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lunes, abril 30, 2018

Cómo Aumentar Tu Vibración Interna y Llenar Tu Vida de Luz y Creatividad

La semana pasada publiqué un video que explica qué significa exactamente la expresión “aumentar nuestra frecuencia de vibración” y por qué es importante hacerlo.

 
 
En ese video explicaba que las frecuencias altas tienen dos características muy importantes:
  • Tienen más capacidad creativa que las frecuencias bajas (pueden crear más cosas).
  • Tienen un nivel de conciencia mayor (pueden percibir más cosas).

Así pues, si aumentamos nuestra vibración, aumentamos nuestra creatividad y también nuestro nivel de conciencia.

Después de publicar ese video, recibí varios mensajes preguntando sobre cómo llevarlo a la práctica: ¿cómo lo podemos conseguir?

Pues bien, esto es de lo que hablaremos hoy: de cómo podemos aumentar nuestra vibración y convertirnos así en personas más creativas y con un nivel de conciencia mayor.

Es algo que todos tenemos a nuestro alcance.
 
El Camino para Aumentar la Vibración

Teniendo en cuenta que el hecho de aumentar la vibración está directamente relacionado con la conciencia y la creatividad (tienes más detalles sobre esto aquí), si queremos tener una vibración más alta, también podemos preguntarnos cómo aumentar nuestra creatividad y nuestra conciencia, que a efectos prácticos es lo que más importa.

Y esto tiene un camino muy claro: aumentando nuestro amor.

La creatividad y la conciencia están completamente ligadas al amor. Solo se puede ser creativo y tener un nivel alto de conciencia a través del amor.

Por un lado, la creatividad va siempre unida al amor porque solo el amor puede crear. Solo creamos algo cuando lo amamos. Cuando no amamos, lo que hacemos es destruir.

Y por otro lado, la conciencia alta está unida al amor porque tener un nivel de conciencia alto implica ser capaz de percibir y entender bien las cosas que nos rodean. Y para percibir algo tenemos que amarlo.

Cuando amamos las cosas de nuestro entorno, nos abrimos a ellas, dejamos que entren en nosotros, y de esta manera podemos percibirlas y entenderlas. En cambio, cuando no amamos algo, creamos una barrera a nuestro alrededor que lo rechaza, y así no podemos percibirlo bien ni entenderlo.

Así pues, el camino para aumentar nuestra vibración es aumentar nuestro amor.

Los seres que sienten y expresan mucho amor tienen una vibración alta.

Los seres que sienten y expresan poco amor tienen una vibración baja.
 
Cómo Aumentar Nuestro Amor

Una vez llegamos a este punto, la siguiente pregunta es: ¿y cómo podemos aumentar nuestro amor?

De entrada, podría parecer que la respuesta a esta pregunta debería estar relacionada con los actos: para amar, tenemos que hacer actos amorosos: ayudar a los demás, hacer cosas por nuestro entorno, etc.

Pero esta respuesta no es del todo correcta. Los actos tienen cierto peso en el amor de nuestra vida, pero muy poco. Por esto hay tantas personas que se esfuerzan mucho con sus actos pero su vida no se llena de amor.

La respuesta correcta está en nuestros pensamientos: para llenar nuestra vida de amor, tenemos que pensar con amor.

El amor que fluye hacia ti en cada momento de tu vida no depende de lo que estás haciendo en ese momento, sino de lo que estás pensando.

Te lo puedes imaginar como un torrente de amor que está viajando hacia ti, y que tú, con tus pensamientos, te abres o te cierras a este torrente de amor.

Si tienes pensamientos amorosos y constructivos, tu mente se abre y el amor fluye hacia ti.

Si tienes pensamientos negativos y de rechazo hacia algo, tu mente se cierra y el amor no puede llegar.

Por este motivo, siempre que piensas en cosas positivas te sientes bien, y siempre que piensas en cosas negativas te sientes mal. Tus emociones son un indicador que te avisa de la cantidad de amor que está llegando a ti. Y dependen únicamente de lo que estás pensando.

Cómo Aumentar Nuestra Vibración Interna

Así pues, siempre que pensamos de forma amorosa y positiva, el amor fluye hasta nosotros y nuestra vibración aumenta.

Y siempre que tenemos pensamientos de rechazo hacia algo o alguien, el amor se estanca y nuestra vibración baja.

Por lo tanto, si queremos aumentar nuestra vibración interna, tenemos que pensar en cosas constructivas.

En principio, la idea es simple, pero a la práctica nos cuesta llevarla a cabo. La mayoría de personas no sabemos controlar nuestros pensamientos de forma consciente, y esto hace que vayan apareciendo en nuestra mente de forma descontrolada. Y a menudo acabamos pensando en cosas que no queremos y que no nos favorecen.

Pero esto se puede cambiar.

La mente es como un músculo y, como todos los músculos, se puede fortalecer.

Y la manera de fortalecerla es ejercitarla.

Si quieres aprender a pensar de forma más constructiva, y con ello aumentar tu vibración, puedes ejercitar tu capacidad de elegir tus pensamientos, y poco a poco se irá fortaleciendo.

Puedes elegir algunos ejercicios sobre pensamiento positivo (por ejemplo este o este) y hacerlos de forma regular. De esta manera, desarrollarás la capacidad de crear pensamientos que resuenen cada vez más con lo que realmente eres y quieres.

Es muy parecido a hacer ejercicio físico regularmente.

Si ejercitas el cuerpo de forma equilibrada y saludable, tu estado físico mejora.

Si ejercitas la mente de forma constructiva, tu vibración aumenta.

Y cuando tu vibración aumenta, tu vida se llena de creatividad y de luz.

Un fuerte abrazo,

Jan

www.jananguita.es

domingo, abril 29, 2018

5 técnicas de control emocional para vivir mejor

En nuestro día a día se producen acontecimientos que nos afectan y que escapan a nuestro control. El modo en que reaccionemos ante esas dificultades garantizará sin duda nuestra calidad de vida. Así, un modo sensacional de afrontar esos contratiempos es aplicando técnicas de control emocional. Gracias a ellas nos sentiremos más seguros y competentes en cada momento y circunstancia.

 
 
Antonio Damasio, el conocido médico y neurólogo portugués, nos recuerda en sus libros que el mundo de las emociones era, hasta bien entrado el siglo veinte, un campo de estudio de escaso interés para el mundo científico. Ahí estaban los excelentes trabajos de William James y para muchos especialistas neurología y ciencias del comportamiento, parecía más que suficiente. Fue Damasio quien abrió ese camino, quien ha intentado comprender empíricamente cómo las emociones intervienen en las decisiones que tomamos.

Los sentimientos, así como el mundo emocional configuran un tipo de mecanismo muy sofisticado que se conecta de forma directa con nuestros pensamientos y conducta. Entender estos procesos, gestionarlos y controlarlos para reconducirlos a nuestro favor, nos será sin duda de gran utilidad. Nos ayudará a crear la realidad que deseamos, a sentirnos más seguros de nosotros mismos…

Veamos cómo conseguirlo.
 
“Las emociones no son un lujo… Desempeñan un papel en la comunicación de significados, y pueden también actuar de guías cognitivos”.
-Antonio Damasio-


Técnicas de control emocional para el día a día

Cada decisión, cada pensamiento, cada paso que damos en el día a día está impregnado por algún tipo de emoción. Nada en el ser humano es inocuo, todo tiene una motivación, un recuerdo anclado, un deseo encerrado o un miedo incrustado. El origen de todo ello se encuentra en una estructura cerebral tan maravillosa como compleja: el sistema límbico.

Esta región de nuestro cerebro orquesta gran parte de lo que somos y hacemos. Sin embargo, no siempre nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos. En ocasiones, las emociones nos nublan y afectan a nuestro enfoque, a nuestro pensamiento. Actuamos o reaccionamos de forma desmedida, nos bloqueamos o hasta llegamos a tener la sensación de que todo escapa a nuestro control.

Para evitar o reducir este tipo de situaciones, nada mejor que hacer uso de adecuadas técnicas de control emocional. Veamos algunos ejemplos.
 
1. Controla tus pensamientos

La psicología conductual-cognitiva siempre nos propone buenas técnicas de control emocional. Así, algo que nos puede ser de gran ayuda es recordar esta sencilla estrategia:
  • Las personas no podemos cambiar radicalmente nuestras emociones, pero si mejoramos nuestro enfoque mental podremos regularlas.
  • Cuando nos veamos en una situación donde el miedo, la ansiedad o la preocupación nos controle, debemos detener ese flujo de pensamientos que alimentan la propia negatividad. Hay que decir “basta” y reconducir esos razonamientos hacia otra vertiente más constructiva y útil.
  • Por ejemplo: mañana haré el ridículo en mi exposición, todo saldrá mal ⇔ me he preparado lo bastante para mi exposición, domino el tema y pienso disfrutar comunicando a los demás lo que he trabajado este tiempo.
 
