía con dificultades: fue prematura y dudaban que sobreviviera. Sin embargo lo hizo, pero a los 4 años contrajo una doble neumonía y se contagió de poliomielitis. Además, su familia era pobre, especialmente si tenemos en cuenta que tenía que correr con el sustento de 22 hijos.
Su pierna izquierda quedó prácticamente inservible y tuvo que andar con la ayuda de un aparato ortopédico. Pese a esto, a los 9 años decidió intentar caminar sin ayuda y lo logró. A los 11 años consiguió entrar en el equipo de baloncesto de su colegio y por primera vez confió en sus capacidades físicas. Cuando tenía 13 años decidió ensayar con el atletismo. En su primera carrera llegó en el último lugar y esto mismo le ocurrió varias veces durante los años siguientes.
Después de algunos años de práctica, logró ganar una carrera y ya no se detuvo en el camino del triunfo. Se logró clasificar para los Juegos Olímpicos de Melbourne en 1956 y consiguió la medalla de bronce para los Estados Unidos. Y en 1960 obtuvo 2 medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Roma. Esta triple medallista olímpica superó una grave lesión que le dejó la polio y llegó hasta lo más alto del atletismo mundial.
Edith Sánchez
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