Aprender y desaprender, nos pasamos la vida en ello. Adquiriendo conocimientos, experiencias y también hábitos y costumbres. Hemos adquirido formas de manejar nuestros pensamientos y nuestras creencias. Aprendemos de nuestros progenitores, de nuestro entorno familiar y social.
Y todo esa experiencia influye, y mucho, en lo que finalmente somos o creemos ser. La diferencia es importante, ya que normalmente trabajamos con lo segundo y no con lo primero. En cualquier caso, el cambio y el aprendizaje forman un círculo que no sería posible explicar sin desaprender; de hecho, en muchas ocasiones las personas también nos “actualizamos”, igual que los programas operativos: tirando a la papelera lo anterior para dejar paso a lo nuevo.
Hay momentos en nuestra vida donde intuimos que algo no va bien/no terminamos de vernos como nos gustaría. Algo no funciona, sin entender por qué. “Circulamos” en base a un error: repetimos las mismas estrategias esperando que se produzcan resultados diferentes.
Ignoramos que no tomamos decisiones en función de los que vemos o lo que consideramos bueno o malo. Lo hacemos a través de las convicciones o códigos adquiridos que portamos con nosotros. Es en esos momentos donde intuimos que debemos hacer algunos cambios… sin saber por dónde empezar.
Hay momentos en nuestra vida donde intuimos que algo no va bien/no terminamos de vernos como nos gustaría. Algo no funciona, sin entender por qué. “Circulamos” en base a un error: repetimos las mismas estrategias esperando que se produzcan resultados diferentes.
Ignoramos que no tomamos decisiones en función de los que vemos o lo que consideramos bueno o malo. Lo hacemos a través de las convicciones o códigos adquiridos que portamos con nosotros. Es en esos momentos donde intuimos que debemos hacer algunos cambios… sin saber por dónde empezar.
Desaprender: revisando nuestra realidad
En ocasiones trabajamos con modelos rígidos que se estructuran en base a “debería” o “tendría que”: obligaciones autoimpuestas, derivadas de nuestra forma de ver la realidad, que a pesar de ser solo espejismos nos hacen sufrir mucho más que las circunstancias/situaciones objetivas o tangibles.
Una buena parte de estos modelos rígidos se suele construir de manera inconsciente, en ausencia de pensamiento crítico, por simple asimilación. En este sentido, todos poseemos una serie de creencias irracionales que nos parecen absolutamente normales, pero no lo son.
Las creencias irracionales de Ellis
Albert Ellis, el creador de la terapia racional emotiva (TRE), identificó once creencias irracionales en las que podemos engancharnos sin saberlo. Ellis defiende la idea de que no son los acontecimientos los que generan los estados emocionales, si no la forma que tenemos de interpretarlos.
- “Es una necesidad extrema para el ser humano adulto el ser amado y aprobado por prácticamente cada persona significativa de la sociedad”
- “Para considerarse uno mismo valioso se debe ser muy competente, suficiente y capaz de lograr cualquier cosa en todos los aspectos posibles”.
- “Cierta clase de gente es vil, malvada e infame y que deben ser seriamente culpabilizados y castigados por su maldad”.
- “Es tremendo y catastrófico el que las cosas no vayan por el camino que a uno le gustaría que fuesen”.
- “La desgracia humana se origina por causas externas y la gente tiene poca capacidad o ninguna de controlar sus penas y perturbaciones”.
- “Si algo es o puede ser peligroso o temible, se deberá sentir terriblemente inquieto por ello y deberá pensar constantemente en la posibilidad de que esto ocurra”.
- “Es más fácil evitar que afrontar ciertas responsabilidades y dificultades en la vida”.
- “Se debe depender de los demás y se necesita a alguien más fuerte en quien confiar”.
- “La historia pasada de uno es un determinante decisivo de la conducta actual, y que algo que le ocurrió alguna vez y le conmocionó debe seguir afectándole indefinidamente”.
- “Uno deberá sentirse muy preocupado por los problemas y las perturbaciones de los demás”.
- “Invariablemente existe una solución precisa, correcta y perfecta para los problemas humanos, y que si esta solución perfecta no se encuentra sobreviene la catástrofe”.
Vemos como muchas veces trabajamos con ideas preconcebidas sobre nosotros mismos o sobre los demás. Adquirir conciencia del poder de esta forma de procesar la información es el primer paso para desaprender. Ahora bien, desaprender no es un proceso simple o fácil, pensemos que se trata de filtros que tenemos muy interiorizados, que utilizamos de manera automática.
Como aprende el cerebro
Es igual de fácil aprender algo positivo que negativo: la repetición es una estrategia que funciona con las dos naturalezas.Por otro lado, la plasticidad cerebral es un moldeado del sistema nervioso que toma forma en el sustrato neurológico al modificarlo. Y es un arma de doble filo. Un sistema nervioso que ha cambiado por la práctica de hábitos y repetición de ideas de alguna manera se habrá “adaptado” a ellas. En este sentido, el cambio se produce y permanece cuando retiramos lo erróneo (desaprender), y se produce y se marchita a la misma velocidad cuando intentamos superponerlo.
El psiquiatra y psicoanalista Norman Doidge nos habla de “la paradoja plástica” para referirse a la neuroplasticidad negativa. Una vez que en el cerebro ha tomado forma un cambio determinado y está bien establecido, la inercia misma puede impedir que ocurran otros cambios.
Por otro lado, sin haber experimentado otros entornos e ideas es muy difícil tomar consciencia de la naturaleza arbitraria de nuestras creencias. Podemos cambiar de opinión y de hábitos, pero nuestro cerebro odia cambiar sus costumbres. Los aprendizajes dejan un rastro en grupos de neuronas que interactúan entre ellas, dejando así una huella en el sustrato neuronal.