2. Amplía tu enfoque

Las personas solemos mirar el mundo con visión de túnel. Nos focalizamos en un punto y es en esa pequeña mota existencial donde se concentran todos nuestros pensamientos y emociones. Nos olvidamos de lo saludable que es dar un paso atrás y mirar el mundo con mayor perspectiva, oxigenando ideas, poniendo distancia de ciertas personas, situaciones y costumbres que nos atrapan.

Por tanto, cada vez que nos sintamos bloqueados, sin ideas y atosigados por el estrés, alejémonos un poco. Alcemos la mirada y miremos la vida con mayor amplitud y perspectiva. El mundo está lleno de posibilidades.


3. Respira hondo

En nuestro espacio hemos hablado en numerosas ocasiones de la técnica de respiración profunda. Es un recurso tan sencillo como efectivo para regular y controlar las emociones cada vez que estas nos bloqueen o nos superen. Para ello, nada mejor que buscar un espacio tranquilo y relajado y seguir esta pauta:
  • Sentarnos con la espalda recta.
  • Tomar aire por la nariz durante 5 segundos. Procuraremos que todo el aire vaya a la región del abdomen para favorecer así la respiración diafragmática.
  • Contenemos el aire durante 6 segundos.
  • A continuación exhalamos por la boca durante 7 segundos.

Repetimos el ciclo varias veces. La sensación de calma es inmediata.
 
‘Trate a las personas como son, y ellas permanecerán así. Trátelas como si fuesen lo que pueden ser, y las ayudará a transformarse en lo que son capaces de ser”.
-Goethe-
 
4. Visualización y ensayo mental

Otra de las técnicas de control emocional tan efectiva como útil es el ensayo mental. Todos, en algún momento, hacemos eso de anticipar mil fatalidades, fallos, olvidos, encuentros angustiantes y hasta descuidos de lo más aparatosos. Nuestra mente es toda una experta en imaginar las situaciones más catastróficas, pero rara vez da con cómo resolverlas en caso de que sucedieran; más bien se instala en una especie de preocupación continuada.
Esa es nuestra responsabilidad. De ahí la utilidad de los ensayos mentales: visualizar qué haríamos en caso de que nuestra peor pesadilla pasara de verdad.
Por ejemplo, podemos imaginar qué haríamos en caso de que nos despidieran del trabajo. Podemos visualizar también qué le diríamos a ese compañero de trabajo en caso de que iniciáramos una discusión o cómo reaccionaríamos, por ejemplo, si nuestra pareja empezara a mostrar menos interés por nosotros.

Todo ello nos dotaría de estrategias más válidas para estar preparados y reaccionar de forma más ajustada (en caso, eso sí, de que sucedieran)
 
5. El cambio y la expectativa positiva

La vida son ciclos y en ocasiones, hay que renovar ciertas dimensiones de nuestro ser y en especial de ese disco duro psicológico tan complejo en el ser humano. Así, algo que deberíamos recordarnos es que hay épocas en que la motivación decae, momentos donde la apatía y las emociones negativas se adhieren a nosotros como un extraño óxido invisible.

Que esto suceda es algo normal. La motivación, las ganas, la positividad son entidades dinámicas que necesitan de nuevos impulsos para no quedar encallados. Por tanto, cada vez que nos encontremos inmersos en un estado negatividad muy desgastante, lo mejor es decirnos a nosotros mismos que es momento de dar un cambio, de tomar un nuevo impulso.

Lo que no se renueva se estanca y de ahí que debamos ponernos nuevos retos en el horizonte para cambiar el flujo de nuestras emociones. Lo haremos siempre mediante una expectativa positiva, confiando en nosotros, confiando en que aquello que tenga que venir nos vendrá bien y nos permitirá avanzar. Actualizarnos en motivaciones, en un nuevo salto existencial tan enriquecedor como interesante…

No dudemos por tanto en aplicar estas sencillas técnicas de control emocional para vivir mejor.

Valeria Sabater

sábado, abril 28, 2018

Sofrología para escapar del estrés diario

La palabra sofrología proviene del griego serenidad (sos), mente (phren) y estudio, razón (logos). Esta disciplina científica surgió en España, en el campo de la medicina. Su principal misión es investigar cómo potenciar la dimensión positiva de las capacidades mentales del ser humano.

 
 
De igual manera que un músculo puede ejercitarse y mejorarse, el ser humano puede entrenar y desarrollar sus capacidades mentales. Así, la sofrología busca ayudar al ser humano a desarrollar todo su potencial, considerándolo como un ente indivisible y tratando por igual los aspectos físicos y mentales.

La sofrología ha sido designada ambiciosamente como la ciencia de la consciencia humana. Pero no queda ahí la cosa. También ha sido considerada como un conjunto de métodos y técnicas de relajación. Así, podemos afirmar que la sofrología es una propuesta científica que puede ayudarnos a relajarnos en situaciones de estrés.
 
¿Qué entendemos por estrés?

Los científicos dicen que el estrés se produce en todo momento. De hecho, un cuerpo sin ningún tipo de estrés es un cuerpo muerto. Uno ha de desear siempre un cierto estrés. Pero eso no es a lo que se refiere la mayoría de la gente cuando dice “me siento estresado”.

El estrés es una respuesta no específica del cuerpo a cualquier demanda que se le hace. Esta respuesta es fisiológica y psicológica, y está compuesta de cambios grastrointestinales, cardiovasculares y glandulares.

Hay mucha gente que piensa que poco o nada puede hacer cuando se siente estresada. Enfrentarse a los desafíos y emociones de la vida es una habilidad. La buena noticia es que una habilidad puede enseñarse. 

¿Cómo nos ayuda la sofrología frente al estrés?

La disciplina de la sofrología fue creada en la década de 1960 por Alfonso Caycedo. Alfonso Caycedo fue un médico psiquiatra colombiano que ejercía en Madrid y que adaptó técnicas del yoga, el budismo y el zen para incorporarlas al tratamiento de sus pacientes.

De esta manera, la sofrología se convertía en una disciplina para prevenir y combatir el estrés, así como profundizar en el autoconocimiento personal, como apuntamos con anterioridad. La sofrología no puede comprenderse sobre la base de las teorías únicamente, pues la experiencia es la mejor forma de aprender. 

El método Caycedo

El método Caycedo es la estructura práctica de la sofrología. Está inspirado inicialmente en técnicas orientales, como el yoga, budismo y zen, adaptado, actualmente, a nuestra mentalidad y forma de vida.

¿En qué consiste el método Caycedo? Este método consiste en la práctica de la relajación dinámica de Caycedo y de las técnicas frónicas específicas. Pasemos a verlas.


La relajación dinámica de Caycedo

La relajación dinámica de Caycedo (RDC) es el método que se emplea en sofrología. Consiste en la práctica de una serie de técnicas de relajación combinadas con ejercicios físicos y estrategias mentales. Con ellas se intentan lograr fines concretos, como hacer frente al estrés al que estamos sometidos a diario.

Durante su práctica, la persona desarrolla su capacidad de introspección a diferentes niveles. Inicialmente, tomando conciencia de su cuerpo, luego de su mente y posteriormente de sus estados emocionales.

Este proceso fenomenológico de toma de consciencia lleva a un mejor control de las tensiones físicas, de los pensamientos y de las emociones molestas. La persona aprende a transformar hábitos negativos en positivos y adquiere con la práctica una actitud más serena, más consciente de sus valores y de los de su entorno.

La relajación dinámica de Caycedo está compuesta por doce grados que forman parte de una metodología coherente y estructurada. Su objetivo principal es que la persona desarrolle de forma progresiva el conocimiento de sí misma a nivel corporal, mental, emocional, conductual, axiológico y social. Se pretende, así, reducir los niveles de estrés.

Utiliza como medio técnicas de relajación, ejercicios respiratorios y estrategias psicofísicas. Con ello se pretende favorecer una cotidianidad serena, la creación de hábitos positivos, el refuerzo de los recursos del individuo y el desarrollo de los valores existenciales.


Las técnicas frónicas específicas

Estas técnicas se caracterizan por su corta duración y por su especificidad. Pueden durar diez o quince minutos en promedio. Con ellas se trabajan los parámetros del pasado, del presente o del futuro de la persona. Siempre se hace énfasis en sus vivencias positivas.

De la misma manera que una experiencia emocionalmente negativa puede afectar de forma negativa a nuestro equilibrio psicofísico, una experiencia positiva afecta también a toda la persona. La sofrología activa el positivo tanto en la práctica del método Caycedo como en la vida cotidiana.

