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viernes, agosto 17, 2018

Henko, el cambio sin posibilidad de retorno

Henko o へんこう es una palabra japonesa que se refiere a un cambio transformador en el que no hay posibilidad de retorno al estado inicial. En muchas ocasiones supone un avance muy grande en nuestro crecimiento personal y una prueba de que somos capaces de apostar por nosotros, siendo reflejo precisamente de este acto de valentía. Hablamos de ese punto de inflexión que nos alza por encima del miedo y las preocupaciones, trasformando nuestra actitud vital.

 
 
Más allá de lo que podamos pensar, pocas palabras recogen conceptos tan básicos, pero a la vez tan importantes, como el henko. Tener la capacidad de transformarse, de evolucionar, de avanzar y ampliar el nivel de consciencia es clave para superar obstáculos, disolver el desánimo y salir fortalecidos de las situaciones que se nos presenten. Henko es una representación, la del fruto de la resiliencia.
“En la vida, es así en cada momento clave, tenemos que renunciar a una parte de lo que somos para llegar a ser lo que de verdad podemos ser. El cambio no resulta gratuito, desde luego, y únicamente nos alimenta si nos dirige a la transformación”.
-Alex Rovira-
 
Cambiar para avanzar

Gran parte de nuestras dificultades se resolverían si introdujéramos un henko, un cambio transformador en nuestras vidas. El problema es que la mayoría de las veces no estamos dispuestos, no sabemos cómo hacerlo o nos da miedo lo nuevo. Se sabe, por ejemplo, que algunas personas prefieren quedarse en su zona de confort, continuado con las mismas estrategias de afrontamiento, a pesar de no encontrarse bien. De hecho, en ocasiones hacen verdaderos esfuerzos porque no se produzca un cambio que de otro modo se daría de manera natural.

Lo cierto es que a todos nos da vértigo lo desconocido, aquello que no podemos predecir, que se escapa de nuestros cálculos y por ende, de nuestro control. De ahí que, cuando gestionamos mal este vértigo, acabemos consumidos y agotados emocionalmente porque optamos por acurrucarnos y conservar nuestro sitio en vez de abrazar el cambio. En este sentido, pueden existir muchas razones para la trasformación, pero todas etéreas si no existe un elemento en la base: el convencimiento, el deseo, la motivación.

Así, el riesgo está impreso en nuestros latidos; por otro lado, necesitamos tolerarlo en cierto grado para avanzar: asumir que habrá un momento en el ninguno de nuestros pies tocará el suelo. Ahora bien, no nos confundamos, no toda mutación puede llegar a transformarnos. A veces cambiamos al mismo nivel en el que nos encontramos, es decir realizamos un cambio de primer orden, de ahí que al poco tiempo nos encontremos inmersos dando vueltas en la misma dinámica.

Para crecer, para iniciar un nuevo sendero tenemos que introducir un cambio a nivel superior o cambio de segundo orden, como diría Paul Watzlawick. Ahora bien, ¿qué quiere decir esto?
 
Los tipos de cambio según Paul Watzlawick

Los expertos en las teorías de los sistemas consideran que existen dos tendencias contrapuestas a la hora de cambiar. La primera de ellas tendría que ver con mantenernos en un estado estable estacionario y la segunda con producir nuevas formas, ambas derivadas de la teoría matemática de los tipos lógicos.

El psicólogo austríaco Paul Watzlawick denominó a estas tendencias cambio 1 o de primer orden y cambio 2 o de segundo orden, respectivamente. Para explicar ambos, utilizó el siguiente ejemplo: “Una persona que tiene una pesadilla, puede hacer muchas cosas dentro de la pesadilla: correr, esconderse, gritar, etc., pero ningún cambio de uno de estos comporta­mientos podrá finalizar la pesadilla”.

Así, a este tipo de cambios se les llama cambio 1. Es decir, se trata de modificaciones y estrategias que tienen que ver con la misma dinámica en la que la persona se encuentra y que se basan en la retroalimentación negativa.

