Vamos a proponerte un experimento para el que estaría bien que representaras los resultados del mismo en porcentajes. A veces se amontonan en tu cabeza demasiadas contradicciones para verlo con claridad, por lo que esto te ayudará a ubicar “datos” y a entender qué sucede con el miedo al contacto social que todos hemos sentido alguna vez.
Haz repaso de las personas que han pasado por tu vida. De las que te han hecho realmente daño, de las que simplemente te han resultado difíciles de soportar, de las que te han causado indiferencia o miedo, de las que te han causado bienestar y de las que te han causado euforia y plenitud.
Si en los dos últimos supuestos el porcentaje es considerable, piensa si ese sentimiento ha sido recíproco. Son los que te aman y respetan, igual que tú a ellos. Hay muchas más personas esperando que alguien como tú llegue a sus vidas y constituyen una muy buena razón para que “los malos” no clausuren tu ganas de conocer a otras personas.
Lo triste es que muchas veces son suficientes un par de golpes para transformarnos en ese tipo de personas que viven a medias, con la sensación de que tenemos mucho que ocultar porque alguna vez algunos opinaron que no tenían nada interesante que mostrar. Sin embargo, ahí donde esas contadas personas no vieron nada, otras vieron en ti lo más maravilloso que podía ocurrirles en un momento dado. ¿No es hora de cambiar el foco de atención y de utilizar una balanza que no esté trucada para generar miedo?
Si te juzgas, intenta ser justo
Piensa si formas parte de ese grupo de personas a las que alguna vez han llamado de madrugada, a las que más de una vez alguien le ha contado sus secretos más íntimos y a las que en varias ocasiones han buscado para celebrar un gran logro. Si te siguen preguntando cómo te va la vida después de muchos años…
Si desearían verte otra vez, aunque para hacerlo tuvieran que cambiar su agenda y llegar a casa tarde. Si cuentas con un grupo de personas que te haya hecho responder sí, ya eres afortunado. Ahora, piensa: si eres capaz de despertar este tipo de sensaciones en otros, ¿por qué en ocasiones tienes tanto miedo al contacto social? ¿Por qué aún temes abrirte?
“No es hasta que nos damos cuenta de que significamos algo para los demás que no sentimos que hay un objetivo o propósito en nuestra existencia”
-Stefan Zweig-
Quien acumula daños y se centra en ellos difícilmente va a enfocar su atención al grupo del que hablamos. Si es tu caso (o el de alguien que conoces), te propongo un cambio de perspectiva. Te pido que, en ese juicio que has iniciado, escuches también a los que te quieren y te respetan. Además, piensa qué hubiera pasado si muchas de las personas maravillosas que has conocido también hubieran optado por protegerse para evitar daños: difícilmente habrías disfrutado de su compañía.
El placer nace de importarles a los que nos aportan
Porque es un placer que me importen las personas a las que les importo. Porque es delicioso compartir compañía con quien me aporta y me importa. Esas sensaciones fortalecen mi interior, anulan la necesidad de un muro que corte todo tipo de comunicación con los demás.
Nadie tiene más influencia en nuestra vida que aquellos que deseamos que estén a nuestro lado cuando estamos alegres, enfermos, melancólicos, agobiados o deseosos de hacer un viaje. Eso es hacer la vida en compañía y no debatir en soledad el sentido de nuestra existencia. Eso es ir caminando de forma sigilosa y abierta, aprendiendo que hay personas de paso y otras que aligeran nuestro camino, que nos portan en sus brazos teniendo la sensación de volar.
“No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero”
-Mario Benedetti-
Dirige tu atención al grupo correcto. Esto no es una suma de puntos, se trata de multiplicar las buenas experiencias. Algo que no puede hacerse intentando que todas nuestras experiencias caigan en la zona y en las personas de confort o centrando nuestra atención en las personas que nos fallaron cuando contaban con nuestra confianza.
Tus mejores cartas te las han dado las personas que te motivaron (y te motivan) para seguir la partida y nunca los que te hicieron trampa. Dirige la atención a lo que te aporte e importe. Tú tienes tus reglas y las de otros serán distintas, pero no dejes que su influencia sesgue tu juicio. En este, si haces de juez no permitas la trampa, no excluyas los testimonios de las personas que te quieren. La vida es una fuente de peligros, pero también es una suerte en la que nuestras sentencian hacen destino. El nuestro y el de los que queremos.
Cristina Roda Rivera
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