La persona aprende a experimentar el positivo en sí misma (somatización positiva) y a tomar conciencia de los pequeños momentos positivos de cada día. Según el Dr. Caycedo, toda acción positiva dirigida hacia una parte de la conciencia repercute positivamente sobre todo el ser.

Mediante la relajación dinámica de Caycedo y las técnicas frónicas específicas es posible gestionar de forma positiva el estrés al que nos vemos sometidos diariamente. Pero no sólo eso, también nos servirá para conocernos mejor a nosotros mismos.

Francisco Pérez

viernes, abril 27, 2018

¿Qué hacemos (sin darnos cuenta) para lograr la aprobación de los demás?

A todos nos gusta saber que nuestro entorno nos valora y aprueba nuestra manera forma de ser o las decisiones que tomamos. Esa dependencia no es en sí una debilidad. De hecho, es saludable, siempre y cuando mantengamos un equilibrio que garantice la independencia de nuestras acciones y decisiones. Si lograr la aprobación de los demás no garantiza esa independencia, entonces tenemos un problema.

 
 
Todos necesitamos ser atendidos, validados, alentados y apoyados… y no solo serlo, sino también sentir que lo somos. Completar estas necesidades en la relación con los demás forma parte de lo que podríamos denominar dependencia saludable. Es más, satisfacerlas de una manera sana contribuye a que en determinamos momentos seamos capaces de ser más autónomos, siendo nosotros quienes apoyamos a los demás.

Esto se llama interdependencia, e implica tanto de dar como recibir. Esto es necesario para nuestra supervivencia y para la de nuestras relaciones. Sin embargo, en muchos casos las cosas no son así, y aparece la sobredependencia, una necesidad intensa de la aprobación de alguien.

Cuando la mayor parte de nuestras energías se dirigen a complacer a los demás para obtener su aprobación, entramos en un peligroso círculo. En este sentido, la sobredependencia nos provoca sentimientos de vacío, inadecuación, pérdida, confusión e insignificancia.


Cuando el objetivo es lograr la aprobación de los demás

Para entendernos mejor como adultos, es importante que analicemos algunos aspectos de nuestra infancia. El primer factor de influencia, que no necesariamente condicionante, será: cómo recibimos entonces la aprobación/desaprobación de nuestros padres y cuidadores. Esto puede estar muy relacionado con lo que hacemos ahora para buscar la aprobación o evitar la desaprobación. Lo cierto es que de alguna manera nuestro cerebro pudo quedar programado con conductas de autodefensa ante la desaprobación de los demás que ahora pueden estar obstaculizando nuestras relaciones.

Las defensas que creamos en la infancia cuando no nos sentimos lo suficientemente amados o valorados por nuestros cuidadores principales probablemente nos sirvieron razonablemente bien en ese momento. Pero, en la actualidad, estas defensas nos lo ponen difícil para construir nuevas relaciones basadas en la confianza e incluso en la intimidad. Irónicamente, estas mismas defensas también pueden impedirnos lograr la autoaprobación.
 
¿Qué hacemos para evitar la desaprobación?

En ese intento por buscar la aprobación de los demás, con frecuencia actuamos de maneras poco aconsejables. Estas conductas disfuncionales son una forma de autosabotaje de las que, en muchas ocasiones, no somos conscientes. Según la propuesta que hace el doctor Leon F. Seltzer, estas formas disfuncionales de evitar la desaprobación de los demás son las siguientes:
 
Eres un perfeccionista o siempre te pones bajo presión para hacerlo mejor

Esta conducta disfuncional hace que te sientes obligado a tratar de hacer prácticamente todo de la manera más perfecta posible. Esta forma de tratar de eliminar la desaprobación de los demás no tiene que ver con la búsqueda de la excelencia, mucho más saludable y mucho más selectiva, o con una motivación intrínseca por mejorar. Esta actitud hace que “ser lo suficientemente bueno” no baste. De hecho, al sentir que no se es el mejor, la conclusión que se saca es “no ser lo suficientemente bueno”.

Ser la mejor versión de ti mismo no implica ser necesariamente el mejor. O tal vez sí. El caso es que no lo sabrás si no dejas de centrar tus esfuerzos en parecer aquello que los demás esperan (o crees que esperan) de ti.

Evitas emprender cualquier proyecto en el que puedas fallar

Cuando se iguala el fracaso con la desaprobación o el rechazo de los padres, también podemos negarnos rotundamente a intentar cualquier proyecto en el que el éxito no esté garantizado. El origen de esta aversión al riesgo puede situarse en la infancia, pero también en situaciones posteriores en las que la persona ha corrido ese riesgo, ha perdido y como consecuencia, ha tenido que pagar un precio muy alto por ello.

Pero las personas exitosas generalmente lo son porque no son especialmente reacias al riesgo. Están dispuestas a “buscarlo”, porque ven el fracaso como el primer paso hacia el éxito final.
 
Te adelantas a la desaprobación de otra persona manteniéndote a una distancia “segura” de ella

Si en la infancia finalmente desististe de tratar de obtener la aprobación de tus padres, porque nada te ayudó a sentirte más conectado con ellos, es posible que hayas llegado a negar por completo la necesidad de ese apego. Sea con esa primera relación o con otras posteriores, lo cierto es que el automatismo de guardar este tipo de distancias suele ser aprendido.

Es probable que desconfíes de los demás si de niño no lograste la aprobación y el apoyo que necesitabas. Tu instinto por proteger tu ego te obligará a mantener a los demás a distancia. Como consecuencia, no podrás sentirte íntimamente ligado a otro. En este sentido, la ira es la defensa más comúnmente utilizada para mantener a las personas a una distancia segura.
 
Eres una persona complaciente y codependiente

La cuarta conducta disfuncional para evitar la desaprobación de los demás que propone el doctor Seltzer consiste en una actitud complaciente y codependiente. Si cuando eras niño aprendiste a anteponer siempre los deseos de los demás a los tuyos propios, dejándolos en un plano secundario, es probable que sigas haciendo lo mismo.

Con esa conducta complaciente y codependiente, asumes más responsabilidad por los pensamientos y sentimientos de los demás que por los tuyos propios. Si cuando eras niño anteponer tus necesidades provocó la desaprobación de tus padres, de adulto quizás pienses que los demás te rechazarán si te priorizas.

Pensamientos finales

Si te has visto reflejado en alguna de estas conductas para obtener la aprobación de los demás es buen momento para analizar con detalle qué estás haciendo que te impide sentirte satisfecho. No puedes cambiar el pasado, pero puedes influir en tu presente y en tu futuro.

Puedes reprogramar tu cerebro. Y si no puedes hacerlo solo, busca ayuda.

Eva Maria Rodríguez

jueves, abril 26, 2018

Placer y propósito: los ingredientes de la felicidad

Realizar actividades que nos proporcionan placer y propósito (o finalidad) puede hacer que aumente nuestra felicidad. De hecho, tanto el propósito como el placer se han postulado como dos ingredientes fundamentales de la felicidad. 


 
Pero antes de nada, debemos dar respuesta a una pregunta importante: ¿qué es la felicidad? Sentirse feliz depende en gran medida de aquello que hacemos y pensamos. No se puede ser feliz sin sentir placer en aquello que realizamos. Tampoco se puede ser feliz pensando en términos negativos.
 
“Solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”.
-Aristóteles-

¿Qué es la felicidad?

Cuando uno es feliz, la vida le va bien. Pero ¿qué es exactamente la felicidad? Esto es importante porque las diferentes maneras que tenemos de definir la felicidad, afectan a lo que podemos hacer por mejorarla. El profesor Paul Dolan cree tener la respuesta a esta pregunta.

Paul Dolan es internacionalmente conocido como experto en felicidad, comportamiento y políticas públicas. Es profesor de ciencia conductual en la London School of Economics and Political Science y ha sido investigador invitado en la Universidad de Princeton en el equipo del profesor Daniel Kahneman.

Según este autor, la felicidad es el conjunto de experiencias de placer y propósito a lo largo del tiempo. La vida te va bien cuando te sientes feliz. Según el filósofo Jeremy Bentham, el placer es lo único bueno, y el dolor, lo único malo. Sin embargo, algunos especialistas prefieren términos como “disfrute” y “sufrimiento”.

En términos generales, cada uno de nosotros puede ser clasificado según la preponderancia de distintas clases de sensaciones. Las personas felices tienen más sensaciones positivas que negativas. Utilizando el lenguaje de Bentham, por lo general sienten placer y no mucho dolor.

Así pues, cuanto más frecuentes e intensas sean tus diversas sensaciones de placer, más feliz serás. Sin embargo, existen otras sensaciones que son importantes aparte de las categorías de placer y dolor: el propósito y la falta de sentido. 

