Cuando un grupo de peregrinos se quejó de que el Maestro había herido sus sentimientos religiosos, él explicó sonriendo que lo que realmente había querido herir era su ego.
Y les contó el caso de un obispo que, tras declarar a la Virgen de la Cueva Patrona de la Diócesis, se encontró con que todos los devotos de la Virgen del Templo, que habían reivindicado para ésta dicho honor, sin conseguirlo, organizaron una manifestación de protesta y declararon un día entero de ayuno para desagraviar a la Virgen del Templo.
« ¿Habría sido la Virgen de la Cueva la que había herido sus supuestos sentimientos religiosos?», preguntó el Maestro.
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