Por otro lado, denominó cambio tipo 2 a aquel que se da de forma cualitativa y se basa en una retroalimentación positiva, es decir que aumenta las desviaciones y da paso a la formación de nuevas estructuras. Si tenemos en cuenta el ejemplo anterior, sería el despertar. La única forma de salir de la pesadilla sería un cambio en el soñar, es decir, un cambio de realidad, de perspectiva.

Otro ejemplo lo encontraríamos en un caso frecuente en consulta: unos padres solicitan ayuda psicológica al bajar el rendimiento escolar de su hijo. Seguramente, ellos hayan llevado a cabo algunas acciones como castigarle, reducir las actividades extraescolares o las salidas con sus amigos.

Estos serían cambios tipo 1. El problema es que no consiguen solucionar la situación. Ahora bien, el terapeuta, tras analizar y entrevistar a los diferentes miembros de la familia, observa que tanto su abuela como su hermana mayor han ido a vivir a casa y esto ha cambiado la dinámica de las relaciones entre todos los miembros. ¿En qué consiste el cambio tipo 2? Se tendría que modificar la forma de relacionarse de la familia para adaptarse a esta nueva situación.

Quizás se comprenda mejor si pensamos en esa persona que ha comenzado a sentirse triste, apática, desmotivada y melancólica. En su intento por mejorar ha decidido apuntarse al gimnasio, salir más y experimentar con actividades creativas, es decir, todos cambios de tipo 1. El problema es que, a pesar de todo ello, no consigue sentirse bien, sino más bien distraída. ¿Qué puede hacer? Introducir un cambio tipo 2: cambiar su perspectiva, su visión de la realidad y gestionar sus sentimientos. Esto realmente le posibilitará realizar un cambio transformador.
 
“El cambio es inevitable. El cambio para mejor es un trabajo a tiempo completo”.
-Adlai E. Stevenson-
 
Henko: un cambio, un nuevo destino

Como vemos, cambiar es un fenómeno de varias dimensiones, sobre todo si queremos que transcienda, es decir, si deseamos provocar un henko. Así, no basta solo con querer cambiar y poner en marcha una acción diferente, sino que antes es necesario analizar cuál es la perspectiva que tenemos sobre lo que nos sucede.

Podemos pensar que nuestra visión de la realidad es la correcta y que el mundo debe erigirse y comportarse según nuestros preceptos. Sin embargo, ¿cómo podemos estar tan seguros? ¿No es cierto que ante un mismo hecho dos personas pueden observarlo y explicarlo de manera distinta? Lo cierto es que cada uno de nosotros construye y trabaja con una realidad propia, particular, individual y difícilmente intercambiable. Por lo tanto, ¿por qué no investigar otras visiones para solucionar aquello que nos aqueja?

No es fácil, es cierto. Pero precisamente, por la complejidad que conlleva, hay que conjugar el aliento de la ilusión con un punto de calma. Cuestionar nuestra visión del mundo no es algo que se consiga en poco tiempo y de hecho, no estaremos satisfechos hasta que no estemos en armonía con nuestra naturaleza última, esa que está desnuda de preocupaciones, miedos y distorsiones. Así, el verdadero bienestar solo es posible tras trascender nuestro ego.

Un cambio transformador, un henko, es un ejercicio de valentía en el que nos enfrentamos a nosotros mismos, a nuestra comodidad, a los esquemas que hemos ido construyendo durante años, a las ideas que un día nos hicieron la vida más fácil.

En este sentido, somos el oponente más complicado, pero también el que más enseñanzas va a proporcionarnos y el que nos ofrece la posibilidad de empoderarnos si no nos dejamos llevar por sus trampas y juegos mentales. Por último, aunque el cambio sea una constante en nuestro universo, y ser conscientes de ello nos sirva para evolucionar, lo importante es iluminar los senderos que nos sirvan para crecer, sirviéndonos de lo aprendido y con el ánimo de todo lo que podemos descubrir.

Gema Sánchez Cuevas

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