El principio del placer y propósito

Placer y propósito los podemos entender como abreviaturas para una amplia gama de sensaciones positivas y negativas. Estas sensaciones serían las de plenitud, significado y utilidad, por un lado, y aburrimiento y futilidad, por otro lado.

Si pensamos en el trabajo o en los estudios, nos daremos cuenta de que estas actividades dan algunas veces la sensación de tener mucho sentido o propósito. Otras veces, no. Pues bien, estas sensaciones buenas y malas importan tanto como las de placer y dolor.

Escribir un libro es un magnífico ejemplo de hacer algo que parece tener sentido, un propósito. Tomar una cerveza con los amigos transmite una sensación de placer. Son sensaciones diferentes pero que nos proporcionan felicidad.

Así pues, para ser feliz de verdad, se debe sentir tanto placer como propósito. Se puede ser tan feliz o desdichado como otros pero con muy diversas combinaciones de propósito y placer. La cuestión es que se han de sentir los dos: placer y propósito. A esto es a lo que denomina Paul Dolan el principio del placer y propósito. 

Las emociones negativas pueden ser positivas

Este principio explica la motivación humana para buscar placer y propósito-finalidad, y evitar el dolor y la falta de sentido. Pero también ayuda a explicar por qué ciertas emociones generalmente negativas pueden a veces ser positivas si tienen un objetivo.

El enfado, por ejemplo, tiene la función de frenar el egoísmo y estimular la conducta cooperativa. Por tanto, no queremos experimentar siempre buenos sentimientos. La vida puede ser cruel, lo mismo que la gente, de manera que a veces necesitas enfadarte. Pero también nos enfadamos sin necesidad, naturalmente. Por ejemplo, cuando nos estresan los pequeños fastidios.

La felicidad perdida no puede recuperarse

Un día tras otro, un momento tras otro, tienes sentimientos de placer, finalidad, dolor y falta de sentido. Eres más feliz cuando experimentas una mayor proporción de sentimientos positivos, y cuando los experimentas durante más tiempo.

Así pues, la felicidad tiene que ver, en última instancia, con el principio del placer y propósito a lo largo del tiempo. El tiempo es un recurso escaso, eso es así. Curiosamente, son pocos los investigadores que se plantean la felicidad en función del uso del tiempo.

A la larga, hemos de intentar utilizar las horas y los minutos de tal modo que obtengamos placer y propósito globales en grado máximo durante el mayor tiempo posible. Igual que no podemos recuperar el tiempo perdido, tampoco la felicidad perdida se puede recuperar.

Permanecer en un empleo aburrido o mantener una relación fastidiosa prolonga sin más el malestar y es improbable que cualquier felicidad futura compense del todo esta pérdida. La felicidad perdida se ha perdido para siempre.

La razón fundamental por la que la mayoría no somos tan felices como podríamos es que nuestra forma de asignar nuestra atención suele estar reñida con la idea de experimentar todo el placer y el propósito posibles. Es comprensible que no seamos tan felices como podríamos si permitimos al yo evaluador atender a deseos equivocados sobre lo que debería motivarnos y hacernos felices.

Así que, ya lo sabes. Si deseas ser más feliz deberás realizar actividades que te proporcionen placer y propósito en la vida. Pero no olvides que es importante que estas actividades sean prolongadas en el tiempo. Así podrás maximizar tu felicidad.

Francisco Pérez

miércoles, abril 25, 2018

Qué hacer en uno de esos días en que no quieres levantarte…

A todos nos ha pasado alguna vez. Llegan esos días en que no quieres ni levantarte, bien sea porque enfrentas al mismo tiempo muchos problemas o porque estás en un proceso de duelo que no encuentras la manera de sortear. También es posible que se deba a que, francamente, te sientes aburrido con todo, pero no encuentras la manera de salir de ahí.

 
 
Lo que menos quieres en esos días es que alguien llegue a darte ánimo. Así de enredado es ese estado emocional. Uno necesita motivación, pero rechaza todo lo que pueda proporcionársela. Básicamente, no quieres ni levantarte de la cama, sino permanecer ahí, en un estado de inactividad. Dormir o semivelar, pero en todo caso no pararte a afrontar el día.

Quizás todo esto no sea tan malo. Es posible que uno de esos estados sea una forma extrema de hacer un alto. Tal vez necesitabas de ese alto hace tiempo, pero no lo habías reconocido. Esos días en que no quieres ni levantarte son también una buena oportunidad para comenzar a enfrentarte a lo que está ocurriendo. 

“Necesariamente vence siempre el entusiasta al apático. No es la fuerza del brazo, ni la virtud de las armas, sino la fuerza del alma la que alcanza la victoria”.
-Johann Gottlieb Fichte-


No quieres ni levantarte, haz un paréntesis

Es válido, incluso recomendable, que eventualmente te des un espacio en esos días en que no quieres ni levantarte. Es válido, incluso recomendable, hacer una pausa. Probablemente es lo que tu mente te está pidiendo a gritos y no has querido escuchar. La vida no se trata de hacer siempre lo que uno quiere, pero sí hay circunstancias en las que es importante darle un margen a nuestros deseos.

Lo que no vale es que, en un contexto de tristeza, no te levantes en todo el día, o te levantes solo un rato para volver a la cama. Y no se vale porque esto significa ceder y dar un paso adelante en/hacia la depresión. Si cedes y cedes, vas a empezar a cortar vínculos, a tener problemas laborales o a envolverte en una espiral de apatía del que después es muy difícil salir.

Lo recomendable es hacer un paréntesis. Recuerda que un paréntesis se abre y se cierra. Está pasando algo y necesitas pensar qué es. Por qué has llegado a uno de esos días en que no quieres ni levantarte. Tratar de buscar una salida, aunque sea solo parcial, para esa situación.
 
Los primeros pasos

Hoy no quieres ni levantarte, pero tienes que hacerlo. Duerme un poco más si así lo quieres, pero no te permitas caer en un exceso. Ese es el primer objetivo que debes proponerte en un día así. También es el primer logro a conseguir para salir de ese estado.

Plantéate los pasos a seguir. Levantarte, bañarte, vestirte. Cada uno de ellos es un objetivo a cumplir. Si te quieres y quieres que tu vida sea mejor, comienza por ahí. Busca y encuentra la manera de que esto no afecte tus obligaciones laborales o que no te cause un perjuicio serio el trabajo o el estudio. Eso es muy importante. Si la pausa te trae problemas, es posible que levantarte mañana sea todavía más difícil. Por otro lado, si lo aplazas, marca un día en el calendario, una salida de referencia.

Resueltos esos problemas prácticos, no te encierres en casa. Si te apetece leer, mejor en un parque con niños que contagien alegría, con un entorno que no te recuerde que entre las tareas pendientes está la de limpiar la casa.


Toma el control

Si logras llegar a ese punto en el que estás fuera de casa, en un espacio tranquilo y verde, y has identificado la fuente principal de tu apatía, buenas noticias: comenzaste a tomar el control de la situación. No para ahí. Tienes que ir un poco más allá.

Examina las alternativas que tienes frente a esa gran preocupación que te inquieta y te deprime. Piensa si es la primera vez que te sucede o si ya habías estado así antes. ¿Con mucha frecuencia? ¿Con mucha intensidad? ¿Presientes que hay algo más allí, que no logras visualizar? Dependiendo de las respuestas a esas preguntas sabrás si puedes solucionarlo tú de manera autónoma o necesitas ayuda.

Si no encuentras respuestas para esas preguntas o te sientes confundido respecto a ellas, no te preocupes. Es normal que esto suceda. En este punto debes ser consciente de que es hora de cerrar el paréntesis. La vida tiene que seguir. Si sientes que eso no es posible, definitivamente es porque necesitas ayuda. Si ves que es posible, sigue adelante. Vuelve sobre los interrogantes al día siguiente y cuantas veces sea necesario, hasta que encuentres una respuesta.

Mientras tanto, no olvides que aunque vuelvas a tener uno de esos días en que no quieres ni levantarte, es necesario que lo hagas. Que te plantees objetivos diariamente y los logres. No cedas a la tentación de hundirte en la insatisfacción. No te llevará a ninguna parte.

Edith Sánchez

martes, abril 24, 2018

Los 5 Mejores Libros para Atraer la Abundancia y la Prosperidad a Tu Vida

Hoy hablaremos de los cinco mejores libros para atraer la abundancia y la prosperidad a tu vida.

 
 
Obviamente, no son los mejores libros en términos absolutos, sino los que a mí más me han gustado y más me han servido en mi camino personal.

