El arte de las caricias emocionales va más allá del simple contacto físico. Es acariciar el alma con una mirada, es hablarle con ternura a un niño para decirle “estoy orgulloso de ti”, es un “te tengo en cuenta, te respeto y te quiero”, es la música que da aliento a nuestro cerebro emocional para aprender a valorarnos los unos a los otros.
Eric Berme, médico psiquiatra y fundador del Análisis Transaccional definió las caricias emocionales como unidades básicas de reconocimiento que buscan, por encima de todo, proporcionar estimulación a los individuos. Hablamos pues de un tipo de transacción, de un intercambio sabio donde se inscribe un tipo de lenguaje que actúa como un auténtico alimento para ese delicado universo psicoemocional que nos sustenta y define.
“Y he llegado a la conclusión de que si las cicatrices enseñan, las caricias también”
-Mario Benedetti-
Por mucho que defendamos nuestra independencia o ese placer ocasional por la soledad, las personas somos seres sociales por naturaleza, y para sobrevivir, para crecer en felicidad y seguridad necesitamos este tipo de estímulos: las caricias emocionales. Sin embargo, y aquí llega el auténtico problema, a día de hoy seguimos siendo unos humildes aprendices del mundo emocional.
Porque tal y como ya sabemos, hay quien escatima energías y voluntades en eso llamado reciprocidad, tampoco faltan los que por alguna razón piensan que no son dignos de recibirlas, y abundan, por supuesto, los hábiles arquitectos de las caricias emocionales negativas, esas que se ejecutan a través del sarcasmo, del desprecio y de la indiferencia.
Las mismas que recibe un niño que no es atendido o valorado por sus padres, la misma que siente una persona al no recibir afecto de su pareja. Un tema con muchos matices del que deseamos profundizar contigo.
La caricia emocional en peligro de extinción
El afecto, así como el respeto, no necesitan del contacto físico para demostrarse ni validarse. La caricia emocional, por ejemplo, se ejerce también en el ámbito laboral con ese directivo que delega su confianza en sus trabajadores, que los refuerza o los valora con palabras de admiración, de respeto y de gratitud. De hecho, tal y como decía Berme, este tipo de actos constituyen la unidad básica de todo acto social que cada uno de nosotros deberíamos saber aplicar.
“Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto”
-Aristóteles-
Cuanto más amplio sea el repertorio de las caricias emocionales que dediquemos a los demás y que a su vez, recibamos del resto, más enriquecedora y hábil será nuestra convivencia. Sin embargo, en esta sociedad tan docta en conocimientos modernos se está perdiendo un poco la habilidad de conectar con la mirada, de hacer un refuerzo verbal, de ofrecer la palabra justa en el momento necesitado. Ahora, los emoticonos son nuestros grandes refuerzos conversacionales, y esos a los que recurrimos a veces con exceso.
Deberíamos ser capaces de desarrollar una ecología emocional para alzar escenarios más sostenibles en cuanto a reconocimiento, reciprocidad, empatía y respeto. Los niños, por ejemplo, no necesitan solo caricias emocionales de su familia. También la escuela y los educadores deben ser intuitivos en este tipo de refuerzos donde frenar dimensiones tan comunes como la frustración, el aislamiento o la inseguridad.
Asimismo, también las organizaciones y las empresas deberían ser capaces de crear climas más favorecedores donde el reconocimiento y el valor hacia el capital humano, incentive al fin y al cabo la creatividad y la productividad.
Acariciarse a uno mismo, acariciar a los demás
Las caricias emocionales deberían fluir entre nosotros como la placidez de un viento cálido que va de aquí y allá en las tardes de verano. En tranquilidad, iluminando a quien lo necesita, dando alas a quien se ha venido a bajo, arrancando sonrisas a quien hace un momento solo sentía amarguras.
Claude Steiner, autor del reconocido libro “Educación Emocional” abordó un aspecto que vale la pena tener en cuenta: así como hay gente que no sabe ofrecer caricias emocionales, también hay quien, sencillamente, cree no merecerlas. Son personas que, en un momento dado, y por la razón que fuera, dejaron de acariciarse a sí mismos, es decir, dejaron de valorarse, de alimentar su autoestima.
Este tipo de comportamiento encaja en lo que se conoce como la “ley de la escasez”, es decir; no pidas caricias positivas y no rechaces las caricias negativas, cuando en realidad, todos deberíamos vivir en ese mundo opuesto regido por la “ley de la abundancia”, a saber:
- Ofrece caricias positivas.
- Acepta las caricias positivas.
- Sé capaz de pedir caricias positivas.
- Sé capaz de de rechazar las caricias negativas.
- El arte de saber poner en práctica las caricias emocionales
Las caricias emocionales son, por encima de todo, la artesanía de la valoración. Valorar a alguien es demostrarle un “tú existes para mí, tú eres importante”.
Ese reconocimiento manifiesto a través de un cumplido, un gracias o incluso a través de un consuelo, favorece la validación de la autoestima de esa persona así como su cooperación en la sociedad: todos salimos ganando.
Sin embargo, y esto conviene saberlo, las caricias emocionales tienen su lado oscuro. Aquí ya no hablamos de arte, sino de agresión y estaría representado por las siguientes acciones:
- Utilizar las caricias emocionales como forma de manipulación psicológica.
- Hacer uso de la hipocresía como herramienta para ejercer el poder o lograr un objetivo.
Sin embargo, y para nuestra tranquilidad, en el ser humano abundan más los comportamientos positivos que los negativos. Porque al fin y al cabo, es así como sobrevivimos como especie: ofreciendo afecto, ternura, atención, consideración… Así pues, nunca está de más recordar cuáles son los principios y los beneficios de las caricias emocionales:
- Las caricias emocionales se pueden ofrecer en cualquier momento y en cualquier lugar.
- Son económicas, fáciles de ofrecer y ocasionan grandes efectos secundarios.
- Las caricias emocionales están por encima de la clase social, de la edad, el género y la raza. Es algo universal.
- Son el mejor antídoto contra el miedo, la frustración, las dudas y cualquier problema psicológico.
- Las caricias emocionales promueven la salud mental y emocional, son, sin lugar a dudas, el mejor alimento para el alma.
Valeria Sabater