Una de las consecuencias más perniciosas de la religión, según el Maestro, era que había dividido a la humanidad en sectas.
Y le gustaba contar el caso de aquel niño que le preguntó a una amiguita: «¿Tú eres presbiteriana?»
« ¡No», respondió ella en tono arrogante, «nosotros pertenecemos a otra abominación! ».
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