Como comentamos hace unas semanas en el blog, la abundancia es uno de los cuatro pilares que sustentan una vida feliz. A menudo tenemos la sensación de que el dinero es algo malo y sucio, pero no es así. El dinero es solo una herramienta, y lo único que hace es amplificar lo que ya hay en nuestro interior. Si estamos desequilibrados, el dinero amplifica el desequilibrio; pero si estamos equilibrados, amplifica el equilibrio.

Así que si has logrado un mínimo equilibrio personal interno, no le tengas ningún miedo al dinero.

Al contrario, ábrele las puertas de tu vida. Te ayudará a estar mucho mejor.

Y una de las mejores maneras de hacerlo es leer libros sobre el tema. Hay muchas personas que han dedicado su vida a comprender cómo funciona la riqueza, y podemos nutrirnos de ellas y conectar con su energía de abundancia y prosperidad.
 
El Dinero y la Ley de la Atracción

El primer libro de esta lista es “El Dinero y la Ley de la Atracción”, de Esther y Jerry Hicks.

Si tuviera que recomendar un solo libro sobre bienestar económico, o incluso sobre la vida en general, probablemente sería este. Es de los pocos libros que he leído más de una vez, y seguramente lo volveré a leer.

Es un libro que habla de cómo atraer la abundancia y la prosperidad, pero en realidad va mucho más allá de esto. Habla de la importancia de nuestros pensamientos, no solo en nuestra situación económica, sino en toda nuestra vida.

Todo lo que nos pasa depende de nuestros pensamientos. Todo.

Y nuestra economía también.

Así que si quieres mejorar tu situación económica, tu prioridad absoluta debe ser mejorar tus pensamientos sobre el dinero. Los actos no tienen ninguna fuerza por sí solos si no van acompañados de pensamientos.

La abundancia, al igual que todo en nuestra vida, es una cuestión mental. Y este libro te lo recuerda a cada página y te acompaña para que la puedas lograr.
 
La Ciencia de Hacerse Rico

El segundo libro es “La Ciencia de Hacerse Rico “, de Wallace D. Wattles.

Este libro ya tiene más de un siglo y se nota en el estilo, pero aún así es muy potente. Es otro de los pocos libros que he leído más de una vez.

El hilo principal del libro va en la misma línea que “El Dinero y la Ley de la Atracción”: la clave de nuestra vida está en nuestros pensamientos. Pero aparte de esto, da varias pautas concretas que debemos seguir para atraer la abundancia.

Todas las pautas que da son muy interesantes, pero hay dos que me parecen especialmente importantes.

La primera es que, para atraer la abundancia y la prosperidad, debemos dar siempre más valor a los demás del que recibimos de ellos a cambio.

Es decir, si vendemos algo (y todo el mundo vende algo; los asalariados venden su tiempo), eso que vendemos deber tener más valor que el dinero que recibimos a cambio. Si vendes un producto, ese producto debe tener más valor que el dinero que cobras al venderlo. O si vendes tu tiempo a una empresa, lo que haces en ese tiempo debe tener más valor que el salario que recibes a cambio.

Esta idea es importante, porque es lo contrario de lo que solemos hacer. La mayoría de personas queremos recibir más de lo que damos. Y la prosperidad no funciona así. Para prosperar, siempre debes dar más de lo que recibes.

Y la segunda pauta importante es que siempre, en toda circunstancia, debes trasmitir la vibración de ser una persona que avanza. Tus palabras, tus conversaciones y tu actitud en general debe ser la de una persona que avanza.

Así que debes cuidar mucho lo que dices y la imagen que trasmites. Olvídate de las quejas, los lamentos y las conversaciones pesimistas. El universo está escuchando, y aquello que expresas es lo que vas a recibir.
 
El Hombre más Rico de Babilonia

El tercer libro es “El Hombre más Rico de Babilonia”, de George S. Clason.

Este libro, ambientado en la antigua Babiliona, trata de un grupo de trabajadores que se preguntan por qué, a pesar de trabajar duramente día tras día, no consiguen prosperar. Llegan a la conclusión de que algo deben estar haciendo mal, así que deciden ir a buscar al hombre más rico de la ciudad y preguntarle cuáles son los secretos de la abundancia.

Cuando lo encuentran y le hacen su petición, el hombre rico accede a compartir sus conocimientos, y prepara para ello una serie de reuniones donde les va dando las claves para prosperar económicamente.

Concretamente les da siete claves, pero para mí la primera es la más importante, y con diferencia. Es muy simple, pero encierra un gran poder.

Es esta: de cada diez monedas que ganes, una es tuya para que la ahorres.

Que traducido a nuestros tiempos significa que tienes que ahorrar el 10% de lo que ganes (como mínimo). Y tienes que hacerlo justo en el momento que lo ganas. No se trata de ir gastando durante el mes e intentar que al final te sobre el 10%, sino que justo cuando recibes un ingreso, el 10% lo apartas directamente y vives con el resto.

En muchos casos, esto implica una gran transformación a nivel interno.

En un primer momento, alguien puede pensar: es imposible, llego muy justo a final de mes. No podré ahorrar el 10% de ninguna manera. Pero no es cierto. Si uno se lo propone, lo consigue.

Si todo el dinero que llega a tus manos se te escapa enseguida, será muy difícil que puedas prosperar. Así que tienes que aprender a retener una parte de lo que ganas.
 
Padre Rico, Padre Pobre

El cuarto libro de esta lista es “Padre Rico, Padre Pobre”, de Robert Kiyosaki.

Este es un libro que me impactó mucho cuando lo leí, pero no sé si me gustaría si lo volviera a leer ahora. No es un libro espiritual en absoluto, y para las personas espirituales algunos de los temas que trata pueden ser un poco incómodos. Pero precisamente por esto sirve como impulso para poner más los pies en la tierra, y a mí me ayudó mucho en este sentido.

A lo largo de sus páginas, rompe muchos tabús y mitos sobre el dinero, y explica muchos conceptos interesantes sobre la prosperidad. Si eres como yo que a menudo estás más con la cabeza en el cielo que en la tierra, te puede servir para bajar un poco y conectar más con tu energía terrenal.
 
El Canal de Dimitri Uralov

Y por último, el quinto libro de esta lista no es un libro, sino un canal de YouTube: el canal de Dimitri Uralov.

Dimitri trata muchos temas relacionados con la economía, pero su especialidad principal son las finanzas personales: cómo gestionar el dinero que va pasando por tus manos.

Hace varios años que sigo su trabajo, y me gusta mucho. Trata las finanzas de forma muy práctica, y también muy humana. Y gracias a él, en casa la gestión de nuestra economía familiar ha hecho un gran cambio a mejor: ahora ahorramos a principio de mes y no al final, tenemos cuentas separadas para los diferentes tipos de gastos, sabemos en qué gastamos el dinero, etc. No vamos gastando sin más según llegan las facturas, si no que lo tenemos todo bien organizado (o casi todo ).

Según cómo se mire, organizar las finanzas personales puede parecer un poco aburrido. Pero una vez lo preparas, es casi automático y fluye mucho mejor. Para mí, es parecido al concepto de Marie Kondo sobre el orden de la casa: cuando sabes las cosas que tienes, dónde las tienes y por qué las tienes, la energía del hogar es diferente.

Pues con el dinero pasa lo mismo: cuando le pones conciencia, lo cuidas y lo organizas con amor, fluye de forma diferente.

Todo es diferente cuando lo iluminas con tu conciencia y tu amor.

La economía también.

Un gran abrazo,

Jan

www.jananguita.es

lunes, abril 23, 2018

Cómo dejar de ser apático: 7 consejos

La apatía es un elemento que día a día desgasta el bienestar de muchas personas. Y es que si bien la felicidad no tiene que ser la norma y que el imperio de las sonrisas puede llegar a asfixiar generando expectativas poco realistas, las personas apáticas acostumbran a sufrir por motivos diferentes. La sensación de que no hay nada que nos motiva es dura, y lleva a un estancamiento emocional psicológicamente doloroso.

 
 
En este artículo veremos algunos consejos sobre cómo dejar de ser apático, así como información relacionada con la gestión de las emociones.
 
¿Cómo dejar de ser apático? Transformando hábitos

En las próximas líneas veremos qué hábitos pueden contribuir a dejar atrás la apatía y empezar a vivir la vida con un tipo de regulación emocional más equilibrado.
 
1. Plantéate tus metas a largo plazo

Muchas veces, la apatía aparece porque aquello hacia lo que dirigimos la mayor parte de nuestros esfuerzos no tiene ningún significado para nosotros. Este es el caso, por ejemplo, de las personas que empiezan una carrera universitaria sin pensarlo mucho, simplemente a causa de la presión social que señala que si se puede costear es casi obligatorio formarse en una facultad.

