Cuando la sinrazón y la adversidad golpean a las buenas personas, entonces el mundo pierde su rima y la vida su lógica. Sin embargo, lo que nunca perderá la gente de buen corazón es la esperanza: aunque la maldad nos hunda, será la bondad quien nos eleve, será esa cadena de oro que nos enlaza a todos la que nos alce tarde o temprano convirtiéndonos en personas aún más fuertes y valientes.
Dicen que una de las principales armas del terrorismo, más allá de arrebatar vidas y sembrar el caos, es infundir en la población el miedo psicológico. Ese temor les confiere no solo relevancia, sino también poder sobre sus víctimas; la seguridad de que los hilos invisibles del terror alterarán nuestro estilo de vida y dejarán descubierta esa necesidad que toda persona necesita en lo cotidiano: sentirse segura.
“Los terroristas intentan modificar nuestro comportamiento provocando miedo, incertidumbre y división en la sociedad”
-Patrick J. Kennedy-
Este 17 de agosto hemos vuelto a experimentar esta misma sensación tras dos nuevos atentados terroristas en Barcelona y en Cambrils. Una vez más, hemos de lamentar pérdidas humanas, vidas hermosas de buenas personas, de niños muy pequeños, de madres y padres de familia, de abuelos, amigos y ciudadanos de hasta 18 nacionalidades que disfrutaban de una tarde más en una calle cualquiera de estas bellas capitales que orlan nuestro mundo.
La maldad nos ha visitado una vez más, y aunque no es algo nuevo ni aislado, aunque sean decenas las personas que mueren cada día en las mismas circunstancias en diversos rincones de nuestro planeta, hay algo que trasciende a todo esto. ¿De qué manera debemos reaccionar ante estos casos? Psicólogos expertos en materia de terrorismo como Jeff Greenberg, Sheldon Solomon y Tom Pyszczynski nos advierten de que estos sucesos nos cambian de un modo muy particular…
Las buenas personas se unen ante situaciones adversas
Durante estos días las redes sociales se están llenando de fotos de gatos. La mayoría de usuarios de Twitter se han unido entre sí con un fin muy concreto: evitar la difusión de imágenes de las víctimas y frenar el posible filtrado de información que pueda ser de utilidad para los terroristas. Más allá de algún hecho aislado, el compromiso se está cumpliendo dando forma a un civismo excepcional que también se ve en las calles: los vecinos de Barcelona ofrecen alojamiento a quien lo necesite, el trasporte es gratuito y los comercios también añaden su granito de arena.
Es en estas situaciones cuando nos damos cuenta de que a pesar del caos, la tragedia y el horror, los actos de altruismo son los que nos dignifican. Aquellos que nos demuestran que, más allá de lo que podamos pensar, nuestro mundo está habitado en su mayoría por buenas personas. Esto mismo es lo que nos explican los expertos, como los antes citados. El doctor Jeff Greenberg, psicólogo de la Universidad de Arizona, nos cuenta que tras un acto terrorista de esta índole las personas ponemos en marcha mecanismos culturales de subsistencia.
Pocos momentos nos hacen sentirnos tan frágiles y vulnerables como estos eventos. Nada puede ser tan devastador como descubrir que nuestra sensación de seguridad es falsa y de que el terrorismo tan indiscriminado como impredecible. Que mañana es allí y hoy nos roza la piel.
Sin embargo, en estos contextos, lejos de alimentar la rabia o el deseo de venganza, acontece algo muy llamativo entre la población. Aumenta el sentido de comunidad y se busca por encima de todo reconstruir esa estabilidad que va más allá del simple hecho de levantar un edificio derruido o una calle destrozada.
Lo que se busca por encima de todo es recuperar la estabilidad emocional y la confianza en lo que somos. Una sociedad que sigue creyendo en la paz y en el respeto. Gente que a pesar de haber sido herida por la maldad más abyecta, necesita seguir confiando en la bondad del ser humano.
Aprender a minimizar y maximizar nuestras respuestas ante el terrorismo
Los psicólogos y psiquiatras especializados en psicología del terrorismo nos señalan que en estas situaciones es necesario poner en práctica dos tipos de respuestas. Dos comportamientos que a largo plazo nos permitirán afrontar de forma adecuada estos contextos que en ocasiones acontecen muy cerca de nosotros.
Veámoslos a continuación.
Intentemos minimizar…
Intentemos minimizar nuestra exposición a las imágenes de los atentados, pero no a la información. A pesar de que la mayoría de medios de comunicación intentan controlar el acceso a las imágenes más duras de estas masacres, tarde o temprano nos llegará algún documento o detalle que produzca en nosotros un gran impacto. Evitemos por tanto estas situaciones y colaboremos, por ejemplo, compartiendo las imágenes de gatos para que las redes sociales establezcan este filtrado.
También es necesario minimizar los pensamientos de odio.
Asimismo, es esencial que minimicemos tanto como nos sea posible la sensación de miedo. No dejemos que el terror triunfe sobre nosotros.
Intentemos maximizar…
Intentemos maximizar los actos de apoyo y actos altruistas.
Intentemos aumentar nuestras contribuciones, ya sea a través de las redes sociales con mensajes de apoyo o de modo presencial prestando ayuda (alojamiento, donando sangre…)
Intentemos maximizar en esencia, nuestra contribución a todo lo que sea positivo en estos contextos, evitando victimizarnos y favoreciendo un sentido auténtico de apoyo, de solidaridad y sentido de comunidad.
Para concluir, tal y como habremos experimentado más de una vez, también a las buenas personas les ocurren cosas malas. Sin embargo, la única diferencia con aquellos que entienden la violencia como forma de lenguaje y opresión, es que la bondad no sabe de rendiciones ni aún menos se doblega. Volveremos a levantarnos para defender nuestros valores de siempre, ahí donde la paz será sin duda nuestro mejor estandarte.
Valeria Sabater
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