Si no somos sinceros con nosotros mismos, sabemos que además de estar dormidos en la noche, también podemos estar dormidos durante el día. Es muy fácil ir por los días siendo buenas personas y haciendo lo que se “supone” que tenemos que hacer. Pero para vivir la vida realmente se necesita un deseo mucho mayor, un deseo por una satisfacción divina que debemos construir constantemente. Vivir
de verdad es despertar e inyectar nueva energía a cada día. En la práctica, significa reconocer cuáles son nuestros dones individuales, usarlos, y compartirlos con el mundo. Pero no podemos lograr esto a menos que primero seamos capaces de cultivar la apreciación, trabajando conscientemente para ver el bien en nosotros y en otros.
No me malinterpretes. No siempre es fácil hacer esto. La tristeza puede ser uno de los obstáculos más grandes para nuestra transformación. Pero cuando caemos en desesperación, nos desconectamos de la Luz y perdemos claridad. No podemos acceder a la información que está ahí para nosotros. No podemos leer las señales, no entendemos los mensajes. Están en todos lados, estos mensajes y estas señales, pero muchas veces, no somos capaces de verlos porque estamos atrapados dentro de nosotros mismos y nuestra negatividad.
Cuando vemos hacia atrás en nuestra vida, no deberíamos tener que arrepentirnos de que no hicimos más; siempre somos capaces de hacer más con los dones y talentos que se nos han dado. A todos nos llegará el momento en el que miremos atrás y nos preguntemos: ¿Hice lo suficiente? ¿Compartí mis dones? ¿Hubo algo en lo que pude haber hecho más?
El punto es siempre apreciar pero nunca estar satisfecho. Estamos aquí para hacer el trabajo de nuestra alma, y siempre hay un nivel más alto por el que podemos luchar en nuestra transformación espiritual.
Karen Berg
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