Este tipo de compromisos nos atan a objetivos a largo plazo que realmente no valoramos, a cambio de sacrificar muchas cosas de nuestro día a día. Por eso, es necesario detenerse a pensar si hay algo que nos esté reteniendo, saboteando nuestras posibilidades de mejora. Lo cual nos lleva al siguiente paso a seguir.
 
2. Asume la necesidad de cambios radicales

Para dejar de ser apático o apática son necesarios cambios profundos, que afectan a más de una faceta de la propia vida. Este tipo de evolución personal se parece mucho más a cambiar de trabajo que a empezar a incorporar un nuevo ingrediente a la dieta.

Salir de la zona de confort es incómodo, porque romper con viejas dinámicas de comportamiento que aportan estabilidad siempre lo es, pero en muchas ocasiones resulta necesario para sentirse mucho mejor, comenzar a sentir interés por la posibilidad de empezar proyectos, etc.
 
3. Piensa en lo que te gusta hacer

La gran mayoría de personas que sienten apatía conservan la capacidad para disfrutar puntualmente de ciertos tipos de actividades. Para empezar a ilusionarse con lo que se hace, pues, es bueno pensar en proyectos a desarrollar durante semanas o meses y que involucren la realización de una o varias de esas actividades, hasta el punto de hacer de ello su pilar central.

Por ejemplo, las personas creativas pueden pasar de pasarse todo su tiempo libre viendo la televisión o visitando Internet a proponerse escribir una novela corta, realizar un cortometraje de bajo presupuesto, etc. Quienes, por el contrario, sientan interés por una afición muy concreta, pueden empezar un blog sobre ese tema que sirva a su vez para generar comunidad, o bien proponerse aprender más sobre ella, etc.
 
4. Retoma tus contactos

Tener una buena vida social es importante para salir de la apatía, ya que el aislamiento favorece que se entre en dinámicas de comportamiento en las que reina la costumbre y la pasividad. Así, volver a tener contacto con los viejos amigos es bueno, porque por un lado estas personas tienen mayores posibilidades de involucrarnos en actividades o proyectos que nos gusten (por algo surgió esa amistad).
 
5. Busca también nuevos amigos

Por otro lado, nunca está de más crear nuevos amigos, dado que normalmente las situaciones de socialización en las que se entra en contacto con gente nueva resultan emocionantes y pueden dar lugar a historias comunes que signifiquen algo para nosotros.

Sin embargo, este paso no tiene por qué ser necesario, dado que ponerse a buscar nuevas amistades de manera deliberada no es algo que sea del agrado de todo el mundo y no necesariamente tiene por qué garantizar que se encontrará a alguien que nos interese. Simplemente hay que valorar esa posibilidad.
 
6. Revisa tus expectativas

En ocasiones, la apatía aparece fundamentalmente porque se ha interiorizado una manera de pensar demasiado pesimista. Pero que la vida no sea fácil no significa que no puedan ocurrir cosas buenas si adoptamos actitudes constructivas.

Por eso, quien se plantee dejar de ser apático debe revisar sus expectativas y pararse a pensar si estas son realistas o no. Es frecuente que quienes se sienten mal o apáticos eliminen de sus previsiones la posibilidad de sentirse ilusionado por algo, pero esto es a causa de la dinámica emocional en la que se entra, no porque efectivamente exista una ley del universo por la cual las cosas buenas no ocurran.
 
7. Si es necesario, busca ayuda

No todos los casos son fáciles de solucionar sin ayuda. Por eso, hay que valorar si es necesario acudir a la ayuda profesional de los psicólogos. La apatía no deja de ser dañina por el simple hecho de no ser depresión o tristeza, y es bueno ser consciente de ello para poder hacer todo lo posible por sentir la motivación y el interés.

Arturo Torres

domingo, abril 22, 2018

El cambio no produce dolor, sino la resistencia a él

¿Por qué se temen los cambios si la vida se compone de ellos? El cambio es la única constante, lo más seguro que tenemos en el universo. Hoy no somos la misma persona que ayer, pero tampoco que mañana, por mucho que nos empeñemos en ello.

 
 
Un cúmulo de circunstancias suceden para que esto sea así, aunque no nos demos cuenta. Por esta razón, hay que derribar el temor a cambiar. Existen mejoras formas de vivir que la resistencia infinita a lo nuevo. Ahora bien, ¿por qué a veces creemos que cualquier tiempo pasado fue mejor?

Idealizar el pasado es una de nuestras costumbres, fruto de una tendencia a olvidar lo negativo y seleccionar únicamente recuerdos positivos. De ahí que recordemos mucho mejor las experiencias felices de la infancia. Además, si nos encontramos en un momento de preocupación y desesperación, es probable que al compararlo con épocas anteriores consideremos que todo lo vivido fue más fácil que eso que nos está sucediendo.

La memoria no es fidedigna, ya que cambia de forma constante. De hecho, los recuerdos tienen un período sensible en el que pueden ser modificados en relación a los nuevos acontecimientos. Así, vamos dulcificando todo lo vivido por regla general y almacenándolo para comparar cada vez que nos ocurra algo.

Si tenemos en cuenta lo anterior, no nos será extraño pensar que nuestro cerebro está prefabricado para que nos den miedo los cambios, ya sean buenos o malos. Es decir, al cerebro le gusta ahorrar y sentirse seguro, de ahí que un cambio le suponga salir de esa zona de confort y experimentar temor y miedo. ¿Cómo va entonces a preferir los cambios?

Por otro lado, el exceso de adrenalina que generamos para poder afrontar cualquier cambio, el cerebro puede confundirlo con sensaciones parecidas a la desconfianza o el peligro. Aunque en realidad esta activación nos ayuda a sobrellevar mejor las nuevas situaciones. Por lo tanto, todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía.
 
“Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río en el que se baña”.
-Heráclito de Efeso-

Cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar

El escritor, poeta y filósofo Henry David Thoreau hizo una afirmación muy acertada: las cosas no cambian, cambiamos nosotros. El fluir de la vida nos afecta y nos transforma de algún modo. Cuanto antes lo aceptemos mucho mejor porque seremos capaces de gestionar los cambios. De esta forma, no quedaremos atrapados en el pasado pero tampoco en las ilusiones del futuro, sino que viviremos conscientemente en el presente.

Porque no somos las mismas personas que el año pasado, pero tampoco lo son las personas a quienes amamos. Aún así es extraordinario que cambiando, podamos seguir amando a alguien que también lo hace, al igual que con nosotros mismos.
 
“Cada día me miro en el espejo y me pregunto: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”. Si la respuesta es “No” durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo”.
-Steve Jobs-
 
La resistencia al cambio delata nuestros defectos

La salud mental depende de la capacidad de una persona para evolucionar y adaptarse a sus circunstancias. Permanecer anclados rígidamente en modelos y esquemas primigenios sólo servirá para acumular angustia. Por lo tanto, no hay que resistirse a aprender de la experiencia y a cambiar con ella.
Cualquier cosa a lo que uno se resiste, persiste. La libertad del espíritu tropieza con la resistencia que a veces opone el miedo a lo desconocido.

Evitar cambiar manifiesta intrínsecamente que deseamos quedarnos en un lugar que nos resulta cómodo, ese en el que no tengamos que afrontar nuestros miedos. Así, cambiar requiere plantarle cara a la incertidumbre y saber que cuando lo hagamos nos sentiremos ansiosos e inseguros.

Por otro lado, la resistencia al cambio puede significar que la persona no se responsabiliza de los problemas y prefiere evitarlos o buscar las causas estos fuera, culpando a los demás de sus errores. Evidentemente, esto es mucho más fácil, pero no lo más satisfactorio ni lo que impulsa seguir avanzando. .

Fátima Servián Franco

¿Cómo dejar de sentir rencor? 5 consejos útiles

Sentir rencor puede resultar una experiencia aparentemente estimulante, ya que para algunas personas es algo que le añade sentido a la vida. El hecho de sentirse ninguneado, engañado o ultrajado por alguien hace, por ejemplo, que se tenga un motivo para canalizar los esfuerzos en mostrarle a esa persona que “no ha podido con nosotros”, que a pesar de lo ocurrido se ha seguido hacia adelante como si nada. Por eso, quienes se sienten así a veces no se dan cuenta de que tienen un problema.

 
 
Lo cierto es que dejar de sentir rencor es una opción mucho mejor que continuar en ese estado mental, tal y como veremos. Basar una parte significativa de la vida en eso, no tiene sentido.
 
¿Cómo dejar de sentir rencor y pasar página?