Al enfrentamos a una serie de ideas nuevas, podemos llegar a cuestionar las que hasta ese momento ya aceptamos como ciertas. Esto puede enfrentarnos a una fuerte disonancia, según estas nuevas ideas quizás en el pasado hayamos cometido errores que hasta entonces no habríamos considerado como tales. Es decir, las nuevas ideas pueden llegar a comprometer nuestro autoconcepto y nuestra autoestima.
En este caso, el cerebro puede inhibir una serie de circuitos en zonas activas de la neocorteza cerebral para que la nueva información sea descartada. Es como si nuestro cerebro dijera: mejor seguir con la ignorancia y con nuestro autoconcepto que asumir el reto de re-definir lo que ya hemos hecho (y lo que pensábamos hacer) en base a estas ideas.
Es igual de fácil aprender algo positivo que negativo: la repetición es una estrategia que funciona con las dos naturalezas.Por otro lado, la plasticidad cerebral es un moldeado del sistema nervioso que toma forma en el sustrato neurológico al modificarlo. Y es un arma de doble filo. Un sistema nervioso que ha cambiado por la práctica de hábitos y repetición de ideas de alguna manera se habrá “adaptado” a ellas. En este sentido, el cambio se produce y permanece cuando retiramos lo erróneo (desaprender), y se produce y se marchita a la misma velocidad cuando intentamos superponerlo.
El psiquiatra y psicoanalista Norman Doidge nos habla de “la paradoja plástica” para referirse a la neuroplasticidad negativa. Una vez que en el cerebro ha tomado forma un cambio determinado y está bien establecido, la inercia misma puede impedir que ocurran otros cambios.
Por otro lado, sin haber experimentado otros entornos e ideas es muy difícil tomar consciencia de la naturaleza arbitraria de nuestras creencias. Podemos cambiar de opinión y de hábitos, pero nuestro cerebro odia cambiar sus costumbres. Los aprendizajes dejan un rastro en grupos de neuronas que interactúan entre ellas, dejando así una huella en el sustrato neuronal.
Al enfrentamos a una serie de ideas nuevas, podemos llegar a cuestionar las que hasta ese momento ya aceptamos como ciertas. Esto puede enfrentarnos a una fuerte disonancia, según estas nuevas ideas quizás en el pasado hayamos cometido errores que hasta entonces no habríamos considerado como tales. Es decir, las nuevas ideas pueden llegar a comprometer nuestro autoconcepto y nuestra autoestima.
En este caso, el cerebro puede inhibir una serie de circuitos en zonas activas de la neocorteza cerebral para que la nueva información sea descartada. Es como si nuestro cerebro dijera: mejor seguir con la ignorancia y con nuestro autoconcepto que asumir el reto de re-definir lo que ya hemos hecho (y lo que pensábamos hacer) en base a estas ideas.
“La misma plasticidad que nos permite cambiar nuestro cerebro y producir comportamientos más flexibles constituye también la fuente de nuestros comportamientos más rígidos”.
-Norman Doidge-
Percepción, imaginación y memoria
Un dato: las personas solemos recordar mejor el sentido o el significado de una experiencia que los detalles. Nuestros recuerdos están distorsionados (adaptados al yo). La memoria es necesaria para recordar el pasado, pero también lo es para imaginar el futuro. De hecho, nuestra habilidad para imaginar el futuro está muy relacionada con la riqueza de nuestro pasado.
Además, muchas de las decisiones que tomamos son inconscientes. La consciencia nos permite distinguir el pasado del presente y del futuro para poder situarnos en el tiempo. Pero el inconsciente y la intuición se basan en la heurística, principios sencillos que ignoran mucha de la información a cambio de rapidez. Estos heurísticos los adquirimos a través de nuestra interacción social, nuestra cultura y nuestras experiencias de vida. Quedan “programados” en nuestro inconsciente y actuamos de manera automática en base a ellos.
-Norman Doidge-
Percepción, imaginación y memoria
Un dato: las personas solemos recordar mejor el sentido o el significado de una experiencia que los detalles. Nuestros recuerdos están distorsionados (adaptados al yo). La memoria es necesaria para recordar el pasado, pero también lo es para imaginar el futuro. De hecho, nuestra habilidad para imaginar el futuro está muy relacionada con la riqueza de nuestro pasado.
Además, muchas de las decisiones que tomamos son inconscientes. La consciencia nos permite distinguir el pasado del presente y del futuro para poder situarnos en el tiempo. Pero el inconsciente y la intuición se basan en la heurística, principios sencillos que ignoran mucha de la información a cambio de rapidez. Estos heurísticos los adquirimos a través de nuestra interacción social, nuestra cultura y nuestras experiencias de vida. Quedan “programados” en nuestro inconsciente y actuamos de manera automática en base a ellos.
Tomando conciencia
El proceso de desaprender, como vemos, no es sencillo. No podemos descartar sin más lo aprendido igual que borramos un número escrito a lápiz. Pero sí podemos ser conscientes de esos aprendizajes y disponerlos de una manera inteligente. Podemos dejar de identificarnos con ellos y preguntarnos cuánto de nosotros hay en realidad en esas creencias o actitudes. Después de identificarlos, este es el segundo paso.
Desaprender es un proceso que requiere de tiempo, paciencia y capacidad de análisis. Hablamos de una inversión que siempre da frutos: un resultado que vamos a disfrutar nosotros, pero también las personas que nos quieren.
Sonia Budner
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