Antes de comprender por qué son útiles los consejos sobre cómo dejar de sentir rencor, es importante entender más bien por qué es importante dejar atrás esa tendencia a evocar constantemente las experiencias pasadas por las que nos sentimos resentidos.

  • En primer lugar, aunque el hecho de guardarle rencor a alguien puede aportar una cierta motivación en algunos contextos, también hay que considerar que a la vez que se experimenta esa sensación, aparece también un malestar que surge del hecho de pensar a menudo en algo malo que nos ocurrió en el pasado. Esto es ya de por sí doloroso psicológicamente, y además puede contribuir a que adoptemos una perspectiva sobre nosotros y sobre la vida demasiado pesimista como para ajustarse a la realidad.
  • En segundo lugar, la motivación que puede aportar no tiene por qué ser lo suficientemente potente como para compensar los daños a la autoestima que suelen producirse cuando se rememoran esos agravios pasados. Pero además, si finalmente nos lleva a cumplir un objetivo, la sensación no suele ser la de triunfo, ya que al fin y al cabo solo se basa en imaginarnos que en un sentido simbólico hemos superado a quien nos hirió, algo que no tiene por qué significar mucho en términos más racionales; esa persona solo era especial por lo mal que nos hizo sentir, pero una vez se desmitifica su figura, ¿qué queda?

A continuación repasaremos varios consejos acerca de cómo dejar de sentir rencor. Ten en cuenta que para que funcionen hay que aplicarlos a los hábitos del día a día, no limitarse a pensar en ellos.
 
1. Toma una perspectiva distante

Prácticamente cualquier experiencia vital puede ser vista desde una perspectiva más subjetiva, por un lado, o más distante, calmada y racional. Por supuesto, no es posible pasarse toda la vida experimentando las cosas a vista de pájaro, como si todo le ocurriese a otra persona. Pero en ocasiones, optar por esto en momentos puntuales resulta muy útil para regular las emociones.
 
2. Si es posible, entra en contacto con esa persona

Muchas veces, todo se arregla con diálogo. Incluso si el motivo por el que sentimos rencor parte de una acción intencionalmente hostil hacia nosotros, es muy posible que en el momento presente, la persona que nos dañó se arrepienta.

Así pues, merece la pena crear la oportunidad para que el resentimiento se vaya por sí solo al no tener nada a lo que aferrarse, si se produce una reconciliación o una disculpa honesta.
 
3. Redirige las frustraciones

Hay quien no siente rencor por una persona en concreto, sino por un colectivo abstracto, o incluso por la sociedad en general. Por eso, en estos casos es necesario reflexionar sobre cuáles son los verdaderos motivos por los que ese sentimiento está ahí y asegurarse de que no se está atribuyendo el propio malestar a algo que no existe más que en nuestra imaginación.
 
4. Gestiona bien tu atención

No se trata de distraerse, sino de tomar consciencia de que si estuviésemos constantemente pensando en todo lo malo que ocurre, no saldríamos nunca de la cama, pero eso no haría que tuviésemos una comprensión profunda sobre lo que es el mundo. Contamos con un tiempo y con unos recursos limitados, así que hay que saber reconocer la existencia tanto de lo bueno como de lo malo.

A veces, este pesimismo vital es mantenido porque se cree que aunque no nos hace sentir bien, al menos da una visión real de lo que ocurre. Darse cuenta de que esto es falso es importante para dejar ir esta dinámica de pensamientos negativos.
 
5. Refuerza tus amistades

Si la intensidad de los pensamientos negativos hacia una o más personas es superior a los sentimientos de apego que sentimos por otros, es fácil concentrarse solo en lo primero. Por eso, estar junto a amigos y seres queridos en general hace que tenga aún menos sentido aferrarse al rencor. Las personas que se sienten bien no tienen tiempo ni motivos para hacer de ese estado mental uno de los pilares de sus vidas diarias.

Arturo Torres

sábado, abril 21, 2018

Cómo superar los sentimientos de culpa, en 8 claves

Todos nos hemos encontrado alguna vez ante una situación que hemos gestionado como hemos podido, tal vez sin tener la información o la paciencia necesaria, causando un malestar a otra persona.

 
 
Ante situaciones así es habitual que aparezca el sentimiento de culpa. Pero… ¿qué es la culpa? Se trata de una emoción negativa que tiene una gran función psicológica: nos ayuda a reflexionar sobre nuestro comportamiento y actitudes a fin de evitar caer en los mismos errores en el futuro.

Aunque tiene una faceta positiva, la culpa puede volverse en nuestra contra cuando nos provoca pensamientos intrusivos que nos atan a algún momento desafortunada de nuestras vidas.
 
Sentimientos de culpa: ¿por qué aparecen?

La culpa puede tener distintas causas y orígenes. En ciertas personas, puede deberse a una emoción que debutó en la infancia a causa de ciertas relaciones disfucnionales con otros miembros de la familia o con los pares. A raíz de esa mala experiencia psicológica, el individuo puede cristalizar este sentimiento de culpa incluso en su adultez.

En el extremo de este sentimiento encontramos la ‘culpa extrema’. Se trata de un malestar disfuncional e innecesario que crea nuestra propia mente y pensamientos. Es vital, en estos casos, saber identificar las causas que provocan este malestar.

La culpa puede tener su causa en ciertas distorsiones cognitivas que hacen que nuestro pensamiento funcione en base a sesgos e interpretaciones parciales e irracionales de la realidad. Estos esquemas de pensamiento nos empujan a llevar al extremo ciertas situaciones del día a día, ordenándolas como buenas o malas, lo que puede llevar a interpretaciones extremas que nos provocan daño emocional.

Además, las personas que tienen tendencia a sentirse culpables suelen simplificar sus experiencias y no son capaces de tomar perspectiva y/o relativizar lo que les ocurre, de modo que suelen ser especialmente negativas cuando evalúan dichas experiencias.
 
La baja autoestima, un factor que explica la culpa

Distintos estudios han señalado que un factor común entre las personas con sentimientos de culpa es la baja autoestima. Este problema es causa y efecto de unas relaciones sociales poco funcionales, con un esquema de relación sumiso.

El modo en que afrontamos esta emoción es también un punto clave para comprender el sentimiento de culpa, pudiendo dar pie a una experiencia negativa, o positiva.
 
¿Cómo superar los sentimientos de culpa?

Primero de todo, cuando experimentamos sentimientos de culpa debemos tomar conciencia de que estamos ante un sentimiento que cumple una función en nuestra psique, puesto que nos ayuda a aprender de los errores que hemos cometido y no volver a repetirlos en adelante.

Además, los psicólogos señalan que intentar reprimir esta experiencia de dolor y culpa no es una estrategia eficaz a la hora de sobrellevar la situación. Por estos motivos es crucial que sepamos reflexionar y contar con ciertas herramientas para entender la culpa y superarla.
 
1. Afrontar la situación con objetividad

Para controlar este pensamiento obsesivo derivado de la culpa es importante afrontar cada situación de un modo positivo, comprendiendo la parte de responsabilidad que nos toca pero también sabiendo sopesar las distintas variables que pueden haber influido en lo ocurrido.
 
2. Entender que todo forma parte del aprendizaje

La culpa es el modo en que nuestra mente nos dice que hay algo que hemos hecho mal. Esto no nos debe entristecer, sino más bien hacernos pensar en cómo podemos mejorar en el futuro. Hay que usar la culpa para aprender y mejorar como personas.
 
3. Practicar la autocompasión

Para desprendernos de los sentimientos de culpa también debemos practicar la autocompasión, es decir, saber perdonarnos a nosotros mismos por los errores que hayamos podido cometer en el pasado. No se trata de caer en el victimismo, sino simplemente ponderar las situaciones para entender bien qué pudimos hacer mejor.
 
4. Comprender la complejidad de las circunstancias

Hay situaciones en que las circunstancias no se pueden controlar y nos vemos superados por un cúmulo de factores. Este es un punto clave: valorar la influencia de variables fuera de nuestro control también hará que relativicemos cada situación, y por tanto nuestra responsabilidad quedará mucho más delimitada.
 
5. Pedir disculpas (si es necesario)

Tomar responsabilidades puede traducirse en emprender ciertas acciones concretas. Por ejemplo, si tienes la sensación de que obraste mal con alguien, es una buena idea no dejar pasar el tiempo en balde y pedir disculpas. Esto nos hará tener una mejor visión sobre nosotros mismos, y poder reconciliarnos con este episodio del pasado.
 
6. Pasar página

Y aunque tengamos la certeza de que hemos actuado de forma poco ética y nos sintamos culpables por algo, debemos tener la valentía de pasar página. Todos cometemos errores en la vida, y si no está en nuestras manos subsanarlos, lo más sensato es aprender del error y salir adelante, perdonándonos a nosotros mismos.
 
7. Explicar la situación a una persona cercana

Para tomar perspectiva de la situación puede ser una buena idea explicar tus preocupaciones a una persona cercana, como un amigo o un familiar. Así podrán darte su opinión, y tal vez te des cuenta de que la situación que te perturba escapó de tu control, por lo que la sensación de culpa se puede aliviar.
 
8. Acudir a terapia psicológica

En ocasiones, estos sentimientos de culpa pueden instalarse en nuestra mente y sumirnos en un estado de tristeza, ansiedad y pensamientos invasivos. En estos casos, es muy recomendable que recurras a los servicios de un profesional de la salud mental.

Si estás inmerso en una espiral de negatividad, un psicólogo puede ofrecerte una serie de recursos para que vuelvas a ser tú mismo/a.

Xavier Molina

viernes, abril 20, 2018

Siete claves para promover la autoestima


Podríamos definir autoestima como esa evaluación personal (autovaloración) de las cualidades que componen en concepto del yo. La autoestima es importante porque involucra las observaciones que tenemos acerca de nosotros mismos en términos de bueno o de malo, deseable o indeseable, amable o no amable. Es decir, determina que tanto nos queremos y que tanto nos desaprobamos. Quienes tienen una buena autoestima se perciben a sí mismos como sobresalientes, reconocen con tranquilidad sus defectos y virtudes, se sienten más capaces y con más valía personal. 



La baja autoestima es una creencia central o esquema nuclear, en la que la persona llega a una conclusión negativa o desfavorable acerca de sí misma (“soy un débil”, “soy bruto”, “soy horrible”, “soy un desastre”, etc., etc., etc.) Esta conclusión resulta de la interacción entre el temperamento de la persona en concreto y las experiencias negativas que haya experimentado a temprana edad. Por este motivo, es tan importante tener en cuenta los factores que debemos atender durante el periodo de crecimiento y desarrollo de nuestros hijos, para que gocen de una buena autoestima al llegar a la edad adulta. No olvidemos que una pobre o inestable autoestima incrementa la vulnerabilidad a la depresión, afecta en gran medida la sociabilidad, altera el sistema inmunológico, impide el mantenimiento de emociones positivas tan importantes para nuestro bienestar como: la alegría, gratitud, serenidad, interés, esperanza, orgullo, diversión, inspiración, asombro y amor.

La evaluación global de la autoestima surge durante nuestro proceso evolutivo
  • A los tres años de edad, los niños comienzan a luchar por obtener mayor autonomía. Aquí es importante permitir que ensayen, se equivoquen, vuelvan a ensayar, hasta que logren muchas cosas por su cuenta. Es clave, entonces, estar atentos a su seguridad, pero no protegerlos en exceso (por temor a que se equivoquen o se frustren) o impedir que desarrollen sus habilidades para aprender a valerse por ellos mismos. Una buena autonomía les permitirá tener unas buenas bases para el desarrollo de la autoestima.
  • En edades entre cuatro y siete años, las autoevaluaciones se relacionan con dos áreas: La aceptación social (“Cuánto les gusto a los que me rodean”) y competencia general, especialmente en relación a las tareas (“Qué bien hago mis cosas”). Los parientes cercanos, como los padres o hermanos, son los modelos en los que se fijan los niños para hacer sus autoevaluaciones e ir reafirmando la autonomía. Comienzan a entender conceptos como “bueno” y “malo”, copian los comportamientos que ven en sus padres, valores y prácticas sociales. Ya tienen elementos cognitivos para hablar de sí mismos, identificando alguno de sus rasgos y creando su propio auto-concepto que va ligado a la autoestima. Esta valoración, precisamente corresponde a la autoestima. Los niños con una buena autoestima se relacionan bien con su entorno, confían en sí mismos y en sus capacidades. Se desenvuelven bien con los demás. Son optimistas. Aceptan las dificultades y los fracasos puntuales como retos para superar y cuentan con una buena autocrítica, que les permite aprender de sus errores sin culpabilizarse ni tratarse mal. Es lógico pensar que, si los padres son indiferentes, ausentes, descalificadores, sobreprotectores, volubles o exigentes en extremo, generarán en sus hijos problemas que repercutirán negativamente en su autoestima.
  • Hacia los ocho años, los pequeños evalúan sus competencias en tres campos: competencia física, competencia académica y niveles de aceptación social. Pero estas autovaloraciones están muy influídas por los seres queridos, sobre todo por padres, abuelos y hermanos mayores.
Algunas claves para promover la autoestima en los niños.

Favorecer el autoconocimiento

Según Daniel Coleman, el conocerse a sí mismo es la base de la Inteligencia Emocional, es ser consciente de uno mismo y reflexionar a la vez sobre nuestros estados de humor. El facilitarles actividades a los niños que les ayuden a identificar y abordar diferentes emociones como: lectura de cuentos o fábulas, ver películas infantiles que traten del tema (Intensa-mente), identificar emociones en fotos familiares y enseñarles a diferenciar dichos estados estados, puede ser muy útil a la hora de cimentar una autoestima saludable.

Fomentar la responsabilidad

Para lograr que los niños comprendan y pongan en práctica el sentido de responsabilidad, se requiere de información, orientación, paciencia, constancia, confianza; permitiéndoles que participen en la toma de decisiones. Darles oportunidad de asumir el resultado de sus acciones (si son capaces de responsabilizarse de ciertas tareas, se sentirán “mayores”, y esto aumentará su autoestima).Comprender los fracasos y limitaciones y no olvidarnos de elogiar sus logros. No se debe olvidar un aspecto esencial, enseñar con el ejemplo; es más fácil que los niños aprendan estos valores si sus padres los practican constantemente.

Evaluar con el niño habilidades e intereses

Escucha con interés cada vez que el niño te hable de las actividades que le gusta realizar o con las que se siente cómodo y le salen bien. Pregúntale cómo se siente al hacer las diferentes cosas, incentiva sus inquietudes y ayúdale a recapitular cuales son las capacidades o fortalezas personales que se ven reflejadas en lo que hace.

Destacar el interés y el esfuerzo

Los niños necesitan demostrar que son competentes y que su aportación es valiosa. Una buena práctica para esto, es dejarles que ayuden en las tareas domésticas, pero sin exigirles perfección. Es importante reconocer y destacar siempre su esfuerzo y trabajo, en vez del resultado.

Evitar comparaciones

Comparar a los niños va más allá de sólo querer presumirle al mundo sus logros. Es como darles una imagen negativa de sí mismos porque no han hecho algo que alguien más ya logró. Aunque no lo creas, hacerlo afecta la autoestima. Evita que tu niño o niña piense que no es lo suficientemente bueno para ti, así que evita la famosa frase: ¿Por qué no eres como tu hermano? Cada niño tiene sus capacidades y sus limitaciones. No es apropiado compararlo con otros niños, sino realzar las características que lo hacen único y valioso.

Dar la importancia justa a la imagen física

A veces, la vida familiar puede influir en la imagen corporal. Es posible que algunos padres estén muy enfocados en verse de una determinada manera o en “llegar a un peso” para sentirse aceptados socialmente. Los miembros de la familia pueden luchar contra su propia imagen corporal o criticar el aspecto de sus hijos pequeños: “¿Por qué te peinas tan feo?” o “Pareces una bola de sebo”.

Todo esto puede influir en la autoestima de los niños, especialmente si son sensibles a los comentarios de los demás. Es muy importante desde pequeños proporcionarles una alimentación sana, fomentar la práctica de ejercicio físico y no transmitirles una excesiva preocupación por el físico, con metas irreales de talla, peso y apariencia.

Demostrar afecto e interés

Es muy importante tener vínculos estrechos, sanos y fuertes en los que los niños puedan acertar, equivocarse, portarse bien, portarse mal y no se sientan menos queridos por ello. Los vínculos amorosos y saludables hacen que los niños estén seguros y bien consigo mismos. Los niños desarrollan mejor autoestima junto a padres cálidos.

En resumen, para que los niños puedan desarrollar sana autoestima es fundamental que los padres acepten incondicionalmente a sus hijos, que tengan expectativas claras y aterrizadas de sus capacidades y que se desenvuelvan en un ambiente de respeto y valoración. Es pertinente acompañar y ayudar a los niños en su desarrollo o hacer las cosas por ellos.

Recordemos siempre que: etiquetar, criticar, exigir demasiado, no valorar el esfuerzo, burlarnos, ignorar, descalificar, comparar y vivir solo pendiente de los resultados, son algunas de las actitudes en que los padres frecuentemente incurren y terminan dañando la autoestima de los niños. Espero que el material que les he presentado en esta ocasión les sea de alguna utilidad.

Por: Dra. Iris Luna